miércoles, 22 de junio de 2011

Picasso sin memoria

Gabriel Albiac en ABC

Un cuadro en el cual prevalece el propósito de lo contado sobre lo intemporal de la pintura, no es un cuadro. Es una estampa. Respetable. No arte: esa interrogación misteriosa de un mundo, de cuya carencia de sentido se nutren todos nuestros primordiales fantasmas.

Eso está en juego en el estupor herido de los herederos de Picasso ante la exposición de Málaga.

(...)

Una obra de arte no es memoria. ¡Qué más da lo que piense el que pagó el encargo! La obra de arte es, de un modo muy preciso, antimemoria: el lugar en el cual toda anécdota temporal se disuelve. El lugar que nos sugiere ese abismo al cual —a falta de otro nombre— llamamos lo infinito.

Kerétaro

Antonio Burgos en ABC

Si Querétaro estuviera en las Vascongadas, ya no sería Querétaro, qué va, Querétaro habría sido desterrado por españolista y opresor. Sería Kerétaro. A mí lo que de verdad me hubiera gustado es que en ese concurso del Instituto Cervantes, más que elegir la palabra más hermosa, le hubiéramos hecho un funeral de tres capas al más bello topónimo castellano desterrado de los letreros de las carreteras, de los listados de Correos y hasta del mapa del tiempo por la dictadura de las otras lenguas peninsulares. Tan hermosa como Querétaro es la palabra Fuenterrabía, y, ya ven, ha dejado de existir. Decir Fuenterrabía es atentar contra las libertades del pueblo vasco. Aunque estemos hablando en castellano, debemos decir Ondarribia u Ondabirria, una cosa así. ¡Vamos, como si dijéramos London y no Londres, y Firenze y no Florencia!

A comer barato

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

¿Vale la pena ocupar un alto cargo, sin un reservado en el restaurante más caro? Después de la pasada por la izquierda que se ha pegado España en los últimos cuarenta años, yo creo que no. La izquierda ha incorporado a la política aquella práctica etíope que a Camba le hacía mucha gracia y por la cual, cuando el rey de reyes encargaba a alguien el gobierno de una provincia, le decía: «Aquí tienes esta provincia para que te la comas.» Y, acto seguido, le entregaba las insignias del cargo: una peluca, un escudo y un sable enorme, que parecía un trinchante...

El escorpión y la rana

Ángel Vallvey en La Razón

Oigo al lehendakari Patxi López, y a otros, lamentarse de que «los de Bildu» amenazan, intimidan y no parecen muy demócratas. Después de haberlos llevado hasta el poder y la legalidad, los mismos que cruzaron al escorpión a cuestas hasta tierra firme ahora se quejan de la picadura del pobre bicho e incluso empiezan a sospechar que su veneno pueda ser mortal. ¿Y qué esperaban? ¿Acaso pretendían que, cambiándolo de ambiente, el escorpión se convertiría en rana…?

Verano político y catástrofe económica

Agapito Maestre en Libertad Digital

La situación para España es crítica, porque tanto la deuda soberana, es decir, la del Reino de España, como la deuda nacional, en general, no sólo es alta –comparada con la de Francia e Italia salimos ganando–, sino que no sabemos cómo podemos pagarla en el futuro inmediato. He ahí el gran problema: ¿Cómo podemos pagar la deuda? Sí, sí, yo no veo ¿cómo puede España hacer frente a una deuda cercana al 140% del PIB, y con una deuda soberana del 61%, con un 20% de desempleados y sin un plan sensato de crecimiento?

Sólo hay una solución: producir más, reducir los costes, gastar menos y ahorrar. O sea se requiere un Gran Plan de Estabilidad del que huyen como de la peste el PSOE y el PP. Explicar ese plan a los ciudadanos, según ellos, les harían perder votos. Vale.

Los indignados o la crisis de la izquierda

Carlos Jariod en Libertad Digital

Es posible pensar que el movimiento de los indignados tiene que ver no tanto con la indignación general de los españoles ante la situación agónica de España provocada por el Gobierno, cuanto con una grave crisis de identidad de la izquierda española. Resulta sorprendente que nuestros indignados se plantaran en Sol pocos días antes de unas elecciones que iba ganar la derecha abrumadoramente; más chocante fue que, en vez de dirigir sus invectivas contra el gobierno del PSOE, vomitaran proclamas antisistema situando a todos los partidos en un mismo nivel de corrupción y responsabilidad. Inevitablemente nuestros indignados, a poco que les pellizcaran, rezumaban bilis contra "la derecha" (Esperanza Aguirre) y sus medios informativos (Telemadrid o Intereconomía, por ejemplo). Nada sobre Zapatero, que en el peor de los casos era tildado de "traidor".

Caldera, Narbona y Valenciano

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Siempre hay un buen giro a la derecha para la izquierda. Excepto en esa anomalía llamada España. España es el único país del primer mundo en resuelta deriva hacia el segundo y con franca vocación de tercero donde la izquierda aún amenaza con izquierdizarse, como si no estuviese sometida a la influencia del resto del planeta (el viejo aislacionismo orientalizante), o incluso nuestra propia experiencia española. Ya sabemos dónde han terminado en España todos los giros a la izquierda. En rectificar mal, tarde y nunca para girar a la derecha cuando ya no hay remedio para lo anterior y entonces anunciar que lo que hace falta es un giro todavía mucho mayor a la izquierda. La resaca, ya se sabe, se soluciona bebiendo otra vez, hasta el coma.

¿Hay gilipollas en la izquierda?

Pablo Molina en Libertad Digital

Los progres creen tener el monopolio de la moral pública, por lo que se consideran a sí mismos los únicos legitimados para juzgar las opiniones y las conductas del resto de los seres vivos. A su vez, los centro-reformistas aceptan la primacía ética de sus rivales y se someten a su juicio con la esperanza de que algún día perdonen su discrepancia ideológica. Ambas actitudes son aprendidas de forma intuitiva desde la primera camiseta astrosa del Che o el primer jersey de marca anudado al cuello respectivamente, de forma que si la izquierda decide que alguien con ideas distintas es gilipollas, el centro-reformismo acepta el veredicto sin rechistar.

En realidad, para los progres todo el que no comparta su basura doctrinal es gilipollas, porque son incapaces de entender que sus ideas son falsas construcciones sociológicas, contrarias al espíritu esencialmente libre del ser humano y causantes por tanto de una repugnancia espontánea en cualquiera que tenga una mínima sensibilidad intelectual para descubrir cómo funcionan las interacciones sociales en los grupos humanos. Convencidos de que sus chorradas conceptuales son el nuevo Decálogo para la humanidad y ajenos a los efectos reales sobre esa misma humanidad cuando tales mandatos se han puesto en práctica, los progres creen sinceramente que sólo una vasta epidemia de gilipollez congénita hace que existan todavía grupúsculos refractarios a aceptar la verdad revelada de la izquierda.

Parecería por tanto que entre las filas de la izquierda no existen gilipollas, pero sin embargo basta una mirada desprejuiciada a los personajes que fungen como líderes de opinión de ese submundo, sus declaraciones y sus conductas públicas, para darse cuenta de que no sólo hay gilipollas en el progresismo, sino que se trata de la categoría más extendida al menos en sus estratos hiperbóreos.

Por fortuna, esta aparente paradoja queda resuelta recurriendo a la autoridad máxima en la materia, El Gran Libro de los Insultos, obra del profesor D. Pancracio Celdrán y Gomariz (La Esfera de los Libros 2008), que en la entrada correspondiente al término que nos ocupa nos explica que el gilipollas, "sujeto con una personalidad mercurial, cambiante e insegura, no es un simple tonto, sino que participa además de la condición espiritual del bocazas que todo lo airea y saca a plaza sin guardar recato en la divulgación de la noticia". El gilipollas, de hecho, "no es malo porque no tiene coeficiente intelectual suficiente, pero es muy inoportuno y por ello peligroso, ya que puede echar cualquier cosa a perder llevado a su falta de juicio y ausencia de criterio para calibrar el alcance de sus acciones y discurso".

Lean de nuevo la definición y decidan ustedes mismos cuál es el político, cineasta, cantante o escritor al que mejor le cuadra. No es de derechas, seguro.

Extremadura

José García Domínguez en Libertad Digital

Para unos, las virtudes balsámicas de la geometría variable; para los demás, la noria del piñón fijo. Como cuando El Guerra toreó en Bilbao y antes de la corrida un plumilla le preguntó: "Maestro, ¿cómo se siente usted aquí, ahora que Sevilla está tan lejos?". A lo que El Guerra le espetó: "Sevilla está donde tiene que estar, pollo. Lo que cae lejos es esto". Igualito que el PSOE, que siempre está donde tiene que estar, y son los otros quienes se acercan o se alejan. Por lo demás, ¿qué clamaron esos indignados tras entregar aquel curita, Madrazo creo que le decían, el Gobierno vasco a la carcundia aranista de Ibarretxe? ¿Acaso alguien recuerda el eco de su lamento airado? ¿O es que entonces no hubo traición a los sagrados principios y al profano electorado? Esperen sentados la respuesta.

El riesgo de que el 15-M invada el Congreso

Editorial de Libertad Digital

Si la izquierda, en general, y el PSOE en particular, quieren escuchar "aldabonazos críticos" ya podrían hacerlo con el que los ciudadanos les han propinado en las urnas el pasado 22 de mayo. Que convoquen elecciones generales y que los ciudadanos decidan en las urnas cuál es la política que quieren respaldar. Ya que el Gobierno se resiste a escuchar ese veredicto de las urnas, podría hacer al menos caso de las recomendaciones del FMI o del Banco de España, organismos que, con todos sus defectos, son mucho más dignos de crédito que estos indignados "okupa plazas" que aspiran a ser okupa congresos.

Sería indignante que, mientras el FMI insta a nuestro Gobierno a que apruebe una reforma laboral "valiente", o mientras el Banco de España le reclama que sea estricto con la deuda de las autonomías, nuestro Congreso se dedicara, aunque sólo fuera en apariencia, a estudiar si toma en consideración las propuestas de quienes, en realidad, sólo están indignados con la democracia.

Muera el capitalismo

Pilar Rahola en La Vanguardia

¿Todos los miles que salieron a manifestarse el domingo están de acuerdo con cargarse el sistema económico? Es decir, las propuestas que surgen de las asambleas y que decoran las pancartas más vistosas del movimiento y cuyas ideas salen de los panfletos más viejos del viejo comunismo ¿serían aplaudidas por la mayoría? ¿Estarían todos de acuerdo en decir “abajo el capital” o “abajo los bancos” o “fuera la clase política”? ¿Estarían de acuerdo en no denunciar a los violentos porque “no creemos en la policía”, tal como dijo un portavoz del movimiento a Jordi Basté, en la entrevista sobre los hechos del Parlament? Quizás ese es el éxito de los convocantes, que no enseñan demasiado lo que piensan, porque si lo hicieran se quedarían muy solos. Y cuando lo hacen, a veces dan pavor.

