martes, 19 de abril de 2011

El acoso a los cristianos en Tierra Santa y el síndrome de Esto-es-el-colmo

Mario Noya en Libertad Digital

Nuestro Tiempo, revista de la muy prestigiosa y más católica Universidad de Navarra, ha publicado un especial sobre la persecución de que son objeto los cristianos en distintas partes del mundo: "Las catacumbas del siglo XXI".

Al pasar las páginas dedicadas a Tierra Santa, a uno le saben las yemas de los dedos a almendras amargas. Lo sabía pero qué mal me ha sentado volver a constatarlo: nuestro tiempo es el del conocimiento inútil y la ceguera voluntaria.

"La desaparición de los cristianos de Tierra Santa", se titula la pieza de marras, firmada por Erika Jara y protagonizada por el padre Firas, "sacerdote católico de origen jordano" y de destino universal pero igual no, por su discurso nacionalista; el doctor Hazmi, "un dentista palestino cristiano que trabaja en Ramala" y tiene a sus dos hijos viviendo en Estados Unidos, y "el padre palestino Manuel", que vive en Cisjordania desde que, Operación Plomo Fundido mediante, no puede vivir en Gaza.

El padre Firas de origen jordano es, se nos informa, "jefe de estudios de una escuela del Patriarcado Latino en el poblado de Jifna, al norte de Ramala"; una escuela con abrumadora mayoría islámica: son musulmanes 150 de sus 200 alumnos. "Todos nos sentimos parte del mismo pueblo", afirma el padre Firas de origen jordano. Antes en el reportaje, el doctor Hazmi había destacado la "buena integración de los cristianos en una sociedad dominada por el islam" (pero las palabras no son suyas sino de Erika Jara).

Por eso, cuando se les pregunta por el principal problema de los cristianos en Palestina, tanto Hazmi como el padre Firas contestan al unísono: "La ocupación israelí".

Ramala, históricamente cristiana, es hoy una ciudad de abrumadora mayoría islámica. Hay un cristiano por cada tres musulmanes (y medio, si nos ponemos picajosos con la estadística). Son 7.000 los primeros, de un total de 25.000. (No hay un judío ni para un remedio antisemita, aclaro). Hacen bien en integrarse. Y si tienen que pagar, que paguen.

Como el doctor Hazmi, el pastor Isa vive en Ramala. Vivía, por mejor decir. Del pastor Isa, además del nombre, sabemos el apellido. Su caso no lo encontramos en Nuestro Tiempo, sino en medios como el Jerusalem Post o CNS News:

Hace pocas semanas [este texto es de diciembre de 2008], el pastor de Ramala Isa Bajalia, [ciudadano] americano de origen árabe [su familia procede, precisamente, de Ramala], declaró públicamente haber sido amenazado por un oficial de la Autoridad Palestina, que le exigió 30.000 dólares en concepto de protección. El 11 de noviembre, la cadena Fox reportó: "El pastor Isa Bajalia es legalmente ciego, y el oficial le dijo que le dejaría lisiado de por vida. Los problemas empezaron después de que los miembros de la iglesia [del pastor Isa] rezaran junto con varios palestinos. Bajalia dice que [desde entonces] ha estado bajo vigilancia y recibido amenazadas".

Al parecer, al pastor Isa Bajalia el matón uniformado que le extorsionaba le auguró la misma suerte siniestra que corrió Rami Ayyad, un librero cristiano que fue apuñalado hasta la muerte en Gaza en julio de 2007.

El pastor Isa Bajalia acabó abandonando Ramala.

Gaza. En Gaza vivía el padre palestino Manuel hasta que Israel desencadenó la Operación Plomo Fundido. El padre palestino Manuel, que asegura que el mayor problema de los gazatíes –sean cristianos o musulmanes que votan en masa al partido fundamentalista islámico Hamás– es "la desesperación y la pérdida de la fe", por otro lado

quita importancia a las fricciones entre cristianos y musulmanes: "Todos sufrimos igual y nos consideramos parte de un único pueblo", comenta.

En cuanto a Hamás, el padre palestino Manuel

apunta que mantiene un contacto cordial con sus líderes, quienes escuchan sus problemas y tratan de protegerles.

