lunes, 22 de noviembre de 2010

Rubalcaba en la T4

Gabriel Albiac en ABC

Vuelvo hoy sobre el Séneca en Auschwitz de Raúl Fernández Vítores. Vuelvo, porque las palabras del químico Rubalcaba a favor de legislar la muerte me trajeron el recuerdo de la clave en la cual pone ese libro el inicio del Holocausto nazi: «Los alemanes se lanzan a la conquista de Polonia el 1 de septiembre de 1939. ¡Eutanasia! El famoso documento firmado por Hitler autorizando el programa estatal de eutanasia fue antedatado para hacerlo coincidir con el inicio de la campaña polaca. En él el Führer delega en su director de Cancillería y en su médico personal para que puedan autorizar a determinados médicos la prescripción de una muerte de gracia a los enfermos incurables. Este programa, designado con la clave T4, no se dio a conocer nunca en público: fue más bien un secreto de Estado».

(...)

Mi decisión sobre mi forma de morir no es materia de ley. A mí solo concierne. Y, en el caso del creyente, a aquel Otro al cual se tiene por más yo que yo. Ni no creyente ni creyente pueden conceder al Estado carta en esto. Que es un absoluto privado y previo a norma. Morir no se ajusta a ley. No hay más legislación buena sobre la muerte que la no legislada. Eso o la T4. O Rubalcaba.

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Sólo escuchar hablar a don Alfredo sobre la muerte, por muy digna que sea, le hiela a uno el alma...

La salud (y sus límites, vida y muerte) es algo muy serio para dejarlo sólo en manos de los médicos (aborto, experimentos, eutanasia...). Menos en las de políticos y jueces.

La cruz, siempre la cruz

Juan Manuel de Prada en ABC

Un mero ateo puede ver en la Cruz un armatoste inservible o irrisorio; pero para ver en ella un «símbolo de muerte y venganza» hace falta «creer y temblar». Y ese temblor a modo de ataque epiléptico lo provoca el odium fidei, que a lo largo de los diversos crepúsculos de la Historia se ha manifestado bajo las expresiones más diversas, desde las más sañudas a las más sibilinas. En esta fase de la Historia, el odium fidei se disfraza con la coartada legalista propia del laicismo, que el gran Leonardo Castellani definía como «la sustitución de Dios por el Estado, al cual se transfieren los atributos divinos de Aquél, incluido el poder absoluto sobre las almas».

La voz de esos hermanos lejanos

César Vidal en La Razón

Persecución y desprecio, insultos y golpes, presiones para abrazar el islam y ejecuciones padecen los coptos de Egipto discriminados desde hace siglos; los católicos de Irak, de los que murieron cincuenta y ocho el pasado 31 de octubre en el curso de un ataque terrorista; los millares de evangélicos de la Kabylia o de Indonesia; los ortodoxos que han ido abandonando los territorios palestinos presa del pánico; los cristianos sudaneses de cualquier confesión a los que se caza como bestias para ser vendidos como esclavos. Los ejemplos citados constituyen tan sólo unos botones de muestra de un traje tejido de lágrimas, dolor y sangre, ante el que no dicen una sola palabra los gobiernos que defienden la Alianza de civilizaciones o que estrechan con gusto la mano de los ayatollahs del régimen islámico de Irán. Quizá esa conducta sea, desgraciadamente, coherente, pero no es de recibo en nadie que pertenezca a cualquier confesión cristiana, que crea en Dios o que simplemente ame la libertad. Frente a la situación de persecución sufrida por los cristianos en los países islámicos, no cabe el apaciguamiento, ni el silencio, ni el mirar para otro lado ni tampoco –como pretenden algunos– el convertir a Israel en moneda de cambio para conseguir una discutible impunidad. Si se actúa así, la sangre derramada de nuestros hermanos que padecen bajo el islam clamará desde la tierra indicando que en nuestro silencio se escucha más alta que nunca la voz de Caín, que dice desdeñosa y criminal: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?».