(...)

Es un drama el desprecio hacia el Estado de derecho que muestran la mayoría de las ideas que sacan la patita más allá de los tuits. Claro que si el libro de cabecera de los líderes del movimiento es un panfleto abominable que no tiene ninguna propuesta, que suma simplezas y que sólo se mueve por la senda resbaladiza de las consignas, todo está más claro.

martes, 21 de junio de 2011

Para qué sirve una Academia

Serafín Fanjul en ABC

Hace unos años, un ayuntamiento de progreso (el de Cáceres) resolvió, henchido de memoria histórica, corregir un grave entuerto: cambiar el nombre de una calle («Héroes de Baler»), por franquista. Es tiempo perdido rogar a los justicieros iconoclastas que lean el libro de su paisano Saturnino Martín Cerezo sobre los Últimos de Filipinas: ni leen ni les interesan actividades tan poco productivas. En un tiempo más lejano, otro sabio de la misma cuerda, clamaba a voz en cuello por la retirada —por franquista— del escudo de los Reyes Católicos en la fachada de la Real Chancillería de Granada que, como es sabido, data del siglo XVI. Ejemplos de este jaez proliferan de tal modo que, amén de sonrojarnos a los españoles preocupados por nuestra cultura, explican bien el desguace del Archivo de Salamanca, el muy discutible montaje del Museo de América o las maquinaciones para transmutar el Valle de los Caídos en parque temático de la progresía, tomando quizás por guía el Museo de la Revolución de La Habana, o el de Bahía Cochinos, que como modelos museísticos no tienen precio.

Ni la izquierda ilustrada se salva en la presente politización sectaria. No hace mucho, un político de segunda fila, de los que gustan ejercer en las sombras de eternos Fouchés de bolsillo —aunque reputado a diestra y siniestra como genio de la comunicación— inquirió a quien le acompañaba qué era un imponente edificio situado en la madrileña Calle del León. «Es la Academia de la Historia», fue la respuesta, a lo que el prócer mediático filosofó concluyente: «¿Y para qué sirven las Academias?», nunca sabremos si impelido por el ansia, habitual en su partido, de extirpar antiguallas, para reemplazarlas por tipos que exhiben calzoncillos de colorines, o relamiéndose ante la eventualidad de derribar la suntuosa fábrica y recalificar el terreno. Sabe Dios. Pero la pregunta permanece y en estos días de desmesura y sectarismo contra la Real Academia de la Historia, se han lanzado tropeles de periodistas y políticos a repetirla. Y no sólo de la autotitulada «izquierda». La superficialidad frívola con que se ha enjuiciado y condenado en bloque el Diccionario Biográfico, tan costosa y tesoneramente alumbrado —y por ende a toda la institución—, ha sido la tónica predominante en noticieros y tertulias. Periodistas y miembros del PP (cuyos nombres piadosamente omitimos) se han jugado y perdido el respeto que se les pudiera tener: no se puede argumentar de forma tan irresponsable, ridiculizando todo el trabajo: 43.000 biografías, 5.500 colaboradores, doce años de esfuerzo y milagros por parte del director para lograr la financiación, de fuentes diversas, no sólo oficiales. No hablaré de mis modestas aportaciones a la obra, centradas en figuras del siglo XVI, pero sí me consta que todas las personas que conozco, partícipes del proyecto, han trabajado con seriedad y dedicación.

El nuestro es un país contradictorio en el que coinciden lo mejor y lo peor del intelecto humano. Y peligroso, con la ligereza entronizada como norma, por estar todo prendido con alfileres: un incidente inesperado puede torcer gravemente nuestra historia produciendo daños irreparables (¿para qué volver sobre el 11 de marzo?). Una tierra donde cualquier indocumentado se cree sobrado de facultades para exigir lo que sea, sin tener la menor idea de la materia sobre la que pontifica. A veces llegan al Congreso, o incluso, contra toda lógica formal, a un ministerio, con mando en plaza. Y de ahí los destrozos de la era Rodríguez. Piden, reclaman, exigen que se rectifique, se cambie o —de plano— se retire y prohíba el Diccionario Biográfico de la R.A.H., todo, por un concepto («autoritario») utilizado en una biografía (entre 43.000): la osadía es buena compañera de la ignorancia. Vean, por ejemplo, las biografías de Arias Navarro, Carrero Blanco o el coronel Eymar y dejen de decir tonterías sobre franquismo. Me pregunto cuántas veces —fuera de actos protocolarios— estos críticos sobrevenidos y muchos otros del coro de enterados han visitado la Real Academia de la Historia, si sabrán de los 380.000 volúmenes de su biblioteca, de las maravillosas colecciones de manuscritos que atesora y esperan a los pocos visitantes que los buscan; de los trabajos de digitalización; de las colecciones arqueológicas; de los esfuerzos desinteresados de los académicos y de su director.

¿Sabrán del Departamento de Cartografía, del Gabinete de Antigüedades, de publicaciones de altísimo nivel, del Boletín de la R.A.H. (revista científica que va por el tomo 206), de exposiciones, ciclos de conferencias, restauraciones artísticas, colaboración con otras instituciones, presentación de libros, proyectos de investigación (legislación histórica de España; proyecto Testaccio / Amphorae)? O, mirándolo de otra manera, la R.A.H. es un sabroso bocado, como botín que todavía no se controla pero que, con una lumbrera de las habituales al frente, puede irse al garete, bien reconvertido en multicopista de panfletos de memoria histórica, una vez ultimado uno de los reductos de libertad aun no anegados por el control audiovisual.

Desde los prodigiosos días de esperanzas ilustradas en que don Julián Hermosilla, en 1735, albergaba en su casa la primero llamada «Academia Universal» y finalmente creada por Real Orden de 1738 como R.A.H., sus salas, biblioteca, dirección, han acogido a Campomanes, Jovellanos, Cánovas del Castillo, Menéndez y Pelayo, Pascual de Gayangos, Lafuente Alcántara, Menéndez Pidal, García Gómez, Rumeu de Armas… No puedo citar a todos, que me disculpen los excluidos, pero no olvidados. ¿Estarán a la altura de…? Pongan ustedes los nombres de quienes gusten y tanto ven y oyen en televisión. Sólo por educación de cristiano viejo omito nombres, andanzas y perlas filosóficas de quienes dominan nuestros actuales medios de comunicación, donde se acusa al Diccionario de recoger pocas biografías de mujeres (lo cual sólo es un reflejo de la subsidiaria relevancia social que tuvieron en el pasado, afortunadamente superada. ¿Injusto? Mal estuvo, pero fue así: ¿habrá que inventar biografías de cuota?). Han llegado a tirar por tierra toda la obra reduciéndola a un corta y pega arbitrario y absurdo de fotocopias fragmentarias. ¿Tienen la menor idea estos arrojados tertulianos de la tarea de conocimiento previo, estudio y selección de fuentes y bibliografía, redacción y por último síntesis que requiere cada artículo? Como con los cacereños de Baler, explicárselo es perder el tiempo.

En una España en que la alta cultura va siendo arrinconada por la banalidad y por una tecnología convertida en un fin en sí misma, como negocio que es, cumple recordar que, tal vez, el principal escollo de la IIª República lo constituyera haber sido propiciada por intelectuales metidos a políticos, en tanto uno de los primeros problemas de la España presente reside en el lamentable nivel cultural de quienes pretenden traer la IIIª.

«Marcia su Madrid»

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Nadie pide para estos profesionales de la indignación un trato como el proporcionado por Azaña a los indignados de Casas Viejas («Ni heridos, ni prisioneros: tirad a la barriga»). Como vecinos de Madrid lo que se pide es igualdad ante la ley, y que un pesado que se establece con una quechua en la vía pública reciba la visita de la policía local con los mismos modales empleados con el caballero que estaciona su vehículo en doble fila. (...) Pero qué deprimente es el espectáculo de los políticos haciendo jerogíficos jurídicos para escaquearse de su responsabilidad en el orden público. Qué deprimente es la visión de un amigo mío: la perrita del alcalde de Madrid y el perro del ciego de Barcelona quedando a solas, como en uno de esos cuentos llorones de Disney, para lamerse las heridas. Qué deprimente es saber que esto va a durar hasta que en las encuestas del CIS no cobren ventaja las fuerzas del progreso.

Tiempo muerto

Tomás Cuesta en ABC

Cada segundo de más Rubalcaba corre el riesgo de ser el candidato de un gobierno definitivamente intervenido. Es decir, sin subterfugios ni visitas de cortesía de la cancillera Merkel y sus ministros. Y eso, Rubalcaba, no lo debería permitir, a no ser que su proyecto consista en sacar a Franco de su tumba y a España, del euro, cosa que, bien mirado, a más de uno en el PSOE le puede parecer algo así como matar dos pájaros de un tiro.

Los indignados y el Tea Party

Edurne Uriarte en ABC

El Tea Party aboga por los recortes de los gastos del Estado y de los impuestos, su segundo gran eje, mientras que los Indignados exigen justamente lo contrario, un Estado que no recorte. Los activistas del Tea Party no quieren pagar más al Estado y los activistas de los Indignados quieren que el Estado siga pagando.

Pocos

Alfonso Ussía en La Razón

¿Por qué han necesitado siete años y medio para indignarse?

(...) Porque se avecina un período de poder político liberal y conservador. La izquierda –lo escribí días atrás–, no sabe perder en las urnas, y este movimiento no tiene otro objetivo que entorpecer la normalidad institucional y social cuando los socialistas, los hacedores del desastre, se vayan a casa. Ahora piden una huelga general. No tengan dudas al respecto. Se convocará pocas semanas después del cambio clamorosamente anunciado. La huelga general inmediata no entra en sus planes. Se enfadarían los que manejan, desde la sombra, el timón de sus rumbos.

Los delitos del 15-M

Manuel Llamas en Libertad Digital

Las manifestaciones convocadas por el movimiento 15-M en Madrid durante este fin de semana terminaron sin altercados de relieve, lo cual ha servido de excusa para reiterar una vez más el espíritu no violento y, por tanto, legítimo, de este tipo de protestas iniciadas a mediados del pasado mayo. En los últimos días, numerosos comentaristas, e incluso políticos, han diferenciado claramente los bochornosos sucesos acaecidos la semana pasada en el Parlamento catalán del resto de movilizaciones y actos desarrollados por este amplio grupo de jóvenes a lo largo y ancho de España, en un intento por distanciar y separar a los violentos del resto de indignados.

