viernes, 11 de junio de 2010

España ensimismada de nuevo

Florentino Portero en Libertad Digital

Los gobiernos de Rodríguez Zapatero representan, por muchas razones, el fin de un ciclo que se inicia con la coronación de Juan Carlos de Borbón como Rey de España y se cierra con el atentado del 11-M. Si nos centramos en el ámbito de la política exterior, vemos que ese ciclo estuvo marcado por el objetivo patriótico de "situar a España en el lugar que le correspondía" en el concierto de las naciones. Éramos una sociedad acomplejada porque no habíamos sido capaces de vivir en democracia, de generar un desarrollo económico semejante al de nuestros vecinos, de tener un "estado de bienestar" comparable ni, sobre todo, de estar en la cocina de la política internacional. La España de Franco era una apestada y los españoles de 1975 querían superar esa situación incorporándose plenamente a los organismos donde se tomaban las decisiones clave.

Los gobiernos de Suárez y, sobre todo, los de Calvo-Sotelo, González y Aznar se pusieron manos a la obra para lograr ese objetivo común y no hay duda de que lo lograron. No veían el papel de España en el mundo de la misma manera, había sensibilidades distintas sobre cómo tratar a una dictadura de izquierdas, la promoción de la democracia o los mercados abiertos, pero coincidían en que España debía estar en la cocina de la política europea, lograr un nivel de interlocución importante con Estados Unidos, asumir un liderazgo en la comunidad iberoamericana e involucrarse en la política magrebí y de Oriente Medio.


El 11-M produjo un efecto reaccionario en la sociedad española. Sintió miedo por el protagonismo alcanzado, auténtico mal de altura, y muchos concluyeron que el precio a pagar era demasiado alto. La sociedad española, con Zapatero a la cabeza y Rajoy a su espalda, se embarcó en un proceso de marcha atrás, desandando el camino que tanto trabajo nos había costado. Volvimos al "corazón de Europa", es decir a subordinarnos a lo que franceses y alemanes decidieran según sus propios intereses nacionales, pero todo ello teñido de sacrosanto europeísmo. Desde entonces no hemos hecho nada relevante en política europea, salvo poner en peligro la viabilidad del euro.

Hace treinta años, cuando Franco agonizaba entre la expectación de propios y extraños, muchos denunciaban, recogiendo discursos de la época liberal, el ensimismamiento en que había caído la sociedad española. Nos mirábamos el ombligo hasta el aburrimiento. Hacíamos metafísica de una supuesta naturaleza española... cuando lo importante era recuperar el sentido común, asumir una actitud racional, abandonar la secular tendencia a la melancolía y ponernos a trabajar para que España fuera una más en el concierto de las naciones. Si hoy repasamos la prensa española o caemos en la tentación de ver u oír las innumerables tertulias que vertebran la opinión pública española concluiremos que, cual fatídico ciclo, hemos vuelto al principio. De nuevo hemos caído en la melancolía, de nuevo estamos fuera del pelotón de cabeza de la política mundial. Apenas encontramos noticias que nos sitúen en los grandes problemas de nuestro tiempo. Todo es España, la reforma laboral, la inviabilidad de la financiación autonómica, elecciones sí o no... pero casi nada de lo realmente relevante sobre política europea, atlántica o global.

Mientras que en Francia o el Reino Unido se trabaja para definir una estrategia en el medio y largo plazo que les permita seguir gozando de un nivel de influencia relevante, aunque menor que en tiempos pasados, nosotros nos hemos desenganchado de nuestro entorno para perdernos, de nuevo, en los viejos temas: corrupción y caciquismo, la clase política como problema, separatismos y violencia, el fracaso de la educación como motor de la modernización... todo ello en el marco de un estado en descomposición. No hay duda de que Rodríguez Zapatero se ha ganado a pulso un lugar relevante en nuestra historia nacional.

Secuestros en el Sahel

GEES en Libertad Digital

Es de esperar que la firmeza se mantenga y que los terroristas de AQMI encuentren frente a ellos a un bloque coherente de países no dispuestos a ser chantajeados. Sólo así podrá acabarse con el lucrativo negocio del secuestro que, recordémoslo, en nuestras latitudes tanto ha alimentado durante décadas al sanguinario terrorismo de ETA.

Semana de soberanismo virtual

Antonio Robles en Libertad Digital

No hay que descuidar que la crítica que debe prevalecer al abuso nacionalista en esta época de crisis es la corrupción camuflada tras estas asonadas virtuales del catalanismo y la degradación económica de la economía de Cataluña. Nunca, en los últimos 200 años, Cataluña había retrocedido empresarialmente tanto respecto al resto de España, como en los 30 de catalanismo. Y esto no es porque España expolie, sino porque el nacionalismo ha reducido la iniciativa empresarial catalana, a una carrera por colocar a sus vástagos en el presupuesto del negocio nacional.

¿Fue por Helena la Guerra de Troya?

Pío Moa en Libertad Digital

Está claro que los relatos de Troya son ficticios en parte muy importante. Quizá la historia de Helena sea una invención o, de existir, solo un pretexto para otros objetivos. Pero realmente no lo sabemos. Nos queda el arte y el encanto de la epopeya, y haríamos tan mal en reducirlos a intereses comerciales como en explicar las teorías intelectuales por el mero apetito de dinero de sus autores. Aunque deseen ganarlo, evidentemente.

Por qué no tiembla Irán

Rafael L. Bardají en ABC

Los rusos, por ejemplo, están de acuerdo en no venderle carros de combate a Irán, pero eso es algo que los iraníes no pensaban hacer de ningún modo. Y, sin embargo, esta resolución sí le permite a Rusia la entrega de los sistemas de defensa antiaéreos S-300, algo que sí afecta a cualquier iniciativa militar contra Irán. 

Es más, con el acceso a estos sistemas de defensa, los iraníes pueden estar más que satisfechos. Ellos ya no necesitan tiempo para adquirir más componentes nucleares. Los tienen. Necesitan tiempo para protegerse de un ataque. Y eso, se lo vuelve a conceder una vez más la ONU.

El colgajo de las grúas

Alfonso Ussía en La Razón

Algún día tendrán que explicar ustedes a los suyos cómo es posible que el movimiento homosexual en España rechace a los homosexuales libres y defienda la brutalidad de quienes los consideran una escoria. Escorias que penden como colgajos desde lo alto de las grúas.

Reflexión sindical

Pilar Rahola en La Vanguardia

A menudo los sindicatos parecen decimonónicos y hablan en términos muy alejados de la realidad laboral. Primero, porque el binomio empresario/obrero ha sido dinamitado con miles de autónomos, pymes y todo tipo de emprendedores que arriesgan tiempo, patrimonio y salud en activar la economía. Y segundo, porque el aumento impositivo hará más daño a la creación de empresas que la reducción de sueldo de los funcionarios. Quizás la cuestión está en preocuparse más por crear empleo que no sólo por defender el empleo que ya existe. Y también en bajar a la condición terrenal. Hoy los sindicatos son grandes estructuras de poder, económicamente fuertes, políticamente dependientes y retóricamente antiguas. Puede que todo ello no explique el fracaso del otro día. Pero explica la irrealidad en la que habitan. "Una empresa es como una bicicleta. O te mueves o te caes", dijo alguien. El problema está cuando sólo se defiende la bicicleta, pero se desprecia el movimiento. Resultado: cinco millones de parados.