martes, 24 de mayo de 2011

De Irak a Bildu

Tomás Cuesta en ABC

Zapatero llegó al poder a lomos de la historia y ha vuelto a hacer historia al llegarle el momento de salir de naja. Si el 11-M fue un acontecimiento histórico, un punto de inflexión, un órdago cerril y un disparate planetario, es porque edificó un precedente trágico sobre las ruinas ateridas de una tragedia inenarrable. Fue la primera vez que un país democrático (un país respetado y, en teoría, respetable) se plegaba al chantaje de los carniceros y echaba mano sin rubor de la bandera blanca. Con la retirada de Irak, que era una opción legítima antes de que el horror acaparase el escenario, Zapatero, a lo tonto, debutó en los anales. Sin llegar a figura, se convirtió en un figurante. En algo así como una nota a pie de página en la historiografía de la infamia.

Al cabo de siete años, con el teatro hundido, el público insurrecto y la claque en desbandada, el eterno farsante continúa empeñado, contra viento y marea, en prolongar la farsa. Todavía es capaz de empeorar las cosas. No ha despachado aún el último capítulo de esta historieta aciaga. Hay margen todavía —¡ole mi Cid!— para, después de muerto, perder otra batalla. «But this is another story»… Tiempo habrá de contarla. La que se consumó anteayer es la que nos conduce desde la deserción de antaño a la traición de hogaño. Zapatero, en Irak, rindió el Estado al terrorismo. Ahora, a través de Bildu, se lo ha entregado a cuenta de una paz deshonrosa que remata a las víctimas y aviva a los victimarios. Se lo ha puesto en bandeja, en bandeja de plata. Y, si es que salva la cara, nos va a salir muy caro.

La atronadora victoria electoral de los aviesos taliboinas y los machacas filoetarras se sustancia, a la postre, en un descenso «ad inferos», en un retorno agónico a los abismos del pasado. «Un voto —decía Lincoln— es más fuerte que una bala». Pero a Gregorio Ordóñez le quitaron de en medio porque hoy mismo, ¿quién sabe?, quizá sería alcalde. Y lo mismo ocurrió con Miguel Ángel Blanco, con López de Lacalle, con Joseba Pagazaurtundúa... Válganos Dios, son tantos... ¿Es posible comprarse un lugar en la Historia enajenando tanta sangre?

Nada de esto se hubiera planteado sin la aquiescencia del Gobierno, la sumisión culposa del Constitucional y la actitud pacata, abúlica y titubeante de algunos dirigentes populares. Histórica. La del domingo, en efecto, ha sido una fecha histórica. Vamos, que, a fuerza de ser histórica, casi resulta insoportable. Fue la noche triste del señor Zapatero y la noche de Walpurgis de las libertades. Que la historia le juzgue y que le absuelva Pascual Sala.

Y ahora, ¿qué?

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Pobre pueblo, decía el sábado —con su Platón a cuestas— Gregorio Luri, el que se cree superior a sus políticos. Y llevaba más razón que un santo. Yo siempre he creído que Zapatero es la crema de la izquierda española (sólo hay que leer las frases de camiseta de la Puerta del Sol), y Rajoy, la crema de la derecha española. Ahora la ley del péndulo que mece a la democracia ha echado de una patada en el culo a Zapatero, que todavía tiene dos salidas para seguir jugando a estadista: la guerra de Libia y la impugnación de las elecciones del domingo por el aquelarre antidemocrático del sábado en la Puerta del Sol, sede del Gobierno que ha renovado brillantemente Esperanza Aguirre, con toda la secta progre en contra. «No debemos dejar paso a esos sectores casposos, llenos de rencor y sedientos de riquezas», había avisado desde Getafe, con la elegancia propia de quien está acostumbrado a intimar con Tácito, el profesor Peces. A lo que los madrileños, que empiezan a tener gracias a Zapatero una idea bastante aproximada de lo que es la pobreza, contestaron con sed de riqueza insatisfecha llenando de votos las urnas de la marquesa, bajo cuyo paraguas el profesor Peces podrá seguir llevando esa vida muelle que caracteriza a la Universidad española, donde con una lectura somera del librillo de Stéphane Hessel te las puedes echar de Althusser de Getafe que despacha consignas y artículos de fondo. Electoralmente, pierde peso Gallardón, pero poco, visto su empeño por convertir Madrid en la Kaohsiung (Taiwán) del Occidente, transformando las aceras en circuitos y velódromos, y las coquetas plazas burguesas, en desoladas explanadas para «performances» sesentayochistas inspiradas en el gazpacho metafísico del Althusser de Getafe, que nos ha hecho pasar de «Leer “El Capital”» a «Leer “¡Indignaos!”». Gallardón sigue sin entender que, por más que acaricie sus bolsillos con los cheques de la señora Claypool, para la izquierda siempre será un facha.

Viñeta de Montoro en La Razón

España sigue siendo de izquierdas

Manuel Llamas en Libertad Digital

Basta con observar la última encuesta sobre política fiscal elaborada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2010. Así, en general, la mayoría de los españoles valora satisfactoriamente los servicios públicos y justifica el pago de impuestos para su mantenimiento; de hecho, el 45% opina que el gasto público en sanidad, educación y servicios sociales debería incrementarse, incluso si eso significa que haya que subir los impuestos (sólo el 4,1% defiende lo contrario, menos gasto y menos impuestos); el 73% defiende que se incremente la fiscalidad a las rentas más altas; el 56% considera que el Estado debe esforzarse más en perseguir el fraude tributario; el 81% piensa que engañar a Hacienda es engañar al resto de los ciudadanos. Por último, un par curiosidades: casi el 79% de los encuestados estudió en un colegio público y el 18% trabaja en la Administración.

Con estos mimbres se explican muchas cosas, como el hecho de que el PP de Génova se escore a la izquierda para tratar de cosechar votos en eso que algunos llaman centro político, y que no es más que la típica socialdemocracia; o que la educación –de nivel medio o superior–, al estar mayoritariamente bajo el control del Estado, se haya convertido en una máquina muy eficiente para pulir a medida "ciudadanos" sumisos, dependientes y favorables al statu quo, es decir, al poder político. Sin ir más lejos, el movimiento 15-M de la Puerta del Sol, pese a que algunos lo tildan de antisistema, no deja de ser otro reflejo, aunque más evidente, del poso izquierdista que todo lo impregna en España. Y es que, estos jóvenes, acompañados de parados, hipotecados, pensionistas y algún que otro contribuyente bienintencionado, protestan contra el poder político sugiriendo como alternativa mucho más Estado y menos mercado con el ilusorio fin de cambiar las cosas... ¡A peor!