miércoles, 10 de marzo de 2010

La leyenda negra

Álvaro Delgado-Gal en ABC

Diarios como el Financial Times, y otros que tal bailan, combinan la maestría técnica con una carencia notable de espesor intelectual. Lo que ello significa en la práctica, es que un columnista medio del Financial, por diestro que sea en su oficio, está expuesto a los lugares comunes, sin excluir los más ramplones, que subsisten agazapados en su medio nacional. ¿Qué lugar común ha aflorado en Gran Bretaña, y no sólo en ella? El de la leyenda negra, atenuada por el tiempo en una suerte de prejuicio antiespañol, en una como tendencia a endosarnos estereotipos aprendidos en el tebeo. El ingreso en la normalidad europea, y algunos éxitos ulteriores, nos llevaron a pensar que el coco se había esfumado para siempre. Pero vuelve. Vuelve como vuelven a las sobremesas los chistes de leperos. No se trata de una fantasía, ni de una paranoia, sino de un hecho, irritante para los españoles y documentable hasta la extenuación.

El odio de sí, el self-hatred, que dicen los anglos, ha tenido un efecto lateral pero deletéreo: ha proporcionado a cada español un pretexto magnífico para ignorar o menospreciar a los restantes españoles. Como han señalado con acierto los viajeros extranjeros de todas las épocas, somos un pueblo de envidiosos. El éxito remoto se tolera, no el concreto y próximo. De esta pasión celosa deriva la mayor debilidad española: la discontinuidad del tiempo histórico, la brevedad y esterilidad de las generaciones. Aunque sólo fuera porque necesitamos querernos más, sería una tragedia que diéramos otra vez el gatillazo y volvieran a campear la inseguridad, el recelo, y la sórdida y recíproca malquerencia.

Protegiendo a Garzón

Gabriel Albiac en ABC

Los actos escénicos se han seguido en la actuación profesional de Garzón. Al servicio siempre de la política gobernante. Con perfecto desprecio de las normas procesales. Con un sentido mediático, admirable. Liquidó a Liaño, porque así interesaba a los más poderosos. Dictó una orden contra Pinochet que, de no haber sido recompuesta por la Cámara de los Lores británica, hubiera desembocado en el ridículo. Construyó macroprocesos que desembocaban en nada. Descubrió un día que Franco estaba muerto y otro que Carrillo era un ángel. Bloqueó un «Faisán» incómodo para Zapatero. Violó la comunicación entre acusados y abogados... No existe un juez en Europa que hubiera podido sobrevivir a la mitad de eso.

Zapatero lo protege. Declara que es su obligación. Él sabrá por qué dice eso.

Los últimos de la guerra de España

Antonio Burgos en ABC

Ahora hace no 45 años del final de la guerra de Cuba, como cuando yo nací, sino muchos más, 71 años, de la terminación de la guerra de España. Y ésa sí que está cerca. En el tiempo del odio reconstruido, en el espacio cavado de fosas comunes, en las ansias de revancha, de que la ganen los que perdieron y la pierdan los que la ganaron. La guerra de Cuba estaba lejanísima cuando yo era muchacho y morían los últimos combatientes de cada pueblo. La guerra de España, ay, cuando ya estaba más que olvidada, perdonada y superada, la han hecho tan próxima que ni siquiera dicen que ha muerto en La Unión o en Puente Genil el último muchacho que volvió del frente, victorioso o derrotado, en 1939. La Junta de Andalucía hasta va a indemnizar a las mujeres a las que dieron aceite de ricino como castigo de retaguardia. Como han reescrito el Parte de la Victoria con el odio de la revancha («Españoles, la guerra no ha terminado») todos ya, aunque naciéramos mucho después, somos los últimos de la guerra de España.

Artísticas defensas del totalitarismo

Editorial de Libertad Digital

Aunque consideremos a Penn bastante mejor actor, y desde luego mucho menos subvencionado que los firmantes de la carta en defensa de Toledo, también nos ofrece una elocuente muestra de para qué repugnantes dispensas ejercen estos artistas progres "el derecho ciudadano a participar públicamente del debate político": precisamente, para defender a aquellos que lo primero que hacen tras alcanzar el poder es cercenar, entre otros, ese mismo derecho.