miércoles, 8 de diciembre de 2010

Aniversarios, alarmas, picaresca

José María Carrascal en ABC

No sé si un día sabremos lo que pasó el 3 de diciembre de 2010 en España, como no sabemos lo que pasó el 23 de febrero de 1981. Lo que sí sé es que no nos lo han contado todo. Y de lo que estoy seguro es que no nos lo contarán mañana Zapatero ni Rubalcaba en el Congreso. Claro que no han conseguido poco: que, con el jaleo, se olviden los 426 euros que, al mismo tiempo, quitaban a los parados sin subsidio. Que para ellos representan bastante más que para los controladores su rebaja de sueldo. Por cosas como ésta llamamos listo a Rubalcaba. En España, siempre ha gustado la picaresca.


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Mientras no acabe el estado de alarma, todo es estado de alarma.

Viñeta de Esteban en La Razón

Viñeta de Montoro en La Razón

No tan blanco

Carlos Alsina en La Razón

He escuchado a tantos periodistas decir estos días que son los mismos controladores los que impiden que se contrate a más gente que casi me lo he creído. No es verdad. La empresa pública puede contratar cuantos le venga en gana. En su día prefirió acotar plantilla parcheando turnos con horas extra; los controladores siguieron el juego porque esas horas engordaban notablemente su sueldo; sólo cuando el número de operaciones –y aeropuertos– empezó a multiplicarse, la añagaza de las horas se convirtió en un problema para ambas partes. Los tres decretos del Gobierno tienen un mismo objetivo: modificar las condiciones laborales para cubrir más servicio con la misma plantilla.

Crónicas del despilfarro

Guillermo Dupuy en Libertad Digital

Lo más hiriente de todo es que estas noticias, que sólo son un botón de muestra de nuestro inmenso despilfarro público, han coincidido en el tiempo con noticias tan dramáticas como la supresión del subsidio para desempleados sin prestación o con la de que el 40 por ciento de los desempleados viven en hogares con todos sus miembros en paro.

¿Qué hacer con la Constitución?

Pío Moa en Libertad Digital

La Constitución ha dejado de regir, se ha convertido en una entelequia que justifica cualquier cosa. Ello plantea un problema sumamente grave: si ha de prevalecer la ley o han de prevalecer unos políticos corruptos y anticonstitucionales.