sábado, 20 de marzo de 2010

Los Catedráticos: la Fe - 19/03/10 (LDTV)



Fe es lo que hace falta para no salir corriendo de Estepaís...

A cantar, a Kandahar

GEES en Libertad Digital

En fin, que no se nos ocurre mejor y más sincero apoyo a la paz que cantar en Afganistán. Los detalles podrían gestionarlos el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, la AECID y la Unidad Militar de Emergencias. Una delegación del Ministerio de Igualdad, encabezada por Aído, también sería bienvenida en el festival en Kandahar. O si Kandahar no es de su agrado, el concierto podría trasladarse a Kabul: en el nicho dejado por los budas de Bamiyán, entre las piedras, habría hueco de sobra para Bosé y Juanes. Al mismo tiempo, podría celebrarse un acto, seguido de la lectura de un manifiesto –en defensa de las mujeres, de la igualdad y de la paz–, no en el Círculo de Bellas Artes en la calle de Alcalá, sino en el Departamento de Seguridad en la "zona verde" de Kabul. A la salida del acto, a pie de calle, Aído podría sacar las cartulinas rojas y repartir manuales sobre el gozo genital.

Chávez y Zapatero, tal para cual incluso en internet

Antonio José Chinchetru en Libertad Digital

A estas alturas no resulta novedoso calificar de escandalosa la complacencia del Gobierno de Rodríguez Zapatero con el caudillo venezolano Hugo Chávez. Cada poco tiempo tenemos algún ejemplo de la simpatía que el inquilino de La Moncloa y buena parte de los suyos, en especial Moratinos, sienten por el ex militar golpista metido a presidente caribeño. Tampoco tiene nada de extraordinario si se tiene en cuenta la relación de afinidad que, un día sí y otro también, el Ejecutivo español demuestra tener con el régimen dictatorial cubano.

La complacencia de Zapatero, Moratinos y buena parte del resto del Gobierno español (esperemos que, aunque lo haga en silencio, algún ministro no la comparta) puede venir dada en buena medida de una identificación ideológica. No soy de los que creen que en España estamos como en Venezuela o en Cuba –de hecho creo que esa equiparación es profundamente injusta con venezolanos y cubanos– pero resulta innegable que el jefe del Ejecutivo español se siente ideológicamente identificado con los tiranos que martirizan a ambos países caribeños. Quizás por eso la suerte ha querido que el régimen de Chávez ponga fin a la libertad de expresión en la red venezolana la misma semana en la que el Consejo de Ministros español aprueba la mal llamada "Ley Sinde".

Para ser justos, también en esto lo de Venezuela es mucho peor que lo de España. Sin embargo, lo aprobado en ambos lados del Atlántico es lo mismo en su esencia, puesto que en los dos casos se trata de recortar la libertad de expresión en la red. El chavismo pretende silenciar a quienes se oponen al caudillo que habita en el caraqueño Palacio de Miraflores, el socialismo español se limita a atentar contra los derechos más elementales para proteger los intereses del lobby de los derechos de autor. Además, si lo que pretende imponer ZP apenas deja recursos en defensa del censurado, lo impuesto por el presentador de Aló presidente no deja ninguno.

Zapatero y Chávez avanzan en el recorte de la libertad de expresión en internet. Lo hacen a ritmos diferentes y por causas distintas, pero ambos lo hacen.

Es cierto que lo del venezolano es más preocupante que lo del español, pero no por eso hay que bajar la guardia en la "piel de toro". Cuando se comienza a limitar el derecho a expresarse se abre una vía que no hace más que ensancharse. En cuanto se acepta que caben excepciones a la libertad de expresión, cualquiera puede presentar argumentos que podrían justificar más limitaciones y lograr nuevos recortes. Lo que está en juego es mucho más que unas páginas de enlaces a películas o canciones.

Lo que nos jugamos en esta apuesta de ZP es lo mismo que perdieron los venezolanos en una de las muchas de Chávez: la libertad de expresión.

Zapatero se aprovecha de la crisis

Editorial de Libertad Digital

Vemos, pues, que nuevamente las crisis sirven a nuestros políticos para comprar votos y extender sus tentáculos sobre la sociedad. Al margen de los dramas particulares que puede suponer una depresión económica, lo realmente grave es la oportunidad de oro que representa para que el Estado medre y recorte nuestras libertades. Las crisis tarde o temprano terminan, los regímenes políticos liberticidas tienden a perdurar demasiado tiempo.

Los calzoncillos del felipismo

Pablo Molina en Libertad Digital

Luis Roldán es una excelente materia de estudio para que las jóvenes generaciones de españoles conozcan cómo funcionaba el Gobierno de nuestro país en los primeros años noventa. Los últimos gabinetes de Felipe González Márquez, líder proletario que ahora anda aconsejando a multimillonarios, construyéndose casoplones en la morisma y dando lecciones de ética, no robaron más porque no tuvieron más dinero público a su alcance. En esa época trincaba todo el mundo, dentro del Partido Socialista me refiero, y el que no se enriquecía de la noche a la mañana o trataba de ser honrado era señalado por sus compañeros como un esquirol y obligado a abandonar la política para no dar mal ejemplo. El principal ministro de Hacienda del felipismo, Carlos Solchaga, llegó a decir que España era el país en el que más rápido podía uno enriquecerse y sus compañeros de partido se emplearon a fondo para no dejarlo por embustero. Mientras tanto, el ministro de infraestructuras, un tal José Borrell, aparecía en la televisión pública suplicando a los empresarios que, por el amor de Dios, no corrompieran más a los altos cargos del partido de los cien años de honradez. Terminó defenestrado, claro.

Al socaire de la Exposición Universal de Sevilla y las olimpiadas de Barcelona en el año 92, hubo fortunas que surgieron espontáneamente y miles de semianalfabetos vinculados a "la pesoe" que a base de cafelitos cambiaron de casa, dejaron a su esposa y se montaron por primera vez en un Jaguar con su camiseta de tirantes y sus chanclas reglamentarias. Uno de ellos fue Luis Roldán, director general de la Guardia Civil con Felipe González Márquez (de profesión actual sus bisuterías), que tuvo la virtud de escenificar en la portada de una revista de gran tirada la perfecta vinculación entre la ética y la estética del felipismo, apareciendo en calzones "turbo" y camiseta de rejilla en un "meublé", mientras celebraba el último sablazo a la caja de la asociación de huérfanos de la Guardia Civil rodeado de puticas.

Condenado a treinta y un años de cárcel por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública, sólo ha cumplido quince, los últimos cinco en régimen abierto. Las estimaciones más modestas calculan que robó a los españoles casi veinte millones de euros, de los cuales sólo se ha podido recuperar poco más de un millón. Del resto se desconoce su paradero. El protagonista dice que fue a su vez robado por otro personaje típico del felipismo, Francisco Paesa, y que vive prácticamente de la caridad. Imaginaciones suyas, claro, pero de ser cierto debería pedirle trabajo a su antiguo jefe. En la mansión de Tánger seguro que andan escasos de mayordomos y jardineros.

Una memoria desmemoriada

Francisco Cabrillo en Libertad Digital

El uso sectario de la historia está llevando hoy a situaciones realmente absurdas, en las que, desde el Gobierno o sus organizaciones afines, se acusa de crímenes a personas que fallecieron hace ya muchos años, mientras el único criminal de guerra que aún sobrevive, el responsable de los asesinatos de Paracuellos, queda al margen de la persecución. Se abren fosas para buscar cadáveres; pero tan pronto como se sospecha que los asesinos eran del bando republicano, se cierran rápidamente y se mira a otro lado.