jueves, 28 de abril de 2011

Pertinaz sequía

Bernd Dietz en Libertad Digital

Los librepensadores existen. Son individuos que prefieren la falsabilidad permanente al ombliguismo, se desprenden de condicionamientos espurios no más los detectan y disfrutan cuando resplandece la sana inteligencia, aunque fuere a su costa. Constitutivamente alérgicos a la corrupción, consideran que no hay ética sin estética y a la inversa. No conciben placer más gratificante que el de obtener con limpieza, mediante la reflexión y la experiencia extraída de los hechos del mundo, explicaciones veraces y conclusiones solventes, encaminadas a tornar más genuina la justicia. Pues su modestia es su orgullo. Como el de Diógenes ante Alejandro Magno o el de Spinoza ante las Santas Madres Iglesias.

En España, para desgracia de nuestras opciones de enmienda, son imperceptibles. Sobre todo por su natural escasez. O vamos a perretxikos o vamos a rólex, ¿eh Patxi? Ocioso confirmarlo aquí, donde modernidad y mamoneo, liderazgo y latrocinio, compromiso y cutrez, riman rotundamente. Según resulta palmario, son nuestros pastores de la izquierda y sus innumerables borreguillos quienes más han hecho por emputecer la integridad intelectual y moral como simiente de cualquier renacimiento. Objetivo, por demás, tradicionalmente repudiado por nuestro caciquismo. Que las mesnadas socialistas salgan en tromba, cuando tira para atrás el hedor en Andalucía, a defender la honorabilidad de Chaves (ese portento que atesoró tres mil euros tras tres tristes décadas de sueldazos) es crasa prueba de aconchabamiento. Como no hay más que escuchar a Blanco decir que Rajoy es un cobarde y por eso no preguntará por Troitiño. Deposición que evoca al Rubalcaba del 11-M perorando que los españoles no se merecen un Gobierno que les mienta.

Más que ese sectarismo soez, más que esa jactancia con que se pisotean la belleza y la verdad, revuelve las tripas la socializada omertà. Porque cunden mensajes que sólo un ingenuo podría percibir como tentativas de embaucar. A hermanos de leche y televidentes asiduos, será. A cambio, otros conciudadanos captan sobradamente aquello que se persigue que disciernan. Se dan por aludidos. Calan la advertencia, sopesan el chantaje, calibran lo que les conviene y se reconocen ignacianos, enemigos de toda mudanza, por la cuenta que les trae.

La costra de impostura y embeleco que asfixia nuestra vida pública es una convención doméstica, un sobrentendido carpetovetónico. Lo chocarrero llega cuando Zetapé oficia en China, se lía patosamente con los códigos y fabula al ibérico estilo, creyéndose en Leganés. Los orientales, al no estar en el ajo, no le siguen la corriente, despejan el trampantojo y logran que los inversores, que no están por tirar dinero o margaritas, se persuadan de que esto se va al garete sí o sí, puesto que ningún dirigente nuestro parece sentirse tentado a rozar la honradez. A ofrecer fiabilidad, aunque fuese como exceso exótico y contra natura, cual anomalía in extremis para librar al país del trabajado hundimiento.

Los librepensadores, basándose en Epicuro, Lucrecio, Hobbes y Hume, cimentaron la emancipación occidental. Lo cuenta bien Juan Velarde Fuertes en El libertino y el nacimiento del capitalismo. ¡Para que esos intonsos meapilas de nuestro fondo de armario progresista, hijos del romanticismo más gazmoño, demagógico y acomplejado, descalifiquen al avezado escritor como falangista! Donde esté un buen prejuicio, que se quite la funesta manía de pensar. Eso, eso. Vivan las caenas, los jerarcas castizos.

Los tres gallegos desaparecidos por ETA

Pedro Fernández Barbadillo en Libertad Digital

Secuestrar, torturar y asesinar a tres sospechosos, enterrarlos en un lugar desconocido y afirmar que nunca se les ha visto. ¿El caso de unos desaparecidos en Argentina bajo la última junta militar? No. Hablo de tres gallegos asesinados por unos etarras en 1973. Tres desaparecidos a los que ni Baltasar Garzón ni los subvencionados de la memoria histórica buscan.

