viernes, 12 de noviembre de 2010

Bajarse al moro

Pablo Molina en Libertad Digital

Los socialistas se horrorizan sólo de pensar que alguna vez tuvieran que enviar tropas a defender al pueblo saharaui, el mismo al que arengaban desde las dunas de Tinduf en los setenta para que se decidieran a luchar por su independencia, que habría de garantizar la ONU.

(...)

Cuando Zapatero viajó a Marruecos por primera vez, estando en la oposición, las autoridades del sultanato cazaron al vuelo la solvencia del personaje y lo rapidito que iba a dejarse derrotar en todos los contenciosos que mantienen con nuestro país. Eso fue hace siete años. Si aquel viaje se produjera ahora, el mapa de Marruecos llegaría hasta Santurce. Y porque está el Cantábrico, que si no...

¿Un Tea Party nacional?

Florentino Portero en Libertad Digital

La semana pasada se me ocurrió escribir sobre política nacional, fechoría que cometo muy de vez en cuando, y me he encontrado con la justa penitencia. Los lectores de Libertad Digital no sólo me han leído sino que me han escrito con el estilo claro y directo que los caracteriza. En pocas palabras me han exigido que explique cómo se puede trasladar a España el fenómeno del Tea Party. Asumo mi responsabilidad y trataré de aportar mi grano de arena.

Ni la sociedad española es la norteamericana ni nuestros problemas los suyos. Hay coincidencias, pero también importantes diferencias que aconsejan evitar mimetismos artificiosos. Lo fundamental, aquello por lo que el movimiento del Tea Party nos interesa, es que supone el triunfo de una reacción social que ha logrado alterar un proceso electoral, defendiendo una política basada en valores arraigados en la tradición, frente al cotarro partidista.

La España liberal-conservadora se encuentra con los problemas derivados de la refundación del Partido Popular en el Congreso de Valencia, donde un moribundo Rajoy trató de encontrar su futuro rompiendo con el legado de Aznar, buscando el apoyo de las taifas, manifestando su disposición a entenderse con las formaciones nacionalistas y apostando por un relativismo que considera seña de modernidad. Hoy el Partido Popular es tan parte del problema como el Socialista, tan culpable como aquél del desastre autonómico y del desmedido gasto público. Como recordó Zapatero a Rajoy, ¿con qué cara critica al Gobierno por sus políticas económicas teniendo al lado y protegiendo al político que más deuda ha generado, que no es otro de Ruiz Gallardón? Aquel Congreso se llevó por delante a la figura más digna que tenía la política española, María San Gil, y su ausencia es el recordatorio de que el Partido Popular no es el que fue. ¿A quién le puede extrañar que mantenga al Partido Socialista vasco en el poder a pesar de las declaraciones de Eguigüren?

El Partido Popular es hoy un obstáculo para la necesaria reforma de nuestras instituciones, pero al mismo tiempo es de justicia reconocer que tiene la experiencia y los cuadros necesarios para hacerlo. Como he oído en más de una ocasión el problema es de liderazgo dentro de la derecha, no de apoyo social o de falta de cuadros. Vamos a suponer que esto sea cierto. En este caso lo que correspondería hacer, según mi entender, es apoyar a los medios de comunicación más próximos, participar activamente en asociaciones comprometidas con distintos aspectos del programa liberal-conservador, existentes o por crear y, por último, pedir el voto o la abstención respecto de listas presentadas por el Partido Popular en cada distrito. Para la dirección de este partido la sartén está en su mano, porque o les votamos o seguimos con Zapatero. "O Rajoy o el diluvio" será el lema que de hecho utilizarán en las próximas elecciones generales. Es posible evitarlo y para ello nos vienen ni que pintadas las próximas elecciones autonómicas y locales previstas para el 22 de mayo. Si nos abstenemos masivamente en lugares como, por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid entenderán el mensaje y rectificarán. De lo contrario podríamos volver a abstenernos en las generales, porque Rajoy es una variante del diluvio, es parte consustancial del problema.