¿"Protegerles"? ¿Es una errata el plural? ¿"Protegerles"? ¿De quiénes? ¿De los judíos que no hay en la Franja? No, de los tiburones que acechan en "un océano de musulmanes en el que la mayoría son puros e inocentes".

La desesperación que se vive en Gaza es un caldo de cultivo perfecto para que el número de tiburones se reproduzca rápidamente, como de hecho está sucediendo. Por suerte, hasta ahora Hamás los tiene controlados.

Qué suerte, padre Manuel, que Hamás sea tan cordial con los cristianos y esté tan atento a los desmanes de los escualos islamistas. Hamás, el "movimiento de resistencia islámica" que considera que "la tierra de Palestina" (en la que incluye a la Tierra de Israel) es "un waqf islámico consagrado a las futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio" –un waqf islámico en el que, obviamente, ha de regir la sharia, que condena a los cristianos a convertirse o someterse– y que ha llamado reiteradamente en su televisión a matar judíos y cristianos hasta que no quede uno.

A Ramy Ayyad, ya vimos, no le dieron tiempo a "quitar importancia a las fricciones entre cristianos y musulmanes". Los tiburones le cosieron a puñaladas. La protección de Hamás debió de llegarle tarde. Su pastor (baptista), Hanna Massad –también de éste conocemos el apellido; tampoco sabemos el del padre palestino Manuel–, optó cuando lo martirizaron por huir de la Franja. "Los cristianos son asesinados aquí, por no hablar de los musulmanes conversos –leemos no en Nuestro Tiempo sino en el Washington Times; a un cristiano de la ciudad de Gaza llamado Ashraf y que, vaya por Alá, prefiere no dar su apellido–. Yo dejé de ir a la iglesia incluso antes del golpe" de Hamás. Porque esa es otra que lo mismo se nos pasa leyendo la revista de la Universidad de Navarra: Hamás gobierna en Gaza luego de levantarse contra el Gobierno de la Autoridad Palestina y exterminar a los seguidores locales de Al Fatah. Un solo pueblo tan unido y tal.

Según el padre Artymos, de la Iglesia Ortodoxa Griega, los cristianos y los musulmanes viven pacíficamente en Gaza, "pero las conversiones y la construcción de nuevas iglesias están prohibidas". La buena integración de los cristianos en una sociedad dominada por el islam, que diría Erika Jara.

Por cierto, en Gaza los cristianos son 3.000 entre 1,5 millones de musulmanes. Algunas fuentes sostienen que, desde que Hamás tomó el control, 2.000 creyentes en Cristo han abandonado esa porción del waqf islámico de Palestina en la que se llama a los cristianos a la sumisión, se advierte a los misioneros de que serán tratados "con severidad" y se asaltan escuelas y conventos católicos.

También se habla en Nuestro Tiempo de Jerusalén, cuya población cristiana "podría reducirse a la mitad en seis años", alerta Jara, "si se siguen confiscando permisos de residencia al mismo ritmo que en la actualidad". Jara habla de 9.000 cristianos; los datos oficiales, de 11.000. Cuando, en 1948, la muy islámica Jordania ocupó la ciudad tres veces santa (pero el caso es que los judíos y sólo los judíos la han rezado por milenios, y elevado al rango de capital cada vez que han podido), los cristianos eran 28.000. Cuando Israel expulsó a los jordanos, sólo quedaban 11.000, la misma cifra que ahora, sí. Habían pasado sólo veinte años. Este dato no lo da Jara. Tampoco este otro: en 1952, los cristianos representaban el 18% de la población de Jordania y Cisjordania; hoy, no llegan al 4%. La culpa debe de ser de los judíos. Los judíos, por cierto, no pueden ser ciudadanos de Jordania, reino moderado donde los haya. Lástima no saber qué opina de todo esto el padre Firas de origen jordano.

