Da igual que la mayoría de esos improvisados agitadores fuesen los mismos que en el pasado reciente acusaron a Garzón de prevaricar en el caso GAL. Da igual que no sea la acusación de Falange, sino el criterio motivado de un magistrado del Supremo -y de la Sala de la Audiencia que rechazó el recurso inicial del querellado- lo que ha motivado el procesamiento objeto de polémica. Da igual incluso que el instructor sea un reputado izquierdista fundador de Jueces para la Democracia. Y por supuesto resulta indiferente que el hecho imputado no sea el de tratar de abrir la fosas del franquismo ni el de enjuiciar los crímenes de la dictadura sino el de hacerlo con conocimiento expreso de la falta de competencias y de capacidad legal para ello. Todo eso es engorroso de resumir, complicado de expresar, enredado de definir en el conciso y eficiente enunciado de una frase-contraseña. Es mucho más sencillo y accesible reducirlo a un dispositivo simbólico, expreso en la delgada pero vistosa tesis de una victoria legal de la ultraderecha facilitada por el resentimiento personal o profesional de un colega del héroe al que sí se puede acusar, sin coste alguno, de flagrante prevaricación por envidia, ojeriza y encono.
domingo, 11 de abril de 2010
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