miércoles, 1 de junio de 2011

Contra Franco vivimos mejor

José García Domínguez en Libertad Digital

Parece ser que en la entrada del Diccionario Biográfico Español referida a Franco Bahamonde, Francisco, se ha obviado el pleonasmo de decirle dictador. Asepsia adjetiva que habría provocado el muy airado enfado de la ministra Sinde, acaso presta a recibir las actas de un proceso sumarísimo con la quema en efigie del reo, tal como era costumbre antigua del Santo Oficio. Al respecto, y más allá de la ideología que en puridad nunca tuvo, si algo definió al franquismo fue una mentalidad. Unas actitudes, formas y modos llamados a sobrevivirle largos años, por cierto. De ahí, inconfundible, el eco del célebre "Usted no sabe con quién está hablando" en las palabras de la señora ministra.

Así, a la guionista de Mentiras y gordas le ha faltado tiempo para amonestar a la Real Academia de la Historia. Ocurre que a su conminatorio entender deben ser "revisados" ciertos enunciados "que no se ajustan a la realidad". Al Mando le incomoda el juicio de los historiadores y aconseja sea depurado al dictado de sus precisas indicaciones: franquismo en estado puro. Y duro. Entre esos desajustes presuntos con la realidad figura el aserto de que el de Ferrol "montó un régimen autoritario, pero no totalitario". Una proposición que ha empujado al senador Saura, paleocomunista, a exigir la retirada de los veinticinco primeros tomos de la obra por constituir "una recopilación de ideas que forman parte del pensamiento fascista español".

Eventualidad que casi le invita a uno a hacerse fascista. Aunque solo fuera por el contraste. Y es que todo el pensamiento del mentado Saura cabe holgadamente en veinticinco líneas. Por lo demás, rebajada primero a epíteto y luego a escupitajo, la voz "fascista" no remite a significado alguno más allá de su uso balístico en tertulias y circos televisivos. Razón última del afán ministerial por colgarle el mote al difunto. Pese a que Franco, un franquista convencido, nunca quiso ser cosa distinta. Por algo a Jiménez Caballero, el primer –y tal vez único– fascista que hubo en España, lo largó raudo al Paraguay (para que dejase de marear). En fin, ya en su día advirtió Ennio Flaiano que existen dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas. Los de don Ernesto y los de Sinde y Saura, que tanto montan.


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A la izquierda española no le preocupa la crisis, ni el paro, ni el terrorismo, ni la corrupción, ni el despilfarro de fondos públicos, ni la presión fiscal, ni los pepinos... A la izquierda española lo que de verdad le quita el sueño es que los historiadores digan que el franquismo era autoritario y no totalitario. Treinta y cinco años después de la muerte de Franco, la izquierda sigue siendo antifranquista. Y poco más: feminista, ecologista, progresista (faltaría más)... Y la casa por barrer. Luego se queja la ministra de Cultura (?) de que los historiadores no se ajustan a la realidad. Que empiecen por ajustarse ellos. La izquierda, y en especial el Gobierno. A la realidad y al calendario. Pero no caerá esa breva. Porque si la historia la escriben los vencedores, en España los vencidos (y los descendientes de los vencedores) parece que no tengan cosa mejor que hacer que reescribirla.

Demoliciones y Derribos ZP

Pablo Molina en Libertad Digital

Lo primero que hay que aclarar a los más despistados es que con la ley conocida como de la Memoria Histórica, aprobada en diciembre de 2007, el conjunto monumental del Valle de los Caídos está fuera de la legalidad vigente, por lo que el Gobierno está perfectamente facultado para demolerlo hasta su base si así lo considera oportuno en aras de "la reparación de la injusticia padecida por las víctimas de la represión franquista" o de la lucha "por la democracia y los derechos humanos", por utilizar la jerga empleada por el parlamento para justificar ese disparate leguleyo. Con dejar un trozo de la cripta habilitado para decir misa, es más que suficiente para cumplir con el precepto específico fijado en el artículo 16 de esta ley que, por si alguien no lo recuerda, fue aprobada prácticamente por unanimidad de las Cortes españolas, con 304 votos a favor, 18 abstenciones y tan sólo 3 votos en contra.

