viernes, 31 de diciembre de 2010

La esperanza de 2011

GEES en Libertad Digital

Hay dos hechos de 2010 que son síntomas de esperanza, también estratégica, para 2011. Uno es el revolcón del Tea Party al olvido de los fundamentos de la economía liberal en Estados Unidos. El segundo, las recientes declaraciones del Papa en defensa de la libertad individual.

Frente a ello, en los mismos Estados Unidos que –a pesar de la creciente deuda que para algunos es síntoma de decadencia y presagio de aislacionismo–, siguen siendo lo que un ministro francés llamó con envidia reprobatoria la hiper-potencia, se adivinan signos preocupantes. Este año, con la excusa de "desmantelar" exclusivamente a Al Qaeda, Obama ha copiado en Afganistán el plan de incremento de tropas adoptado por Bush en Irak, llegando a encomendárselo al mismo general. Sin embargo, y a pesar de que Guantánamo sigue abierto y los asesinatos selectivos con aviones no tripulados han adquirido otra dimensión con el nuevo presidente, la tendencia general en la guerra contra el terrorismo islámico no es comparable.

Lo que el Tea Party no ha cambiado es el nombre que dio Obama –respondiendo al cansancio respecto a las aventuras exteriores–, a la Guerra Global Contra el Terrorismo, rebautizada profilácticamente "operaciones de contingencia" exterior; ni las encuestas, que siguen favoreciendo una retirada pronta del campo de batalla más significativo de Afganistán. De modo que se puede argumentar que en este conflicto mundial –que ha sucedido a la Guerra Fría en lugar del previsto fin de la historia– ha habido ya dos fases. En la primera, los Estados Unidos trataron de fomentar una agenda para la libertad aplicable específicamente a los países islámicos; y en la segunda, marcaron el acento no sólo en la prevista retirada de Irak a final de 2011, sino en la limitación temporal de la lucha en Afganistán, ya sea la progresiva de 2011-2014. A lo que esta etapa se parece peligrosamente es al retraimiento que llevó en su día a abandonar Vietnam bajo el nombre académico de retirada estratégica y el nombre mediático de détente.

No es sólo que las atroces consecuencias de aquello a pesar de la pericia de Kissinger en ejecutar el mandato del pueblo americano –atolondrado entonces por la contracultura y hoy por la posmodernidad– deberían hacer pensar a los americanos. Es que ahora es el propio éxito, ya sea relativo y parcial, y no el fracaso de las políticas seguidas, el que permite el repliegue.

Así que ante esta situación insólita, y junto al llamativo toque de atención, sustancialmente económico, del Tea Party, ha surgido otra disputa más discreta, pero aún más relevante a esta política de détente 2.0.

Benedicto XVI ha retomado con ánimo renovado la continuidad del papado liberador de su predecesor. Sus recientes manifestaciones en defensa de las minorías cristianas atacadas por fundamentalistas islámicos, a las que hay que añadir la abierta crítica a la limitación de la libertad religiosa y de conciencia impuesta por China, confirman que la libertad individual es algo más que un detalle en su agenda. Esta expresión pública deliberada de una alternativa moral a las oscuras fuerzas de la opresión es esencial y forma parte de las divisiones que tiene el Papa.

Lo que une ambos hechos es la apelación a la responsabilidad, uno de los fundamentos de Occidente, como correlato de la libertad personal e individual que es un deber proteger y promover.

Una de dos, o hay finlandización –que era la expresión que en la Guerra Fría identificaba la rendición pacífica a los postulados soviéticos– vestida hoy de multiculturalismo y alianza de civilizaciones, a la que un retraimiento americano nos abocaría; o hay un renacimiento de Occidente entorno a sus valores tradicionales, empezando por la libertad. Esto es lo que, cada uno a su modo, han recordado el Papa y los teapartiers en 2010. El asentamiento de esas tendencias es nuestra esperanza para 2011.

El año de la pulga

Emilio Campmany en Libertad Digital

Zapatero y Rajoy han comparecido ante los medios casi simultáneamente para comunicar urbi et orbi cómo afrontan 2011. Éste será en China el año del conejo. Aquí en España podría ser el año del perro, naturalmente, del perro flaco, al que todo serán pulgas. Pero ya que todo serán pulgas, ¿por qué no inaugurar directamente el año de la pulga? De momento, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición ya se han vestido de tales. Jesús, qué sarta de vaguedades, generalidades, obviedades y sinsustancias. Nos han endilgado dos clases magistrales de hablar y no decir nada, dos conferencias vacías. La imagen que sugieren nuestros dos líderes, el que está al cargo y el que aspira a sustituirle, es la del campo yermo, la del páramo en el que apenas son visibles ellos como dos pulgas escandalosamente irrelevantes.