"La desaparición de los cristianos de Tierra Santa" tiene una laguna, no, un agujero del tamaño de los boquetes que abren en Israel los cohetes que lanzan desde Gaza los entrañables terroristas de Hamás: y es que no se dice una sola palabra de la situación de los cristianos en las cristianísimas Belén y Nazaret. Lo de "cristianísimas", ya, es un decir: en Nazaret ("¡El islam dominará el mundo!"), los cristianos eran el 60% de la población al finalizar la Segunda Guerra Mundial; hoy, a las apuradas alcanzan a ser el 30%: 22.000 de un total de 72.000 habitantes. En Belén, la descristianización ha sido aún más profunda: antes de la transferencia de la ciudad de Jesús a la Autoridad Nacional Palestina (1995), los cristianos eran más del 60% de la población; hoy son el 20%, si bien algunos rebajan aún más la cifra, hasta un estupefaciente 12%. Según los investigadores Jonathan Adelman y Agota Kuperman, tres cuartas partes de los cristianos originarios de Belén viven fuera de la ciudad.

Belén tiene que quedar fuera de una pieza como "La desaparición de los cristianos de Tierra Santa" porque no encaja en el discurso de la apacible hermandad cristiano-musulmana puesta a dura prueba por la ocupación (¿por la existencia?) de Israel. Porque si se habla de Belén se tiene que informar de la virulenta islamización de la plaza, que por tal motivo vio incrementada su extensión territorial en tiempos de Arafat, rais que mostró el respeto que le merecían los cristianos cuando convirtió a la fuerza un monasterio ortodoxo en su residencia oficial en la ciudad. Si se habla de Belén no hay más remedio que referirse al asalto sacrílego a la Iglesia de Natividad de abril de 2002, perpetrado por terroristas de Hamás, las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa y las milicias Tanzim, estas dos últimas integradas en Al Fatah, el partido del entonces presidente palestino. O historias como la muy triste del taxista George Rabie, a quien unos musulmanes maltrataron por llevar un crucifijo en el parabrisas, o la terrible del joven Jeriez Moussa, de la vecina Beit Jala, cuyas hermanas (Rada, de 24 años, y Dunya, de 18) fueron asesinadas en su propia casa.

Su crimen fue ser unas muchachas cristianas y atractivas que lucían ropa occidental y no llevaban velo. Rada se había estado acostando con un musulmán en los últimos meses. Una organización terrorista, la Brigada de los Mártires de Al Aqsa, emitió un comunicado en el que reivindicaba el asesinato y en el que decía: "Queremos limpiar la casa palestina de prostitutas".

Si se hablara de Belén, en fin, habría que hablar con gente como Joseph Canawati, propietario del hotel Alexandria, que ya en vísperas de la Navidad de 2006 declaraba a Elizabeth Day, del Daily Mail:

No hay esperanza para la comunidad cristiana. No creemos que las cosas vayan a ir a mejor. Para nosotros, esto se ha acabado.

De vuelta al mundo de Nuestro Tiempo damos con estas líneas, con las que concluye Erika Jara su pieza viciada:

(...) el padre Firas anima a los peregrinos cristianos de todo el mundo a que dejen de visitar las piedras muertas de Tierra Santa [la cursiva es mía] y se concentren en las vivas: "Los palestinos cristianos que deben poder contar su historia y necesitan saber que fuera tienen apoyo".

El final no parece impostado y desde luego no es irónico, por mucho que parezca proferido por una víctima paradigmática del síndrome de Esto-es-el-colmo.