Curas que pecan y curas que curan

Francisco Pérez Abellán en Libertad Digital

El sacerdote pederasta –como el escritor, el militar, el tutor, el profesor pederasta– tendrá que responder ante el juez. Ha de quedar atrás lo de magnificar un delito porque el delincuente sea un cura, sobre todo si es de derechas. Basta de comecuras. Cuando se trata de una mujer pederasta, ¿también se divulga a bombo y platillo? ¿O sólo se trata de desprestigiar a la religión católica? Miren, empiecen por dar los datos de la inmensa hazaña de la iglesia católica en el mundo libre. Ese sí que es un proceso a gran escala y de alcance internacional. Y luego no importa que detallen uno por uno todos sus pecados. Pero no hagan trampas.

Antiguos, que son ustedes unos antiguos.

Condenar la vergüenza

Ignacio Cosidó en Libertad Digital

Los GAL constituyeron una de las páginas más negras de nuestra historia democrática. Su creación y actividad no solo atentó contra los más elementales principios morales, sino que supusieron también un error estratégico de primer orden que retrasó con toda probabilidad la derrota del terrorismo durante años. El Estado de Derecho quedó debilitado, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad desmoralizadas y la sociedad española engañada e indignada por el uso de fondos públicos no solo para actividades ilícitas, sino para el enriquecimiento personal de los autores de esos actos.

No divierte pero inquieta

Emilio Campmany en Libertad Digital

Quizá lo más inquietante de todo sea cuando, con la convicción que caracteriza a los profesionales de la mentira, va y dice: "Sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer". Ya nos advirtió el Rey que Zapatero sabe muy bien lo que hace y por qué lo hace. Que Dios nos pille confesados.

Tabúes hacendísticos

Carlos Rodríguez Braun en Libertad Digital

Incluso si aceptamos que los bancos privados son los únicos responsables de la crisis, lo que es manifiestamente falso, incluso en ese caso una imposición mayor sobre la banca no dejaría de trasladarse a los ciudadanos. Si eso es lo que el doctor Mulas-Granados desea, que lo diga claramente. Lo mismo sucede con la contaminación, con esa muestra de neopuritanismo que es atacar el "consumo excesivo" (como si esto fuera fácil de defender éticamente y de definir técnicamente), y la consabida especulación.

En La Luna hablan catalán

José García Domínguez en Libertad Digital

Ha sido el escritor Jordi Soler, un hijo pródigo del exilio mejicano, quien, tras interminable querella bizantina, nos ha aclarado, al fin, qué es eso de ser catalán.

"Yo soy hijo de una familia barcelonesa que emigró a Veracruz, México, donde ser catalán consistía en sumar un ramillete de variables tales como llamarme Jordi, oír a Joan Manuel Serrat, seguir los resultados del Barça en el periódico, cantar el Sol solet y el Cargol treu banya, comer butifarras, beber un horrible vino importado del Penedès y hablar catalán, una lengua que, en aquella selva mexicana donde nací, nos dotaba de un lustre exótico", escribiría el hombre. Sin embargo, fue tras "volver" a casa cuando descubrió perplejo que aquella Cataluña imaginada e imaginaria donde él había crecido resultaba ser mucho más real que ésa otra de la que hablan todos los políticos catalanistas, sin excepción. "La mía estaba asentada en Veracruz. La de ellos, en La Luna", concluía Soler. ¿Cómo, entonces, no iba a ser catalán Zapatero? Más que nadie.

¿Y ahora España?

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

El Gobierno irlandés está dispuesto a hacer las reformas que la economía necesita –a falta de que su ciudadanía le deje y de que Bruselas no le imponga un plan de ajuste estrambótico como sería forzarle a subir el impuesto de sociedades–. Nosotros ni tenemos un Gobierno así ni es previsible que lo tengamos. Por consiguiente, aunque Irlanda se hunda, resurgirá de sus cenizas; es más, en cierto modo, tras toda una década de malas inversiones generalizadas en el ladrillo y la banca, el hundimiento puede ser la única purga que les permita recomponerse. En cambio nosotros seguimos arrastrando unas perspectivas de crecimiento pobres o nulas por culpa de una clase política que se empeña en que no se reajuste nada en nuestro sector productivo.

Irlanda, con España en el horizonte

Editorial de Libertad Digital

Tanto el PSOE como el PP ni tienen la voluntad ni la convicción de pactar nada que vaya en detrimento de su ideología y de sus perspectivas electorales. Sólo nos queda confiar o en la providencia o en la caridad de los alemanes. Por desgracia, a nuestros políticos electos, encargados y remunerados por gestionar la cosa pública, ni están ni se les espera.