Entre las víctimas de ETA hay algunas que carecen incluso del consuelo de una tumba. Sus cuerpos, si todavía existen, reposan en sitios desconocidos. Una de ellas es José Miguel Etxeberria Álvarez, alias Naparra, miembro de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que se esfumó en 1980; otra, la más conocida, el jefe etarra Eduardo Moreno Bergareche, alias Pertur, que desapareció en Francia julio de 1976. Todas las bandas mafiosas, al igual que los partidos comunistas, suelen purgarse para fortalecerse. Pero entre los desaparecidos también hay gentes ajenas al mundo etarra, enemigos suyos o pobres desgraciados que tuvieron la mala suerte de toparse con unos asesinos psicópatas. En abril de 1976, dos inspectores de policía, Jesús María González Ituero y José Luis Martínez Martínez, destinados en la comisaría de San Sebastián, pasaron a Francia a hacer compras, pero fueron reconocidos por los etarras (o por alguno de los muchos chivatos que había entonces en el país vasco francés). Entonces, los terroristas les secuestraron y les torturaron durante varios días; sus cuerpos descoyuntados aparecieron un año después en una playa de Anglet.

El 24 de marzo de 1973, tres gallegos que residían en Irún cruzaron a Francia para ver –en San Juan de Luz– una película picante, El último tango en París. Se llamaban Humberto Fouz Escobero, Fernando Quiroga Veiga y Jorge García Carneiro; eran de la provincia de La Coruña, y el mayor de ellos, Fouz, tenía 28 años. Si ahora los franceses vienen a los burdeles españoles, durante el franquismo los pueblos fronterizos franceses recibían muchos españoles que querían ver cinema cochon.

Chivatos y colaboracionistas

El país vasco francés era una región con tradición de hospedar a conspiradores, carlistas o liberales, republicanos o monárquicos. En Bayona, Napoleón recibió a Carlos IV y a Fernando VII, y a otro grupo de traidores le entregó la Constitución de Bayona. Pero no deja de ser un lugar aburrido y provinciano, tan pequeño que los forasteros no pasan inadvertidos. En esos años había pocos bares y restaurantes, pocos cines, pocas calles por las que pasear, ninguna industria, y muchos ojos para descubrir las caras nuevas, sobre todo si venían en coches con matrícula española. El de los tres gallegos, un Austin 1300, llevaba placa de La Coruña.

Los tres jóvenes no regresaron esa noche. Ni al día siguiente. No acudieron a sus puestos de trabajo. Comenzó una búsqueda que se prolongó durante meses, pero no había la menor pista. Tampoco se puede decir que la Policía francesa, formada por masones y socialistas, y por tanto opuesta al franquismo, se empeñara en solucionar el caso. En los meses siguientes, la prensa española informó esporádicamente. El 26 de diciembre de 1973, ABC publicó una crónica de Alfredo Semprún en la que, al desvelar más indicios sobre el magnicidio del almirante Carrero Blanco, añadía que los tres jóvenes habían sido secuestrados y asesinados por ocho etarras. Incluso se daba el nombre del jefe de éstos: Tomás Pérez Revilla, que murió en un atentado de los GAL. Debido a la falta de pruebas nuevas, las referencias acabaron desapareciendo.

No se ha encontrado nada de ellos, ningún resto, ni siquiera el coche en el que cruzaron la muga. Todas las conjeturas posteriores parten de rumores y de referencias de segunda mano.

En una finca de Telesforo Monzón

El etarra arrepentido Soares Gamboa les menciona en su libro Agur ETA, pero sin añadir nada nuevo. Mikel Lejarza, infiltrado de la Policía española en ETA, asegura que en 1974 habló al respecto con el etarra José Manuel Pagoaga, alias Peixoto. Éste le dijo que para hacerles confesar que eran policías, a uno de los jóvenes llegaron a sacarle los ojos con un destornillador. También le reveló que los cuerpos estuvieron enterrados en una playa de Hendaya, pero que luego los trasladaron a otro lugar.

El Mundo TV elaboró un reportaje, que se emitió en 2005, en el que se aventuraba que una finca propiedad de Telesforo Monzón –antiguo burukide (dirigente) del PNV y luego fundador de Herri Batasuna–, situada entre las localidades de San Juan de Luz y Ascain, podía haber servido de fosa común para varias víctimas de ETA. Allí podían estar enterrados los restos de Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García.