La creación el pasado viernes de un panel de expertos "ad hoc" para determinar el futuro del Valle de los Caídos es sólo la primera fase de un proceso que tiene como fin su desaparición física, porque la damnatio memoriae impuesta por el Gobierno no conoce excepciones, ni siquiera aquellas de carácter piadoso como ese monumento, símbolo de la reconciliación entre los españoles de los dos bandos de la Guerra Civil que Zapatero, cuyo rencor histórico no conoce límites, ha intentado pervertir desde el primer momento por todos los medios en aras de legitimar su proyecto político.

La moral hemipléjica de los socialistas les impide aceptar la realidad histórica que en tan mal lugar les deja, de ahí el empeño en desmantelar su reflejo monumental. Sólo así cabe entender que una norma administrativa como la Orden Ministerial que da publicidad al acuerdo sobre el futuro del Valle de los Caídos, incluya expresiones tan vergonzosamente alejadas del lenguaje jurídico al uso como la que explica que el Valle de los Caídos es un símbolo "de la Guerra Civil, de la dictadura franquista y del nacional-catolicismo de la época" (sic), para a continuación apelar a una curiosa "conciencia colectiva" que exigiría convertir Cuelgamuros en "un lugar de afirmación de la convivencia, la democracia y los derechos humanos, a la vez que de rechazo de la violencia, la guerra y las dictaduras".

Desde luego no lo dirán por las guerras de Afganistán o Libia, en las que nuestro ejército está involucrado por mandato de ese mismo parlamento que quiere hacer del Valle de los Caídos un parque temático contra los conflictos armados, ni por las dictaduras de Venezuela o Cuba, todo un modelo político de referencia para el mismo Gobierno que va a convertir a los benedictinos del Valle en animadores socioculturales que cuenten a los visitantes lo malas que son las dictaduras... pero sólo si son de derechas.

Pronto sabremos qué es lo que los expertos progresistas nombrados por el Gobierno han propuesto hacer con el Valle de los Caídos. Son capaces de ordenar su demolición o incluso algo mucho más drástico: trasladar allí la acampada de indignados de la Puerta del Sol. La solución en unos meses.

Meditación sobre Sol

Agapito Maestre en Libertad Digital

La indignación, la ira y la rabia son pasiones valiosas en la medida que están fundamentadas sobre una opinión política, sensata y ajustada a la realidad, unos argumentos sólidos, capaces de enfrentarse a la injusticia de modo proporcionado con el mal causado, y un juicio político, basado en el contraste de muchos pareceres. La pasión de la indignación, esa especie de odio o aversión que la naturaleza ha puesto en cada uno de nosotros con mayor o menor abundancia, contra los que hacen algún mal, sea del tipo que sea, desaparece si perdemos de vista al causante concreto de mal. Eso es, exactamente, lo que ha sucedido en la movida de Sol.

Quienes se han plantado en Sol, sin otro "fundamento" que reclamar una justicia universal contra todos los males de la humanidad, son unos impostores, o peor, gente que se autoengaña cobardemente y, sobre todo, son criminales de una de las principales pasiones del ser humano: la indignación, rabia, ira u odio que sentimos por naturaleza contra los que hacen algún mal.

Las ocurrencias absurdas de Pajín

Emilio J. González en Libertad Digital

El verano es una época propicia para lanzar globos sonda en materia fiscal, más que nada porque, como ya se está trabajando en la elaboración de los presupuestos para el año siguiente, es el momento de comprobar las reacciones de unos y otros ante todo aquello que se les pase por la cabeza a quienes nos gobiernan y comprobar hasta qué punto sus ocurrencias son factibles o no. Creo que la idea de duplicar el precio del tabaco a través de más impuestos, que acaba de lanzar el Ministerio de Sanidad de la ínclita Leire Pajín, responde en última instancia a este principio. ¿Por qué? Porque el Gobierno, por un lado, no consigue reducir el déficit público tal y como se había comprometido con la Unión Europea, ya que los ingresos siguen desplomados debido a que ni hay crecimiento económico, ni consumo, ni generación de puestos de trabajo, ni se les espera; y, por otro, a que Zapatero no quiere renunciar en los meses que le quedan en Moncloa a seguir gastando y gastando ese dinero que no es suyo, sino de todos los españoles. Pero como el déficit hay que recortarlo de alguna manera, pues más impuestos sobre el contribuyente.

