martes, 21 de junio de 2011

Para qué sirve una Academia

Serafín Fanjul en ABC

Hace unos años, un ayuntamiento de progreso (el de Cáceres) resolvió, henchido de memoria histórica, corregir un grave entuerto: cambiar el nombre de una calle («Héroes de Baler»), por franquista. Es tiempo perdido rogar a los justicieros iconoclastas que lean el libro de su paisano Saturnino Martín Cerezo sobre los Últimos de Filipinas: ni leen ni les interesan actividades tan poco productivas. En un tiempo más lejano, otro sabio de la misma cuerda, clamaba a voz en cuello por la retirada —por franquista— del escudo de los Reyes Católicos en la fachada de la Real Chancillería de Granada que, como es sabido, data del siglo XVI. Ejemplos de este jaez proliferan de tal modo que, amén de sonrojarnos a los españoles preocupados por nuestra cultura, explican bien el desguace del Archivo de Salamanca, el muy discutible montaje del Museo de América o las maquinaciones para transmutar el Valle de los Caídos en parque temático de la progresía, tomando quizás por guía el Museo de la Revolución de La Habana, o el de Bahía Cochinos, que como modelos museísticos no tienen precio.

Ni la izquierda ilustrada se salva en la presente politización sectaria. No hace mucho, un político de segunda fila, de los que gustan ejercer en las sombras de eternos Fouchés de bolsillo —aunque reputado a diestra y siniestra como genio de la comunicación— inquirió a quien le acompañaba qué era un imponente edificio situado en la madrileña Calle del León. «Es la Academia de la Historia», fue la respuesta, a lo que el prócer mediático filosofó concluyente: «¿Y para qué sirven las Academias?», nunca sabremos si impelido por el ansia, habitual en su partido, de extirpar antiguallas, para reemplazarlas por tipos que exhiben calzoncillos de colorines, o relamiéndose ante la eventualidad de derribar la suntuosa fábrica y recalificar el terreno. Sabe Dios. Pero la pregunta permanece y en estos días de desmesura y sectarismo contra la Real Academia de la Historia, se han lanzado tropeles de periodistas y políticos a repetirla. Y no sólo de la autotitulada «izquierda». La superficialidad frívola con que se ha enjuiciado y condenado en bloque el Diccionario Biográfico, tan costosa y tesoneramente alumbrado —y por ende a toda la institución—, ha sido la tónica predominante en noticieros y tertulias. Periodistas y miembros del PP (cuyos nombres piadosamente omitimos) se han jugado y perdido el respeto que se les pudiera tener: no se puede argumentar de forma tan irresponsable, ridiculizando todo el trabajo: 43.000 biografías, 5.500 colaboradores, doce años de esfuerzo y milagros por parte del director para lograr la financiación, de fuentes diversas, no sólo oficiales. No hablaré de mis modestas aportaciones a la obra, centradas en figuras del siglo XVI, pero sí me consta que todas las personas que conozco, partícipes del proyecto, han trabajado con seriedad y dedicación.

El nuestro es un país contradictorio en el que coinciden lo mejor y lo peor del intelecto humano. Y peligroso, con la ligereza entronizada como norma, por estar todo prendido con alfileres: un incidente inesperado puede torcer gravemente nuestra historia produciendo daños irreparables (¿para qué volver sobre el 11 de marzo?). Una tierra donde cualquier indocumentado se cree sobrado de facultades para exigir lo que sea, sin tener la menor idea de la materia sobre la que pontifica. A veces llegan al Congreso, o incluso, contra toda lógica formal, a un ministerio, con mando en plaza. Y de ahí los destrozos de la era Rodríguez. Piden, reclaman, exigen que se rectifique, se cambie o —de plano— se retire y prohíba el Diccionario Biográfico de la R.A.H., todo, por un concepto («autoritario») utilizado en una biografía (entre 43.000): la osadía es buena compañera de la ignorancia. Vean, por ejemplo, las biografías de Arias Navarro, Carrero Blanco o el coronel Eymar y dejen de decir tonterías sobre franquismo. Me pregunto cuántas veces —fuera de actos protocolarios— estos críticos sobrevenidos y muchos otros del coro de enterados han visitado la Real Academia de la Historia, si sabrán de los 380.000 volúmenes de su biblioteca, de las maravillosas colecciones de manuscritos que atesora y esperan a los pocos visitantes que los buscan; de los trabajos de digitalización; de las colecciones arqueológicas; de los esfuerzos desinteresados de los académicos y de su director.

¿Sabrán del Departamento de Cartografía, del Gabinete de Antigüedades, de publicaciones de altísimo nivel, del Boletín de la R.A.H. (revista científica que va por el tomo 206), de exposiciones, ciclos de conferencias, restauraciones artísticas, colaboración con otras instituciones, presentación de libros, proyectos de investigación (legislación histórica de España; proyecto Testaccio / Amphorae)? O, mirándolo de otra manera, la R.A.H. es un sabroso bocado, como botín que todavía no se controla pero que, con una lumbrera de las habituales al frente, puede irse al garete, bien reconvertido en multicopista de panfletos de memoria histórica, una vez ultimado uno de los reductos de libertad aun no anegados por el control audiovisual.

