El portavoz socialista en el Parlamento Vasco, José Antonio Pastor, escudándose en el "respeto" a las decisiones judiciales ha manifestado que "no se pueden estimar las resoluciones judiciales como acertadas y justas cuando a uno le vienen bien y criticarlas cuando no coinciden con los intereses de cada uno". No. Lo que no se puede es estimar como acertadas y justas todas las sentencias, tanto si de verdad así nos lo parecen como si no. Eso, lejos de ser una muestra de respeto al Estado de Derecho, es un desprecio que, entre otras cosas, borraría del ordenamiento jurídico la figura del recurso de apelación.
Aunque sea obligado el acatamiento de todas ellas, en un Estado de Derecho se puede y se debe distinguir entre sentencias excepcionales, buenas, regulares, malas o tan pésimas como la que hoy nos ocupa. El memo y antijurídico papanatismo del que hace gala el portavoz socialista no es otra cosa que una forma de eludir una valoración de una sentencia que ponga en peligro –ella sí– los intereses de los socialistas en que prosiga, aun encubierto, el "proceso de paz" con los etarras. Y no hay mejor prueba de que prosigue que viendo como avanza la impunidad.
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