martes, 17 de noviembre de 2009

Ni barco ni honra

Lo único de lo que podemos alegrarnos en torno a la noticia de la liberación de los tripulantes del Alakrana es de que estén sanos y salvos. Lo único. Por lo tanto no sé a qué viene tanta algarabía oficial. No es ningún motivo de alegría que se hayan pagado varios millones de euros del dinero de los contribuyentes por el rescate. No es ningún motivo de alegría, ni mucho menos de orgullo, que los piratas hayan escapado con el dinero sin que se les haya perturbado lo más mínimo, como ya ocurrió anteriormente con el Playa de Bakio. Así que no se qué diablos pinta la ministra ¡de Defensa! (¿De qué nos defiende? ¿Nos defiende de algo?) tan contenta y tan sonriente en el Telediario. ¿Qué pasaría si un día le da al rey de Marruecos por invadir Ceuta o Melilla (o las dos, ya puestos)? La respuesta es terriblemente sencilla: N-A-D-A. ¡Nada! ¡Que Alá nos pille confesados!

Se suele decir que más vale honra sin barco que barco sin honra, pero en este caso, como en el anterior del Playa de Bakio, se han perdido ambos. Porque el barco en esta ocasión no era el Alakrana, sino el dinero de los contribuyentes y, ya que no se había liberado a los ciudadanos españoles secuestrados sin pagar rescate, lo único honroso que quedaba era haber capturado a los delincuentes, cosa que tampoco se ha hecho.

Lo dicho: ni barco ni honra.

Agamenón o su porquero 2: El retorno

Vuelve Agamenón. Y su porquero. ¿Que por qué volvemos? En primer lugar, porque nos da la gana, que es un motivo tan bueno como cualquier otro; y en segundo lugar, porque estamos hartos de ver, oír y leer sandeces. No somos santos y nuestra paciencia tiene un límite. Hasta aquí hemos llegado. ¡Se van a enterar! (Es un decir, porque seguirá sin leernos ni Dios, pero ¡qué a gusto nos vamos a quedar!)