lunes, 1 de noviembre de 2010

De lo público y lo privado

Gabriel Albiac en ABC

Eentre las notas póstumas de un Saint-Just que se sabe ya abocado a su final trágico, figura ésta, que da la clave mayor de las tormentas políticas venideras: «La libertad del pueblo está en su vida privada; no la perturbéis». Allá donde el Estado invade el espacio privado, la democracia agoniza. Allá donde lo legisla, nace la dictadura.

La semana pasada quintaesenció esa tentación, que es la «corrección» política de lo privado. Un alcalde grosero y dos buenos escritores han servido de escaparate; también de laboratorio para lo más peligroso: la pretensión gubernamental de dictar cánones éticos y lingüísticos.

(...)

Lo de Dragó es bastante más alarmante. (...) Tengo ese libro de la editorial Áltera aquí delante. Páginas 164-165. Que relatan «una partida de ping-pong» en la cual dos adolescentes niponas le toman guasonamente el pelo a un guiri con ganas y lo dejan en estado de calentón inconsumado. Hasta le dan un número de teléfono falso para que contacte con ellas al día siguiente. El guiri sabe que ha hecho el ridículo. Y a ese autoburlesco avatar se reduce la aventura. ¿Era tan difícil constatar la falsificación, leyendo esa página y media? Pues debía serlo, porque nadie lo hizo. Cosas de la LOGSE.

Todo vale hoy para destruir al adversario. Y todo cuela; eso es lo grave. Todo. Cuando ha muerto Saint-Just: «La libertad del pueblo está en su vida privada; no la perturbéis».

Juegos de género

Juan Manuel de Prada en ABC

Chesterton la vislumbró hace casi un siglo, cuando auguró que no tardaría en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exaltase la lujuria, prohibiese la fecundidad. Tal religión ya ha sido instaurada; y toda la panoplia legal desplegada en los últimos tiempos —reconfiguración de la institución matrimonial, consagración del llamado «derecho a la salud reproductiva y sexual», educación para la ciudadanía y demás flores pútridas de la ideología de género— no tiene otro afán sino otorgar cobertura jurídica a una revolución ideológica que trata de cambiar radicalmente la sociedad, moldeando la esfera interior de las personas.

En esta estrategia revolucionaria debe enmarcarse esta nueva pretensión de controlar el recreo de los niños en las escuelas, mediante el establecimiento de centinelas de género que vigilen los «protocolos de juego» y transmitan «los valores y principios adecuados». Pura y dura ingeniería social que podemos despachar con cuatro risas y cuatro bromas chuscas; pero algún día, no tardando mucho, la risa se nos congelará en la boca, en un rictus de horror. Para entonces, ya será demasiado tarde.

La hora del recreo

César Vidal en La Razón

Me consta que a los escolapios de San Antón jamás se les hubiera ocurrido algo semejante, pero es que en su experiencia pedagógica de cuatro siglos jamás tuvieron en sus filas a luminarias como Bibiana Aído o Leire Pajín. No sólo eso. A los terribles y represores clérigos jamás se les hubiera pasado por la cabeza coartar nuestra libertad en el recreo como ahora pretende la progresía. También es verdad que si alguien pretende conservar un átomo de libertad en la España de ZP descubre enseguida que no está el horno para bollos. ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Que no se me ofenda ninguna miembra! Quise decir que no está el horno para pastelitos.

Sí, señor Dieter

Pedro de Tena en Libertad Digital

Cuando uno repasa la cartelera de las TV y ve lo que hay, con alguna excepción honrosa, puede pensar que todo está perdido. Pero no. Tenemos a Dieter, sí. Aunque sé que los plumillas no debemos ser noticia ni ocuparnos de nosotros mismos, Dieter, sí. Y además, nos valió para recordar a nuestros muertos. Como se dijo en el diálogo, la muerte no es el final.