Y cuando han dicho algo inteligible lo han hecho para engañar. Zapatero ha dicho que su Gobierno ha sido el de las políticas sociales, siendo como es el suyo el que está demoliendo a base de despilfarro el Estado de bienestar. Y Rajoy, que apoyará al Gobierno en lo que convenga a España, cuando lo que ha hecho hasta ahora es votar las medidas populistas y despilfarradoras que adoptó Zapatero en los comienzos de la crisis y se le ha opuesto siempre a partir del momento en que empezó a tomar unas pocas de las muchas necesarias que nos van imponiendo desde fuera.

Es verdad que de Zapatero nada bueno podemos esperar ya. Y también lo es que cabe la posibilidad de que Rajoy, aunque ahora no lo parezca, sea un gobernante serio y haga todo lo que hay que hacer para superar las crisis económica y política que nos atenaza. Pero el que sea posible no lo hace probable.

Aznar no pudo con los sindicatos y tuvo que envainarse una tibia reforma laboral por no enfrentarse a ellos. ¿Creen que será Rajoy quien se atreva a hacerlo? Aznar no tuvo valor para meter en cintura a las comunidades autónomas díscolas. ¿Lo hará Rajoy ahora que algunos de sus Gobiernos, especialmente el de Cataluña, se colocan abiertamente al margen de la ley y la Constitución? Aznar no quiso acometer la reforma política más urgente que necesita España, más aun que la de la reforma de la organización territorial, que es la de la justicia para que ésta sea de una vez por todas un poder independiente. ¿Está Rajoy en la idea de acometerla y renunciar a influir en los jueces?

Vivimos gobernados por políticos que no respetan las leyes, revestidos de privilegios económicos y legales, que no tienen empacho en tratarnos con el desprecio que no merecen ni los esclavos, que reparten el dinero que nos esquilman con los impuestos entre sus amigos, parientes y compañeros de militancia en forma de subvenciones y empleos públicos. Y no rechistamos. A lo más que aspiramos es a ser uno de ellos y, si eso no fuera posible, a entrar en el afortunado club de los perceptores de alguna subvención.

Es triste reconocerlo, pero probablemente tengamos lo que nos merecemos, dos irrelevantes pulgas entre las que elegir. Mientras España se desangra por un oscuro sumidero, nuestros dos líderes no paran de largarnos banalidades. Y lo peor no es eso, lo peor es que los demás nos quedamos embobados escuchándolas. País.

Los años no tienen la culpa

Ignacio Camacho en ABC

«Vendrán más años malos
y nos harán más ciegos»

(Rafael S. Ferlosio)

Cuando acabó de pasar 2009 con su aciago equipaje de desempleo y recesión, el veinte diez apareció como un resquicio de esperanza. Hoy contemplamos el año que rinde como una demostración empírica de las funestas leyes de Murphy: toda situación negativa es susceptible de deteriorarse más, sobre todo si se aplican con eficacia las medidas necesarias para que empeore. En ese sentido hemos hecho de forma concienzuda los deberes, de tal manera que para el próximo ejercicio cabe esperar fracasos accesorios y nuevas calamidades; el tránsito de 2010 nos ha vacunado contra el optimismo.

La crisis ha mutado como un virus con cepas nuevas que atacan las cada vez más débiles defensas del sistema. Al desplome inmobiliario, la zozobra financiera y el estancamiento económico ha seguido un desajuste fiscal y un grave apuro de deuda pública que han situado al Estado al borde de la quiebra. La frívola minusvaloración política del carácter estructural de la recesión ha desembocado en un colapso; simplemente el Gobierno no comprendió el alcance de la situación que tenía delante y ha quedado desbordado por la crudeza de los hechos. Ahora que acaso la haya entendido carece de autoridad y de liderazgo para afrontarla. La opinión pública permanece instalada en un clima de pesimismo y de desconfianza una vez que se ha dado cuenta de que, además de las dificultades estructurales, el país tiene un severo problema de dirigencia.

Los años no son por sí mismos felices ni funestos, afortunados ni lúgubres; son como nosotros hacemos que sean. Si el 2011 se presenta sombrío es porque a los aprietos socioeconómicos se superpone en España una penosa crisis política que complica sobremanera el hallazgo de salidas viables. El escenario institucional está agrietado por el sectarismo, la clase dirigente permanece enrocada en un desencuentro estéril, el Gobierno ha perdido la autoridad moral y la sociedad civil no encuentra impulso. La estructura de liderazgo ha quedado resquebrajada después de siete años de parálisis funcional y amenaza con venirse abajo por simple efecto de atrofia. Falta pujanza social, eficacia administrativa, competitividad empresarial y generosidad política. Las instituciones se han desarrollado con una hipertrofia inversamente proporcional a su capacidad de respuesta. Y el tejido de dirección pública está desgastado, descosido, raído por la inercia de una mentalidad inadaptada a este tiempo de desafíos que obliga a una profunda revisión de conceptos, de estilos y de ideas.

