sábado, 18 de junio de 2011

Russian Red no gusta a los "reds"

Dice Nacho Vegas: "Cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón". Otro que no se entera de que la situación en la que se encuentra España es debida, en su mayor parte, a un Gobierno de izquierdas. Un Gobierno que ha puesto su ideología por encima de los intereses de todos los españoles. Un Gobierno que ha derrochado el dinero de todos cuando las vacas estaban obesas y que ha seguido derrochándolo después de que se quedaran en los huesos, dejándonos apenas la leche. La mala leche. Un Gobierno de izquierdas que ha dejado España hecha unos zorros. Como todos los Gobiernos de izquierdas que los españoles hemos padecido. Por no hablar de otros países. Y ante estos resultados, cabe preguntarse qué hay que ser para declararse de izquierdas. ¿Inteligente? (Obviemos lo del macho cabrío.)

Estas tolerantes declaraciones del señor Vegas son una opinión sobre otras de Lourdes Hernández (Russian Red), en las que ésta decía ser de derechas. ¡Sacrilegio! Acabaremos con una de sus canciones. Porque nos gusta y porque tiene derecho a ser de izquierdas, de derechas, de centro o de lo que le salga de las narices. No Past Land, se llama la canción. En esta land si que hay past. Y memoria. Por un tubo. Pero, eso sí, sólo para lo que nos interesa.

Gregarismos que matan

César Alonso de los Ríos en ABC

El fino juicio que dio Eugenio D´Ors sobre el «gregarismo» en una de sus «glosas» no fue una intuición sino el fruto de terribles experiencias. «Mucho se ha hablado contra los rebaños de carneros —escribió— pero ¡hay que ver las desbandadas de los carneros!». Obviamente aludía a la Semana Trágica, a Asturias, a la Guerra Civil… Españolitos gregarios se decía todavía ayer, mientras seguía creciendo el paro hasta los cinco millones. Y, de repente, los carneros dejan de serlo. En tan sólo unos días surge un movimiento poderoso, llamado 15-M, sobre el que los analistas parecían estar al cabo de la calle. Es obvio que cada uno trata de explicarlo como Dios le da a entender: unos a partir de sus temores, otros a partir de sus esperanzas y algunos a partir de sus obediencias políticas. Algunos chicos de Rajoy ven el largo brazo de Rubalcaba, el deus ex machina, lo que es una forma de mantenerle como número uno. Cayo Lara desciende a la calle y se lleva el trato vejatorio del listillo. Más cauto, Llamazares apuesta por el 15-M desde el sillón. Nines Maestro, que ahora va por libre, quiere convertirse en la reina del palé. Pero ¿acaso los reventadores de Barcelona tienen algo que ver con los «indignados»? Esta «kale borroka» que habla en castellano y que no quiere elecciones es la vuelta de la histórica muchachada lerrouxista y un argumento poderoso para que Artur Mas detenga de momento su marcha independentista y su enfrentamiento con el PP. Bien mirado para CiU Badalona es un dique contra el moro y a favor de la limpieza étnica de Cataluña… El final del gregarismo, en forma de 15-M en Madrid y Valencia y de «kale borroka» en Barcelona, ha hecho olvidar a la sociedad española el peligro real, la consolidación de Bildu en el País Vasco. Mientras se planteaba el desmantelamiento de la Puerta del Sol, el brazo civil de ETA tomaba las instituciones vascas y navarras. ¿Seguirán opinando algunos avispados que ETA «está en las últimas»?

Autoridades y autoritarios

Tomás Cuesta en ABC

No existe auctoritas en este país nuestro a la deriva, donde por no existir no existe ya ni Estado. Y hay un fondo de verdad siniestra en la confusión que Rubalcaba exhibe entre «autoridad» y «autoritarismo». Sólo la dignitas puede distinguir entre ambos. Sólo la dignidad de los representantes políticos hace, en una democracia, legítimo y necesario el uso justo de la autoridad. Los autores del Diccionario de Autoridades —el primero y mejor de los de lengua castellana— no se engañaban cuando, en 1726, definían la autoridad como «excelencia, representación, o estimación adquirida, o por la rectitud de la vida y eminencia de la virtud, o por lo respetable de la nobleza y de la edad, o por lo grande de la sabiduría, poderío, honor y otros títulos que hacen a uno digno». Sin dignitas, autoridad y autoritarismo son lo mismo: así sucede en el mundo de Rubalcaba.

