viernes, 3 de diciembre de 2010

¡Fachas!

Blanco pondrá a los controladores bajo órdenes militares si no cesa la huelga

En el egoísmo está la raíz de todos los males

Marta Pérez-Cameselle en Libertad Digital

Qué decir de los motivos que inducen a abortar, sea cual sea el motivo concreto, la raíz siempre es la misma: un ser humano no deseado por quien lo ha concebido, una carga que perturba... no hay diferencias apreciables entre ambos casos salvo el momento de la vida de ese ser humano en el que es eliminado... Sin embargo, socialmente, no es lo mismo. La aceptación social del aborto es actualmente un hecho. Decía Julián Marías terminando el siglo XX: "sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final".

Hoy diríamos, desde el s. XX. Nos hemos acostumbrado a convivir en sociedad con esa realidad sin que produzca escándalo, lo cual no impide las más variadas posturas a título individual, desde el rechazo frontal hasta su reivindicación como derecho.

Los Gobiernos han matado el Estado del Bienestar

Jorge Valín en Libertad Digital

España, y Occidente entero, van hacia el mismo camino. Un lugar donde vivirán cuatro ricos con una inmensa población dependiente del Gobierno y tan pobre como podía serlo la Unión Soviética. Occidente se está sovietizando con más Gobierno, más regulaciones, más impuestos y menos libertad. Los políticos no están para ayudar al ciudadano. Miren a Zapatero esta semana. Regaló 13 millones de euros a las pymes, pero no de aquí, sino de África. En Galicia la policía ronda los pubs y ponen multas a los empresarios porque sus clientes se atreven a bailar, lo que contradice la ley de pubs.

Toda la gran mentira del Estado del Bienestar y los derechos sociales conseguidos fueron y son una excusa para aumentar el corporativismo de Estado, hacerlo crecer, y vivir de nosotros bajo unas ilusiones de progreso –le llamaron "progresismo"– que sólo han beneficiado a una élite. Han convertido la democracia en una oligarquía política. Incluso en el despotismo ilustrado, los gobernantes al menos trabajaban "por el pueblo" aunque fuera sin él. Ahora, y como hemos visto con las medidas de Grecia, Irlanda y España, somos nosotros que trabajamos para el Estado a cambio de nada. Hemos vuelto a la era de los faraones. Los esclavos somos nosotros. El faraón son los políticos, rentistas estatales y toda la maquinaria gubernamental.

Clinton y Wikileaks

Lara Vidal en Libertad Digital

La afirmación de Clinton ha puesto el dedo en la llaga del aspecto más sucio de Wikileaks. El que las revelaciones tengan un contenido ocasionalmente ridículo e incluso cómico no pasa de la anécdota. Lo auténticamente grave es que hay personas cuyo papel en el complejo organigrama de la inteligencia norteamericana ha quedado desvelado y eso puede –literalmente– costarles la vida siquiera porque ya son un blanco identificado. Sean pocos o muchos, la consecuencia práctica es que hay personas que tienen que asumir la responsabilidad de no haber sabido custodiar informaciones que, como mínimo, eran sensibles, y si para hacer justicia tienen que perder su puesto en la administración o en la justicia, bienvenido sea el rigor.

Más presión

Florentino Portero en Libertad Digital

Las dictaduras tienen dificultad para controlar el uso de la fuerza y para gestionar adecuadamente la información política. El poder corrompe y atonta. El poder absoluto, parafraseando al maestro Acton, corrompe y atonta absolutamente. El Gobierno marroquí ha hecho un uso grosero de la fuerza con la comunidad saharaui y ha mostrado lo peor de sí mismo en el trato a los medios de comunicación. Los saharauis han sabido resistir mientras los marroquíes, cegados por la soberbia intrínseca al autoritarismo, han entrado al trapo cometiendo errores, dejamos a un lado las cuestiones morales, impropios de un Estado avanzado. Marruecos es un país ejemplar en muchos aspectos, pero esos errores le han llevado a ganarse a pulso la condena de los parlamentos europeo y español.

El Rey Mohamed VI está indignado. No sé en qué medida es consciente de su responsabilidad o si se encuentra en plena rabieta y piensa que la culpa es exclusiva de la derecha española. En cualquier caso las consecuencias están a la vista: persecución a los periodistas, marchas y revigorizadas reivindicaciones territoriales. Nada nuevo.

El problema es que ante una embestida así nuestro gobierno se acongoja y en vez de hacer uso de los instrumentos propios del poder, lo que hace es esconderse debajo de la mesa. El presidente ha pedido al Rey Juan Carlos su mediación. El resultado, según leemos en El Confidencial Digital, ha sido un poco elegante "no se meta en este asunto" espetado por su hermano alauita. Se supone que al Gobierno le corresponde proteger al Monarca, de ahí que tenga competencias para intervenir en su agenda. Sin embargo, una vez más nos encontramos con que es el Gobierno quien expone al Rey a desdenes diplomáticos, como hemos visto en América Latina, Argelia y ahora Marruecos.

El Gobierno tiene miedo y Mohamed VI lo sabe. Lo paradójico es que teme quien más poder tiene y asusta quien más ayuda necesita. No hace falta recordar que el poder no es algo objetivo, sino subjetivo, porque de nada vale disponer de medios si no se está dispuesto a utilizarlos.