¿Por qué el tabaco? Pues porque su demanda es bastante rígida, es decir, que varía muy poco con los cambios de precio de la cajetilla. Quien quiera seguir consumiendo tabaco, que son muchos los fumadores que no renuncian a este hábito por muy caro que se ponga, se quitará de gastar su dinero en otras cosas y lo hará en un bien cuyo precio, a ocho euros la cajetilla como propone Sanidad, será todo impuestos en alrededor del 90%. Y eso es lo que quiere Pajín, o su mentor en Moncloa: buscar una forma de recaudar más, de exprimir más y más al ya muy sufrido contribuyente.

Lo que olvida quien haya ideado semejante disparate es que la subida del tabaco tiene un impacto inflacionista nada desdeñable, y este país no está para ese tipo de cosas mientras las subidas salariales sigan tomando como referencia la evolución del IPC. Y lo que ignora es que una cajetilla de cigarrillos a ocho euros es un incentivo muy fuerte para la generalización del contrabando de tabaco en España. Es lo que ha pasado en otros países de la UE, donde los traficantes de drogas han visto que con esos precios del tabaco su contrabando es un negocio muy lucrativo y las penas por el mismo son muy inferiores a las del tráfico de estupefacientes, con lo que la venta ilegal de tabaco ha vuelto a ser una realidad claramente visible en las calles y plazas de buena parte de la vieja Europa, mientras la recaudación por impuestos sobre el tabaco se desploma. Claro que a Leire Pajín estas cosas no se le ocurren, como tampoco piensa en qué va a pasar con los trabajadores del sector, en especial los de las empresas que producen cigarrillos baratos. A ella, simplemente, alguien le ha puesto una ocurrencia en su cabeza y se ha lanzado a pregonarla a los cuatro vientos sin pararse a pensar en las consecuencias. Menos mal que ya tiene los meses contados en el cargo.

El terror español

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Cierto líder austríaco supremacista cuya chupipandi de cabezas semirrapadas decía llamarse "Partido Liberal" (se ve que los liberales austriacos deben ser tan recomendables como sus homónimos alemanes cuando uno se los encuentra en un callejón oscuro) entró hace unos años en el corazoncito de las leídas masas de su país señalando con gesto bíblico, igual que ahora ha hecho una émula democristiana con nuestros pepinos en Hamburgo, un bote de yogur fabricado en España. Con esa cosa del comercio y los excesos capitalistas, bramó Jörg Haider (que así se llamaba el liberal), entran a nuestras tiendas nada menos que productos españoles, los cuales contienen colorante procedente de esos bichitos llenos de patitas, las cochinillas. Que aunque mataban mucho menos que la bacteria E.coli, daban un poco de asco. España, ya se sabe.

Haider sabía cómo excitar el imaginario colectivo. La sana juventud del país natal de Hitler amenazada por oscuras maldiciones procedentes del sur, unos yogures. Como si hubiesen sido unos pepinos. Esto es un clásico entre las mentes de la Europa culta, que desde el siglo XIX ha fabricado medio subgénero de la literatura terrorífica con este argumento: la normalidad profanada por alguna anomalía incomprensible procedente de lugar exótico, por ejemplo España. El éxito de Haider entre el público austríaco fue inmediato, como también ha sido inmediato el éxito de la señora democristiana alemana que nos señaló con el dedo, dicen que sin querer. Desde la célebre pandemia de "gripe española", que no fue española pero que mató a unos cuantos millones de tipos, había pasado bastante tiempo y ya tocaba propalar otro cuento de terror sobre España.