Sin embargo, tal diferenciación no ha lugar. El movimiento 15-M ha incumplido la ley desde su mismo nacimiento, incurriendo así, presuntamente, en delitos y faltas de diversa índole. A continuación, las violaciones más flagrantes de la legalidad vigente:

1. El ya famoso 15 de mayo terminó con varios jóvenes detenidos después de que la manifestación convocada por Democracia Real Ya en el centro de Madrid se convirtiera en una auténtica batalla campal contra la policía.

Desorden público: artículo 550 y 557 del Código Penal.

2. Pese a esos incidentes, los indignados volvieron a plantarse en la Puerta del Sol pocas horas después y, una vez ocupada, ahí se quedaron durante semanas, con el consiguiente perjuicio para los comerciantes y vecinos de la zona. Lo mismo aconteció en numerosas plazas y espacios públicos de toda España, desarrollándose también algunos disturbios.

Desorden público: artículo 550 y 557.

3. El 15-M vulneró explícitamente la prohibición de concentraciones y manifestaciones estipulada por la Junta Electoral los días previos a los comicios del 22 de mayo.

4. Más allá del secuestro del Parlamento catalán, los indignados se manifestaron ante el Congreso de los Diputados, así como otros parlamentos autonómicos y ayuntamientos durante sesiones ordinarias y la toma de posesión de los nuevos cargos políticos.

Delito contra las instituciones del Estado: artículo 494, 496, 497 y 498.

5. Insultos a miembros de la Corona: artículo 490.

6. Cercar la vivienda de Alberto Ruiz Gallardón y Rita Barberá (domicilios privados): artículo 202 y 557.

7. Ocupar establecimientos comerciales y sedes: artículo 202 y siguientes.

8. Impedir desahucios: artículo 544, 550 y 557.

9. Agresiones y amenazas de distinta índole: faltas de distinto calibre.

10. Esos y otros ejemplos evidencian la naturaleza violenta e ilegal que anida en el propio seno del movimiento 15-M. Sin embargo, más allá de estos presuntos delitos cometidos desde que comenzó la ocupación de Sol destaca un hecho que, si bien no es delictivo por no estar tipificado como tal, supondría un auténtico crimen económico de llevarse a término. Y es que, el conjunto de propuestas y el rechazo al Pacto del Euro que pretenden imponer los indignados garantizaría, pura y simplemente, la quiebra de España a corto plazo.

Russian Red en el coche celular

Cristina Losada en Libertad Digital

Desde Münzenberg, el genio propagandista del Kremlin y la Komintern, valga la redundancia, la cultura es de izquierdas por definición, y ahora que la cultura carece de definición, lo más granado de esa cáscara campa en las fincas del espectáculo. No se podía tolerar desviación tan flagrante. Quien rompe filas ha de recibir su merecido. De las entrañas de la Lubianka de papel surgió un aviso en forma de reportaje. Su literalidad importa poco; lo importante era convertir a R.R. en pasto de polémica y señalar con el dedo al bicho raro. Que nadie se desmande, mira lo que puede pasarte. Intimidación, creo que se llama.

Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa

José García Domínguez en Libertad Digital

Es el desempleo crónico de la carne de contrato temporal, los jóvenes, quien asegura la estabilidad de la clientela de Toxo y Méndez durante las crisis. Así, la aparente paradoja que no es tal: unos sindicatos que se dicen de izquierdas, combatiendo con furia contra la igualdad jurídica, no en nombre de la revolución sino en el del más reaccionario de los corporativismos. Aunque lo peor es que esos apparatchiki sindicales, a fin de cuentas simples funcionarios en nómina del Estado que los mantiene, no resultan ser los que en verdad bloquean toda tentativa de cambio. Ni ellos ni tampoco sus patronos, los políticos. La España profunda al completo, indignados miopes incluidos, es quien se empecina, medrosa como suele, en que nada sustancial mute. Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa.

11-M, seguimos queriendo saber

Editorial de Libertad Digital

Los mismos que querían saber horas después del atentado han pasado dos legislaturas sin interesarse lo más mínimo en investigar el cómo, el por qué y el quién de una tragedia nacional que precedió su ascenso al poder.

(...)

Si el PP quiere que sus promesas sean creíbles, debería desclasificar todo lo relativo al 11-M en cuanto llegue al poder. Porque, más allá de las derivaciones políticas e históricas que los atentados han tenido para toda la nación, es una cuestión de justicia elemental aclarar todo lo posible los hechos acaecidos en Madrid durante aquella fatídica jornada.

lunes, 20 de junio de 2011

El odio

Juan Manuel de Prada en ABC

Empezaron a insultarme por la calle hace casi un par de años, coincidiendo con la época en que mis apariciones en tertulias radiofónicas o televisivas eran «glosadas» en ciertos programuchos o checas mediáticas que, bajo la coartada humorística, se dedican a exaltar el odio; y, aunque dejé de aparecer en tales tertulias, seguí probando los frutos de esa exaltación. Yo estaba acostumbrado a que me insultasen en las cloacas de internet, donde la mezcla de anonimato y encono ideológico (salpimentado con una dosis sulfurosa de odium fidei) favorece este tipo de desahogos sórdidos; pero que te insulten por la calle es una experiencia de otro orden. Quienes te insultan en internet no hacen, a fin de cuentas, sino evacuar una frustración personal que la clandestinidad adereza de coprolalia y espumarajos; en cierto modo, tales insultos son como las inscripciones obscenas que uno se tropieza en las paredes de un retrete público. Pero quienes dejan inscripciones obscenas en un retrete público no van por la calle profiriéndolas a gritos; para que ese salto se produzca hace falta que alguien los estimule y jalee. Quienes te insultan por la calle lo hacen porque otros antes te han señalado como una presa fácil, porque otros antes te han convertido en un guiñapo risible, en un muñeco de pimpampum, en un monigote de verbena al que se puede escupir y pisotear. Quienes te insultan por la calle ni siquiera lo hacen movidos por un odio personal, sino porque detectan en el aire un «odio ambiental» que ampara su machada. Muchos de los que me han insultado por la calle lo han hecho de forma jocosa y festiva, como si de este modo ratificaran su pertenencia a una tribu, como si de este modo pudieran luego pavonearse orgullosos ante los amigotes: «¡Pues yo a este tío del que se descojona nuestro chequista favorito lo insulté el otro día por la calle!».

El prototipo de mi insultador es un joven, un poco fiambre ya —lo que Machado denominaba «mozos viejos»—, a quien seguramente la vida no le ha sonreído demasiado, que languidece en el paro o sobrevive con algún trabajo basura; y que mata el tedio o la desesperación riéndole las gracias a los chequistas mediáticos. Un prototipo mucho más abundante de lo que a simple vista parece, que ya no se puede calificar propiamente de «marginal»: el producto de un modelo social en quiebra, a quien se ha atiborrado de «derechos y libertades», mientras se le prometía un reino de Jauja ilusorio; y que, tras descubrir que tal reino no existía, se ha encontrado con una plétora de «derechos y libertades» inútiles que, por fermentación, acaban convirtiéndose en indignación biliosa. Lo natural hubiese sido que tales jóvenes, un poco fiambres ya, hubiesen vomitado esa indignación biliosa sobre los causantes de su infortunio. Pero los causantes de su infortunio, muy previsores, hallaron el modo de desviar esa indignación hacia quienes ninguna culpa teníamos. A fin de cuentas, tales jóvenes, algo fiambres ya, eran carne de ingeniería social, alimentados con los residuos radiactivos de un progresismo de recuelo aderezado de atavismos anticatólicos; bastaría, pues, señalar, escarnecer, caricaturizar, desde cualquier checa catódica, a unos cuantos chivos expiatorios que osasen contrariar los postulados de la ingeniería social en boga. A mí me incluyeron en el número de los chivos expiatorios; y desde entonces me empezaron a insultar por la calle. Pero no se exacerba el odio impunemente; algún día quienes lo indujeron, exaltaron y jalearon serán devorados por él.

Bildu en Munich

César Vidal en La Razón

En 1995, establecieron contacto conmigo unos periodistas alemanes, que deseaban elaborar un reportaje histórico sobre el nazismo. Conocían mis libros sobre el Holocausto y también les había llegado la noticia de cómo varios grupos de neo-nazis se dedicaban a romperlos en librerías y a amenazar a los que los tenían expuestos en el escaparate. El resultado fue un reportaje de cierto interés, aunque lo más importante para mi fue el conocimiento de la experiencia familiar de aquellos dos profesionales. Sobre una de ellas, no escribiré hoy, pero en la otra me resulta obligado detenerme. Cuando los nazis llegaron al poder en Baviera –el primer land que se les sometió con una facilidad pasmosa– comenzaron una purga a fondo que dejó de manifiesto lo que iba a suceder en el futuro si su dominio se extendía sobre toda Alemania. Es verdad que Baviera era una tierra tradicionalmente católica, pero semejante circunstancia no impidió que la mayoría de sus habitantes se identificaran entusiasmados con el nacional-socialismo. Hitler había sido bautizado en la iglesia católica; había estudiado en un colegio religioso; se llenaba la boca hablando de un «cristianismo positivo»; estaba resuelto a frenar la amenaza comunista y, sobre todo, insistía en liberar a Alemania de las injusticias impuestas por sus opresores. Es verdad que también era antisemita, pero, en primer lugar, en aquella época sólo Hitler tenía en mente el gas para exterminar en masa a los judíos y, en segundo lugar, no se había promulgado aún la Declaración Nostra Aetate. Que un sacerdote –no digamos ya un fiel de a pie– apoyara el nacional-socialismo no era extraño aunque tampoco fue la regla general. El abuelo del periodista era un bávaro que pertenecía a un pequeño partido católico con cierta inquietud social. Los nazis –que no estaban dispuestos a tolerar aquella disidencia por muy piadosa que pudiera ser– llevaron a cabo una purga de dimensiones descomunales al apoderarse del ayuntamiento de Munich. O se estaba con el mito de la sangre y el suelo o se entraba en el bando de los amedrentados silenciosos o se emigraba. El abuelo del futuro periodista optó por esto último. Decidió, de hecho, marcharse a España, una nación tranquila y católica, en el sur de Europa donde, en apariencia, no iba a suceder nada. Con creciente inquietud, fue comprobando cómo los nazis, a los que se había dado rienda suelta desde las más altas instancias del estado, saltaron del poder municipal al federal y de éste a tomar Alemania entera. No dudó entonces de que la República de Weimar estaba muerta y de que, más pronto que tarde, estallaría una nueva guerra. No se equivocó. Tampoco encontró el sosiego. El cónsul alemán de Málaga, donde se había asentado aquel católico exiliado, era un nazi convencido. Desde 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, hizo todo lo que estuvo en su mano para amargarle la existencia, algo que se vio limitado sólo porque el refugiado se había casado con una española, era una persona decente y además católico. Dios sabe qué hubiera podido sucederle de no darse alguna de esas circunstancias. Porque lo cierto es que los nacional-socialistas nunca se integraron en el sistema. Sólo lo fueron tomando para proceder después a su aniquilación. La realidad es que así actúan siempre. Lo mismo si gobiernan Munich que San Sebastián.