Una reclamación en el Parlamento vasco

Pero los muertos, como dice Federico Jiménez Losantos, se vengan.

Coral Rodríguez Fouz, sobrina de uno de los asesinados, es militante del Partido Socialista de Euskadi. En 2005, siendo miembro del Parlamento vasco, suplicó al Gobierno autonómico, entonces presidido por Juan José Ibarretxe (PNV) y respaldado por la Izquierda Unida de Javier Madrazo, que se ocupara de buscar no sólo a los desaparecidos (de un solo bando) de la guerra civil, también a otros más recientes.

Según se supo después de la solicitud de Coral Rodríguez, el sumario instruido por un juzgado de San Sebastián por la desaparición de los tres jóvenes se reduce a un delgado expediente formado en su mayoría por recortes de prensa y declaraciones de los familiares.

Sea como fuere, en una muestra de patriotismo de partido, Coral Rodríguez participó en febrero de 2006 en un acto con otras víctimas vascas del terrorismo, en su mayoría vinculadas al PSE, de apoyo al proceso de negociación con ETA abierto por José Luis Rodríguez Zapatero.

El blanqueo de ETA

La desaparición de los tres gallegos ocurrió en marzo de 1973, lo que demuestra que los etarras, pese a la insistencia de los políticos y curas del PNV y los aguerridos luchadores antifranquistas acomodados en sus puestos de funcionario en Madrid, no eran unos jóvenes románticos movidos por un sentimiento de justicia, sino unos asesinos despiadados.

Mikel Azurmendi, autor de una novela sobre este crimen, se pregunta por la inactividad de la justicia española:

El juez Garzón tiene un buen asunto que esclarecer aquí al par que indaga en Buenos Aires o Santiago. Tendría un buen proceso aquí en el que juzgar a aquellos asesinos.

La importancia de este caso de desaparecidos a manos de etarras –y no es el único– se debe a que podría impedir cualquier amnistía, indulto, arreglo o pacto entre ETA y un Gobierno español. En este sentido, desde hace meses el PSOE y su bloque mediático están tratando de blanquear el pasado de la ETA, aceptando la tesis abertzale de que los etarras también han sufrido y también son víctimas.

Así, Luis R. Aizpeolea, el periodista de cabecera de Rodríguez Zapatero, publicó el 20 de marzo en El País una página entera que era un publirreportaje de un documental, filmado en 2007 (dato que omite), en el que se sostiene que a otro desaparecido, Pertur, le podían haber asesinado matones ultraderechistas italianos a sueldo de los lamentables servicios de información españoles de la época, no sus propios camaradas, como es la creencia general.

Si, de acuerdo con la jurisprudencia sentada por Garzón en sus autos abracadabrantes, los casos de desaparecidos no prescriben jamás ni están amparados por leyes de amnistía, y además pueden ser investigados por cualquier juez extranjero si no se investigan en España o en Francia, bien podría ocurrir que unos veteranos de ETA que hubiesen regresado a sus pueblos como héroes, con el bolsillo lleno por el Estado español y con un empleo por cuenta del Ayuntamiento, podrían encontrarse con una orden de busca y captura dictada por un juez incontrolable.

Informe Semanal: un motivo para indignarse

Domingo Soriano en Libertad Digital

Uno de los fenómenos más sorprendentes de los últimos meses es el descomunal éxito de Indignaos, el pequeño manifiesto escrito por el nonagenario ex diplomático galo, Stéphane Hessel. En Francia, va camino de los dos millones de libros vendidos y en España ya supera ampliamente los 200.000 ejemplares y fue el ensayo más regalado en el último Sant Jordi.

El panfleto, como lo llama la propia editorial, es en realidad un artículo largo, de apenas una docena de folios, que algún avispado ha decidido publicar encuadernado para sacarse unas perrillas; eso sí, con letra bien grande, para que abulte más y disimular un poco (por cierto, esto es un ejemplo de libro de visión empresarial en una sociedad capitalista, pero no se ha escuchado ninguna queja al respecto por parte del propio autor).