Es decir, que la alarma del pepino contaba con la susceptibilidad de la Europa desarrollada hacía eso que Juan-Jacobo Rousseau llamaba "el último país con auténtico carácter" del continente (que este pájaro nos elogiara es más bien algo inquietante), como también contaba con ello aquel sensacionalismo, tan productivo, del tal Haider. La acusación sin datos sobre el bichito E.coli, uno de esos tan pequeños que si se cae de la mesa se mata, que hubiese dicho aquel ministro ucedeo Sancho Rof, ¿ha sido una inconmensurable torpeza de la ministra de Salud hamburguesa, Cornelia Prüfer-Storks, o se trata de alguna estrategia comercial? Porque si doña Cornelia lo hubiese hecho a propósito, no podría haber hundido más el sector... tal vez en beneficio de otros. Doscientos millones de euros perdidos por semana en hortalizas no me creo que sean cosa de un mero exceso verbal de una política de provincias. No produce la misma psicosis decir que una bacteria alimentaria proviene de España que de Alsacia-Lorena. Por eso el temor a los pepinos se ha extendido a cualquier cosa procedente de nuestro país... cuando se deja entrar a Europa, en ventajosísimas condiciones, el harto más sospechoso tomate marroquí, cuyo mayor control higiénico debe ser algún miembro del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate que los va limpiando uno a uno con la barba.

La austeridad sociata

Juan Morote en Libertad Digital

En un momento en que no hay dinero para pagar a proveedores, donde las prestaciones del sistema sanitario se hallan pendientes de su redimensionamiento, donde el ingente gasto en educación es el menos eficiente del mundo occidental, donde entre otras muchas graves disfunciones el paro juvenil alcanza niveles astronómicos y el número de desempleados que no perciben prestación alguna supera los trescientos mil andaluces, la presidenta del Instituto Andaluz de la Mujer ha descubierto que el gran problema de la Bética es la falta de perspectiva de género en una medicina tradicionalmente antropocéntrica. Qué descansada se ha quedado. ¡Áteme usted esa mosca por el rabo!

Tamaño descubrimiento de esta clarividente sociata no va a quedar aquí. Ahora habrá que dar unas cuantas subvenciones a las entidades habituales para que corroboren el atropello que ha significado que hasta ahora los galenos hayan ignorado la existencia de diferencias de género entre el hígado macho y el hígado hembra. A lo mejor va a haber que plantearse un sistema de trasplantes diferenciados. Cabrá incluso plantearse si los órganos de los homosexuales también son susceptibles de tratamiento propio. Y mientras todo este despropósito toma carta de naturaleza, los andaluces más desfavorecidos ven cómo los nuevos señoritos despilfarran el dinero... y en cambio ellos siguen careciendo de casi todo.

Un Gobierno que no vale ni un pepino

Editorial de Libertad Digital

Durante todos estos días, en los que nuestros camiones repletos de hortalizas se veían obligados a regresar a España, y países como Rusia se sumaban al veto a nuestras exportaciones, no se ha visto más que a un Zapatero en retirada y a un Rubalcaba muy ocupado en dar un falso de aire de primarias a su digital designación como próximo candidato del PSOE. Eso, por no hablar de las desaparecidas ministras de Sanidad, de Exteriores y de Agricultura que, con su incompetencia y falta de reacción, han ejercido más que nunca como decorativas "ministras de cuota".

No contenta con el tiempo que nuestro Gobierno ha dejado pasar sin abortar este infundio que tanto ha hecho perder a nuestros agricultores, lo único que ha sabido hacer la ministra de Agricultura ha sido decir este martes que "ya tendremos tiempo de demandar".

Y es que al desprestigio y a la falta de firmeza, ya conocidas, de nuestra política exterior, se ha sumado la debilidad de un partido que se resiste a dejar el Gobierno tanto como a gobernar.

Matar al loro

Manuel Martín Ferrand en ABC

Según anuncia UPyD, el partido que lidera Rosa Díez, los cinco concejales de la formación que, encabezados por David Ortega, se disponen a tomar posesión de sus cargos representativos en el Ayuntamiento de Madrid renunciaron a los cinco coches oficiales que, uno por barba, les corresponde como ediles de la ciudad más endeudada de España. Además de celebrar un gesto de valor ético y rareza estética en nuestra despilfarradora vida política, la noticia me ha escandalizado notablemente. ¡Todos los concejales capitalinos tienen coche! Es decir, tienen conductor, o conductores, a su disposición y, sin introducir la amortización del vehículo que les corresponde, ello supone un gasto anual mínimo de 50.000 euros por persona, además de cuantas bicocas y gabelas hayan ido amontonando, con la mandanga bipartidista, a lo largo de los años.