El Tea Party actuó en las primarias, apoyando a los candidatos que consideró más leales al ideario tradicional. Nosotros no podemos hacerlo, porque en España los partidos se han revestido de un preservativo que les evita el desagradable contacto con la sociedad. De esta forma siempre pueden chantajearnos con el principio del mal menor. Pero eso no quiere decir que España no sea una democracia. Lo es. La última palabra la tenemos nosotros y tenemos los medios para enviar tanto al jefe del gobierno como al de la oposición al baúl de las pesadillas. Lo único que hace falta es querer.

Sin embargo, yo no comparto el optimismo de aquellos que piensan que el problema de la derecha española es el liderazgo. Creo, por el contrario, que es la propia sociedad, desmovilizada por el efecto de la Guerra Civil y del Franquismo y moldeada por la izquierda ante la dejadez de la derecha. Cuando el Partido Popular tenía dirigentes con valores y sentido de misión no supo entender el papel estratégico de la comunicación, la necesidad de convencer a la sociedad de que sus valores, sus principios y sus proyectos eran superiores. Ahora que no los tiene, busca el poder sin poner en duda el liderazgo intelectual de la izquierda, a la que admira y envidia en muchos aspectos.

Un Tea Party nacional no sólo se encontraría con la dificultad de no poder actuar en primarias. Además podría llevarse un susto al descubrir que Rajoy y el programa aprobado en Valencia tienen más apoyo social del que se imaginan. Rajoy es más representativo de la derecha española de lo que algunos creen. España se merece a Rajoy de la misma manera que a Zapatero. Son las dos caras de la misma moneda. No es casualidad que hayan llegado a la dirección de las dos grandes formaciones políticas y de ahí que España se encuentre en tan grave situación. Como Recarte ha señalado, podemos recuperar el camino del sentido común y del progreso, sabemos cómo hacerlo... pero cosa muy distinta es que queramos.

En Estados Unidos se ha producido el fenómeno del Tea Party porque previamente se había creado una opinión pública consciente de sus derechos y firme en sus convicciones. Las casas se empiezan por los cimientos. Por eso es tan importante el trabajo que han venido haciendo personas como Federico Jiménez Losantos al apostar por una comunicación comprometida con un ideario y radicalmente independiente de partidos y de políticos.

Hay que actuar, aunque sólo sea por dignidad. Sugiero una estrategia que aúne las dos posiciones. En el corto plazo comportémonos como si creyéramos que sólo tenemos un problema de liderazgo. Eso requiere comunicación, movilización y acción, pidiendo el voto o la abstención en cada distrito según la lista que se presente. En el largo plazo tratemos de formar a nuestros conciudadanos desde los valores y desde la razón. Estamos en una guerra de ideas y la causa del relativismo nos está barriendo o, lo que viene a ser lo mismo, está empujando a nuestro pobre país a la descomposición y la decadencia. O entramos de lleno en la batalla o no nos quejemos de lo que nos espera.

Rubens o Zapatero

Agapito Maestre en Libertad Digital

"Al fin trato de concentrarme en la exposición para olvidarme de tanta inmundicia. He pasado una hora deliciosa. Me despido de Las tres Gracias, seguramente el Rubens más importante de todo el Museo, y prometo venir otro día para descansar de la persecución a la que Zapatero y Rubalcaba nos tienen sometidos. Imítenme, amigos, este fin de semana. Pasen del neceo gubernamental."

Proyecto incompleto

Lara Vidal en Libertad Digital

En otras palabras, la gente que, al menos, aparenta estar satisfecha con Obama mantiene una agenda capaz de causar escalofríos en cualquier amante de la libertad. Ciertamente algunos miembros del partido demócrata intentan justificar el viaje del presidente diciendo que estos guiños obedecen a un deseo de encontrar aliados con los que contrapesar a China en Asia. Sin embargo, como era de esperar, los norteamericanos no exudan alegría por las declaraciones de Obama. Más de uno y más de dos ha vuelto a recordar que su segundo apellido es Hussein. Pero cuestiones como ésa aparte, la verdad es que la mayoría de los ciudadanos no entiende por qué ese interés de Obama por llevarse bien con los correligionarios de los terroristas del 11-S y, sobre todo, por qué considera como "proyecto incompleto" las relaciones con el islam y no la mejora de la economía. Estos descendientes de los puritanos son así de antipáticamente prácticos...