España, Comuna Indignada

Pablo Molina en Libertad Digital

Después de ocho años soportando a Zapatero, España está suficientemente preparada para dar un salto de calidad en términos democráticos y constituirse en Comuna Indignada, nueva forma de gobierno que los señores del 15-M han desarrollado en los aledaños de la Puerta del Sol y que finalmente ha mostrado todo su potencial a las puertas del parlamento catalán.

Cataluña, región española siempre en la avanzadilla de la posmodernidad, ha ofrecido al mundo entero un primer esbozo de esta otra forma de hacer política que, muy probablemente, va a ser la tónica general en España en cuanto los socialistas abandonen el poder.

Rubalcaba, que a estos efectos es el que decide, está muy complacido con las actividades superdemocráticas de los indignados del 15-M, aunque haya tenido que pasar el sofoco de ver cómo los Mozos de Escuadra, auténticos genios del vergajo, sacudían el polvo de las rastas a los integrantes más conspicuos del frente catalán, el más activo en cuanto a indignación se refiere. En respuesta a "la opresión del sistema", un comando suicida de los Indignats intentó en una operación relámpago hacerse con el perro lazarillo de un diputado invidente, de CiU por más señas; y no atacaron a más diputados porque sus señorías no tienen por costumbre ir al parlamento tocando la flauta, dulce o travesera, que si no la cosa podría haber derivado en una verdadera escabechina.

Si esto es lo que hacen los jóvenes indignados cuando gobiernan los suyos, qué no harán cuando manden los farcistah o faxistas, que es como se pronuncia "PP" en la meseta y en las zonas norte y mediterránea, respectivamente. Es fácil imaginar a Rubalcaba relamiéndose de puro placer ante la perspectiva de poder dirigir desde los micrófonos de la cadena amiga las oleadas megademocráticas del pueblo contra La Moncloa, cuando esté Rajoy en ella, para protestar por los recortes sociales de una derechona que sólo piensa en la banca y las multinacionales.

Y no es que vaya a haber recortes a muy corto plazo, sino que apenas va a quedar tela presupuestaria que recortar, a tenor de la prodigalidad con que los socialistas han despilfarrado los presupuestos locales, autonómicos y estatales antes de dejar el poder, otra marca de la casa del socialismo español, para desgracia del país.

Hará bien el PP de Mariano Rajoy en prepararse para esta nueva forma de hacer política extramuros de los parlamentos oficiales, que es lo a lo que parecen aspirar los varios miles de indignados de carné que llevan la voz cantante en este movimiento callejero, porque si Rubalcaba está a favor... es difícil que el proceso pueda invertirse.

En lugar de debates en las cortes, unos porritos compartidos en la plaza pública y votaciones populares a mano alzada. Si hay que expropiar un vehículo a todos los que tengan más de un coche, lo de autorizar la okupación de todos los inmuebles no suficientemente utilizados, declarar servicio público gratuito el consumo de cerveza o promover el cultivo de marihuana en los jardines públicos se vota... y se envía el resultado a los gobernantes para que obedezcan al pueblo, al fin representado por su clase política.

¿Quién es el pueblo? Pues, naturalmente, la cúpula de los Indignados, que para eso han acreditado una conciencia social fuera de toda sospecha aguantando lluvia del cielo, vergajazos de los Mozos y, lo que es peor, diatribas interminables de las feministas coñazo que andaban acampadas por los alrededores.

Los procesos asamblearios son muy entretenidos si hay un presupuesto público detrás para sufragar los gastos de los principales intervinientes. No es lo mismo pontificar contra el capitalismo en la Puerta del Sol bajo un ídem de justicia que hacer lo propio en un lugar más confortable y mejor acondicionado gracias al maldito capitalismo: verlo implosionar mientras disfrutas de sus ventajas no debe de tener precio.

Con el PP a los mandos del país sólo hay dos posibilidades: o el gobierno de Rajoy se adapta a esta nueva forma de hacer política, transformando una nación antes seria en una Comuna Indignada, o ya se puede ir preparando para una ración abundantísima de la doctrina Rubalcaba. Al lado de la que se está preparando, lo del 13 y el 14-M... una excursión de jesuitinas.