Lo raro no es sólo que alguien vaya a una librería y pague cinco euros por un texto que podría imprimir, grapar, leer y olvidar en cinco minutos en su propia casa. Lo verdaderamente notable es que una retahíla tan grande de lugares comunes, vaguedades y falsedades como las que desgrana Hessel se haya convertido en el texto de cabecera de la nueva izquierda europea. Llevamos tiempo escuchando, desde sus propios altavoces mediáticos, que al socialismo le faltan referentes. Si Indignaos es lo único a lo que se pueden agarrar, definitivamente tienen un grave problema.

Sin embargo, la levedad intelectual del artículo de Hessel no le quita ni un ápice de peligro. La bonachona cara del autor, sus 93 años, su voz temblorosa pero firme, su pasado como miembro de la resistencia y su papel en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos le convierten en el héroe perfecto que tanto tiempo llevaban esperando. Porque detrás de esa tranquila apariencia se esconde la sempiterna retórica intervencionista, liberticida y filocomunista que tanto gusta al intervencionista europeo de ayer y de hoy.

Por eso, en los últimos días menudean los reportajes, entrevistas y artículos sobre lo necesario que era su grito en una sociedad acomodada como la actual. En todos ellos, se mezclan críticas al capitalismo (¡por extender la pobreza!) con apelaciones al pasado idílico en el que supuestamente vivió Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y todo ello mezclado con defensas del más rancio intervencionismo estatal y unas gotas del imprescindible antisemitismo.

Hasta aquí no habría más problema que el que se deriva de un nuevo ataque a la libertad (especialmente económica, pero no sólo) por parte de la izquierda europea. De nuevo, habría que recordar que no sólo el capitalismo ha sido el motor del mayor crecimiento económico que haya experimentado nunca la humanidad, sino que han sido los países que con más ganas se han incorporado a la globalización los que con más rapidez están saliendo de una miseria que parecía eterna.

Sin embargo, la pereza que normalmente produce responder de nuevo a los manidos argumentos socialistas se convierte en indignación (quizás sí hay algo que aprender de Hessel) cuando te lo tratan de colar en tu casa y con tu propio dinero. El pasado sábado 2 de abril, Informe Semanal conseguía 1,6 millones de espectadores y un 10% de cuota de pantalla con un programa en el que se incluía un publirreportaje de 15 minutos sobre la obra. Y no era un simple documento que reflejase de forma objetiva el inesperado éxito del librillo. Era una cuidada obra de propaganda que, en más tiempo del que lleva leer el texto de Hessel, atacaba al capitalismo y a la libertad, y ofrecía "las antiguas ideas del progreso" contra "las injusticias de un mundo dominado por los poderes económicos".

Así, Vicente Romero, narrador y autor del reportaje, celebra a Hessel por oponerse a "un orden económico mundial que ha producido mil millones de hambrientos". Eso sí, no se hace ninguna pregunta sobre cuántos millones de hambrientos había hace cien años o en los países del Este de Europa o en Cuba o Corea del Norte en estos instantes.

Romero tampoco se corta en mezclar imágenes de unos corredores en las bolsas occidentales con las de unos niños africanos hambrientos, mientras denuncia "el vergonzoso contraste entre la especulación financiera y las situaciones de miseria extrema; resulta imposible contener la indignación ante unas imágenes dolorosas que evidencian una injusticia radical". Mientras se suceden las instantáneas de manifestaciones de las últimas huelgas en Francia, se apela a la lucha contra la pobreza; pero nadie se hace preguntas sobre las subvenciones a las industrias europeas, el cierre de mercados a las importaciones del tercer mundo o el poder de las grandes centrales sindicales occidentales en las negociaciones comerciales.

Afortunadamente, Hessel tiene un referente y se lo comunica al periodista en una reveladora afirmación: "En nuestra juventud el enemigo estaba claro, era Hitler, era Mussolini, era Franco... [por cierto, a Stalin o a la URSS ni nombrarlos], pero desde que la caída del muro de Berlín descartó un pensamiento social ambicioso como era el pensamiento de los países del Este, pernicioso en muchos aspectos pero ambicioso, es la economía la que domina".

Romero, que tan indignado se muestra ante la "especulación financiera", no tiene ningún comentario que hacer ante esta afirmación. De hecho, cierra un documental con una frase contundente sobre el manifiesto: "Más allá de ser un grito de alarma, contiene la única salida posible: indignarse y actuar, recuperando los más viejos y nobles ideales del genero humano".