¿Indignados contra quién?

Iñaki Ezkerra en La Razón

Resultaba antes extraño que en un país con cinco millones de parados no saliera nadie a la calle a protestar contra el primer responsable de esa situación, que es el Gobierno. Y resulta extraño ahora que, cuando por fin alguien se decide a hacerlo, su protesta sea tan evanescente, tan diluyente, tan delicuescente y se dirija contra el Gobierno casi por compromiso, metiendo en el mismo saco de las responsabilidades a los bancos, a toda la clase política, al sistema y a la propia oposición, esto es, echando balones fuera, desactivando la propia protesta, esparciendo la culpa y, a la hora de la verdad, exculpando al principal culpable. Nunca unos «indignados» se indignaron tan poco contra quien debían, y esto es lo realmente sospechoso de este movimiento al que ayer sólo le faltaron los globos de colores para manifestar un conformismo que está en su raíz, aunque adopte la forma de rebelión. Los «indignados» de ayer reivindicaban puntos que suscribiríamos la mayoría de los españoles, pero les añaden unas dosis de utopismo izquierdista que hacen su protesta ineficaz. Porque, si el Gobierno no ha estado precisamente a la altura de esta crisis, su inoperancia llevaba la bandera de la izquierda, y ha sido la izquierda de este país la que lo ha apoyado; la que ha quedado, con ello, descalificada para marcar el camino de la solución y la recuperación.

Rebeldes

José Carlos Rodríguez en Libertad Digital

Es una indignación contra la sociedad precisamente porque no les da todo lo que quieren. Una indignación infantil, por tanto, propia de una sociedad infantilizada. Hemos permitido que prevalezca una ideología que da por hecho que debemos recibir lo que queramos de los demás y que, en un tropo ingenioso y vil, considera esta actitud menesterosa y mendicante el colmo de la rebeldía. ¿Qué rebeldía es esa, que sólo sabe exigir de los demás y nunca de sí mismo? ¿Qué rebeldía parte de aceptar la ideología mayoritaria y erigirse en sus principales defensores? ¿Qué rebeldía puede enarbolar alguien que no ama la vida tanto como para querer agarrarla con sus propias manos? ¿Cómo se puede ser rebelde y pedir a los políticos que sean aún más poderosos? Es una rebeldía como esta: Una portavoz de la acampada ha dicho que ellos tienen un problema de imagen, y que el Gobierno debería resolverlo. Su problema es la imagen. Y debe resolverlo ¡el gobierno!

Marcel Gascón ha dado en el clavo al mirar a los indignados desde las lentes de Ayn Rand: "Su discurso utópico y falto de rigor es el que está llevando al colapso el sistema. Su desprecio de la legalidad y el de quienes deben hacer cumplirla una bomba para el Estado de Derecho. Para la única posibilidad conocida de libertad, seguridad y prosperidad". En una sociedad libre estamos frente a nuestro futuro, con sus azares e incertidumbres, con la única seguridad de que se nos respetará nuestra vida y nuestra propiedad, y sólo la prosperidad que podamos conseguir por nosotros mismos. Y eso es, para estos pedigüeños rebeldes, aterrador.

El despropósito económico de los indignados

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

Si no aceptan ni recortes en el gasto público, ni aumentos de ciertos impuestos como el IVA o Sociedades (en esto, vaya, sí coincidimos), ni una reforma del mercado laboral que se cargue los convenios colectivos para permitir que vuelvan a surgir oportunidades de negocio, ¿cómo pretenden que salgamos de ésta? Sí, de ésta, porque por si alguien no se ha dado cuenta, estamos al borde de la suspensión de pagos.

Recapitulo por si hay algún despistado indignado: los países periféricos, Grecia y España entre ellos, tienen un déficit público de alrededor del 10% del PIB. Eso significa que los impuestos que abonan sus ciudadanos no dan para cubrir los desproporcionados gastos de sus Estados niñera y metomentodo. De ahí que sean los ahorradores extranjeros –esos especuladores canallas que tan poco les gustan– los que nos estén prestado su dinero para que sigamos gastando por encima de nuestras posibilidades. Pero ojo, si nos lo prestan es para que se lo devolvamos algún día –normal, ¿no?–, y para devolvérselo tenemos que abandonar el déficit y amasar un cierto superávit. Mas, ¿cómo generar un superávit si, siguiendo las propuestas de los indignados, el Estado no puede ni reducir gastos, ni aumentar impuestos ni liberalizar la economía?

Mal asunto, sin duda. Entre otras cosas porque si los ahorradores internacionales se convencen de que no vamos a poder pagarles –idea a la que los indignados están contribuyendo notablemente–, dejarán de prestarnos ese 10% del PIB que actualmente nos están prestando. ¿Y qué significaría eso? Pues que ya podemos olvidarnos de tímidos y progresivos ajustes en el gasto público: de golpe y porrazo, habrá que meterle un tajo del 25% a nuestro gasto público (que a eso equivale el 10% del PIB que se nos está prestando). ¿Se lo imaginan? Pues eso es lo que conseguiremos haciéndoles caso a los indignados.

Y es que, al cabo, puestos a indignarse, ¿no sería más razonable hacerlo contra los políticos y el sistema económico –Estados enormes, un muy intervenido sistema financiero y relaciones laborales tomadas por los sindicatos– que nos han abocado a esta desesperada situación? Parece que no: lo que les indigna no es que hayamos malvivido una década de prestado, sino que ahora toque darnos un baño de realismo y comenzar a pagar nuestras deudas.

Socialistas neoliberales

Carlos Rodríguez Braun en Libertad Digital

Lo contrario a la lógica y a la libertad es concluir, como Irene Lozano: "si los mercados no están controlados por el poder democrático se hurta a los ciudadanos el autogobierno en asuntos económicos". Pero los mercados ya están controlados por el poder democrático, como se ve en el gran peso que tiene la política y la legislación en términos de impuestos, tasas, cotizaciones, regulaciones, prohibiciones, multas y un sinfín de intrusiones en la vida de los ciudadanos. Es precisamente ese control lo que hurta a los ciudadanos su autogobierno.

La izquierda carpetovetónica

José García Domínguez en Libertad Digital

No es que España sea de izquierdas, es que la izquierda sociológica, pese a sí misma, resulta ser profunda, castiza, arcaica, carpetovetónicamente española; española en el peor sentido de lo español. Por algo, desoladores, los resultados del sondeo del CIS a propósito de ese simulacro que luego darían en llamar reforma laboral. "¿Estaría usted de acuerdo con que se abaratara el despido si ello estimulara a los empresarios a crear más empleo?", se inquirió a los compatriotas de ese cuarenta por ciento largo de jóvenes condenados en sentencia firme al desempleo estructural. "No", fue la respuesta casi unánime de los encuestados.

Huelga decir que se trataba de los mismos que, ya indignados, vuelven a decir no, esta vez al pacto del euro, en calles y plazas. Al respecto, el empecinamiento del macizo de la raza en repudiar cualquier relación de eficiencia con la realidad nos abocaría a dos únicas salidas. Y es que, extramuros del euro, solo restan la peseta y el rublo. Retornar al aislacionismo tardofranquista con un revival de los billetes de veinte duros y el arancel Cambó. O romper con el mercado y avanzar con paso firme hacia el siglo XIX de la mano de Cuba y Corea del Norte. Porque ninguna tercera vía hay distinta de aquel mamotreto ful de Anthony Giddens que mora cubierto de polvo en las librerías de lance. ¿Izquierda antisistema, el 15-M? Pero si es la Vetusta de Clarín tras levantarse de la siesta.

Extremadura, la puntilla del PSOE

Editorial de Libertad Digital

En unos días, extremeños, asturianos, castellano-manchegos, cántabros, baleáricos y aragoneses se habrán librado en sus regiones del nefasto mando de los socialistas. Falta ahora que todos los españoles podamos zafarnos del Ejecutivo más devastador, desacreditado e impopular de la historia de nuestra democracia.

domingo, 19 de junio de 2011

Ninguna necesidad de cultura

José Jiménez Lozano en La Razón

Un hombre no es cualquier cosa, y Ernst Jünger ha escrito con toda la razón del mundo, ante la afirmación siempre solemne de la posibilidad de la existencia de hombres en otros planetas, que quienes eso dicen no saben, desde luego, lo que es un hombre o no quiere que los hombres lo sean. Así son las cosas, y cada uno de nosotros, enfrentado a su fragilidad, pero también a su esperanza, sigue tratando de nombrar el mundo con palabras, de entenderlo, y asumirlo. Por la memoria, sabe que es el mismo del pasado, que los muertos fueron hombres, y, por la palabra y la memoria, sabe también que hay más realidad que la realidad de lo dado; que su mente puede ser esclarecida y el corazón conmovido por una palabra pronunciada y escrita hace siglos, y que él mismo puede ser hecho hombre realmente por esa palabra. La simbolización de la realidad, es verdaderamente en lo que consiste el hecho cultural, y su transmisión de una generación a otra resulta un dato objetivo de la constitución de lo humano. Y esto es precisamente lo que todos los montajes totalitarios han tratado y tratan de evitar a través de planes de educación e industrias culturales oportunas, como las llamadas «ciencia y cultura para el pueblo», ya ridiculizadas en «Bouvard y Pécuchet» de Flaubert, o criticadas con tanto amargor y lucidez por Simone Weil, porque constituyen la humillación del hombre, y su deconstrucción y desprecio. Así que todo está entonces en que esto nos importe o no, porque, si no nos importa, entonces, es cuando el saber no se necesita para nada, y «suerte has de tener, que de saber no has menester». Ya queda todo claro.