Don Valeriano opta por el paro

José T. Raga en Libertad Digital

Llevamos ya a las espaldas de nuestro flamante minis-tante (contracción de ministro-manifestante) una primera reforma del mercado laboral, que no pasa de ser un papel mojado, que nada aporta a la mejora del mercado de trabajo ni a la condición de los parados como buscadores de puestos de trabajo. Una segunda, cumplido el trámite del Consejo de Ministros, empeora la situación creada por la anterior, pues en este caso insufla vitalidad al cáncer de nuestra economía y de nuestro empleo, que es la intervención sindical en el proceso negociador de los convenios; pero ya dejó entender que él mira por los ojos de los sindicatos (al fin y al cabo son los compañeros de pancarta).

Entre las dos, una disposición a la chita callando por la que se prohíbe en adelante la compatibilidad entre la percepción de una pensión de jubilación y el ejercicio de una actividad profesional; no tiene dinero para pagar y es una forma de ahorrar en pensiones. Pero la pensión es un derecho adquirido por una cotización, no una dádiva del Estado providente.

Y ahora amenaza con subir las cotizaciones sociales y el salario mínimo interprofesional. Es exactamente lo que necesitamos para contabilizar medio millón de parados más en los próximos dos años, o quizá antes. Encarecer el trabajo, señor ministro, no mejorando su calidad, es una forma de reducir su demanda en el mercado. Este principio lo conocen todos los que tratan de ofrecer algo en no importa qué mercado; los ministros no, porque no tienen nada que ofrecer.

¡Que paguen los más ricos!

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

Una de las principales críticas que se dirigen contra el capitalismo es la desigual distribución de la riqueza. Los hay muy pudientes y los hay muy desharrapados, de modo que aparentemente la equidad exigiría que parte de la riqueza de los primeros fuera a parar a los segundos para nivelar las diferencias: al cabo, los acaudalados ni siquiera lo notarían y los más pobres obtendrían suculentos beneficios.

De hecho, éste es en parte el propósito de nuestros modernos Estados del Bienestar y, asimismo, ésta es la receta mágica que algunos propugnan para lograr atajar los déficits públicos actuales sin recortar el "gasto social": recuperar o subir el impuesto sobre el patrimonio y sobre sucesiones, crear un impuesto para las grandes fortunas, gravar con mayor intensidad las rentas procedentes del ahorro... Pero, ¿realmente nos conviene que toda la fiesta la paguen los más ricos? Mejor dicho, ¿qué significa exactamente eso de que "paguen los más ricos"?

Muchas veces –demasiadas– tendemos a simplificar la realidad económica en imágenes o conceptos que nos resulten manejables y que podamos entender. Cuando pensamos en una persona es rica, nos imaginamos de inmediato a un individuo que, cual Tío Gilito, tiene piscinas llenas de oro (o de dinero fiduciario) que le permiten comprar cualesquiera bienes y servicios. La redistribución de la renta, por consiguiente, sería algo tan fácil como arrebatarles unas poquitas monedas de oro a los tíos gilitos para dárselas a los carpantas de este mundo.

El problema es que la estampa no resulta en absoluto realista. Los ricos no son unas personas que tienen muchísimo dinero en el banco, sino gentes que poseen un enorme patrimonio en forma de tierras, inmuebles o, sobre todo en nuestras sociedades capitalistas, participaciones en empresas. Cuanto oímos que Bill Gates o Warren Buffett poseen zillones de dólares, no es que acumulen entre los dos el 99% de todos los dólares en circulación, sino que su cartera de propiedades y empresas (como Microsoft o Coca-Cola) alcanza un valor de mercado de zillones de dólares.

Y, ahora, deténgase a pensar un momento. ¿Por qué Microsoft o Coca-Cola valen lo que valen? ¿Porque tienen ambas un almacén gigantesco repleto de miles de millones de sistemas operativos y de latas de cola? No precisamente: las mercancías presentes de esas compañías son una minúscula parte de su valor de mercado; a fecha de hoy, por ejemplo, Microsoft tiene un valor bursátil de 204.000 millones de dólares y sus inventarios apenas ascienden a 1.000 millones; Coca-Cola asciende a 150.000 millones con unos inventarios de apenas 3.000. ¿De dónde viene entonces el enorme valor de mercado de estas empresas que convierte a sus principales propietarios en los hombres más ricos del planeta?