Pues eso, "los más viejos y nobles ideales del ser humano" le parecen a Informe Semanal los propios de alguien que califica de "pensamiento social ambicioso" al régimen más mortífero que conoció nunca la humanidad. Todo esto lo difunde TVE con mi dinero. Y me pide que me indigne. Pues le voy a dar una sorpresa: lo ha conseguido.

Sectarismo informativo a cargo del contribuyente

Editorial de Libertad Digital

Somos los primeros en reconocer que la parcialidad y el sectarismo progubernamental en los servicios informativos de RTVE –incluido Los desayunos de RTVE, que dirige Ana Pastor– no quedan muy a la zaga a los que se pueden detectar en los programas de La Sexta, cuyo director es, precisamente, el marido de Ana Pastor, Antonio García Ferreras. No nos extraña, en este sentido, que los socialistas –incluido el presidente de Castilla- La Mancha, cuya jefa de prensa es Mercedes Pastor, hermana de Ana– estén encantados con la "imparcialidad" del ente público que dirigen políticamente.

No seremos nosotros tampoco los que nieguen, entre muchos otros ejemplos, el desigual trato que se da en RTVE de los casos de corrupción, dependiendo del color político de sus protagonistas, o de la edulcorada imagen que transmiten de la crisis económica o de la práctica ocultación de asuntos tan graves e incómodos para el Gobierno como el chivatazo policial a ETA. Es más: el propio enfrentamiento dialéctico que la periodista Ana Pastor se ha permitido protagonizar –supuestamente como presentadora de su programa– contra la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, por la tibia y timorata denuncia que su partido ha hecho contra la falta de imparcialidad de RTVE, es también una elocuente muestra de esa falta de "neutralidad" que –se supone– debería imperar en un servicio público.

Sin embargo, y a diferencia del comunicado con el que el sindicato USO ha denunciado que Pastor se haya erigido indebidamente en "portavoz de plantilla", no consideramos que la periodista sea un "agente político". El problema ni siquiera es que Ana Pastor simpatice ideológicamente con el Gobierno y que se le note. El problema, que en modo alguno se puede circunscribir a esta o cualquier otro periodista, es que RTVE es un ente público que se financia coactivamente a cargo, en última instancia, del contribuyente.

En este sentido, la libertad de información y de opinión ampara la inevitable subjetividad, incluso el sectarismo y las simpatías ideológicas que podemos ver en algunos medios de comunicación, como otros podrían verlos en nosotros. Pero eso no es un problema porque nadie obliga a leer, ver, escuchar ni, sobre todo, a financiar a Libertad Digital, ni la La Sexta, ni a Público, ni a cualquier otro medio de comunicación privado. El problema, sin embargo, sí que existe cuando se obliga a los ciudadanos vía impuestos a financiar un medio de comunicación que, para colmo, tiende inevitablemente a alinearse con el Gobierno de turno del que depende.

La factura de esa innecesaria y anacrónica existencia de medios de comunicación estatales, abocada a la utilización partidista, es además escandalosamente elevada. Con un presupuesto que superaba con creces los 1.200 millones de euros –un importe que equivale al de la congelación de las pensiones–, RTVE cerró el ejercicio de 2010 con un déficit de 60 millones de euros. Otro tanto se podría decir del despilfarro y de la utilización partidista de las numerosísimas cadenas de televisión autonómicas, con independencia del color político de sus Gobiernos.

La solución tanto para esa falta de imparcialidad política como para el despilfarro del dinero del contribuyente que suponen las televisiones públicas pasa, pues, por la privatización de todas ellas. La existencia de televisiones privadas que emiten en abierto es la prueba más palmaria del obsceno despilfarro que, a cargo de todos, representa la existencia de unas televisiones que están al servicio del Gobierno de turno.