Desde los prodigiosos días de esperanzas ilustradas en que don Julián Hermosilla, en 1735, albergaba en su casa la primero llamada «Academia Universal» y finalmente creada por Real Orden de 1738 como R.A.H., sus salas, biblioteca, dirección, han acogido a Campomanes, Jovellanos, Cánovas del Castillo, Menéndez y Pelayo, Pascual de Gayangos, Lafuente Alcántara, Menéndez Pidal, García Gómez, Rumeu de Armas… No puedo citar a todos, que me disculpen los excluidos, pero no olvidados. ¿Estarán a la altura de…? Pongan ustedes los nombres de quienes gusten y tanto ven y oyen en televisión. Sólo por educación de cristiano viejo omito nombres, andanzas y perlas filosóficas de quienes dominan nuestros actuales medios de comunicación, donde se acusa al Diccionario de recoger pocas biografías de mujeres (lo cual sólo es un reflejo de la subsidiaria relevancia social que tuvieron en el pasado, afortunadamente superada. ¿Injusto? Mal estuvo, pero fue así: ¿habrá que inventar biografías de cuota?). Han llegado a tirar por tierra toda la obra reduciéndola a un corta y pega arbitrario y absurdo de fotocopias fragmentarias. ¿Tienen la menor idea estos arrojados tertulianos de la tarea de conocimiento previo, estudio y selección de fuentes y bibliografía, redacción y por último síntesis que requiere cada artículo? Como con los cacereños de Baler, explicárselo es perder el tiempo.

En una España en que la alta cultura va siendo arrinconada por la banalidad y por una tecnología convertida en un fin en sí misma, como negocio que es, cumple recordar que, tal vez, el principal escollo de la IIª República lo constituyera haber sido propiciada por intelectuales metidos a políticos, en tanto uno de los primeros problemas de la España presente reside en el lamentable nivel cultural de quienes pretenden traer la IIIª.

«Marcia su Madrid»

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Nadie pide para estos profesionales de la indignación un trato como el proporcionado por Azaña a los indignados de Casas Viejas («Ni heridos, ni prisioneros: tirad a la barriga»). Como vecinos de Madrid lo que se pide es igualdad ante la ley, y que un pesado que se establece con una quechua en la vía pública reciba la visita de la policía local con los mismos modales empleados con el caballero que estaciona su vehículo en doble fila. (...) Pero qué deprimente es el espectáculo de los políticos haciendo jerogíficos jurídicos para escaquearse de su responsabilidad en el orden público. Qué deprimente es la visión de un amigo mío: la perrita del alcalde de Madrid y el perro del ciego de Barcelona quedando a solas, como en uno de esos cuentos llorones de Disney, para lamerse las heridas. Qué deprimente es saber que esto va a durar hasta que en las encuestas del CIS no cobren ventaja las fuerzas del progreso.

Tiempo muerto

Tomás Cuesta en ABC

Cada segundo de más Rubalcaba corre el riesgo de ser el candidato de un gobierno definitivamente intervenido. Es decir, sin subterfugios ni visitas de cortesía de la cancillera Merkel y sus ministros. Y eso, Rubalcaba, no lo debería permitir, a no ser que su proyecto consista en sacar a Franco de su tumba y a España, del euro, cosa que, bien mirado, a más de uno en el PSOE le puede parecer algo así como matar dos pájaros de un tiro.

Los indignados y el Tea Party

Edurne Uriarte en ABC

El Tea Party aboga por los recortes de los gastos del Estado y de los impuestos, su segundo gran eje, mientras que los Indignados exigen justamente lo contrario, un Estado que no recorte. Los activistas del Tea Party no quieren pagar más al Estado y los activistas de los Indignados quieren que el Estado siga pagando.

Pocos

Alfonso Ussía en La Razón

¿Por qué han necesitado siete años y medio para indignarse?

(...) Porque se avecina un período de poder político liberal y conservador. La izquierda –lo escribí días atrás–, no sabe perder en las urnas, y este movimiento no tiene otro objetivo que entorpecer la normalidad institucional y social cuando los socialistas, los hacedores del desastre, se vayan a casa. Ahora piden una huelga general. No tengan dudas al respecto. Se convocará pocas semanas después del cambio clamorosamente anunciado. La huelga general inmediata no entra en sus planes. Se enfadarían los que manejan, desde la sombra, el timón de sus rumbos.

