viernes, 17 de junio de 2011

Aquel junio olvidado

Cristina Losada en Libertad Digital

De no ser por algún recordatorio breve, habría pasado del todo desapercibido que el 15 de junio fue el aniversario de las primeras elecciones. Suele agregarse que eran las primeras democráticas y con razón. El hecho de votar no implica democracia. Mas no por lo que alegan quienes campan agresivos por las calles y sus encomiastas. El olvido en que se ha sumido aquella fecha, de hace ya treinta y cuatro añitos, es significativo. No obedece solo a las urgencias que impone la rabiosa –nunca mejor dicho– actualidad, que, al contrario, invita a una reflexión comparativa. Incluso, ya puestos, a formular la célebre pregunta de ¿cuándo se jodió?

Cuentan que un profesor de Historia abría el curso con el siguiente aviso: "Existe un malentendido muy común y es considerar la Historia como un estudio del pasado". La anécdota se ubica en otro país, pero aquí hemos padecido una sobredosis de pasado que no era materia de Historia, sino estrategia política. Hágase inventario. Comenzamos por el destino del capitán Lozano, entramos en la Guerra Civil, desenterramos las fosas y andamos pendientes de la tumba de Franco. Menuda agenda. Se resucitó lo peor del pasado y de la peor manera: guerracivilismo puro. Al tiempo, se cuestionaba el andamiaje fundacional de la democracia y se rompía de facto con sus mejores rasgos. Tal es la herencia del zapaterismo. Y el legado de una falta continuada de voluntad reformista de los dos grandes partidos.

No es cosa de idealizar el espíritu de la Transición, pero tampoco de arrojarlo al vertedero sin echarle un segundo vistazo. En aquella situación crítica, los políticos y la sociedad civil fueron capaces de transacciones. Hoy, reinan la confrontación y las miserias del politiqueo bajuno. No se trata de sacralizar el consenso: el disenso es un combustible necesario. Pero en las grandes cuestiones, con la Nación en el despeñadero, habrá que recuperar un terreno común. Y civilizado. Ha resultado demoledora la práctica excluyente del Gobierno socialista, su decisión de imponer alteraciones sustantivas sin el acuerdo del Otro. No ya sin: deliberadamente contra. Fiel a la trayectoria de discordia es este final coqueteo suyo con la revuelta: una que siente por las urnas el mismo respeto que quienes las rompen. Es fama, quizá injusta, que la democracia siempre ha tenido pocos partidarios en España. El 15-J de 1977 desmintió el dicho. El de 2011 amenaza con una confirmación.

Jerarquía de violencias

Agapito Maestre en Libertad Digital

Lejos de lo que muchos creen, o seguramente simulan por cobardía, la violencia es el principal problema político de España, especialmente después de que el Tribunal Constitucional legalizara a ETA para entrar en las instituciones. ¿Quién se limitará en su agresividad ante esa perversa sentencia? Si los criminales de ETA están en la calle, y sus representantes políticos en las instituciones, entonces pocos tendrán miedo de ejercer la violencia en el espacio público. Ese mal ejemplo es una prueba más de que la violencia trae réditos. Los efectos de la violencia en la institucionalidad y sociabilidad son obvios. Están a la vista.

En verdad, esa violencia es una prueba más de que es posible la redención por la sangre. Esa vieja idea pagana, que la civilización cristiana no ha logrado vencer, se ha enseñoreado por todo el siglo veinte, y amenaza con arruinar el actual. Todos los totalitarismos, especialmente el comunista y el nazi, hicieron suya la necesidad de la sangre, sobre todo de de inocentes, para liberarnos del mal. La traducción que la izquierda ha hecho de esta vieja idea es sencilla: la violencia política es liberadora. Era y es la primera lección de los viejos manuales leninistas. Hoy, otra vez, esta idea es impulsora de amplios sectores de la izquierda mundial. España, otra vez, es utilizada como campo de experimento. Acaso, por eso, haríamos bien con empezar a diseñar un mapa de la violencia en España para entender lo que se nos viene encima.

Los indignados y el descrédito de España

Editorial de Libertad Digital

Los indignados cercan ilegalmente los parlamentos para insultar y vilipendiar a quienes nos siguen prestando el dinero con el que continuamos financiando nuestro mastodóntico e insostenible modelo de Estado. Y todo ello, ante la impunidad y pasividad de quienes deberían encargarse de mantener el orden público y de garantizar que nuestros acreedores terminarán cobrando. Normal que cada vez sean más reacios a confiarnos sus ahorros.

