jueves, 18 de febrero de 2010

El debate visto por un freaky

Raúl Vilas en Libertad Digital

No veo Lost pero cada vez me siento más freaky. O sea que Rajoy ha estado muy bien porque ha dicho que Zapatero es muy malo. Y yo sin enterarme. Resulta que un discurso de Estado que marcaría "un antes y un después" –según anunció el coro sorayesco que rodea al líder del PP– consiste en rebajar dos puntitos el IVA, dejar el IRPF como estaba hasta hace un año, un poquito menos de gasto público –10.000 millones, con un déficit de 110.000–, una reforma laboral que abarata el despido sin abaratarlo y algún que otro incentivo fiscal para los autónomos. Toda una alternativa de Gobierno –leo, oigo, escucho. Un Churchill en ciernes. Y como colofón, el llamamiento a los culiparlantes socialistas emanados de las listas cerradas a que sean ellos quienes releven al dueño de sus hiperconfortabilísimos escaños, Zapatero.

Tan freaky soy que mientras el lamento, cuando no alarido, por la falta de acuerdo es general –empezando por el Rey, al que ahora nos enteramos que es más fácil criticar que adular– yo veo muchas más coincidencias de fondo entre PP y PSOE que discrepancias. Porque si lo que preocupa a los fans del consenso es que no se alcance en lo secundario, que es lo que, no nos engañemos, se ha discutido en el Congreso, lo que a mí me alarma es que sí se mantenga en lo esencial: que los dos grandes partidos con opciones de gobernar coincidan en no tocar la actual estructura del Estado autonómico, empezando por recuperar la unidad de mercado; que quieran, ambos, mantener a la justicia sometida al poder político; que defiendan codo con codo el inviable y liberticida Estado de Bienestar; que allí donde gobiernan compitan en despilfarro y deuda...

Quizás sólo un freaky como yo piense que la particularidad y gravedad de la crisis económica española, lo que nos diferencia de otros países de nuestro entorno, no está en la cotización de los autónomos, que el IVA varíe 3 o 4 puntos –bienvenida sea toda bajada de impuestos– o el ICO conceda más o menos créditos a las Pymes. Que el problema es estructural y no de gestión. Que el descomunal déficit está propiciado por la disparatada organización institucional. Que la austeridad, la de verdad, que necesita España supondría que PP y PSOE renunciasen a decenas de miles de cargos públicos inútiles, y no están por la labor; que el desastre educativo y sus terribles consecuencias económicas futuras no se van a arreglar con una foto de Gabilondo y Cospedal, sino recuperando un espacio educativo único, garantizando la libertad de elección e introduciendo la gestión privada; que sin una reforma de la justicia, la seguridad jurídica será, cada vez más, un mero espejismo y las inversiones seguirán huyendo.
Porque, en definitiva, lo que un freaky como yo ha visto en el Congreso es un acto más de la gran mascarada en la que los grandes partidos, jaleados por sus medios afines, representan una dura disputa en lo accidental; cuando lo que no quieren es alterar un status quo que a ellos, los políticos y sus amigos, les reporta grandes beneficios y a los ciudadanos nos lleva al desastre.

Guerra de trincheras

Cristina Losada en Libertad Digital

Reto digno de un jefe pandillero ese puyazo retórico que en otros barrios cursa como "tú no tienes lo que hay que tener" o "si fueras hombre". Penoso que un lance de baja estofa resulte el momento cumbre del debate.

Cruzada contra la cruz

Javier Moreno en Libertad Digital

Sobre un castillo musulmán, en lo alto de un cerro, dominando la huerta murciana, se eleva majestuosa la estatua del Sagrado Corazón de Jesús, más conocida como Cristo de Monteagudo. En 1926 se inauguró el monumento, y justo diez años después, al comenzar la Guerra Civil, fue dinamitado por los Republicanos. No fue hasta 1951 que volvió, por orden del Caudillo Franco, a coronar el pueblo de Monteagudo la enorme imagen de un Cristo con los brazos abiertos en cruz. En torno a esa imponente escultura, sita en terreno público, han nacido, crecido y vivido muchos murcianos, que la consideran, con razón, una parte esencial de su paisaje existencial, patrimonio no sólo religioso sino también cultural de Murcia y de España.

Pero un abogado de la tierra, José Luis Mazón, cree que la tradición que representa el Cristo saca a relucir "la Murcia atrasada, visceral, irracional y prejuiciosa", y que el monumento es "una reliquia del totalitarismo católico impuesta por Francisco Franco". Así, ha emprendido una particular batalla legal y política personándose en la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid para pedir que se retire este símbolo religioso del espacio público. Aparte de la laicidad inmaculada del Estado, al letrado Mazón parecen preocuparle otras dos cosas. La primera de ellas, defender la razón, según él la entiende; la segunda, paradójicamente, salvar el patrimonio cultural murciano.

La Iglesia, dice Mazón, "ha topado con el poder de la razón... que está en alza". No está en disposición, el abogado del diablo, de dar un paso atrás en su apuesta "por una nueva sociedad". Pero, ¿en qué consiste la razón de la que nos habla este sujeto? Él mismo lo revela poco después al afirmar que "el Cristo ha traído mal fario al pueblo... no se prospera con esa estatua, es una energía negativa que opera sobre Monteagudo y sobre Murcia". Mazón, defensor de la Razón, demuestra ser un supersticioso de la peor especie, un supersticioso ateo. Pretende, desde tan endeble cimiento racional, construir una nueva sociedad sobre las ruinas de la antigua. Así, lo único de lo que es capaz es de la previa labor destructora.

Dice defender asimismo, Mazón, el patrimonio cultural murciano ya que, según él, el Cristo "es una enfermiza incrustación que profana el castillo hispano-musulmán del último rey islámico, y patrimonio histórico... uno de los monumentos que mejor representan el esplendor de la Murcia islámica". No pasemos por alto el término usado para referirse a la relación entre el Cristo y el castillo. El Cristo "profana". Es decir, "trata algo sagrado sin el debido respeto, o deshonra algo respetable". De rodillas hacia la Meca el laicista muestra su verdadera cara, la del odio a la cruz. No le preocupan ni la defensa de la razón, ni el patrimonio cultural, ni la erradicación de la religión de las conciencias. Su cruzada es contra la cruz. Y lo demás es solamente una nota a pie de página de la historia.