La estupidez

José María Marco en La Razón

En una de las asambleas de la Puerta del Sol, la gente escuchaba absorta cómo un indignado aseguraba que a los seres humanos –incluido a él y a los que allí estaban, sin duda– nos controlan unos seres que habitan el espacio exterior. Los asistentes aplaudieron levantado los brazos y moviendo las manos, uno de los signos de identidad de la Indignación, copiado, al parecer, de lo que enseñan a hacer a los pobres niños en las guarderías. Uno de los elementos menos comentados de todo este asunto es la infinita, la insondable oleada de estupidez que se nos ha venido encima. Está relacionada, por una parte, con la apoteosis de un modelo cultural vigente durante décadas y, por otro, con las famosas redes sociales. La estupidez forma parte de la naturaleza humana. Hasta ahora estaba reprimida, en el conjunto de la sociedad, o limitada en su cultivo de las vanguardias artísticas e intelectuales. Gracias a estas últimas –basta visitar un museo de arte contemporáneo o asistir a cualquier evento subvencionado– la estupidez ha ido cobrando un nuevo prestigio. Las redes sociales, modelo de democracia instantánea y directa, han hecho lo demás: lo que estaba reducido a una minoría que se complacía en su propia imbecilidad ha pasado a ser algo respetable, digno de emulación. Así que han saltado las barreras con las que los seres humanos intentábamos controlar nuestra irremediable tendencia a la estupidez. Hay quien piensa que el «chabolismo ilustrado» (sic) de Sol es una obra maestra y en cambio hay quien opina que no es digno de lo que ahí se ha escenificado, que sería la ceremonia del origen de la colectividad humana, alienada en el sucedáneo de comunidad que son los centros comerciales… Caín, nuestro gran dibujante de LA RAZÓN, lo ha dicho mejor que nadie: «¡Qué ganas tengo de ser mayor para recuperar mi infancia!».

Ucronía indignada

Ángela Vallvey en La Razón

Antaño, el socialismo creció desganado en España. Aquí molaba más Bakunin, un ruso colectivista y un poco masón partidario del pánico social, los atentados violentos y cierto terrorismo «misterioso» muy a la moda. Bakunin terminó retirándose a Suiza, como todo buen revolucionario, o millonario. En España, lo irónico es que la mayoría de las reformas «sociales» de la época las puso en marcha el partido conservador. El socialismo forense-parlamentario que practicaban los pocos diputados socialistas del XIX se dejó seducir por el anarquismo, mucho más popular… Hoy, el socialismo español le hace guiños al famoso 15-M; y algunos del 15-M agreden a políticos no socialistas. Pero en el siglo XXI, a diferencia del XIX, no hay líderes, sólo cabecillas antisistema. (Por cierto, ¿dónde está Rubalcaba? No me digan que a la cabeza de la «manifa» consuetudinaria…).

Patriotismo alimentario

Alfonso Ussía en La Razón

La pregunta del millón a Pelegrí que te vi es la siguiente: ¿le molestaría igual que un consumidor catalán pidiera una botella de Burdeos o de Borgoña? Que responda Pelegrí que te vi. ¿Se permitiría a los ciudadanos catalanes o residentes en Cataluña consumir caviar iraní o ruso, o tan sólo se prohibiría el de Riofrío, Granada, que sale buenísimo? En cuanto al pescado, ¿sólo se admitirían los peces del Mediterráneo? El Mediterráneo, el mar sabio y cultural, el mar de las civilizaciones, el «Mare Nostrum», es bellísimo y cambiante, pero da unos percebes que parecen alfileres de modista. ¿Prohibidos los percebes gallegos? ¿Y las anchoas de Santoña? ¿Y las morcillas de Burgos? Tanta buitifarra cansa y hace peligrar los límites del colesterol. Pelegrí que te vi, hay que analizarse el colesterol. Y con todos los respetos que me merecen los vinos del Penedés, no existe comparación posible con los de la Rioja o la Ribera del Duero. El patriotismo alimentario que propugna este peculiar merluzo carece de buen fin. El mejor cliente de Cataluña es el resto de España. De imponer tan ridícula restricción, y si el resto de los españoles actuaran de manera similar, el negocio agrícola, ganadero y de alimentación de Cataluña se rompería los piños en el primer encontronazo.

La crispación de la izquierda

Editorial de ABC

Es lamentable que incluso ante actos tan inaceptables como las agresiones físicas y verbales a los parlamentarios catalanes, todavía haya sectores supuestamente democráticos de la izquierda política y cultural que no dudan en alternar condenas y comprensiones hacia estos actos de violencia.

Lo que era un queja social, ahora es una protesta que amenaza violencia y, por tanto, se ha convertido claramente en un problema de orden público. La responsabilidad política de lo que hoy suceda o deje de suceder será del Gobierno y, en particular, del ministro del Interior.

(...)

Cada vez resulta más evidente la sincronización de estos movimientos de protesta con la crítica situación de la izquierda. Nada más oportuno que deslegitimar, justo ahora, el sistema que ha dado al centro-derecha el poder municipal y autonómico, y que probablemente le entregue el gobierno de la Nación. Es una forma de tensión como táctica electoral, similar a la que defendía un descuidado Rodríguez Zapatero a micrófono abierto. Es otra vez la crispación de la izquierda en las calles.

Mítin de repudio

Antonio Burgos en ABC

Lo que le hizo la chusma al alcalde de Madrid delante de su casa, o lo que le hizo la gentuza a la Duquesa de Alba cuando salía de la constitución del nuevo ayuntamiento de su Sevilla me recuerda exactísimamente la Cuba de los peores tiempos de su dictadura. (Qué tontería acabo de escribir, «los peores tiempos de su dictadura», como si las dictaduras tuvieran algún tiempo bueno...). La escena de la casa de Ruiz-Gallardón cercada por las turbas que insultaban hasta al perro que sacaba a pasear, o la Duquesa de Alba perseguida y acosada por la horda camino de Dueñas podían haber tenido por escenario perfectamente La Habana de 1980, cuando el Éxodo del Mariel. Fidel Castro consintió en aquella operación que por el puerto del Mariel salieran por barco los cubanos disidentes y alcanzaran las costas de Florida. Ocasión que cuentan las crónicas que aprovechó Castro para quitarse también de encima a muchos delincuentes comunes, vaciando las cárceles, en las que hizo una limpia, exportando indeseables, rateros y carteristas a Florida y aumentando notablemente en aquellos días la peligrosidad callejera en el Gran Miami.

Pero antes de que los cubanos que ansiaban la libertad emprendieran viaje desde La Habana a Mariel para tomar el barco, sus vecinos les daban la despedida. Se repitieron entonces los llamados «mítines de repudio». Cuando los activistas del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) instalado en cada manzana, donde los residentes de guardia hacen de vigilantes y delatores de sus propios vecinos, se enteraban de que un ciudadano poco adicto al régimen tenía pensado juannajarse a Florida, inmediatamente le organizaban un «mitin de repudio», convocado con fecha y hora en todo el barrio, y eso que entonces no había redes sociales. Y allá que acudían todos, con cacerolas y silbatos, con pancartas, a gritar, a vociferar, a llamar «gusano» y «contrarrevolucionario» al vecino disidente, cuando no a zarandearlo y agredirlo, si osaba desatrancar la puerta de su partidito y dar la cara ante los indignados profesionales de la estricta observancia de la dictadura.

Las impunes algaradas de estos días me han recordado los habaneros mítines de repudio del castrismo. Ha sido el viejo modelo comunista aplicado en España. Tan viejo como esos progres sesentones de la coleta canosa y la mugre, que se ha demostrado en la Puerta del Sol que no conocen avances de la civilización cuales el agua y el jabón verde. En los españoles mítines de repudio de estos días han usado los mismos métodos, las mismas consignas, las mismas tácticas. La misma gentuza. La misma chusma, chusma, chusma, como dice mi amigo el exiliado pintor habanero José Miguel Rodríguez.

Con una gravísima diferencia: Cuba era en 1980, cuando aquellos mítines de repudio, tan dictadura como ahora. Pero España es ahora bastante menos democracia que entonces, cuando en 1980 gobernaba la UCD. Nunca hemos padecido una generalizada impunidad de delincuentes como ahora. Nunca el Estado se ha cruzado de brazos de esta forma para dar vía libre a la canalla, en vez de proteger a las personas de orden y al propio sistema democrático. ¿Están ensayando acaso un Gran Mitin de Repudio, como ya hicieron tras el sangriento 11-M, contra una derecha predestinada a ganar las próximas elecciones generales y las autonómicas de Andalucía? Mucho me lo temo. Es demasiado burdo el catecismo del agit-prop que aplican para utilizar y manipular a las hordas. Tanto, que se les han ido de las manos.

Campamentos

Jon Juaristi en ABC

Tras la fiesta, la guerra, nada nuevo. Se levanta el campo y empieza la bronca ubicua, porque toda la ciudad se convierte en campo de batalla, escenario de una impugnación del consenso que ya poco tiene de lúdica: lo que el Gobierno se negó a ver en el arrobamiento primaveral de la acampada de Sol, con sus connotaciones circenses de carpa y actividades de ludoteca. No digo que un ministro de Interior deba haberse empollado todos los clásicos del arte de la guerra, desde Sun Tzu a Maquiavelo, pero, al menos, necesita tener claro lo que significa acampar en el centro. En la antigua Roma, el Senado no permitía a las legiones levantar sus tiendas dentro de la ciudad, porque veía en ello el acto instaurador de una dictadura militar. Para acampar, como su nombre indica, está el campo. Si alguien acampa en la ciudad es para desafiar al Estado e imponer un contrapoder en el espacio público. Lo han hecho los insurgentes egipcios, pero quienes se esmeraron en este tipo de operaciones desde finales de los años noventa fueron los zapatistas, que convirtieron el Zócalo de Ciudad de México y sus alrededores en un campamento permanente. Es obvio que derribar un gobierno en México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, resulta más difícil que hacerlo en Egipto, pero la merma y el deterioro del poder central a causa de un asedio interminable desde la calle se ha traducido en una pérdida del control del territorio en beneficio de los cárteles, y sería sencillamente estúpido negar que las estrategias del zapatismo y del narcotráfico hayan sido, por lo menos, concurrentes.

¿Mal menor o mal mayor? La guerra, como violencia generalizada, constituye, por supuesto, el mal mayor. Este principio no lo ha descubierto Pérez Rubalcaba. Lo han sabido todos los grandes estrategas, desde el mencionado Sun Tzu, pero ninguno de ellos —a diferencia del todavía ministro de Interior del actual gobierno—, lo utilizó para justificar la pasividad. Por el contrario, los males de la guerra se evitan conociendo al enemigo, tomando sus ciudades con el mínimo coste posible en vidas propias y ajenas e impidiéndole acampar ante tus narices. Dicho de otro modo, empujándole a los bosques. En este caso, el Gobierno no tenía ni idea del sesgo del movimiento que se estaba preparando antes del quince de mayo, con la colaboración y simpatía del progresismo en todas sus variantes. Les habría bastado prever la que podía montarse con la difusión estúpida de una categoría imaginaria, la de los indignados, que tiene un atractivo incluso superior a la de víctima como propuesta de identificación colectiva, porque las víctimas necesitan demostrar un agravio real para ostentar la condición de tales, mientras la indignación es algo tan subjetivo que pueden compartirlo todos los que se sienten perdedores, desde el ultimo perroflauta hasta don Gregorio Peces-Barba. El desconocimiento total del enemigo explica el escandaloso desconcierto del Gobierno ante el desafío de una histeria antidemocrática de masas que creyó poder rentabilizar como en su día lo hizo con el movimiento del «no a la guerra». La acampada de Sol era exactamente lo contrario, un conato de guerra civil bajo su apariencia festiva.