Camisas pardas

Cristina L. Schlichting en La Razón

Querido Benito: Me dicen que tu país va bien desde la marcha sobre Roma. No sabes cómo te envidio. Yo estoy indignado. Hay millones de parados, la inflación está disparada –la gente acude a los bancos con carretillas de billetes– y la producción y el comercio exterior se han hundido. El presidente hace oídos sordos a los trabajadores y se arroja en manos de los poderes financieros de lobos inmisericordes como Schacht. Desde 1929, con el crack de la bolsa de Nueva York, la crisis es mundial. No hay crédito ni préstamos. A pesar de todo, la masa sigue votando, engatillada en un bipartidismo estúpido. Como si los socialdemócratas de Müller y los centristas católicos de Brüning no fuesen lo mismo. Es hora de despertar y desbaratar esta democracia formal hasta convertirla en democracia real. El poder ha de ser del pueblo, no de los burócratas ni los políticos corruptos. Ellos no representan al buen ciudadano alemán. Te comunico que pienso organizar la resistencia callejera a través de los camisas pardas. Cuando Alemania sepa que vamos a enajenar el capital a las oligarquías judeo-masónicas, poner los bancos al servicio del pueblo, controlar la industria hasta conseguir empleo para todos y reflotar los miles de pequeños negocios que han tenido que cerrar, nos dará el poder. Ni la Ley ni la estúpida Constitución de 1919 sirven para nada. Se acabó el Gobierno de los corruptos y las votaciones cosméticas que nada cambian. Un abrazo fuerte, Adolfo Hitler, Berlín, Campamento de los indignados, 1933.

Indignante

Alfonso Ussía en La Razón

Es un iluso el que piense que Rubalcaba va a proceder, como es su deber, contra quienes ocupan la calle con su permiso. Violencia admitida por el propio Gobierno. Década de los cincuenta. Una manifestación ante la embajada del Reino Unido reivindicando la españolidad de Gibraltar. Terminó a palos. Se lanzaron toda suerte de objetos. No quedó un cristal intacto en toda la legación. Y el embajador, asustado como és lógico, llamó al ministro de la Gobernación, el Rubalcaba de antaño. –¿Señor embajador, le mando más policías?–; –No, señor ministro, mándeme menos manifestantes–.

Haciendo el griego

Hermann Tertsch en ABC

Como todos sabrán ya Grecia se hunde. Y aunque el naufragio ya ni siquiera lo requiera, con la inestimable y perseverante colaboración, no ya de sus políticos, sino de la sociedad. Se hunde en la quiebra, en la miseria y la desesperanza y, hay que temer, en el caos y la tradición nacional de violencia. Todos lloramos su suerte. Haríamos bien aquí en ver que nos distingue aun de ellos.

Españoles, Franco ha muerto

Carlos Herrera en ABC

Franco, por si alguno no lo sabe, es un cadáver desde hace casi treinta y seis años y está bajo una losa de un par de toneladas desde el día siguiente de haber fallecido. Que sepamos, no se ha movido ni se han detectado paseos nocturnos de su espíritu reencarnado en fantasma.

(...)

En su permanente política de cortinas de humo y en el antojo y monomanía de remover la Historia por ver si así queda como les hubiese gustado, los chicos de Rodríguez Zapatero van a apresurarse a dejar la Basílica del Valle como uno de esos Centros de Interpretación de la Nada que tanto proliferan por el país y que tanto dinero cuestan a los bolsillos ciudadanos. Bolsillos, evidentemente, que no se preocupan por dónde reposan los huesos de un hombre al que muchos ni siquiera conocieron ni sufrieron, pero que sí se agobian por las cosas que tiene que hacer un consejillo de ministros asombrosamente nostálgico del franquismo y que no hace, que es arreglar este solejar agrietado y empobrecido, este desastre sin paliativos en el que han convertido al país.

(...)

Ni que intenten remover el cadáver del Cid Campeador de la Catedral de Burgos lograrán que los españoles dejen de pensar en ellos como un problema infinitamente mayor que un puñado de huesos. Terminarán consiguiendo que se les aparezca. Además.

Mossos y Oliveres

Pilar Rahola en La Vanguardia

Al final ocurre lo que ocurre y ponemos cara de sorpresa. Pero es la sorpresa del culpable. Porque somos nosotros quienes hemos alimentado el desprecio a la autoridad. De ahí que lo de Oliveres no sea nuevo, aunque sea alucinante. Responde a lo de siempre, una vieja progresía con síndrome de Peter Pan que aún añora los tiempos en los que contra Franco vivía mejor.

El amor es ciego, informadores

Quim Monzó en La Vanguardia

Muchos periodistas y políticos estaban fascinados. Los políticos porque un movimiento así, acéfalo, es fácilmente manipulable y quizás puedas ganártelo. Mientras, las televisiones y los diarios, en vez de informar, se han dedicado a la apología. Son los mismos políticos y periodistas que ahora lamentan que, el miércoles, la turba se lanzase sobre los diputados con rabia animal, y los insultase y los sacudiese y los agrediese. Dicen que este movimiento "pacífico" nació para expresar la indignación contra un sistema politicoeconómico que no da respuestas a la crisis y a continuación se sorprenden de que haya degenerado en barbarie. Pues que vayan al oculista esos periodistas, porque a los fanáticos los colmillos se les han visto desde el primer día. Por la intolerancia que mostraban, por los insultos y la agresividad hacia los pocos que no les reíamos las gracias. ¿Os sorprende lo que pasó en el Parlament? ¿De verdad? A mí, en absoluto. Simplemente, anteayer se quitaron definitivamente la careta.