Suele decirse, en un país en el que vale todo y en el que el poder y la oposición alcanzan fácil unanimidad en lo que respecta a sus retribuciones y privilegios, que eso del coche oficial es «el chocolate del loro». Y no lo es. En el orden de los principios, que es lo fundamental en una democracia no paródica, es algo importante. En lo económico, no se trata de nada baladí. En España tenemos hoy en los distintos planos de la Administración pública —nacional, regional, provincial y local— unos 35.000 coches públicos con sus correspondientes conductores, seguros, consumos y mantenimiento. La cifra es imprecisa, y pudiera ser mayor, porque nuestras Administraciones son opacas y no brilla el trabajo de la oposición de turno en cada una de ellas por pretender la transparencia detallada de los gastos; pero podríamos estar hablando de una cifra próxima a los 2.000 millones de euros anuales. En consecuencia, es urgente matar al loro para que no sea necesario, en aras de su chocolate, bajar las pensiones de los ancianitos.

En la medida en que los representantes de los nuevos partidos, como UPyD o FAC, implanten su presencia crítica en los órganos representativos para los que han sido elegidos puede producirse un efecto revulsivo que contribuya, aunque solo sea por el sonrojo de los ya instalados, a sanear viejos esquemas y presupuestos no exigentes con el gasto y, por ello, irrespetuosos con los ciudadanos que los proveen con su esfuerzo fiscal. Cuando los colchones eran de lana, resultaba imprescindible la figura del colchonero que, con una vara doblada en «L», por razones de higiene y de confort, apaleara la lana apelmazada por el uso. Por esa vía los pequeños se harán grandes después de conseguir matar a ese loro devorador de chocolate que tanto nos cuesta.

El retorno de los zombis

Gabriel Albiac en ABC

Pasado ese momento vocinglero del navajazo en la tripa al colega inoportuno —a la colega—, ¿qué paisaje de intereses se abre ante el ejecutor Rubalcaba? Porque no puede decirse que sean claros sus motivos. Ni los de todos aquellos que en él ven salvación aún verosímil: la salvación de un partido que, en tierras más exigentes con sus electos, hubiera sido borrado hace bastante. Porque el saldo de este PSOE, el inventado a golpe de talonario tras la muerte del dictador, es una continuidad de atrocidades. Que culminaron en la locura de un presidente, éste de ahora, para dar cuenta de cuya andanza no hay más léxico funcional que el de los psiquiatras.

Con Zapatero fuera de sus cabales —o actuando como si lo estuviera, que es lo mismo—, Rubalcaba procedió a un asalto bien planificado. Ocupó el hueco. Sin que nadie se lo disputase. Y, más asombrosamente, sin que nadie —digo nadie— pareciera querer preguntarse por qué el presidente del Gobierno había desaparecido desde la primavera del año pasado. Hasta hoy, y a todos los efectos. No hubo una dimisión en el Gobierno. No hubo una resistencia. Parecían aceptar aquello como un accidente meteorológico más o menos desagradable. Hasta el día en que las elecciones del 22 de mayo pusieron en el escaparate lo que no debería haber sorprendido a ninguno: que el partido socialista estaba en saldo. Y que se enfrentaban todos ellos al riesgo más odioso: tener que trabajar para vivir, como el resto de los mortales. Entonces estalló la guerra. Duró sólo un par de días. El dispositivo de control trazado por el ministro del Interior en torno a sus colegas era ya infranqueable. Malos, pero no del todo tontos, optaron por rendirse. Y ofrecer al ganador sus buenos oficios. Blanco ha sido el paradigma, simplemente porque Blanco es la esencia intelectual y moral del socialismo español del siglo veintiuno.

¿Para qué tanto juego de masacre? Porque, en política, nadie despliega una estrategia tan costosa sin el proyecto verosímil de rentabilizarla. A estas alturas del juego, ser candidato electoral del PSOE es ponerse como víctima oblatoria para que la apisonadora de las urnas te pase por encima. La esperanza de ganar es cero. El riesgo de ser triturado, altísimo. ¿Qué puede aguardar un viejo profesional como Rubalcaba de su empeño por capitanear la deriva de su partido hacia el naufragio? ¿Qué pesadas inercias juegan sobre su maestría en sombras y alcantarillas para soñar que el reloj gire a la inversa, hasta aquellos dorados años de la impunidad perfecta, tras cuyo parapeto hizo fortuna el felipismo?