Cobertura

Manuel Vicent en El País

Imagino qué habría sido de nuestra cultura si los dioses del Olimpo hubieran tenido un móvil. Aquellos héroes facinerosos cuyos crímenes y pasiones fueron estelares se habrían convertido en unos horteras hablando de catarros, operaciones de vesícula, negocios de parcelas o de modelos de bañador y de zapatillas. Si Penélope, la de Ítaca, que tejía y destejía una inexorable manga de jersey esperando al marido hubiera tenido un móvil la Odisea se habría convertido en un chismorreo diario, ella preguntando cada media hora donde estás y Ulises contestando cualquier bobada, obligado a navegar al Hades, latitud de la eterna bruma solo porque allí no había cobertura. La palabra red ya lleva incluida una idea de trampa para estorninos. Frente a la posibilidad de estar siempre expuesto a ser cazado por esa araña social, al llegar a un espacio donde no es posible recibir una llamada se tiene una sensación similar a la de aquellos exploradores que se sentían libres al desembarcar en una playa virgen solos bajo el sonido de cotorras auténticas, no humanas.

sábado, 18 de junio de 2011

Russian Red no gusta a los "reds"

Dice Nacho Vegas: "Cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón". Otro que no se entera de que la situación en la que se encuentra España es debida, en su mayor parte, a un Gobierno de izquierdas. Un Gobierno que ha puesto su ideología por encima de los intereses de todos los españoles. Un Gobierno que ha derrochado el dinero de todos cuando las vacas estaban obesas y que ha seguido derrochándolo después de que se quedaran en los huesos, dejándonos apenas la leche. La mala leche. Un Gobierno de izquierdas que ha dejado España hecha unos zorros. Como todos los Gobiernos de izquierdas que los españoles hemos padecido. Por no hablar de otros países. Y ante estos resultados, cabe preguntarse qué hay que ser para declararse de izquierdas. ¿Inteligente? (Obviemos lo del macho cabrío.)

Estas tolerantes declaraciones del señor Vegas son una opinión sobre otras de Lourdes Hernández (Russian Red), en las que ésta decía ser de derechas. ¡Sacrilegio! Acabaremos con una de sus canciones. Porque nos gusta y porque tiene derecho a ser de izquierdas, de derechas, de centro o de lo que le salga de las narices. No Past Land, se llama la canción. En esta land si que hay past. Y memoria. Por un tubo. Pero, eso sí, sólo para lo que nos interesa.

Gregarismos que matan

César Alonso de los Ríos en ABC

El fino juicio que dio Eugenio D´Ors sobre el «gregarismo» en una de sus «glosas» no fue una intuición sino el fruto de terribles experiencias. «Mucho se ha hablado contra los rebaños de carneros —escribió— pero ¡hay que ver las desbandadas de los carneros!». Obviamente aludía a la Semana Trágica, a Asturias, a la Guerra Civil… Españolitos gregarios se decía todavía ayer, mientras seguía creciendo el paro hasta los cinco millones. Y, de repente, los carneros dejan de serlo. En tan sólo unos días surge un movimiento poderoso, llamado 15-M, sobre el que los analistas parecían estar al cabo de la calle. Es obvio que cada uno trata de explicarlo como Dios le da a entender: unos a partir de sus temores, otros a partir de sus esperanzas y algunos a partir de sus obediencias políticas. Algunos chicos de Rajoy ven el largo brazo de Rubalcaba, el deus ex machina, lo que es una forma de mantenerle como número uno. Cayo Lara desciende a la calle y se lleva el trato vejatorio del listillo. Más cauto, Llamazares apuesta por el 15-M desde el sillón. Nines Maestro, que ahora va por libre, quiere convertirse en la reina del palé. Pero ¿acaso los reventadores de Barcelona tienen algo que ver con los «indignados»? Esta «kale borroka» que habla en castellano y que no quiere elecciones es la vuelta de la histórica muchachada lerrouxista y un argumento poderoso para que Artur Mas detenga de momento su marcha independentista y su enfrentamiento con el PP. Bien mirado para CiU Badalona es un dique contra el moro y a favor de la limpieza étnica de Cataluña… El final del gregarismo, en forma de 15-M en Madrid y Valencia y de «kale borroka» en Barcelona, ha hecho olvidar a la sociedad española el peligro real, la consolidación de Bildu en el País Vasco. Mientras se planteaba el desmantelamiento de la Puerta del Sol, el brazo civil de ETA tomaba las instituciones vascas y navarras. ¿Seguirán opinando algunos avispados que ETA «está en las últimas»?

Autoridades y autoritarios

Tomás Cuesta en ABC

No existe auctoritas en este país nuestro a la deriva, donde por no existir no existe ya ni Estado. Y hay un fondo de verdad siniestra en la confusión que Rubalcaba exhibe entre «autoridad» y «autoritarismo». Sólo la dignitas puede distinguir entre ambos. Sólo la dignidad de los representantes políticos hace, en una democracia, legítimo y necesario el uso justo de la autoridad. Los autores del Diccionario de Autoridades —el primero y mejor de los de lengua castellana— no se engañaban cuando, en 1726, definían la autoridad como «excelencia, representación, o estimación adquirida, o por la rectitud de la vida y eminencia de la virtud, o por lo respetable de la nobleza y de la edad, o por lo grande de la sabiduría, poderío, honor y otros títulos que hacen a uno digno». Sin dignitas, autoridad y autoritarismo son lo mismo: así sucede en el mundo de Rubalcaba.

España, Comuna Indignada

Pablo Molina en Libertad Digital

Después de ocho años soportando a Zapatero, España está suficientemente preparada para dar un salto de calidad en términos democráticos y constituirse en Comuna Indignada, nueva forma de gobierno que los señores del 15-M han desarrollado en los aledaños de la Puerta del Sol y que finalmente ha mostrado todo su potencial a las puertas del parlamento catalán.

Cataluña, región española siempre en la avanzadilla de la posmodernidad, ha ofrecido al mundo entero un primer esbozo de esta otra forma de hacer política que, muy probablemente, va a ser la tónica general en España en cuanto los socialistas abandonen el poder.

Rubalcaba, que a estos efectos es el que decide, está muy complacido con las actividades superdemocráticas de los indignados del 15-M, aunque haya tenido que pasar el sofoco de ver cómo los Mozos de Escuadra, auténticos genios del vergajo, sacudían el polvo de las rastas a los integrantes más conspicuos del frente catalán, el más activo en cuanto a indignación se refiere. En respuesta a "la opresión del sistema", un comando suicida de los Indignats intentó en una operación relámpago hacerse con el perro lazarillo de un diputado invidente, de CiU por más señas; y no atacaron a más diputados porque sus señorías no tienen por costumbre ir al parlamento tocando la flauta, dulce o travesera, que si no la cosa podría haber derivado en una verdadera escabechina.

Si esto es lo que hacen los jóvenes indignados cuando gobiernan los suyos, qué no harán cuando manden los farcistah o faxistas, que es como se pronuncia "PP" en la meseta y en las zonas norte y mediterránea, respectivamente. Es fácil imaginar a Rubalcaba relamiéndose de puro placer ante la perspectiva de poder dirigir desde los micrófonos de la cadena amiga las oleadas megademocráticas del pueblo contra La Moncloa, cuando esté Rajoy en ella, para protestar por los recortes sociales de una derechona que sólo piensa en la banca y las multinacionales.

Y no es que vaya a haber recortes a muy corto plazo, sino que apenas va a quedar tela presupuestaria que recortar, a tenor de la prodigalidad con que los socialistas han despilfarrado los presupuestos locales, autonómicos y estatales antes de dejar el poder, otra marca de la casa del socialismo español, para desgracia del país.

Hará bien el PP de Mariano Rajoy en prepararse para esta nueva forma de hacer política extramuros de los parlamentos oficiales, que es lo a lo que parecen aspirar los varios miles de indignados de carné que llevan la voz cantante en este movimiento callejero, porque si Rubalcaba está a favor... es difícil que el proceso pueda invertirse.

En lugar de debates en las cortes, unos porritos compartidos en la plaza pública y votaciones populares a mano alzada. Si hay que expropiar un vehículo a todos los que tengan más de un coche, lo de autorizar la okupación de todos los inmuebles no suficientemente utilizados, declarar servicio público gratuito el consumo de cerveza o promover el cultivo de marihuana en los jardines públicos se vota... y se envía el resultado a los gobernantes para que obedezcan al pueblo, al fin representado por su clase política.

¿Quién es el pueblo? Pues, naturalmente, la cúpula de los Indignados, que para eso han acreditado una conciencia social fuera de toda sospecha aguantando lluvia del cielo, vergajazos de los Mozos y, lo que es peor, diatribas interminables de las feministas coñazo que andaban acampadas por los alrededores.

Los procesos asamblearios son muy entretenidos si hay un presupuesto público detrás para sufragar los gastos de los principales intervinientes. No es lo mismo pontificar contra el capitalismo en la Puerta del Sol bajo un ídem de justicia que hacer lo propio en un lugar más confortable y mejor acondicionado gracias al maldito capitalismo: verlo implosionar mientras disfrutas de sus ventajas no debe de tener precio.

Con el PP a los mandos del país sólo hay dos posibilidades: o el gobierno de Rajoy se adapta a esta nueva forma de hacer política, transformando una nación antes seria en una Comuna Indignada, o ya se puede ir preparando para una ración abundantísima de la doctrina Rubalcaba. Al lado de la que se está preparando, lo del 13 y el 14-M... una excursión de jesuitinas.

Don Valeriano opta por el paro

José T. Raga en Libertad Digital

Llevamos ya a las espaldas de nuestro flamante minis-tante (contracción de ministro-manifestante) una primera reforma del mercado laboral, que no pasa de ser un papel mojado, que nada aporta a la mejora del mercado de trabajo ni a la condición de los parados como buscadores de puestos de trabajo. Una segunda, cumplido el trámite del Consejo de Ministros, empeora la situación creada por la anterior, pues en este caso insufla vitalidad al cáncer de nuestra economía y de nuestro empleo, que es la intervención sindical en el proceso negociador de los convenios; pero ya dejó entender que él mira por los ojos de los sindicatos (al fin y al cabo son los compañeros de pancarta).

Entre las dos, una disposición a la chita callando por la que se prohíbe en adelante la compatibilidad entre la percepción de una pensión de jubilación y el ejercicio de una actividad profesional; no tiene dinero para pagar y es una forma de ahorrar en pensiones. Pero la pensión es un derecho adquirido por una cotización, no una dádiva del Estado providente.

