Suponía mi admirado Charles Moore en «The Spectator», la pasada semana, que igual que se definió en su día la teoría política del «Nixon va a China» para explicar cómo eran los conservadores los que tenían auctoritas para pactar con los comunistas ahora vamos a ver surgir el «Obama va a Abbottabad» para justificar cómo la izquierda tiene auctoritas para matar terroristas. Demasiado bonito para ser cierto.
Ese icono del izquierdismo, Noam Chomsky, acaba de verter en una revista on-line —«Guernica» tenía que llamarse, vaya por Dios— que la muerte del terrorista es «un asesinato planificado, con múltiples violaciones de las normas más elementales del derecho internacional». Y no contento con ello, se interroga: «Deberíamos preguntarnos cómo reaccionaríamos si comandos iraquíes aterrizaran en el rancho de Bush, lo asesinaran y lanzaran su cuerpo al Atlántico. Porque es indiscutible que el número de sus crímenes es muy superior al número de los crímenes de Bin Laden». Grande. Muy grande.
Es evidente que en nuestro entorno las ideas y proclamas de Chomsky tienen un valor anecdótico. Pero en otros lugares es visto —con razón— como la vanguardia de una América con la que los terroristas pueden entenderse. Entre la documentación capturada en Abbottabad hay un vídeo de Bin Laden fechado en 2007 en el que dice: «Entre los más capacitados de vuestro lado para hablar de este asunto la guerra en Irak y de la manipulación de la opinión pública está Noam Chomsky, quien advirtió sobriamente con anterioridad a la guerra.»
Así que el profesor Chomsky ha quedado retratado una vez más como lo que siempre supimos que era: el artífice de una estructura intelectual para odiar a Estados Unidos. Y la forma en que la retro intelectualidad occidental jalea sus infamias siempre reafirmó a Bin Laden en su razón.
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