Cien

Alfonso Ussía en La Razón

La llamada «procesión atea» de Lavapiés, afortunadamente prohibida por la Delegación del Gobierno en Madrid, contaba con cien apoyos. Lo han leído bien. Han conseguido sus cobardes organizadores –contra Alá y Mahoma no se atreven–, armar una zapatiesta para terminar contando con la ridícula solidaridad de un centenar de necios. Reunir a cien cuerpos es lo más sencillo del mundo sin tener la necesidad de herir los sentimientos de decenas de millones de personas gratuitamente y porque sí. En el último certamen local de petanca celebrado en Fresno del Guadalmecín se juntaron cuatrocientos setenta y dos espectadores. Cifra ampliamente superada por los interesados en asistir al campeonato de Canicas sobre Grava recientemente competido en Baños de Dotres. Entre participantes, árbitros, entrenadores y público, más de tres mil asistentes. En 1998, en la localidad palentina, casi fronteriza con La Montaña, de Alar del Rey, seiscientas ochenta personas asistieron a la conferencia del ilustre naturalista Guillermo Pérez-Luminé que disertó durante dos horas acerca de las «Ventajas y algún inconveniente de las galletas “María”». El salón de conferencias tuvo que ser cerrado por falta de espacio y quedaron en la calle otros quinientos frustrados ciudadanos deseosos de oír las interesantes teorías del profesor Pérez-Luminé con respecto a las galletas «María», una de las cuales no deja de ser sorprendente y procedo a su revelación: «La galleta “María” ingresa en la glotis con más suavidad previamente humedecida por el café o el chocolate, que en su sequedad de origen». Al decir tal cosa –según me ha contado alguno de los asistentes–, estalló una unánime y clamorosa ovación.

La Asociación Española de Criadores de Ranas cuenta en la actualidad con más de doscientos cuarenta miembros. Por otro lado, la organización de «Amigos de las Peceras en los Hogares Salmantinos», la célebre APHS, supera los dos mil asociados. A la presentación del último libro de Almudena Grandes, en el que participaron el rapsoda García-Montero y la tía en segundo grado de Javier Bardem, doña Lucinda Fresneda Caporredondo Gómez Bardem –los Bardem no pudieron asistir porque ya están todos en California–, asistieron más de ciento cincuenta personas con un mérito añadido. Se anunció que no se repartirían croquetas después de la presentación. Y a la inauguración de la nueva «boutique» de ropa interior masculina «Eggs», sita en el barrio de La Latina en Madrid, más de setecientos invitados se quedaron en la calle, porque «Eggs» es un comercio de reducido espacio.

Cien personas son muy pocas personas para apoyar una grosera majadería que ha contado con un altísimo nivel de propaganda y publicidad. En el fondo, la prohibición les ha hecho un gran favor a los convocantes, a los que animo desde aquí a que procedan a reírse de Alá y de Mahoma en los alrededores de cualquier mezquita. Este servidor de ustedes, a estas alturas de su vida y de su hastío, es sobradamente capaz de reunir a cien personas por cualquier motivo. Sólo con la familia llego a las noventa y tres. A las siete restantes les ofrezco un bocadillo de jamón y alcanzo el centenar en un minuto, porque el español es muy dado al bocadillo de jamón de regalo.

Después de la frustrante y aleccionadora experiencia, no estaría de más que el Ayuntamiento de Madrid dedicara una calle secundaria a los organizadores de la llamada «procesión atea». La calle de «Los Cien Tontos de Lavapiés».

Una isla varada en el Caribe

Alfredo Abián en La Vanguardia

Imagínese un debate en el que han participado 8.913.838 personas (ni una más, ni una menos) en cerca de 163.000 reuniones. Puestos a imaginar, supongamos que legiones de amanuenses habrán levantado actas para elaborar un documento de síntesis. Y que el resultado final atiende por “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. Estamos hablando del Partido Comunista de Cuba en estado puro, que el pasado fin de semana celebró su VI congreso. Su sexto magno akelarre en medio siglo. Habrá que agradecerle tan escasa efervescencia congresista, porque la literatura documental de estraperlo resulta tan carente de sentido que si se extrajera de ella la grandilocuencia, la jerga vacua, nos quedaríamos con una secuencia de signos de puntuación, obviamente ininteligibles. Pero hay que entender al bolchevismo cubano. Quiere estar a la altura retórica de sus ancestros, teniendo en cuenta que el gran padre Lenin nos obsequió con miles de escritos entre los que figuraba uno que rezaba así: “¿De qué lado amenaza al proletariado el peligro de verse con las manos atadas en la lucha contra la burguesía inconsecuente?”. Poco les importa a los camaradas isleños controlar un navío que lleva décadas a la deriva. De hecho, Cuba ni siquiera flota. Parece un ballenero o un viejo buque corsario varado en el Caribe, por mucho que sueñe e invoque la chatarra del acorazado Potemkin. En su tripulación fantasmal se cuentan más funcionarios corruptos que disidentes, más prostitución que en el peor vertedero asiático. Y, por si fuera poco, con cartilla de racionamiento e importando hasta el azúcar. Apaga y vámonos.