Zapatero y la ley

Álvaro Delgado-Gal en ABC

Anda por ahí un papel que en febrero aprobó el Consejo de Ministros y que ostenta un título largo, aunque escrupulosamente descriptivo: «anteproyecto de ley Integral para la Igualdad de Trato y la No Discriminación». El documento ha sido impulsado por el Ministerio Pajín, último destino de Bibiana Aído, la Mme. Roland del zapaterismo y la igualdad. Es posible que la agenda accidentada de esta legislatura ya acéfala, no dé lugar a que el anteproyecto se convierta en ley. Aunque pudiera ocurrir, también, lo contrario. En tal caso, es casi seguro que la ley se aplicaría de forma excepcional y errática, o, como temen algunos sectores conservadores, errática… ma non troppo. Me explicaré mejor mediante un ejemplo. Imaginen que Mangogul, sultán del Congo —tomo prestado a Diderot este personaje de ficción—, publica un edicto por el cual se condena a prisión a todo aquel que luzca un lunar o antojo en mitad de la nalga izquierda. Dado que la tarea de reconocer las nalgas de todos los congoleses raya en lo imposible, los damnificados por el edicto se contarían entre los pocos y raros que la autoridad sometiera a examen, tras jugársela a los chinos. En este sentido, un sentido estadístico, la ley surtiría sus efectos al azar. Ahora bien, la amante de Mongogul, de la que éste quiere desembarazarse, exhibe, ¡bingo!, el antojo proscrito en el lugar proscrito. Por supuesto, el sultán lo sabe, y, por supuesto, la dama acaba bajo rejas. Resulta a la postre que el caos no está reñido con la precisión. La favorita da con sus huesos en la cárcel, que es el fin por el que, desde el principio, se publicó el edicto.

Traduzcamos esta fantasía al román paladino de la política española. El anteproyecto quiere asegurar la igualdad de trato en todos los ámbitos de la vida, tanto públicos como privados. En particular, pone gran empeño en que los medios de comunicación eviten «toda forma de discriminación… en sus contenidos y su programación» (Artículo 22). ¿Cómo llevar esta exigencia a la práctica? Lo ignoramos. Pero no ignoramos que un fiscal podría entender que un diario o una cadena televisiva hostiles al Gobierno incumplen la igualdad de trato y se hacen merecedores de sanciones muy graves. A los conservadores les inquieta aún más el Artículo 16.2, el cual retira la financiación pública a los colegios que admitan solo chicas, o solo chicos. Esos colegios suelen ser religiosos. ¿Puro azar? Me parece que no. Los conservadores inquietos no son, en consecuencia, víctimas de una alucinación paranoica. Yo les comprendo. A la vez, y dado que no comparto necesariamente su sistema de valores, y considerando, de añadidura, que no parece probable que a Pajín y Aído vaya a durarles mucho el mando, me declaro preocupado desde un punto de vista más ecuménico. El anteproyecto refleja, por decirlo brevemente, una ignorancia pasmosa sobre cuáles son los fines de la ley en un régimen de Derecho. Y, por descontado, revela un desconocimiento singular de los límites a que debe sujetarse cualquier Gobierno en una nación civilizada.

Desde una perspectiva puramente conceptual, lo más sustancioso del anteproyecto está contenido en la Exposición de Motivos. Los redactores del documento establecen un paralelo explícito entre algunos éxitos de la sanidad española —verbigracia, que haya aumentado, efectivamente, la esperanza de vida—, y lo que les gustaría que ocurriera a propósito de la igualdad. ¿Qué es eso que les gustaría? Que la igualdad de trato, efectivamente, fuera mayor que al presente, y, si a mano viene, absoluta. Esto es, reclaman resultados, el bien en especie. Y estiman que la ley los puede proporcionar, del mismo modo que las sulfamidas proporcionan inmunidad contra las infecciones. La analogía médica, aparte de sobreestimar el protagonismo de la Administración en el curso general de las cosas —la ciencia y la opulencia relativa, poco afectas al Ministerio de Sanidad, han intervenido también en la elevación de la esperanza de vida—, traiciona un rasgo no infrecuente en este Gobierno: y es la propensión a representarse la ley como un instrumento dirigido a materializar objetivos concretos, tangibles, inmediatos. Esto es desmedido y potencialmente letal para la libertad. En ocasiones, de acuerdo, la urgencia es tanta, y el peligro tan grande y tan definido, que se acude, y es lícito que se haga, al decreto. Así, en el caso de una catástrofe natural. Pero los mores, las costumbres por las que se rigen millones de personas, y no menos, sus decisiones libérrimas, no son catástrofes naturales. No constituyen episodios discretos en el tiempo sino formas difusas de conducta, que la ley sólo acertará a corregir integralmente(me remito a la terminología que han escogido los redactores del anteproyecto) si el legislador declara a la sociedad en cesantía y, a continuación, se pone él en el sitio que ha quedado vacante.