Pues de los bienes que se espera que produzcan dentro de 5, 10 ó 20 años. Dicho de otra manera, Microsoft, Coca-Cola (y todas las demás empresas) no son valiosas por lo que han producido hasta la fecha hoy, sino por lo que producirán mañana. Es más, me atrevería a decir que ni siquiera derivan su valor de lo que producirán mañana, pues nadie, ni siquiera Bill Gates, sabe qué productos sacará a la venta Microsoft dentro de 20 años (en el caso de Coca-Cola este juicio predictivo resulta algo más sencillo). El valor de las compañías –y por tanto, el patrimonio de los "ricos"– procede de su capacidad para generar, mantener y ampliar un modelo de negocios que sirva al consumidor mejor que sus competidores, esto es, de su capacidad para generar beneficios de manera sostenida a lo largo del tiempo (lo que en términos contables se conoce como "fondo de comercio" o Goodwill).

Por desgracia para los redistribucionistas, esa capacidad de generación futura de beneficios no puede consumirse en el presente (no nos podemos beber los millones de litros de cola que se fabricarán en el año 2025), de modo que para perseguir fiscalmente a los ricos sólo quedan dos opciones: o quedarse con una parte de la renta que su patrimonio genera en el presente o apropiarse directamente de una porción de ese patrimonio (de sus empresas, inmuebles, tierras...).

Lo primero es lo que consiguen los impuestos sobre la renta (IRPF o Sociedades): parte del valor monetario de la producción anual (beneficios, rentas de alquiler, intereses...) se transfiere al Estado y éste presuntamente lo redistribuye entre la población. El perjuicio más evidente de este tipo de tributos es que, por un lado, minoran los recursos a disposición de capitalistas y empresarios, que podrían haber sido reinvertidos en la generación de más bienes futuros de consumo futuros (nos volvemos más pobres de lo que podríamos haber sido); por otro, disminuyen la remuneración que recibe el capitalista por asumir riesgos al invertir y por retrasar la satisfacción de sus necesidades al ahorrar.

Pero acaso resulten más dañinos los segundos tipos de impuestos: los impuestos sobre el patrimonio y las herencias. En este supuesto, si el monto del impuesto supera al de la renta anual generada por el patrimonio productivo, el capitalista tendrá que desmembrar y liquidar parte de ese aparato productivo, socavando así su producción de riqueza futura para los consumidores.

Imaginemos, para entenderlo, que con una caña de pescar podemos recoger 100 pescados al año y que el valor de mercado de esa caña es de 600 pescados. Si consideramos que el propietario de la caña es un rico capitalista comeniños al que hay que esquilmar fiscalmente, podemos imponerle, por ejemplo, un tributo sobre la producción anual de pescado del 50%, de modo que cada doce meses deberá entregarle al Estado 50 pescados. Como consecuencia, el pescador dispondrá de 50 pescados menos cada año para fabricar nuevas cañas e incluso, dependiendo de la magnitud del impuesto (imaginemos uno del 90%), podría llegar a plantearse dejar de pescar.

Ahora supongamos, en cambio, que se aprueba un impuesto del 20% sobre el patrimonio del pescador (sobre el valor de mercado de su caña de pescar), de modo que cada año deberá entregarle al Estado 120 pescados. ¿Cómo podrá hacerlo si su producción anual es de 100 pescados? De ninguna manera: simplemente esos 20 pescados extra que exige el Estado no existen (pues se producirán a lo largo del próximo ejercicio). Como mucho, el pescador podría tratar de vender una parte de la caña con un valor de mercado equivalente a 120 pescados... si es que hay algún otro malvado e insolidario capitalista que tenga ahorrados físicamente esos 120 pescados.

Sin embargo, recordemos que el mayor valor de las empresas no deriva de sus bienes de capital físicos, sino de la correcta ordenación de éstos para seguir generando beneficios en el futuro. ¿Qué sucederá si el sistema fiscal comienza a trocear y a redistribuir, no ya unos bienes de consumo que no existen, sino partes sueltas de una empresa? Pues que la capacidad de generación de bienes de consumo futuros por parte de esas compañías se desmoronará. Vamos, que no van a seguir produciendo la misma cantidad de bienes pero de manera más fragmentada; no, se destruirá riqueza en términos absolutos. Lo contrario sería como cortar la caña de pescar en 10 trozos y esperar que cada uno de esos trozos siga cazando 10 peces cada año: no, una vez destruida la estructura de la caña de pescar, su capacidad para extraer peces desaparece. Lo mismo sucede con las empresas: una vez desmembrada la armonía entre sus distintas partes, su capacidad para producir en el futuro bienes y servicios que satisfagan a los consumidores, se esfuma. ¿O acaso creen que cada uno de los bienes de capital de Apple (ordenadores, formación de los trabajadores, edificios, mesas, saldos de tesorería...) seguirá siendo igual de productivo si pierde sus sinergias con el resto de la compañía y si deja de estar bajo la sabia dirección de Steve Jobs? Obviamente no: pasarán de generar una enorme riqueza a morirse de asco sin contar con casi ninguna función.