La hipocresía de Bernanke y Obama

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

Me temo que del G-20 no va a salir nada bueno, en esencia porque Estados Unidos ya ha fijado unilateralmente su agenda inflacionista. Se podrá justificar tal movimiento en la soberanía monetaria de cada país, pero que yo prefiero llamarlo por su nombre: defraudar a sus acreedores; al cabo, también Madoff podría argumentar que hizo uso de su soberanía financiera. Pero si al final cada cual va a devaluar por su cuenta como ya sucediera en los años 30, ¿para qué todas estas cumbres internacionales de opereta? Desglobalicémonos y listos. La inflación bien vale una nueva Gran Depresión.

Lecciones del pasado

Pío Moa en Libertad Digital

Hoy presenciamos el socavamiento sistemático de la legalidad constitucional proveniente de la transición, a manos de una caterva de políticos irresponsables y corruptos. No quiere decir que derive de ahí necesariamente una nueva guerra civil, pues la historia nunca se repite de modo igual, pero puede haber otros fenómenos, los está habiendo, de descomposición social, "latinoamericanización" de la política y enmafiamiento del poder. Los "aventureros de la política", como los llamó Zugazagoitia, dedicados a "mirar al futuro", debieran echar algún vistazo al pasado, del que pueden aprender lecciones provechosas para evitar viejos errores.

Un gran tabú y un mal contrato

Cristina Losada en Libertad Digital

«¿Quién y cómo evaluará el grado de integración? ¿Habrá certificados de "buena integración"? Dejémonos de subterfugios. Todo eso es puro bullshit. Resulta que en España, como en el resto de Europa, el propósito de poner coto a la inmigración y seleccionarla no se puede formular abiertamente. Es tabú, ¡xenofobia! De modo que, a fin de sortear la tácita prohibición, se erige un muro disuasorio de trabas burocráticas que se legitima con la resbaladiza idea de la "integración". Así, por huir de la incorrección política, se cae en la ciénaga identitaria. Peor el remedio.»

El catalán de Sánchez Camacho

Editorial de Libertad Digital

Es cierto que la lengua en que educamos a nuestros hijos no debería ser objeto de debate político. La administración y, especialmente, la educación pública deberían ofrecer sus servicios en los idiomas naturales de cada territorio; en el caso de Cataluña, el castellano y el catalán. Pero los nacionalistas, incapaces de encontrar otra razón por la que justificar sus respectivos hechos diferenciales, han hecho de la lengua un elemento de división de España y de creación nacional. Con la excusa de que Franco impidió el uso normal de las lenguas regionales, los nacionalismos van a cumplir ya treinta años de imposición lingüística.

La ministraza

Alfonso Ussía en La Razón

Con la excepción de los pantalones que se pone habitualmente, a la ministra de Asuntos Exteriores todo le viene grande. Espero no ser ajusticiado por machista, porque en mi preámbulo no hay opinión, sino evidencia. A la ministra le vienen grandes los cargos, las responsabilidades y las elecciones.

(...)

España, por culpa de la desastrosa política internacional llevada a cabo por Moratinos y Zapatero, es un cero a la izquierda en el sentido más traducible. Cero y a la izquierda. Pero una ministra no huye. El Sahara fue nuestro, y los saharauis, aunque no lo merezca el Frente Polisario del último tramo colonial, son los nuestros. Los nuestros de antes. Los de la señora ministra que ha inaugurado su enchufe con jamones en Bolivia. Todo le viene grande.

La realpolitik, esa náusea

Carlos Herrera en ABC

El precio es el Sáhara, factor de unidad clave para la política del Sultancito y sus trincones. El precio es mirar para otro lado. El precio es no abrir la boca. El precio es dar por perdidos los principios que alumbraron los españoles que vieron descolonizar a la fuerza y a toda prisa un territorio que era provincia española. El precio es dejar desasistidos a unos saharahuis que acabaron dándose cuenta de que sus enemigos no eran los españoles que se iban, sino los marroquíes que llegaban.