Y ahora amenaza con subir las cotizaciones sociales y el salario mínimo interprofesional. Es exactamente lo que necesitamos para contabilizar medio millón de parados más en los próximos dos años, o quizá antes. Encarecer el trabajo, señor ministro, no mejorando su calidad, es una forma de reducir su demanda en el mercado. Este principio lo conocen todos los que tratan de ofrecer algo en no importa qué mercado; los ministros no, porque no tienen nada que ofrecer.

¡Que paguen los más ricos!

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

Una de las principales críticas que se dirigen contra el capitalismo es la desigual distribución de la riqueza. Los hay muy pudientes y los hay muy desharrapados, de modo que aparentemente la equidad exigiría que parte de la riqueza de los primeros fuera a parar a los segundos para nivelar las diferencias: al cabo, los acaudalados ni siquiera lo notarían y los más pobres obtendrían suculentos beneficios.

De hecho, éste es en parte el propósito de nuestros modernos Estados del Bienestar y, asimismo, ésta es la receta mágica que algunos propugnan para lograr atajar los déficits públicos actuales sin recortar el "gasto social": recuperar o subir el impuesto sobre el patrimonio y sobre sucesiones, crear un impuesto para las grandes fortunas, gravar con mayor intensidad las rentas procedentes del ahorro... Pero, ¿realmente nos conviene que toda la fiesta la paguen los más ricos? Mejor dicho, ¿qué significa exactamente eso de que "paguen los más ricos"?

Muchas veces –demasiadas– tendemos a simplificar la realidad económica en imágenes o conceptos que nos resulten manejables y que podamos entender. Cuando pensamos en una persona es rica, nos imaginamos de inmediato a un individuo que, cual Tío Gilito, tiene piscinas llenas de oro (o de dinero fiduciario) que le permiten comprar cualesquiera bienes y servicios. La redistribución de la renta, por consiguiente, sería algo tan fácil como arrebatarles unas poquitas monedas de oro a los tíos gilitos para dárselas a los carpantas de este mundo.

El problema es que la estampa no resulta en absoluto realista. Los ricos no son unas personas que tienen muchísimo dinero en el banco, sino gentes que poseen un enorme patrimonio en forma de tierras, inmuebles o, sobre todo en nuestras sociedades capitalistas, participaciones en empresas. Cuanto oímos que Bill Gates o Warren Buffett poseen zillones de dólares, no es que acumulen entre los dos el 99% de todos los dólares en circulación, sino que su cartera de propiedades y empresas (como Microsoft o Coca-Cola) alcanza un valor de mercado de zillones de dólares.

Y, ahora, deténgase a pensar un momento. ¿Por qué Microsoft o Coca-Cola valen lo que valen? ¿Porque tienen ambas un almacén gigantesco repleto de miles de millones de sistemas operativos y de latas de cola? No precisamente: las mercancías presentes de esas compañías son una minúscula parte de su valor de mercado; a fecha de hoy, por ejemplo, Microsoft tiene un valor bursátil de 204.000 millones de dólares y sus inventarios apenas ascienden a 1.000 millones; Coca-Cola asciende a 150.000 millones con unos inventarios de apenas 3.000. ¿De dónde viene entonces el enorme valor de mercado de estas empresas que convierte a sus principales propietarios en los hombres más ricos del planeta?

Pues de los bienes que se espera que produzcan dentro de 5, 10 ó 20 años. Dicho de otra manera, Microsoft, Coca-Cola (y todas las demás empresas) no son valiosas por lo que han producido hasta la fecha hoy, sino por lo que producirán mañana. Es más, me atrevería a decir que ni siquiera derivan su valor de lo que producirán mañana, pues nadie, ni siquiera Bill Gates, sabe qué productos sacará a la venta Microsoft dentro de 20 años (en el caso de Coca-Cola este juicio predictivo resulta algo más sencillo). El valor de las compañías –y por tanto, el patrimonio de los "ricos"– procede de su capacidad para generar, mantener y ampliar un modelo de negocios que sirva al consumidor mejor que sus competidores, esto es, de su capacidad para generar beneficios de manera sostenida a lo largo del tiempo (lo que en términos contables se conoce como "fondo de comercio" o Goodwill).

Por desgracia para los redistribucionistas, esa capacidad de generación futura de beneficios no puede consumirse en el presente (no nos podemos beber los millones de litros de cola que se fabricarán en el año 2025), de modo que para perseguir fiscalmente a los ricos sólo quedan dos opciones: o quedarse con una parte de la renta que su patrimonio genera en el presente o apropiarse directamente de una porción de ese patrimonio (de sus empresas, inmuebles, tierras...).

Lo primero es lo que consiguen los impuestos sobre la renta (IRPF o Sociedades): parte del valor monetario de la producción anual (beneficios, rentas de alquiler, intereses...) se transfiere al Estado y éste presuntamente lo redistribuye entre la población. El perjuicio más evidente de este tipo de tributos es que, por un lado, minoran los recursos a disposición de capitalistas y empresarios, que podrían haber sido reinvertidos en la generación de más bienes futuros de consumo futuros (nos volvemos más pobres de lo que podríamos haber sido); por otro, disminuyen la remuneración que recibe el capitalista por asumir riesgos al invertir y por retrasar la satisfacción de sus necesidades al ahorrar.

Pero acaso resulten más dañinos los segundos tipos de impuestos: los impuestos sobre el patrimonio y las herencias. En este supuesto, si el monto del impuesto supera al de la renta anual generada por el patrimonio productivo, el capitalista tendrá que desmembrar y liquidar parte de ese aparato productivo, socavando así su producción de riqueza futura para los consumidores.

Imaginemos, para entenderlo, que con una caña de pescar podemos recoger 100 pescados al año y que el valor de mercado de esa caña es de 600 pescados. Si consideramos que el propietario de la caña es un rico capitalista comeniños al que hay que esquilmar fiscalmente, podemos imponerle, por ejemplo, un tributo sobre la producción anual de pescado del 50%, de modo que cada doce meses deberá entregarle al Estado 50 pescados. Como consecuencia, el pescador dispondrá de 50 pescados menos cada año para fabricar nuevas cañas e incluso, dependiendo de la magnitud del impuesto (imaginemos uno del 90%), podría llegar a plantearse dejar de pescar.

Ahora supongamos, en cambio, que se aprueba un impuesto del 20% sobre el patrimonio del pescador (sobre el valor de mercado de su caña de pescar), de modo que cada año deberá entregarle al Estado 120 pescados. ¿Cómo podrá hacerlo si su producción anual es de 100 pescados? De ninguna manera: simplemente esos 20 pescados extra que exige el Estado no existen (pues se producirán a lo largo del próximo ejercicio). Como mucho, el pescador podría tratar de vender una parte de la caña con un valor de mercado equivalente a 120 pescados... si es que hay algún otro malvado e insolidario capitalista que tenga ahorrados físicamente esos 120 pescados.

Sin embargo, recordemos que el mayor valor de las empresas no deriva de sus bienes de capital físicos, sino de la correcta ordenación de éstos para seguir generando beneficios en el futuro. ¿Qué sucederá si el sistema fiscal comienza a trocear y a redistribuir, no ya unos bienes de consumo que no existen, sino partes sueltas de una empresa? Pues que la capacidad de generación de bienes de consumo futuros por parte de esas compañías se desmoronará. Vamos, que no van a seguir produciendo la misma cantidad de bienes pero de manera más fragmentada; no, se destruirá riqueza en términos absolutos. Lo contrario sería como cortar la caña de pescar en 10 trozos y esperar que cada uno de esos trozos siga cazando 10 peces cada año: no, una vez destruida la estructura de la caña de pescar, su capacidad para extraer peces desaparece. Lo mismo sucede con las empresas: una vez desmembrada la armonía entre sus distintas partes, su capacidad para producir en el futuro bienes y servicios que satisfagan a los consumidores, se esfuma. ¿O acaso creen que cada uno de los bienes de capital de Apple (ordenadores, formación de los trabajadores, edificios, mesas, saldos de tesorería...) seguirá siendo igual de productivo si pierde sus sinergias con el resto de la compañía y si deja de estar bajo la sabia dirección de Steve Jobs? Obviamente no: pasarán de generar una enorme riqueza a morirse de asco sin contar con casi ninguna función.

Por eso, el margen para que "paguen los más ricos" es tan estrecho. No ya porque el capital sea bastante móvil y pueda huir con relativa rapidez de aquellos Estados que lo quieren confiscar, sino porque la tributación de las grandes fortunas es literalmente merendarse la gallina de los huevos de oro. Si queremos dividir en 10 trozos una caña de pescar con un valor de mercado de 600 pescados, no obtendremos 10 trozos con valor de 60 pescados, sino 10 trozos con valor 0. Gravar a los ricos no es consumir hoy parte de la renta presente que tienen almacenada en algún banco suizo; tampoco es adelantar a hoy parte del consumo que habríamos realizado mañana; no, es consumir unas migajas hoy a cambio de destruir una enormidad de bienes y servicios que se habrían podido producir y consumir mañana.

Pero eh, aquí, como tantas otras veces en la economía, nos topamos con el insalvable obstáculo de que lo que se ve (los progresistas impuestos a los avariciosos ricos) machaca inmisericordemente en el imaginario colectivo a lo que no se ve (la enorme merma de nuestra renta futura).

La arrogante ignorancia de Malefakis

Pío Moa en Libertad Digital

Algunos autores españoles, anglosajones y franceses han hecho su carrera atacando al franquismo y defendiendo la república –a la que no han logrado distinguir del Frente Popular–, y difícilmente darán marcha atrás, por muchos datos y argumentos que se les opongan. Se comprende: va en ello su prestigio, su propia carrera. Así el señor Malefakis, que, muy optimista, da por superado el "revisionismo" que me achaca. En su defensa de la república admite que aquel régimen "en ocasiones se comportó de forma antidemocrática". El aserto es ridículo. No fue ni pudo ser "la república" la que se comportó de forma antidemocrática, sino algunos de sus componentes, en concreto los partidos de izquierda, en especial el PSOE, que respondieron a la derrota electoral del 33 con golpismo y guerracivilismo (nimiedades, para Malefakis). Y menciona algo que yo he demostrado, pero lo interpreta mal: "La revolución de octubre de 1934, en especial, fue catastrófica porque dañó gravemente las credenciales democráticas del régimen y sentó un precedente que los conspiradores militares de 1936 utilizaron para justificar su propia insurrección". Falsedad flagrante: las –poco firmes– credenciales democráticas del régimen fueron atacadas por la izquierda y defendidas por la derecha que, empezando por Franco, mantuvo la legalidad republicana frente a aquel brutal ataque izquierdista. Y no fue utilizada por la derecha para justificar la rebelión del 36: esto fue una idea de Madariaga, no muy afortunada, como he explicado alguna vez. Malefakis da al asunto el toque neostalinista al justificar así la insurrección socialista-nacionalista catalana: "En 1934, parecía que estaban ganando las fuerzas fascistas, que acababan de destruir la democracia alemana y la austriaca por medios pacíficos y legales". Nueva falsedad, porque él no ignora que Araquistáin y Largo Caballero sabían perfectamente que no había peligro de fascismo en España. Y que así lo decían de cara al exterior, mientras que en el interior excitaban a las masas hablando de una amenaza inexistente. Porque estaban decididos desde muchos meses antes a destruir la república e implantar un régimen al estilo staliniano, y les venía bien el argumento.