Por eso, el margen para que "paguen los más ricos" es tan estrecho. No ya porque el capital sea bastante móvil y pueda huir con relativa rapidez de aquellos Estados que lo quieren confiscar, sino porque la tributación de las grandes fortunas es literalmente merendarse la gallina de los huevos de oro. Si queremos dividir en 10 trozos una caña de pescar con un valor de mercado de 600 pescados, no obtendremos 10 trozos con valor de 60 pescados, sino 10 trozos con valor 0. Gravar a los ricos no es consumir hoy parte de la renta presente que tienen almacenada en algún banco suizo; tampoco es adelantar a hoy parte del consumo que habríamos realizado mañana; no, es consumir unas migajas hoy a cambio de destruir una enormidad de bienes y servicios que se habrían podido producir y consumir mañana.

Pero eh, aquí, como tantas otras veces en la economía, nos topamos con el insalvable obstáculo de que lo que se ve (los progresistas impuestos a los avariciosos ricos) machaca inmisericordemente en el imaginario colectivo a lo que no se ve (la enorme merma de nuestra renta futura).

La arrogante ignorancia de Malefakis

Pío Moa en Libertad Digital

Algunos autores españoles, anglosajones y franceses han hecho su carrera atacando al franquismo y defendiendo la república –a la que no han logrado distinguir del Frente Popular–, y difícilmente darán marcha atrás, por muchos datos y argumentos que se les opongan. Se comprende: va en ello su prestigio, su propia carrera. Así el señor Malefakis, que, muy optimista, da por superado el "revisionismo" que me achaca. En su defensa de la república admite que aquel régimen "en ocasiones se comportó de forma antidemocrática". El aserto es ridículo. No fue ni pudo ser "la república" la que se comportó de forma antidemocrática, sino algunos de sus componentes, en concreto los partidos de izquierda, en especial el PSOE, que respondieron a la derrota electoral del 33 con golpismo y guerracivilismo (nimiedades, para Malefakis). Y menciona algo que yo he demostrado, pero lo interpreta mal: "La revolución de octubre de 1934, en especial, fue catastrófica porque dañó gravemente las credenciales democráticas del régimen y sentó un precedente que los conspiradores militares de 1936 utilizaron para justificar su propia insurrección". Falsedad flagrante: las –poco firmes– credenciales democráticas del régimen fueron atacadas por la izquierda y defendidas por la derecha que, empezando por Franco, mantuvo la legalidad republicana frente a aquel brutal ataque izquierdista. Y no fue utilizada por la derecha para justificar la rebelión del 36: esto fue una idea de Madariaga, no muy afortunada, como he explicado alguna vez. Malefakis da al asunto el toque neostalinista al justificar así la insurrección socialista-nacionalista catalana: "En 1934, parecía que estaban ganando las fuerzas fascistas, que acababan de destruir la democracia alemana y la austriaca por medios pacíficos y legales". Nueva falsedad, porque él no ignora que Araquistáin y Largo Caballero sabían perfectamente que no había peligro de fascismo en España. Y que así lo decían de cara al exterior, mientras que en el interior excitaban a las masas hablando de una amenaza inexistente. Porque estaban decididos desde muchos meses antes a destruir la república e implantar un régimen al estilo staliniano, y les venía bien el argumento.