Muy pocos días antes de que un 11 de marzo cambiara irreversiblemente la historia de España, alguien cercano al clan felipista más estricto me explicaba el sacrificio de peón de 2008: Zapatero es un don nadie que durará poco; mejor que se pegue el bofetón electoral él y pague el coste; podremos pasar luego a las cuestiones serias y empezar de nuevo. Se equivocó en los tiempos. El don nadie fue propulsado a presidente. Y ejerció su disparate de siete años. Alguien logró infiltrarle a Rubalcaba. Alguien ha decidido que es la hora de volver a la casilla de salida. Puede que alguien haya olvidado que, en política, no hay tiempos reversibles.

La verdad es que...

Antonio Burgos en ABC

La verdad es que si suprimimos ese remoquete de «la verdad es que», decimos exactamente lo mismo. ¿No hay que ahorrar, porque estamos en crisis? Ahorremos al menos saliva en estas modas horrendas de repetir remoquetes no significantes. «Dicho lo cual» (como aprendí al aprobar con nota Primero de Tertulianés), la verdad es que ante tanta mentira como nos rodea, conviene quizá resaltar un bien escaso como es la verdad. Siguiendo, pues, las divinas enseñanzas de los dictados de la moda, nos atrevemos a decir:

La verdad es que las lágrimas de Carmen Chacón sonaban a falsas, a guión escrito por su marido, a paripé de la que da un paso atrás ahora para poder darlo luego adelante como rueda de repuesto, cuando se produzca con el pinchazo de Rubalcaba en el segundo batacazo del PSOE.

La verdad es que no me explico que todos contra el PP y nadie contra Bildu; el PSOE de Andalucía le pide a Rubalcaba que frene al PP; el primer objetivo de IU en Extremadura es que no gobierne el PP como lista más votada; en cambio nadie se preocupa de frenar a los proetarras de Bildu, ni de impedir que Bildu gobierne nada, aunque sea la lista más votada.

La verdad es que no sólo tenía razón el otro con lo que dijo, sino que lo han aplicado: «Si de la derrota del PSOE tiene la culpa la crisis, que dimita la crisis».

La verdad es que se puede comer pepino español para demostrar a los alemanes que no matan, como Fraga se bañó en Palomares tras la bomba, pero la consejera de Agricultura de Andalucía es que devoraba el pepino, qué ansia comiéndose el pepino, con lo feo que suena eso, Dios mío de mi alma...

