El Gobierno que no ha sabido o querido salir al paso de toda esta interesada patraña es el que tiene ahora la responsabilidad de deshacerla, aunque ello le suponga la obviedad de proclamar que, por mucho que se empeñen Garzón y sus defensores, el franquismo es una página olvidada en la realidad cotidiana de una democracia firme, sin cuentas pendientes ni atrasos históricos. La tentación de aceptar la tesis contraria para presentarse como depurador salvífico de los residuos dictatoriales no puede constituir siquiera una hipótesis de trabajo. El problema es que al zapaterismo le cuesta templar este trastornado descalzaperros porque aunque se desmarque de las formas parece compartir los argumentos de la confusión interesada. Y tal vez se sienta a gusto peleando contra falsos molinos franquistas como un Quijote de barraca.
jueves, 15 de abril de 2010
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