Resume Malefakis:

La República censuró la prensa opositora varias veces, pero también construyó la primera democracia auténtica de España. Primero, con la celebración de elecciones honradas, libres de las prácticas caciquistas que las habían corrompido bajo la monarquía. Segundo, ampliando enormemente el electorado, al hacer de España el primer país de mayoría católica que permitió el sufragio femenino. Tercero, la República acercó el Gobierno al pueblo al darles más dimensión a los Gobiernos regionales. Cuarto, todas las leyes importantes fueron aprobadas por el Parlamento, no impuestas por decretos. Quinto, la República debilitó las fuerzas extraparlamentarias -los círculos cortesanos y el Ejército- que en el pasado habían anulado a menudo las iniciativas democráticas. Desde esta perspectiva (...) la República fue un régimen excepcionalmente democrático.

Seis frases, seis falsedades. La Ley de Defensa de la República hizo que esta viviera bajo un estado de anormalidad y censura casi permanentes. Las elecciones no estuvieron libres de prácticas caciquiles y solo pueden considerarse impecables las de noviembre de 1933, ante las que las izquierdas reaccionaron con proclamas de guerra civil; las del 36 fueron anómalas, violentas y sin publicación de las votaciones. España no fue el primer país de mayoría católica que permitió el sufragio femenino: Francia, también mayoritariamente católica, tardó más; por cierto que los más renuentes a él en España fueron feministas e izquierdistas. Más que acercar el Gobierno al pueblo, la república creó problemas antes inexistentes y dio alas a una demagogia exaltada. Las leyes importantes fueron rechazadas y hundidas por la izquierda. Los que él llama círculos cortesanos y el Ejército fueron precisamente los que trajeron el liberalismo a España.

Para entender lo que fue la república es indispensable recurrir a los diarios de Azaña y a las memorias de sus líderes, que demuelen del modo más completo las falacias de Malefakis. Me permito recomendarle mi estudio Los personajes de la República vistos por ellos mismos. Creo que le ayudará a salir de sus embrollos.

Lo más sorprendente es la osadía con que Malefakis exhibe su llamémosla ignorancia: sabe que El País, donde escribe, sigue el ejemplo de la izquierda republicana: censura cualquier réplica. En definitiva, la república fue un régimen viable que llegó sin oposición y fue sistemáticamente destruido por las violencias y demagogias izquierdistas. El Frente Popular, precisamente, le dio la puntilla, pero Malefakis y tutti quanti insisten en presentar sus fechorías, oleada de crímenes, incendios y destrucción de la justicia como "cosas de la democracia".

En cuanto a la Transición posfranquista, no tuvo nada que ver con la república y provino, aunque le cueste creerlo a Malefakis, de la legitimidad franquista, de ningún modo del rupturismo que quería enlazar con "la república", como llaman al Frente Popular que la destruyó. Y aquí, algo más sobre Malefakis.

El cuento de las lecheras

Maite Nolla en Libertad Digital

Visto lo de Sol, la lógica y los precedentes nos deberían haber hecho sospechar que era cuestión de horas que en Barcelona a un ciego le intentaran robar el perro, porque, aunque ciego, era convergente y diputado. Es decir, la misma violencia, que cuando desemboca en Barcelona se descontrola porque aquí nuestros indignados están como los toros de las fiestas populares: resabiados.

Nunca pensó nuestra querida clase política que el enemigo estuviera en casa. Mucho advertir de los ataques de Madrid contra Cataluña y, al final, las lecheras de los mossos han tenido que salvar al Parlament de los que querían saquearlo al grito de "¡os habéis cargado ochenta leyes de un plumazo!". Ése era el grito de guerra de una de las que empaitaba al angustiado diputado de CiU que pedía auxilio. Otra cosa es que la sujeta supiera explicarlo; aunque ciertamente le daba igual, porque de lo que se trataba era de pluridelinquir contra los diputados.

El periodismo nacionalista moderado ha cerrado filas, incluso contra las directoras de cine que han justificado las agresiones a los que le pagaron el miguelito. Lo que pasa es que para demostrar que han aprendido la lección es de esperar que nadie vuelva a reír la gracia de llamar a Boadella "feixista" o de echar estiércol ante las sedes del PP. Poca solidaridad encontramos algunas y algunos cuando en Manresa o en Lérida se celebraban actos de Ciudadanos con más mossos que oyentes, o cuando en Gerona intentaron agredir a Victoria Prego y a Arcadi Espada. Superado el trauma, no se exige un perdón, pero sí un propósito de enmienda de cara al futuro. Nadie entendería bromitas sobre el parlamenticidio, como se hicieron en el pasado.