Los delitos del 15-M

Manuel Llamas en Libertad Digital

Las manifestaciones convocadas por el movimiento 15-M en Madrid durante este fin de semana terminaron sin altercados de relieve, lo cual ha servido de excusa para reiterar una vez más el espíritu no violento y, por tanto, legítimo, de este tipo de protestas iniciadas a mediados del pasado mayo. En los últimos días, numerosos comentaristas, e incluso políticos, han diferenciado claramente los bochornosos sucesos acaecidos la semana pasada en el Parlamento catalán del resto de movilizaciones y actos desarrollados por este amplio grupo de jóvenes a lo largo y ancho de España, en un intento por distanciar y separar a los violentos del resto de indignados.

Sin embargo, tal diferenciación no ha lugar. El movimiento 15-M ha incumplido la ley desde su mismo nacimiento, incurriendo así, presuntamente, en delitos y faltas de diversa índole. A continuación, las violaciones más flagrantes de la legalidad vigente:

1. El ya famoso 15 de mayo terminó con varios jóvenes detenidos después de que la manifestación convocada por Democracia Real Ya en el centro de Madrid se convirtiera en una auténtica batalla campal contra la policía.

Desorden público: artículo 550 y 557 del Código Penal.

2. Pese a esos incidentes, los indignados volvieron a plantarse en la Puerta del Sol pocas horas después y, una vez ocupada, ahí se quedaron durante semanas, con el consiguiente perjuicio para los comerciantes y vecinos de la zona. Lo mismo aconteció en numerosas plazas y espacios públicos de toda España, desarrollándose también algunos disturbios.

Desorden público: artículo 550 y 557.

3. El 15-M vulneró explícitamente la prohibición de concentraciones y manifestaciones estipulada por la Junta Electoral los días previos a los comicios del 22 de mayo.

4. Más allá del secuestro del Parlamento catalán, los indignados se manifestaron ante el Congreso de los Diputados, así como otros parlamentos autonómicos y ayuntamientos durante sesiones ordinarias y la toma de posesión de los nuevos cargos políticos.

Delito contra las instituciones del Estado: artículo 494, 496, 497 y 498.

5. Insultos a miembros de la Corona: artículo 490.

6. Cercar la vivienda de Alberto Ruiz Gallardón y Rita Barberá (domicilios privados): artículo 202 y 557.

7. Ocupar establecimientos comerciales y sedes: artículo 202 y siguientes.

8. Impedir desahucios: artículo 544, 550 y 557.

9. Agresiones y amenazas de distinta índole: faltas de distinto calibre.

10. Esos y otros ejemplos evidencian la naturaleza violenta e ilegal que anida en el propio seno del movimiento 15-M. Sin embargo, más allá de estos presuntos delitos cometidos desde que comenzó la ocupación de Sol destaca un hecho que, si bien no es delictivo por no estar tipificado como tal, supondría un auténtico crimen económico de llevarse a término. Y es que, el conjunto de propuestas y el rechazo al Pacto del Euro que pretenden imponer los indignados garantizaría, pura y simplemente, la quiebra de España a corto plazo.

Russian Red en el coche celular

Cristina Losada en Libertad Digital

Desde Münzenberg, el genio propagandista del Kremlin y la Komintern, valga la redundancia, la cultura es de izquierdas por definición, y ahora que la cultura carece de definición, lo más granado de esa cáscara campa en las fincas del espectáculo. No se podía tolerar desviación tan flagrante. Quien rompe filas ha de recibir su merecido. De las entrañas de la Lubianka de papel surgió un aviso en forma de reportaje. Su literalidad importa poco; lo importante era convertir a R.R. en pasto de polémica y señalar con el dedo al bicho raro. Que nadie se desmande, mira lo que puede pasarte. Intimidación, creo que se llama.

Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa

José García Domínguez en Libertad Digital

Es el desempleo crónico de la carne de contrato temporal, los jóvenes, quien asegura la estabilidad de la clientela de Toxo y Méndez durante las crisis. Así, la aparente paradoja que no es tal: unos sindicatos que se dicen de izquierdas, combatiendo con furia contra la igualdad jurídica, no en nombre de la revolución sino en el del más reaccionario de los corporativismos. Aunque lo peor es que esos apparatchiki sindicales, a fin de cuentas simples funcionarios en nómina del Estado que los mantiene, no resultan ser los que en verdad bloquean toda tentativa de cambio. Ni ellos ni tampoco sus patronos, los políticos. La España profunda al completo, indignados miopes incluidos, es quien se empecina, medrosa como suele, en que nada sustancial mute. Ni Zapatero ni Rajoy: Lampedusa.

11-M, seguimos queriendo saber

Editorial de Libertad Digital

Los mismos que querían saber horas después del atentado han pasado dos legislaturas sin interesarse lo más mínimo en investigar el cómo, el por qué y el quién de una tragedia nacional que precedió su ascenso al poder.

(...)

Si el PP quiere que sus promesas sean creíbles, debería desclasificar todo lo relativo al 11-M en cuanto llegue al poder. Porque, más allá de las derivaciones políticas e históricas que los atentados han tenido para toda la nación, es una cuestión de justicia elemental aclarar todo lo posible los hechos acaecidos en Madrid durante aquella fatídica jornada.