España debería estar tranquila porque la población española de credo musulmán que vive en Ceuta y Melilla es quien mejor conoce las diferencias entre los dos modelos y quien más valora la libertad, la sanidad, la educación y las pensiones que España le proporciona. Más aún, muchas de esas familias tienen vínculos de sangre con algunas de nuestras unidades militares más insignes. Sin embargo, el Gobierno no las tiene todas consigo. No han empleado los medios suficientes para que el Centro Nacional de Inteligencia, la Guardia Civil o el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas tengan el conocimiento suficiente para saber qué está ocurriendo en las comunidades musulmanas de esas dos ciudades. Peor aún, por una política inmigratoria irresponsable han encontrado cobijo en España, y en concreto en esas ciudades, imanes islamistas perseguidos por Marruecos. Que su presencia está teniendo consecuencias es algo que nadie duda, de su alcance poco podemos decir por esa falta de información a la que antes me refería. Tampoco ha habido una política para fortalecer vínculos, aprovechando las vivencias comunes en esas unidades militares o abriendo nuevos terrenos. Se ha dejado hacer a la inteligencia marroquí hasta el punto de consentir los vergonzosos sucesos ocurridos no hace mucho en la frontera de Melilla.

Los musulmanes españoles han sido fieles en momentos difíciles y su interés está en mantener una saludable distancia con Marruecos. Sin embargo, no podemos pedirles que se suiciden. Lo que quizás no saben nuestros políticos es que lo que más alimenta el sentimiento promarroquí es la sensación de que España no está dispuesta a luchar por ellos. Cuando ven cómo el Gobierno se humilla ante el Majzén ponen sus barbas a remojar. Pueden ser una quinta columna o, como han demostrado exponiendo sus vidas en ambas orillas del Estrecho, la fuerza de choque de la defensa de España. Todo depende de nosotros.

Marruecos: nuestro enemigo, no el de Zapatero

Editorial de Libertad Digital

No hay nada más peligroso para un país que los que tiene alrededor, y cualquier ciego vería que Marruecos, una teocracia que no respeta los derechos humanos, es el vecino del que tenemos que preocuparnos. Además, nuestras obligaciones para con los saharauis, que no con el Polisario, nos obligan a un enfrentamiento permanente con el reino alauita. Su avezada diplomacia nos ha chantajeado con todo: derechos de pesca, emigración, narcotráfico, presión sobre Ceuta y Melilla; así nos ha neutralizado mientras cultivaba sus relaciones con Estados Unidos y Francia. Se ha salido con la suya en casi todo durante las últimas décadas exceptuando Perejil, un episodio del que, naturalmente, se carcajean los mismos progres que se desgañitan por el Sahara.

Intromisión

Alfonso Ussía en La Razón

Ahora son los políticos los que se entrometen en los quehaceres que no son de su competencia. Leo que el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, el sin par don Taib Fassi-Fihri, ha comparecido ante el Parlamento Europeo para mostrar su satisfacción por el pacífico desalojo del campamento saharaui. No entro a valorar lo que significa para don Taib un «pacífico desalojo», pero me temo que no llegaríamos a un acuerdo al respecto. Pero su entrometimiento viene más tarde, cuando fue preguntado por la expulsión de la corresponsal de «El Mundo», Ana Romero. El señor ministro, don Taib, negó la expulsión con tajante vehemencia: «La periodista Ana Romero no fue expulsada. Abandonó Marruecos porque su misión había terminado». Es decir, que el señor ministro marroquí, y mucho lo siento por Pedro J. Ramírez, es el que decide cuándo principia y cuándo finaliza la misión de los corresponsales aceptados por su Gobierno y el de España.

Rojifascio universitario

Hermann Tertsch en ABC

Lo indignante es que ciertos círculos llamados progresistas hayan visto bien —y no hayan condenado— este vandalismo del rojifascismo en nuestras universidades porque las víctimas eran personas no integradas en el campo del buenismo socialista. Esta complicidad es un absoluto escándalo y ha llevado a casos como el de Rouco. El cardenal puede caer bien o mal a creyentes o no creyentes, pero tiene mucho que decir en una universidad este doctor en teología por la Universidad de Múnich, profesor allí, catedrático de Derecho y vicerrector de la Pontificia de Salamanca. Solo el odio que se les inocula a estas camadas rojas y negras, la complicidad de muchos y la indiferencia necia o cobarde de tantos explica el desastre intelectual y moral que supone el triunfo de ese fascio rojo en la Universidad, del que la cancelación de la conferencia de Rouco es el último exponente.

Comiendo sobras

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Hasta con la mejor administración una nación siempre se divide en dos partidos totalmente opuestos: individuos que roban (éste es el partido más fuerte) e individuos que son robados (éste es el partido más grande). Así lo explica Balzac en su «Arte de pagar las deudas» que ya hemos puesto a disposición de Gallardón, el hombre que debía demasiado. Gallardón, ciertamente, debe (el deber es un don de gentes) y paga como Balzac, o sea, con libros. Él se creerá un chico de Faulkner, pero es un chico de Balzac. Su última obra es una guía municipal que aconseja a los madrileños que aprovechen las sobras navideñas, como si los que por culpa de la crisis se alimentan de sobras lo hicieran por tontos y no por pobres.