De nuevo, los ejemplos valen más que los argumentos abstractos. Los autores del texto están obsesionados por que se cumpla la igualdad en el arriendo de un piso. Es cierto que a veces se incurre en discriminaciones. Es cierto que esto es malo. Y es cierto que se puede combatir. En este instante, existen incentivos fiscales para favorecer el arriendo a los jóvenes. Pero ¿cómo garantizar que el arrendador no atentará, moralmente, contra la igualdad de trato, en tal caso o el de más allá? ¿Cómo distinguir entre la resistencia a ceder un piso en alquiler porque se odia a los uzbecos, y las reservas que pueda inspirarle al arrendador un señor que no le cae bien, o que se le antoja, por los motivos que fuere, poco de fiar? ¿Habrá que someter a examen al arrendador, hacer preguntas al agente inmobiliario, montar, en fin, un proceso inquisitorial?

Del papel se desprende que sí. El papel propone la creación de una agencia especial cuya misión sería investigar los casos de discriminación y atender a los presuntos perjudicados, más allá de los procedimientos ordinarios que contempla la ley. Teniendo en cuenta que existen precedentes jurídicos que invierten la carga de la prueba —Ley 1 62/2003, artículos 32 y 40— en materias que interesan al anteproyecto, el desenlace sería la conversión de esa agencia en un inmenso buzón destinado a recibir delaciones. La delación es el desquite que se toman los gobiernos a los que fatiga e impacienta que la ley no responda, como el muelle a la presión de la mano, a su instinto justiciero. La delación es un atajo, un cortocircuito. Y como la experiencia histórica confirma, un horror.

Lejos de mí el sospechar que Aído o Pajín son Robespierre reencarnado. Aído y Pajín son españolas normales, que no comprenden bien el Derecho ni sus límites, que no comprenden bien que las constituciones están pensadas para atar al poder, a las que no entra en cabeza que sus puntos de vista son solo eso, suyos, y no la verdad absoluta, y que confunden el BOE con un estropajo para dejar a la sociedad limpia como una patena. Aído y Pajín son como Zapatero. Cuando se nos hayan pasado la murria y el enfado, y el fanatismo partidario, lo que tendremos que preguntarnos los españoles, con calma, sin acidez, pero también con una punta de contrición, es qué ha tenido que pasar para que hayamos puesto, y repuesto, a Pajín, Aído y Zapatero a la altura en que todavía están.

El «¡Uuuuhhhh!» de Pep Guardiola

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Económicamente, y desde el fondo de los tiempos, España es una hormiga que mima al pulgón de la política a la espera de sus secreciones azucaradas. Y, sin embargo, la juventud, según las últimas encuestas, no conoce el proceso y tampoco parece muy interesada en conocerlo. ¿Por qué?

Decimos «juventud» y no «los jóvenes» porque eso dice que hay que decir el catón de la Educación para la Ciudadanía o Formación del Espíritu Nacional, que se reduce a inculcar en la juventud las dos ideas populistas del franquismo: la bicicleta para el asfalto, y para la vida, el «haga como yo, no se meta usted en política».

La juventud española se mueve en bicicleta y no se mete en política, salvo los sobrinillos de los que ya están metidos, «porque alguien tiene que continuar». Es famosamente el caso de Bibiana Aído y Leire Pajín, que no van en bicicleta, pero que tienen cara de hacerlo, y que no saben de política, pero que están metidas en política, como sus padres.

—Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas... Y sólo se verán tractores y manzanas, panes y juventud sobre la tierra —cantaba Miguel Hernández, el poeta cabrero del disco de Serrat.

Luego vino Franco y lo que se vio entre la juventud eran bicicletas, que es una cosa que el español lleva en el alma desde Echegaray, que fue Nobel de Literatura y presidente de la cosa ciclista, y ahí tenemos ahora a Contador, y antes a Induráin, y antes a Perico, y antes a Ocaña, y antes a Bahamontes, ganando todos los veranos el Tour de Francia, ese país que nos fascina por su facilidad para pasarse la vida haciendo revoluciones para volver al antiguo régimen.