Resume Malefakis:

La República censuró la prensa opositora varias veces, pero también construyó la primera democracia auténtica de España. Primero, con la celebración de elecciones honradas, libres de las prácticas caciquistas que las habían corrompido bajo la monarquía. Segundo, ampliando enormemente el electorado, al hacer de España el primer país de mayoría católica que permitió el sufragio femenino. Tercero, la República acercó el Gobierno al pueblo al darles más dimensión a los Gobiernos regionales. Cuarto, todas las leyes importantes fueron aprobadas por el Parlamento, no impuestas por decretos. Quinto, la República debilitó las fuerzas extraparlamentarias -los círculos cortesanos y el Ejército- que en el pasado habían anulado a menudo las iniciativas democráticas. Desde esta perspectiva (...) la República fue un régimen excepcionalmente democrático.

Seis frases, seis falsedades. La Ley de Defensa de la República hizo que esta viviera bajo un estado de anormalidad y censura casi permanentes. Las elecciones no estuvieron libres de prácticas caciquiles y solo pueden considerarse impecables las de noviembre de 1933, ante las que las izquierdas reaccionaron con proclamas de guerra civil; las del 36 fueron anómalas, violentas y sin publicación de las votaciones. España no fue el primer país de mayoría católica que permitió el sufragio femenino: Francia, también mayoritariamente católica, tardó más; por cierto que los más renuentes a él en España fueron feministas e izquierdistas. Más que acercar el Gobierno al pueblo, la república creó problemas antes inexistentes y dio alas a una demagogia exaltada. Las leyes importantes fueron rechazadas y hundidas por la izquierda. Los que él llama círculos cortesanos y el Ejército fueron precisamente los que trajeron el liberalismo a España.

Para entender lo que fue la república es indispensable recurrir a los diarios de Azaña y a las memorias de sus líderes, que demuelen del modo más completo las falacias de Malefakis. Me permito recomendarle mi estudio Los personajes de la República vistos por ellos mismos. Creo que le ayudará a salir de sus embrollos.

Lo más sorprendente es la osadía con que Malefakis exhibe su llamémosla ignorancia: sabe que El País, donde escribe, sigue el ejemplo de la izquierda republicana: censura cualquier réplica. En definitiva, la república fue un régimen viable que llegó sin oposición y fue sistemáticamente destruido por las violencias y demagogias izquierdistas. El Frente Popular, precisamente, le dio la puntilla, pero Malefakis y tutti quanti insisten en presentar sus fechorías, oleada de crímenes, incendios y destrucción de la justicia como "cosas de la democracia".

En cuanto a la Transición posfranquista, no tuvo nada que ver con la república y provino, aunque le cueste creerlo a Malefakis, de la legitimidad franquista, de ningún modo del rupturismo que quería enlazar con "la república", como llaman al Frente Popular que la destruyó. Y aquí, algo más sobre Malefakis.

El cuento de las lecheras

Maite Nolla en Libertad Digital

Visto lo de Sol, la lógica y los precedentes nos deberían haber hecho sospechar que era cuestión de horas que en Barcelona a un ciego le intentaran robar el perro, porque, aunque ciego, era convergente y diputado. Es decir, la misma violencia, que cuando desemboca en Barcelona se descontrola porque aquí nuestros indignados están como los toros de las fiestas populares: resabiados.

Nunca pensó nuestra querida clase política que el enemigo estuviera en casa. Mucho advertir de los ataques de Madrid contra Cataluña y, al final, las lecheras de los mossos han tenido que salvar al Parlament de los que querían saquearlo al grito de "¡os habéis cargado ochenta leyes de un plumazo!". Ése era el grito de guerra de una de las que empaitaba al angustiado diputado de CiU que pedía auxilio. Otra cosa es que la sujeta supiera explicarlo; aunque ciertamente le daba igual, porque de lo que se trataba era de pluridelinquir contra los diputados.

El periodismo nacionalista moderado ha cerrado filas, incluso contra las directoras de cine que han justificado las agresiones a los que le pagaron el miguelito. Lo que pasa es que para demostrar que han aprendido la lección es de esperar que nadie vuelva a reír la gracia de llamar a Boadella "feixista" o de echar estiércol ante las sedes del PP. Poca solidaridad encontramos algunas y algunos cuando en Manresa o en Lérida se celebraban actos de Ciudadanos con más mossos que oyentes, o cuando en Gerona intentaron agredir a Victoria Prego y a Arcadi Espada. Superado el trauma, no se exige un perdón, pero sí un propósito de enmienda de cara al futuro. Nadie entendería bromitas sobre el parlamenticidio, como se hicieron en el pasado.

Lo que sucede es que el golpe del miércoles no desvirtúa la idea de que detrás de la mecha está Rubalcaba. Rubalcaba ha querido hacer de esto su particular cuento de la lechera para intentar que el PP no se lo lleve por delante en 2012 y sigue en ello. Indicios sobran; y si no, recuperen los vídeos sobre el tratamiento que TVE dio a la toma de posesión de los alcaldes, y comprueben la insoportable cobertura y el indecente amparo a cualquiera que llevara un cartel e insultara a un concejal. Y los miembros del Gobierno –los que están grogui y los que no– y los dirigentes del PSOE siempre han querido guiñar el ojo a esta gente. Como Tomás Gómez. Si escucharon ustedes con atención la propuesta del derrotado candidato, éste pedía abrir un "proceso de diálogo" con estos amigos de la humanidad. Como con ETA; con la diferencia de que los indignados no han necesitado cuarenta años de delincuencia, sino un mes y unas tiendas de campaña para que algún socialista decida rendirse. Por no recordar a la que podía haber sido presidenta del Gobierno, la señora Chacón. Cuando aún creía que tenía alguna posibilidad, pedía escuchar a esta gente y aceptar sus propuestas. Es de suponer que la señora Tura le pasará la factura de la gabardina. Pero la prueba definitiva de lo que digo es que, después de todo, Rubalcaba ha autorizado una manifestación en Madrid que nadie duda de que acabará como lo de Barcelona; así que Rubalcaba, como con lo de Bildu, tendrá la vergüenza y ningún resultado que le sirva. Vamos, que tendrá su cuento, pero el de las lecheras; las lecheras de la policía.

121.420 millones de razones

Pablo Molina en Libertad Digital

El mayor error cometido por los políticos españoles en los últimos quinientos años ha sido, sin duda, la creación del Estado autonómico. Sin ningún precedente conocido en la historia de los procesos constitucionales, los trujamanes de la transición endilgaron a los españoles un aborto jurídico-político ante el que no tienen derecho a la disculpa, porque todos ellos, gente con experiencia acreditada, sabían de sobra la desgracia que hacían recaer en sus compatriotas con el Título VIII de la Nicolasa.

El Estado autonómico, que la casta política, con el Rey a la cabeza, sigue defendiendo como la mayor conquista de nuestra democracia, ha servido para exacerbar los delirios separatistas de las regiones con presencia de partidos nacionalistas, para provocar enfrentamientos entre regiones limítrofes, para fraccionar un mercado ya de por sí pequeño convirtiéndolo en una maraña de regulaciones que ahuyenta al inversor extranjero y para multiplicar por varios factores el gasto público que hemos de soportar los contribuyentes actuales y las dos generaciones siguientes como mínimo. Si este es el éxito del que todos debemos felicitarnos, qué considerará la casta gobernante un fracaso colectivo.

Convertidas en corralitos al servicio de los políticos periféricos más desvergonzados, ni siquiera tienen suficiente con los recursos que se les entrega anualmente gracias al esfuerzo de todos los españoles. No les basta. Por eso necesitan pedir prestado en nuestro nombre una cantidad monstruosa de dinero al exterior, que en estos momentos ya supone casi el 12 por ciento de la riqueza nacional.

121.420 millones de euros deben las autonomías de los cuales casi 35.000 millones corresponden a la comunidad catalana, que a pesar de la exclusividad tribal de que hace gala su clase dirigente no van a ser devueltos por los ciudadanos de tan noble región sino por todos los españoles que, además, hemos de soportar los insultos de los Carod de turno. Nos vacían el bolsillo, piden prestado a cargo de todos los españoles un dineral para colocar a los hermanos tontitos y al resto de la esquerrada y no sólo no están contentos sino que acusan a los que financiamos sus francachelas de oprimirlos una barbaridad. Desde luego porque ellos quieren, porque resulta dudoso que el día que declaren la independencia del estat catalá desde la plaza de San Jaime las lágrimas del resto de España lleguen a formar ni un riachuelo. Qué pena que les falten huevos para dar ese paso.

No hay autonomía que se salve del desastre financiero, pues todas en mayor o menor medida son máquinas de consumir la riqueza privada que tanto esfuerzo nos cuesta producir a los ciudadanos, convertidos en víctimas de un sistema territorial inasumible. Hay que acabar con todas ellas y enviar a los políticos autonómicos al paro, no sólo por dignidad nacional, que ya sería motivo de peso, sino por una mera cuestión de supervivencia. La de nuestros hijos.

Bildu entra en la Agencia Tributaria

Editorial de Libertad Digital

Merced a un convenio suscrito el pasado 26 de mayo –cuatro días después de las elecciones municipales– entre la Agencia Tributaria y la Diputación Foral de Guipúzcoa, Bildu podrá acceder sin cortapisa alguna a la información fiscal de todos los españoles.

Si ya debería resultarnos inaceptable que cualquier político pueda acceder a datos tan privados de un ciudadano como son los fiscales, el hecho de que una banda terrorista disponga de ellos supone un escándalo mayúsculo. Pensemos en la muy sensible información que año a año estamos obligados a trasladarle a la Agencia Tributaria: relaciones de bienes, actividades, fuentes de renta, propiedades... La ETA dispondrá de todos estos vitales datos –con los que perfeccionar la planificación de sus atentados o de su actividad de extorsión– simplemente solicitándoselos a un organismo estatal.