El desengaño de 2010 y el halo pesimista que envuelve al 2011 no proceden de un signo astral adverso; son la consecuencia inexorable de un largo desfase de estructuras y organización que aboca a España a sufrimientos añadidos. Los años no tienen la culpa, excepto del tiempo que hemos pasado sin afrontarlos con coraje.

Buen año en el corredor de la muerte

Alfredo Abián en La Vanguardia

Disfruten cuanto puedan esta noche con sus seres queridos. Coman, beban y fumen –sean benévolos con los drogadictos familiares–, porque a partir del lunes todo seguirá igual... o peor. Si este annus horribilis invita a que las uvas nos obturen la faringe, el que viene nos aboca directamente a la respiración asistida. Así de cruel es el corredor de la muerte donde pretenden que electrocutemos nuestro modo de vida. Los argonautas que pilotan la nave extraterrestre Mercados nos bombardean con distintos misiles balísticos. Atienden por deuda soberana, ajuste fiscal y estructural, stock de vivienda, guerra de divisas... Por si fuera poco, somos para ellos unos vulgares cerdos, junto a Portugal, Irlanda y Grecia. PIGS. La S final es de Spain. Qué gracia tienen los alienígenas que hablan inglés. Pero es lo que hay. El sistema se propone que nuestros hijos y nietos paguen los supuestos excesos que hemos cometido. Y, ciertamente, alguien ha perpetrado abundancias en nuestro nombre. Por ejemplo, hemos abierto facultades en territorios vacíos de universitarios, aeródromos en terrazas de aldea y estaciones de AVE en pedanías. Hemos llegado a tal punto crítico que hasta Zapatero luce fe de converso y nos amenaza con cinco años más de penurias. Por eso, buena parte de nuestros jóvenes mejor preparados emigran. A Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, Asia. Aquí, con una tasa de paro africana para la gente de su edad (40%), no podemos ofrecerles nada. Salvo ser funcionarios. No nos extraña que en esta coyuntura que padecemos hasta la vividora Carmen Lomana abogue, en paños menores, por cambiar “este gobierno de necios”. Dicen que la gente de edad acumula sabiduría. En nuestro caso, tememos que lo único que amontonamos es deuda y frivolidad. Buen año.

Rumbo sin capitán

Agustín de Grado en La Razón

Éste es el rumbo, afirmó ayer Zapatero con tono impostado de estadista responsable para defender los ajustes y reformas que le han impuesto desde Bruselas. Y me recordó otra de sus inolvidables sentencias para despedir el año: «La tempestad es fuerte, pero tenemos un barco sólido que conoce muy bien su rumbo». La pronunció en 2008, poco después de esta otra, que tampoco tiene desperdicio: «No subiría a un barco cuyo capitán tuviera dudas sobre cómo conducirlo». A los españoles no nos ha quedado otra que navegar con él al timón desde entonces.

La crisis ya estaba aquí a finales de 2007. Sólo los patriotas no querían verla. Zapatero agotaba su primer mandato y rechazaba cualquier rumbo que dificultara la reelección. «España –se jactó- ha entrado esta legislatura en la “Champions League” de la economía mundial». Un año después, con la tormenta desatada, tuvo que emplearse para tranquilizarnos en Nochevieja. El rumbo era el correcto y pronosticó que en 2009 estaríamos «con un tono vital de país mejor porque estaremos viendo cómo la recuperación económica la tocamos ya con las manos».

Cuando al presidente le tocó hacer balance de 2009 con las oficinas del INEM atestadas de parados y sin pájaro en mano, intentó seducirnos con cientos volando: «La economía española se encuentra en un momento de tránsito. Tránsito desde la recesión a la recuperación, que se confirmará en 2010. Y que esperamos pueda producir empleo en la última parte del año». Hoy despedimos 2010. Cualquier español conoce lo que separa la realidad de las palabras del presidente porque, con mayor o menor virulencia, lo padece en sus carnes.

Ni reformas, ni austeridad. Hace un año no era indispensable nada de lo que el presidente defendió ayer. Tampoco la reivindicada necesidad de gobernar pensando en el futuro. Dice Mefistófeles en “Fausto”: «Ante todo, debéis aferraros a las palabras; entonces ingresaréis por la puerta segura; al templo de la certeza». Desde luego, no será con las de Zapatero. El rumbo que defendió ayer con la fe del converso seguramente sea esta vez el correcto, pero después de tanta singladura errada, ya agotó su crédito como capitán.