¿Traidor, dices?

Hermann Tertsch en ABC

El sumo sacerdote del periodismo de corrección izquierdista de este país es Iñaki Gabilondo. «Su palabra es la ley» para muchos españoles —y españolas, que diría— que lo consideran el yerno ideal. Idealista, tierno, vulnerable, sensible, es el adalid de lo políticamente correcto y lo periodísticamente humano. Porque no levanta la voz mientras sufre por nosotros. Por los vascos, por supuesto, y por los bosques, por el cambio climático y los linces, por los toros, por los visones de granja y por los despedidos por crueles directivos que encima se pagan primas —salvo si se llama Cebrián—. Por la ceguera y la violencia de los hombres y las cuitas eternas de las mujeres, buenas y sabias todas menos Esperanza Aguirre. Sufre por la brutalidad de los norteamericanos blancos y heterosexuales, por las almas tiernas de todo inmigrante de color. Sufre por el colonialismo que fue y las multinacionales opresoras de hoy. Detesta a la derecha que exporta armas y le decepciona la izquierda que las exporta mucho más. Es incondicional en su adhesión a las víctimas tras un atentado pero implacable con sus familiares dos días después si caen, pobres imbéciles, en las garras manipuladoras de la derecha.. Le duele mucho la hostilidad en España hacia el Islam moderado, tan tolerante. Tanto como la zafiedad y el fanatismo de los católicos españoles, siempre empeñados en azuzar cruzadas. Le indignan, eso sí, la Iglesia, guarida de pederastas y el Vaticano, centro de conspiración antidemocrática.

Y le asusta mucho, muchísimo, la ultraderecha. Hay muchísima, ya saben. Baste decir que están allí donde se viola el código de buena conducta de Gabilondo. Desde la derecha que no quiere ser partido satélite en un régimen socialista, a cualquier ciudadano europeo harto de pagar impuestos para que los sindicalistas españoles o griegos se suban los sueldos y arramplen con las subvenciones, todos son ultraderechistas. Ante tal amenaza, llama sin cesar a unirse al movimiento de la verdad humanista que son Felipe —¡que pena lo del GAL!—, Zapatero, —¡tan bueno y tan mala suerte!— y él, el trovador de la armonía que habla de consenso con Zapatero ante las cámaras para convenir con él después en las virtudes del enfrentamiento y la tensión. Rajoy es bueno cuando va a radio Gabilondo a imitar las letanías socialdemócratas, pero un canalla cobarde en cuanto le pone una pega al presidente Zapatero. Últimamente le preocupa el fascismo en televisión, porque hay canales muy modestos que dicen cosas que a él no le gustan, mientras el canal que decía todo lo que le gusta a él cerró por quiebra. Ahora dice que se meten con él. No sabe lo que es eso. Sólo los amigos de Gabilondo tienen secciones fijas en periódicos y televisión para insultar a periodistas discrepantes. Para sacar a diario de contexto sus frases, tergiversarlas y manipularlas y alimentar foros de odio para partidarios de palizas, cerrar televisiones y acabar con «los fachas».

Ahora dice Gabilondo que Aznar es un traidor. Por decir que nuestra economía va mal. Lo dice el amigo de quien negociaba con ETA a espaldas del Gobierno de España mientras firmaba con éste un pacto antiterrorista. Las palabras públicas no pueden ser traición, los acuerdos secretos con enemigos del Estado lo son. Quien ayudó a asediar las sedes del enemigo en jornada de reflexión. Quien aplaude unas negociaciones en las que se dijo que «lo que conviene al Gobierno conviene a ETA y viceversa». Quien jaleó un acuerdo con separatistas y terroristas a partir de El Tinell para proscribir a media España. ¿Y de traición nos habláis?