La generación ni-ni (ni tractores socialistas ni política de la polis) es feliz ignorando que el alcalde de Getafe, cuyo equipo de fútbol acaba de ser adquirido por unos millonarios árabes, está que no levanta cabeza porque la presidenta de la Comunidad le ha llamado «pitufo». Seguramente tampoco sepa esta juventud que María Cospedal ha reñido con una señora de TV dura, tipo Mariví Romero, que ya se las había tenido muy tiesas con el persa Ahmadineyad, en cuya presencia improvisó una caída de pañoleta que, al parecer, hizo muy poca gracia al sucesor de Ciro el Grande. ¿Y qué sabe esta juventud de Llamazares, recibido a cantazos en un poblado chabolista donde iba a echar una arenga sobre los capitanes Galán y García Hernández? ¿Qué sabe de las encuestas que conceden a Rajoy la mayoría en las próximas elecciones? ¿Sabe esta juventud de la preocupación de Matute por la mutilación de cuentos en nombre de la corrección política?

Por no saber, esta juventud ni siquiera sabe que el «Uuuuhhhh!» de Guardiola en Madrid es un invento del payaso Charlie Rivel. Por eso es más feliz que la nuestra.

Turbado por el turbante

Alfonso Rojo en ABC

¿Pero qué broma es esta? Enchufas el televisor, enciendes la radio o abres un periódico y te encuentras, a diestro y siniestro, con empalagosas crónicas sobre el «talento inversor» del emir Hamd Bin Jalifa al Thani y el «glamour» de su enturbantada jequesa.

No ha habido medio de comunicación español que no haya hecho suya esa solemne memez de que la primera dama de Qatar, «además de ser mundialmente alabada por su belleza y elegancia, es una firme defensora de los Derechos Humanos en el mundo árabe».

¿Nos hemos vuelto locos? La pregunta es retórica y ya les doy la respuesta: no. Hemos perdido la vergüenza. No se trata de insultar a tus invitados, sobre todo cuando cargan tantas joyas, visten de Chanel y vienen a invertir en las descalabradas Cajas de Ahorro, pero a cada uno lo que le corresponde.

¿Es qué ninguno de los que acudieron al besamanos sabe que el 80% de la población del emirato son trabajadores extranjeros cuyos derechos están en permanente cuarentena? ¿O que desde Al Yasira predica a diario el fanático Yusuf al-Qaradawi, con un programa llamado «Sharia y Vida» y cuya receta para los homosexuales es la muerte?

En descargo del polígamo emir es preciso reconocer que no hace caso en todo a Qaradawi: en lugar de colgar de las grúas a los gays, como hacen los ayatolás iraníes, se limita a administrarles latigazos. Y permite que las mujeres conduzcan. Hasta promociona el deporte. O eso creen en el Barça cuya hasta ahora inmaculada y mítica camiseta lucirá a partir del 1 de julio el anagrama de la Qatar Foundation. Todo por la módica suma de 165 millones euros en cinco temporadas.

¿Hubieran aceptado los culés el logotipo de una fundación de Pinochet? se pregunta Pilar Rahola en «La República islámica de España», libro cuya lectura recomiendo encarecidamente a progres, diletantes, comprensivos y distraídos.

¿Y Siria?

César Vidal en La Razón

Al-Asad ha sacado los tanques a la calle y está asesinando a sus súbditos por centenares, igual que su papá hizo con millares. Por un momento, he temido que José Blanco hablara de que vamos a «liberar al pueblo sirio» y que Carme Chacón dijera que tenemos que derribar a Al-Asad. Pero no. Los que tanto protestaron a la hora de intervenir en Irak contra un dictador llamado Sadam Hussein a pesar de las resoluciones de la ONU que había violado y que luego se han empeñado en derrocar a Gadafi, ahora no dirán nada. Francia no ha ordenado a ZP intervenir porque, al menos de momento, no conviene a sus intereses neocoloniales, o sea que de esta guerra lo mismo nos libramos.

Viñeta de Caín en La Razón