Sábado, 4 de diciembre. Se declara el estado de alarma para poner fin a la huelga de los controladores aéreos. Rubalcaba es quien toma decisiones, da explicaciones y atiende a los medios. La declaración del estado de alarma era consecuencia no necesaria de años de interesada negligencia en dotar a España de una Ley de Huelga, de la desidia dolosa de años de no formar y homologar a los suficientes controladores aéreos y de la incompetencia habitual y tontuna inoportuna de Pepiño Blanco en la gestión de Fomento.
Jamás se había decretado en la España democrática el estado de alarma. No durante el 23-F, no durante las horas largas que precedieron al asesinato de Miguel Ángel Blanco. No tras el 11-M: se declara con el Rey fuera del país, el todavía presidente Zapatero en el limbo de los nonatos y el jefe de la Oposición mirando cara a La Gomera. Gaspar Zarrías, secretario de estado de Política Institucional, insinúa connivencias del PP con los controladores. No hay respuesta oficial, cese o desmentido de estas palabras.
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En contra de las apariencias, el peor legado que nos ha de dejar Zapatero no será la ruina económica sino la ruina política, institucional y aun moral en la que ha convertido a España. Queda también Rubalcaba de albacea. Anda Rajoy satisfecho con el unánime respaldo que muestran las encuestas al PP. Haría bien en considerar que heredará sólo si Rubalcaba quiere, cuando Rubalcaba quiera, en las condiciones en las que Rubalcaba quiera. La ventaja de éste es, como el mismo dice, que "lo sabe todo de todo el mundo".
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