Manipulación extrema

Tomás Cuesta en ABC

En las virtuosas gacetillas del pensamiento único, braman los titulares y se desmelenan los suplentes: ¡La extrema derecha arrasa en las elecciones finlandesas! ¡El espantajo del fascismo regresa a toda vela! Casi nada, monada: lo que faltaba para el euro. Aún no hemos digerido el sapo nuclear y asoma la bestia parda en el peor momento. Con las maletas hechas, el depósito lleno y el horizonte despejado hasta el lunes que viene. O sea, que en Finlandia, dice usted. Quién lo hubiera supuesto. Cuesta hacerse a la idea de que la banda de la porra haya logrado hacerse un hueco en el país de la excelencia educativa, los teléfonos móviles y el vodka de diseño. Por otra parte (aunque bien es verdad que el vodka obra milagros si el termómetro aprieta), ponerse a desfilar al paso de la oca no es tarea sencilla en medio de tanta nieve. ¿Cómo? ¿Qué también en Finlandia luce el sol en estas fechas? Entonces, menos lobos que ya pasó el invierno. No es tan fiero el león como lo pintan los tigres de papel o los blogeros tuertos. No hay ninguna razón para abrumar la Pascua con un Apocalipsis de opereta.

«Traduttore, traditore». Un traductor es un traidor: esa es la clave del enigma y la madre del cordero. El celebérrimo juego de palabras en el que los italianos cifran la imposibilidad de trasmigrar el alma de las lenguas, se ajusta tal que un guante al vendaval hipócrita de admoniciones y aspavientos que se ha levantado a cuenta de la deriva ultramontana de los comicios domingueros. «Perussuomalaiset» —la desenvuelta alternativa al conservadurismo de salón que ha convertido a Timo Soini en una estrella— significa «Finlandeses de base» o «Finlandeses de a pie», yendo un poco más lejos y arrumbando la literalidad significante a fin de captar su esencia. Sin embargo, el «traduttore» (el «traditore») se obstina en la etiqueta de «Auténticos Finlandeses». ¿A santo de qué ese desplazamiento del prosaico «finlandés de a pie» al «auténtico finlandés», ahuecado y solemne? Porque —según el diagnóstico de Adorno y de Klemperer— la «autenticidad» es la piedra angular sobre la que se sostiene la vomitiva retórica de Hitler y, por ende, la de sus herederos. Y porque, una vez atribuido ese significado, ya no es preciso analizar qué es lo que está ocurriendo. El problema es que para erradicar las causas no basta con maldecir las consecuencias. Finlandia no es el predio de la extrema derecha, sino el símbolo de una Europa desnortada en la que lo excepcional empieza a ser la regla. ¡Que viene! ¡Que viene! Las tinieblas se adensan.

Sólo que no es eso. Ni en la Finlandia de Soini, ni en la Italia de Bossi, ni en la Francia de Le Pen, ni en Austria, ni en Holanda, ni… Glosar las excepciones es estéril (y obsceno). Lo que hay que poner sobre el tapete es la naturaleza del hartazgo de los ciudadanos europeos (de todos y, si no, al tiempo), con lo que representan los que les representan. Las engañifas no cuelan: la clientela de ese nuevo populismo no viene de la derecha burguesa; su implantación más fuerte se produce en las periferias obreras, semillero tradicional del voto izquierdista. Y es un síntoma de lo que esas periferias sufren: el paro masivo, la inmigración descontrolada, el deterioro urbano y social que ello arrastra, el gasto loco de países con cuya quiebra deben cargar otros más sensatos, el odio hacia la casta que, desde Bruselas, hace fortuna propia arruinando a todos.

«Traduttore, traditori». La manipulación extrema.

Los fueros de la Pachamama

José García Domínguez en Libertad Digital

A falta de entretenimiento mejor en que ocupar el ocio de sus diputados durante la Semana Santa, el Congreso de Bolivia se apresta, según parece, a votar una solemne declaración de derechos de la Pachamama. Asunto muy del agrado de cierto Álvaro García, vicepresidente del país y genuino panteísta precolombino tal como delata su apellido. Así, a juicio del inca García "la ley establecerá un nuevo marco de relaciones armonioso y fecundo entre la Tierra y sus habitantes". A su vez, y ya puestos a hacer el indio, el periódicos global ha dado en adherirse a la prosopopeya de los chamanes del Altiplano. Siempre, eso sí, que la atribución de personalidad jurídica a bellotas, frijoles, chuzos, guijarros y hojas de coca "no quede en mera declaración de intenciones", como se prevenía ayer en la plana noble, la de los editoriales de El País.