Lo que sucede es que el golpe del miércoles no desvirtúa la idea de que detrás de la mecha está Rubalcaba. Rubalcaba ha querido hacer de esto su particular cuento de la lechera para intentar que el PP no se lo lleve por delante en 2012 y sigue en ello. Indicios sobran; y si no, recuperen los vídeos sobre el tratamiento que TVE dio a la toma de posesión de los alcaldes, y comprueben la insoportable cobertura y el indecente amparo a cualquiera que llevara un cartel e insultara a un concejal. Y los miembros del Gobierno –los que están grogui y los que no– y los dirigentes del PSOE siempre han querido guiñar el ojo a esta gente. Como Tomás Gómez. Si escucharon ustedes con atención la propuesta del derrotado candidato, éste pedía abrir un "proceso de diálogo" con estos amigos de la humanidad. Como con ETA; con la diferencia de que los indignados no han necesitado cuarenta años de delincuencia, sino un mes y unas tiendas de campaña para que algún socialista decida rendirse. Por no recordar a la que podía haber sido presidenta del Gobierno, la señora Chacón. Cuando aún creía que tenía alguna posibilidad, pedía escuchar a esta gente y aceptar sus propuestas. Es de suponer que la señora Tura le pasará la factura de la gabardina. Pero la prueba definitiva de lo que digo es que, después de todo, Rubalcaba ha autorizado una manifestación en Madrid que nadie duda de que acabará como lo de Barcelona; así que Rubalcaba, como con lo de Bildu, tendrá la vergüenza y ningún resultado que le sirva. Vamos, que tendrá su cuento, pero el de las lecheras; las lecheras de la policía.

121.420 millones de razones

Pablo Molina en Libertad Digital

El mayor error cometido por los políticos españoles en los últimos quinientos años ha sido, sin duda, la creación del Estado autonómico. Sin ningún precedente conocido en la historia de los procesos constitucionales, los trujamanes de la transición endilgaron a los españoles un aborto jurídico-político ante el que no tienen derecho a la disculpa, porque todos ellos, gente con experiencia acreditada, sabían de sobra la desgracia que hacían recaer en sus compatriotas con el Título VIII de la Nicolasa.

El Estado autonómico, que la casta política, con el Rey a la cabeza, sigue defendiendo como la mayor conquista de nuestra democracia, ha servido para exacerbar los delirios separatistas de las regiones con presencia de partidos nacionalistas, para provocar enfrentamientos entre regiones limítrofes, para fraccionar un mercado ya de por sí pequeño convirtiéndolo en una maraña de regulaciones que ahuyenta al inversor extranjero y para multiplicar por varios factores el gasto público que hemos de soportar los contribuyentes actuales y las dos generaciones siguientes como mínimo. Si este es el éxito del que todos debemos felicitarnos, qué considerará la casta gobernante un fracaso colectivo.

Convertidas en corralitos al servicio de los políticos periféricos más desvergonzados, ni siquiera tienen suficiente con los recursos que se les entrega anualmente gracias al esfuerzo de todos los españoles. No les basta. Por eso necesitan pedir prestado en nuestro nombre una cantidad monstruosa de dinero al exterior, que en estos momentos ya supone casi el 12 por ciento de la riqueza nacional.

121.420 millones de euros deben las autonomías de los cuales casi 35.000 millones corresponden a la comunidad catalana, que a pesar de la exclusividad tribal de que hace gala su clase dirigente no van a ser devueltos por los ciudadanos de tan noble región sino por todos los españoles que, además, hemos de soportar los insultos de los Carod de turno. Nos vacían el bolsillo, piden prestado a cargo de todos los españoles un dineral para colocar a los hermanos tontitos y al resto de la esquerrada y no sólo no están contentos sino que acusan a los que financiamos sus francachelas de oprimirlos una barbaridad. Desde luego porque ellos quieren, porque resulta dudoso que el día que declaren la independencia del estat catalá desde la plaza de San Jaime las lágrimas del resto de España lleguen a formar ni un riachuelo. Qué pena que les falten huevos para dar ese paso.

No hay autonomía que se salve del desastre financiero, pues todas en mayor o menor medida son máquinas de consumir la riqueza privada que tanto esfuerzo nos cuesta producir a los ciudadanos, convertidos en víctimas de un sistema territorial inasumible. Hay que acabar con todas ellas y enviar a los políticos autonómicos al paro, no sólo por dignidad nacional, que ya sería motivo de peso, sino por una mera cuestión de supervivencia. La de nuestros hijos.