Multiculturalismo

José Carlos Rodríguez en Libertad Digital

El multiculturalismo procede del desprecio por nuestra propia cultura. En una concesión a nosotros mismos, nos otorgamos el mismo valor que a cualquier otro conjunto de costumbres y creencias con las que otras sociedades organizan su vida. Querer mostrar nuestra civilización (la única que merece ese nombre, por otro lado) como superior a las demás sería un ejercicio de "imperialismo" intolerable. Y, por tanto, no nos proclamamos mejores ni mostramos orgullosamente que lo somos ni las razones de ese orgullo. El propio desprecio alimenta el desprecio venido desde fuera. ¿Cómo no podría causar problemas?

Mentiras sobre el Tea Party

Gabriel Calzada en Libertad Digital

"Los principios son tres, con lo que no hay que comerse el coco para aprendérselos: responsabilidad fiscal, mercados libres y gobierno limitado (a las competencias que se establecieron de manera expresa en la Constitución). Los puntos del contrato con los políticos son sólo diez, fundamentados en los tres principios anteriores: defender la constitucionalidad estricta de cada ley, rechazar el Cap & Trade (racionamiento con mercado de comercio de emisiones de CO2), mantener el presupuesto equilibrado, simplificar el sistema impositivo, auditar las agencias federales para velar por la constitucionalidad de sus actuaciones, limitar el crecimiento del gasto público, revocar la reforma sanitaria, reducir el intervencionismo energético, establecer una moratoria sobre las partidas presupuestarias que se conceden discrecionalmente y reducir los impuestos.

¿Ultraconservadores? ¿Extrema derecha? Más bien parece que a la izquierda más rancia le saca de sus casillas que la sociedad civil sea capaz movilizarse en torno a principios que no son los suyos. Es entonces cuando creen que está justificado tergiversar y contar cualquier tipo de mentiras."

El miedo a las mercancías

Carlos Rodríguez Braun en Libertad Digital

En su libro clásico sobre el tema, el economista sueco Eli Heckscher resumió uno de los dogmas fundamentales del mercantilismo en esta frase: "el miedo a las mercancías".

(...)

Pero, veamos. ¿Por qué va a ser mejor una cosa que la otra? Es evidente que los exportadores entregan bienes a cambio de dinero. Pero los importadores no entregan dinero a cambio de nada, en cuyo caso efectivamente se esfumaría, sino a cambio de bienes. Dos siglos de pensamiento económico, empero, no han sido capaces de refutar la falacia que alaba a quien vende mercancías y condena a quien las compra.

Marcelino

José García Domínguez en Libertad Digital

Unánimes, insisten los periódicos en su personal honradez, esa honestidad incorruptible, la de una vida de jerséis de lana gruesa y pisito en el extrarradio sin ascensor. Y a ninguno se le ocurre que no debería hacer falta. Hemos alcanzado el extremo en que procede dar noticia detallada en las necrológicas de que un español no fue un arribista, un chaquetero, un trepa o un ladrón. Por lo demás, Camacho era un tipo de otra época: equivocadas o no, fue fiel a sus convicciones durante toda su existencia. De ahí, el asombro general. "Pero si era un comunista", me dirán, en fin, esos jóvenes a los que hemos enseñado a juzgar antes que a comprender. Y sí, como tantos hombres decentes e ingenuos que alguna vez creyeron posible el Reino de Dios en la Tierra, Camacho fue un devoto creyente comunista. El último, quizá. Descanse en paz.

¿Cuánto sabe Rajoy sobre la negociación con ETA?

Editorial de Libertad Digital

Dice Rajoy que se siente informado sobre ETA, en cuyo caso caben tres hipótesis: o que apoya el proceso de rendición ante la banda, o que Zapatero ha engañado a Rajoy, o que Rajoy quiere engañar a los españoles. En cualquiera de los tres casos –todos ellos bastante compatibles con la oposición de nula intensidad que Arriola aconseja– los motivos para apoyar el Partido Popular se reducen de manera muy considerable.