Pulgas y serpientes

Alfonso Ussía en La Razón

Las pulgas han invadido el campamento de los que no hacen nada. Las serpientes se han adueñado de las tierras vascas. Urkullu, el tiro –nunca mejor escrito–, por la culata. Los acampados en Sol han dejado de interesar. Son los tostones de Sol. Las serpientes se mueven. Ha vuelto el terror y la amenaza a muchas localidades de las provincias vascongadas. Como si en los límites territoriales del País Vasco hubieran abierto centenares de cajones repletos de ofidios. Los responsables de la apertura tienen nombre y apellidos. Pascual Sala, Eugeni Gay, Elisa Pérez Vera, Luis Ignacio Ortega, Pablo Pérez Tremps y Adela Asúa Batarrita. Ocupan un lugar preferente en las páginas negras de nuestra libertad. Quizá les interese conocer a Carlos García, que ocupa un lugar de honor en las páginas heroicas de nuestra convivencia. Carlos García era concejal del Partido Popular en Bilbao. Se presentó en Elorrio, una localidad vizcaina gobernada por ANV hasta el pasado 22 de marzo. Pagó de su bolsillo la campaña electoral, sobreactuada de insultos y amenazas. Quizá les interese a esos seis lamentables personajes saber que los apoderados de «Bildu» mostraban en los colegios electorales fotografías de terroristas etarras estampadas en sus camisetas. Carlos García, con tesón y valentía ha conseguido un acta de concejal de Elorrio. Tiene la llave de la gobernación del áspero municipio. Seis concejales del PNV, seis de «Bildu» y él. Carlos sabe que se juega la vida. Lo ha asumido. Entre serpientes. Las pulgas sólo pican, y gustan de la mugre y la suciedad. Las serpientes han matado a mil inocentes y volverán a hacerlo cuando les llegue el dinero de los municipios y las diputaciones. De ser justos, que no lo son, los seis magistrados del Tribunal Constitucional que han abierto las cajas de las víboras enroscadas en el hacha, harían bien en prescindir cada uno de un escolta y encomendarles la seguridad de Carlos García. Aquí en Madrid, y después del favor concedido, ellos no necesitan que los cuiden. De ello se encargan sus favorecidos. Pero Carlos García, que va a apoyar, aunque no lo merezca, al PNV, y va a alejar de los proetarras la alcaldía de Elorrio, necesitará esos seis escoltas como mínimo para poder desarrollar la labor que sus votantes le han encomendado. Quizá les interese a los magistrados anteriormente relacionados, saber que los votantes del PP y del PSE en muchas localidades vascas no podían elegir libremente su papeleta en el colegio electoral, y tenían que llevarla desde su casa. No creo que les interese conocer a Carlos García, pero podría ofrecerle toda suerte de datos y hechos acontecidos que podrían avergonzarlos. Gracias a esos seis encantadores magistrados, «Bildu» va a controlar los impuestos, las cuentas corrientes y los domicilios de los contribuyentes vascos. Pulgas en Madrid que no pican a Rubalcaba ni a la Delegada del Gobierno y serpientes enroscadas en mil hachas ensangrentadas en el País Vasco. No dejen pasar la ocasión, señores magistrados y llamen a Carlos García. Él les contará con ejemplar sencillez las nefastas y terribles consecuencias de su decisión. Verán a un hombre como la copa de un pino que lucha en soledad por defender la libertad y la democracia en la tierra de los vascos. Resulta emocionante su palabra. Ejemplar. Grandiosa. Ya que no las serpientes, les deseo que al menos, les pique alguna pulga.

Y el Faisán sin aclarar

José Antonio Vera en La Razón

Tienen razón los sindicatos policiales cuando dicen que el vicepresidente-ministro-portavoz-candidato ha olvidado sus funciones y no se dedica a lo que debe. Por ejemplo, a esclarecer quién fue el responsable del chivatazo del Faisán o a solventar el problema de la Puerta del Sol. Rubalcaba cree que gobernar equivale a permitir que cada uno haga lo que quiera. La concentración madrileña se le ha convertido en una acampada antisistema que aprisiona a los comerciantes, coacciona a los viandantes y produce el rechazo general de muchos ciudadanos. Fundamentalmente porque aquello, otrora una manifestación espontánea justificada contra la crisis, los políticos y la partitocracia, ha degenerado en un festín en el que abunda la suciedad. Con un componente de peligro real que no se debe olvidar. Bombonas, motores gasoil, cocinas improvisadas, tiendas sin agua corriente ni servicios de ningún tipo. Cualquier día nos llevamos un susto. Rubalcaba está muy entretenido soñando con suceder a Zapatero. Entre mítines, ruedas de Prensa, maldades y conspiraciones como la que le acaba de perpetrar a Carme Chacón no tiene tiempo para gobernar. Su fuerte nunca fue la gestión, la verdad. El desastre de la Logse es buena muestra de ello. Pero lo de ahora clama al cielo. No para de acumular cargos, y la puerta del Sol sin desalojar, y el Faisán sin aclarar. Demasiado derroche para este país tan necesitado de soluciones y tan sobrado de confabulaciones.

Rubalcaba esprínter

Ángela Vallvey en La Razón

Su elección es la «Rendición de Breda» del zapaterismo ante el felipismo. Todo vuelve porque nunca se fue. El PSOE avanza, pero hacia 1996. Dicen que a Rubalcaba los progresistas buenos le quieren a rabiar y los fachas malos le temen como a una vara verde. Eso forma parte de su encanto, es la certificación AENOR de calidad socialista que avala su candidatura. O sea, que en el Gobierno, y en el PSOE, la cosa está que arde. (Y mientras, España quemada viva. Pero eso, como la opinión de Zapatero, ¿a quién le importa ya…?).