Bildu entra en la Agencia Tributaria

Editorial de Libertad Digital

Merced a un convenio suscrito el pasado 26 de mayo –cuatro días después de las elecciones municipales– entre la Agencia Tributaria y la Diputación Foral de Guipúzcoa, Bildu podrá acceder sin cortapisa alguna a la información fiscal de todos los españoles.

Si ya debería resultarnos inaceptable que cualquier político pueda acceder a datos tan privados de un ciudadano como son los fiscales, el hecho de que una banda terrorista disponga de ellos supone un escándalo mayúsculo. Pensemos en la muy sensible información que año a año estamos obligados a trasladarle a la Agencia Tributaria: relaciones de bienes, actividades, fuentes de renta, propiedades... La ETA dispondrá de todos estos vitales datos –con los que perfeccionar la planificación de sus atentados o de su actividad de extorsión– simplemente solicitándoselos a un organismo estatal.

Quintacolumnistas

Martín Prieto en La Razón

Mañana, siete columnas con distintas indignaciones convergen sobre el centro de Madrid, Congreso de los Diputados, con la autorización de Rubalcaba. Toda la imaginería de 1936. Le preguntaron al general Mola qué columna facciosa entraría antes en Madrid, y contestó imprudentemente: «La quinta que está dentro de la ciudad». Quintacolumnismo, otra palabra que exportamos a otros idiomas. Al ministro del Interior interino le cabe lo que a Sir Samuel Hoare, embajador británico rodeado por falangistas también indignados. Serrano Suñer le llamaba: «¿Quiere que le mande más guardias?». «No, prefiero que me mande menos manifestantes». Decía Fraga en sus mejores tiempos que los socialistas sólo acertaban cuando rectificaban, hipérbole parlamentaria dirigida a Felipe González que se cumple con exactitud en el caso de Rodríguez Zapatero. Aseguran sus hagiógrafos que sabe manejar los tiempos, esa tontería para halagar a políticos cuando es el tiempo el que te manipula, pero pareciera que los extrajera del sorteo de un bombo. Habrá que suponer que si tienes seiscientos asesores dándote consejos acabas en una realidad virtual viendo los rayos infrarrojos y escuchando los ultrasonidos. Quienes conociéndole le respetan estiman que tiene dificultades para conocer los hechos o que cree poder manipularlos porque posee un ego de argentino. Nadie le va a reprochar darse a la fuga porque carece de cuajo para gobernar en galerna. Peor lo tiene el ex Primer Ministro islandés, al que pueden condenar a cuatro años por haber hecho con la economía lo mismo que Zapatero: nada. A este indeciso terminal, en Reykjavik le condenarían a cadena perpetua pescando bacalao.

El paleto

Alfonso Ussía en La Razón

Para él, lo grave no fue que unos desalmados violentos usurparan la voluntad popular y el ejercicio de la soberanía nacido de las urnas. Para él lo grave no fue que unos desalmados violentos incurrieran en un grave delito contra la Carta Magna impidiendo la reunión de un parlamento autonómico. Para él lo grave no fue que lo insultaran, zarandearan y vejaran. Para López Tena, don Alfons, de niño Alfonsito López, es que lo insultaran en español, porque en tal caso la grosería triplica la gravedad y la importancia del insulto. Y si así lo piensa y lo siente, es muy dueño de hacerlo y manifestarlo, pero no puede pretender, después de emitir tan exótica afirmación, que la voz «paleto» no se caiga de nuestra boca. Gratuito, absurdo, aldeano y hasta divertido, si se interpreta desde el sobrevuelo que concede el sentido del humor, ese sentido tan lejano al dogmatismo del jurista separatista. Lamento, como en todos los parlamentarios catalanes, las humillaciones sufridas. Y los insultos. Y las pintadas, y las agresiones. Y me sitúo, sin duda alguna, del lado de López Tena, que ha sido elegido por los catalanes en las urnas. Le envío desde estas líneas mi plena y total solidaridad, sea lo que sea y piense lo que piense. Sus ideas no son las mías, pero las respeto y defiendo como si fueran coincidentes. Sólo espero que no se sienta insultado con mis palabras por escribírselas en español. Lo hago con mi mejor voluntad. Alguien sabrá traducírselas.