Ante todo, el rigor jurídico, en estos casos compañero inseparable del intelectual. Nada nuevo, por lo demás. Recuérdese al respecto que Hitler diseñó con extremo cuidado el trazado de las autopistas del Reich a fin de someterse al sacro fuero de la Naturaleza. O que el arquitecto que ingenió la Gran Muralla China se quitó la vida, persuadido como estaba de haber seccionado las arterias de la Tierra con su obra. Ahora, difuntas las utopías de la Modernidad, el ecologismo se ha convertido en renovada expresión política de un mito siempre igual a sí mismo, el que alimentara el discurso prometéico de la izquierda a lo largo de las dos últimas centurias, a saber, el del buen salvaje.

Esa leyenda que ansía recrear la memoria atávica de un hombre natural; idílica criatura cuya inocencia primigenia sería luego corrompida por la vida en sociedad y sus aciagos apéndices: el Estado, la división en clases y la propiedad privada. Al cabo, el ecologismo no deja de constituir una actualización de la vieja retórica de la explotación del hombre por el hombre apenas con la salvedad argumental de que al capital le habría dado por hurtar la plusvalía al planeta. Y como todas las creencias asentadas en emociones básicas, igual ha sabido encontrar alojo en esa región de la mente donde el miedo y el sentimiento de culpa engendran un hábitat propicio a la pura irracionalidad. Por algo auguró ZP que la Pachamama es del viento.

Que se movilicen ellos

Cristina Losada en Libertad Digital

Tras socavar, con singular eficacia, el ansia de conocimientos y la ética del esfuerzo en los adolescentes, el progresismo patrio ha dado en sorprenderse y escandalizarse de que los jóvenes no se movilicen en esta época de crisis. Movilizarse, entiéndase, políticamente y, para ser precisos, en la calle, que ya es hora. Abundan, así, en esos predios, los lamentos por la –supuesta– indiferencia juvenil ante las graves hipotecas que pesan sobre su futuro, atribuidas todas ellas al triunfo de los pérfidos mercados sobre la política, que es dama virtuosa. Y en línea con el panfleto de moda, ese Indignaos que está en boca de todos –y en boca de ganso–, instan a la juventud a sacudirse la abulia y montar en cólera, sea contra el poder económico, sea contra el poder político, elección que dependerá, a buen seguro, del color del gobierno de turno.

Perfectamente inconscientes de la paradoja, los defensores de doctrinas pedagógicas que han privado a los jóvenes de las herramientas para construirse un futuro, les incitan ahora a rebelarse contra otros. Y hasta les afean que no se movilicen, cosa que dada la práctica habitual significa quemar oficinas bancarias, tiendas, vehículos policiales y sedes de partidos de derechas. En suma, suspiran por un nuevo mayo del 68, ése en el que no estuvieron y que los jóvenes de hoy han de protagonizar por ellos. Ese mitificado Mayo cuya repetición vaticina cierta prensa en cuanto unos chavales encapuchados lanzan cocteles molotov contra una escuela. Y ese Mayo que no volverá, desde luego, a lomos de la crisis. No en vano, las rebeliones juveniles de los sesenta no fueron revueltas contra la escasez: fueron las revueltas de la abundancia. Sin olvidar el aburrimiento que, tal como señala Nisbet, es una causa motriz nada despreciable.

Sólo unos irresponsables pueden aconsejar a los jóvenes que respondan a la crisis representando una parodia sesentayochista de propósitos confusos y manipulación probable. En lugar de despilfarrar sus energías de ese modo, mejor harán si las invierten en su preparación: en aprovechar las escasas oportunidades de remontar los efectos perversos de una enseñanza pública moldeada, durante décadas, por la utopía de la mediocridad. La única rebelión inteligente será contra ese lecho de Procusto –la igualación por abajo– que ha tendido el progresismo pedagógico. Y si los nostálgicos anhelan un nuevo Mayo, que se movilicen ellos.