sábado, 16 de abril de 2011

No se metan con el industrioso niño Ivancito

Pablo Molina en Libertad Digital

Los católicos queremos unas jornadas mundiales de la Familia presididas por una foto de la saga de Manolo Chaves y en las que el niño Ivancito nos ofrezca desde el púlpito el testimonio de su amor filial. Si en ese momento no se convierte Zapatero, es que es verdaderamente el Anticristo.

Benditos ateos

Tomás Cuesta en ABC

Solamente en el ámbito de una sociedad esquizoide, gárrula y liliputiense se puede concebir que el ateismo se convierta en un problema de orden público en vez de solventarse como una disquisición moral, filosófica o ética. Creer o no creer, «that is the question». Cada uno en su casa y Dios en la de aquellos que hayan decidido franquearle la puerta. Ese es todo el intríngulis de un caso de conciencia que, todavía hoy, en estas parameras, enciende el infiernillo de las querellas cachicuernas. Porque lo peliagudo en España no es que la grey atea reivindique un espacio que no le corresponde o pretenda sacar los pies del tiesto, sino que, por desgracia, vivimos instalados en el extremo opuesto.

Y es que en España, señoras y señores, los comecuras medran en cualquier parcela y andamos, sin embargo, muy escasos de ateos. El anticlericalismo se manifiesta entre nosotros con el rigor canónico de una teología inversa que impele a sus devotos a incinerar iglesias con el mismo fervor que un familiar del Santo Oficio empleaba en relajar herejes. Y las blasfemias se profieren con tanta devoción, con tan firmes propósitos, con tamaña certeza, que se diría que uno está oyendo el Paternóster reflejado en las aguas (turbias) de un espejo. De ahí que, según quién mande y de por dónde aúlle el viento, en ocasiones, atufe a chamusquina y, en otras, empalague un obsesivo olor a incienso. En resumen, que en la grande polvareda de la historia reciente perdimos a don Beltrán y, de paso, el oremus.

En la solemne sepultura de «monsieur» Voltaire una inscripción advierte que allí yacen los restos de alguien que dedicó su vida a combatir la intolerancia y a darle caña a los ateos. ¡Voto al cielo!, se arrancará algún buscapleitos. ¿Acaso no hay constancia de que ese tal Voltaire fue un paladín del librepensamiento, un látigo de meapilas, un martillo de clérigos? En efecto, lo fue. Y furibundo, a veces. Pero también es cierto que sus vertiginosas diatribas, sus vistosísimas «boutades», sus volatines dialécticos, pusieron contra las cuerdas la iniquidad del viejo mundo y nos pusieron en guardia contra las mixtificaciones del moderno. En contra de la razón mesiánica; del sectarismo laico; de la Inquisición incrédula. Contra los que transmiten una epidemia cafre que se ha encorajinado en los albores del milenio.

Desengáñense ustedes: los miembros de esa jarca que convoca «procesiones ateas» —oxímoron grotesco, a la par que siniestro— son, en realidad, sacristanes del odio, propagandistas de la inquina, cofrades del resentimiento. Ni por el forro, ateos. Un auténtico ateo (el señor Spinoza es un ejemplo: ateo piadoso, por más señas) se desenvuelve en las antípodas del fanatismo rucio y vocinglero. Un auténtico ateo sabe que deicidio y genocidio, si no hermanos de sangre, al menos son parientes. Y no ignora, por último, que, al pie de ese Calvario que se rememora en estas fechas, es posible, a Dios gracias, dialogar con los ateos. Benditos ateos. En cuanto a los de la procesión, si aún siguen en sus trece, que se metan a almuédanos.

La procesión atea va por dentro

Juan Manuel de Prada en ABC

ME estremecieron las declaraciones de uno de los convocantes de esa «procesión atea» que pretendía desfilar la tarde de Jueves Santo: «Representamos un frente ideológico. Un frente dedicado, única y exclusivamente, a castigar las conciencias católicas. Nuestro propósito es hacer daño. Y no nos andamos con contemplaciones». No se me escapa que el odium fidei es un sentimiento inextinguible, cuyas ascuas no se apagarán nunca, mientras el mundo sea mundo; pero me había habituado a considerar que, en este fase democrática de la Historia, el odium fidei se manifestaba bajo expresiones menos furibundas, más sibilinas o asépticas, englobadas bajo lo que hemos dado en denominar «laicismo». Las declaraciones de ese convocante de la «procesión atea» me han permitido comprender que ambas expresiones del odium fidei pueden ser simultáneas y concurrentes, que puede haber un Estado que muy democráticamente imponga una idolatría política de obligado cumplimiento, a la vez que sus más furibundos paladines se ocupan de «castigar» y «hacer daño» a los recalcitrantes que se resistan a obedecerla. De hecho, los odiadores más sañudos de la religión sólo afloran allá donde previamente se ha impuesto una idolatría política que sibilinamente la combate. De todos es sabido que unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces. Y declaraciones tan sañudas como las de ese convocante de la «procesión atea» sólo adquieren un sentido pleno si las interpretamos a la luz de otras de apariencia más sibilina, como las que esgrimía Peces-Barba en un artículo reciente: «Cuanto más se les consiente y se les soporta, peor responden. Solo entienden del palo y de la separación de los campos». Para que nadie interprete malévolamente que Peces-Barba está promoviendo la organización de guetos judíos, diremos que se refiere a los católicos.

La «procesión atea» ha sido, en fin, prohibida, por razones más bien colaterales y hasta peregrinas, tal vez porque los odiadores sibilinos de la religión, muy en su papel de polis buenos, consideraban que en esta ocasión los odiadores más sañudos —los polis malos— se habían excedido en su ímpetu. Pero esta «procesión atea» no era sino un aspaviento histriónico; y la verdadera procesión del odium fidei va por dentro. No emplea —de momento— el palo, sino el veneno sutil de la propaganda; y así, envenenando las conciencias, se logra crear el caldo de cultivo que a la larga permitirá sacar el palo del armario sin escándalo. En una célebre obra de C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, Screwtape, un diablo veterano y de alcurnia, dedica a un diablo segundón y bisoño una serie de consejos que faciliten su misión en la tierra; entre los cuales se halla éste: «Queremos que la Iglesia siga siendo pequeña, no sólo para que los menos hombres posibles aprendan a conocer al Enemigo, sino sobre todo para que quienes se vuelvan contra él se coloquen en ese estado de exaltación enfermiza y de fariseísmo agresivo característicos de una sociedad secreta».

Esta es la verdadera procesión del odium fideique juzgo preocupante: la que, a la vez que propaga el ateísmo, pretende caracterizar a los católicos como una secta de fanáticos encerrada en una ciudadela. Y contra esa secta de peligrosos fanáticos sólo vale el «palo», como propugnaba Peces-Barba: la mofa y el escarnio elevados a la categoría de rutina, el confinamiento en un gueto de ostracismo, la muerte civil dosificada en pequeñas dosis. Quien lo probó lo sabe.

Efervescencia en la red

GEES en Libertad Digital

Mientras la nueva Ley Electoral tunecina –que incorpora en igualdad de condiciones a las mujeres como candidatas– o la orden de detención dictada contra Hosni Mubarak y sus hijos, pueden transmitir la idea de que la normalización política allá donde las revueltas han triunfado, y no hay más camino que la democratización, los yihadistas de todo el orbe hacen notables esfuerzos para reconducir estos y los demás procesos.

Es importante reconocerla existencia de tal esfuerzo, sobre todo para corregir la falsa imagen que transmiten los "expertos" que consideran al islamismo radical arrinconado –si no vencido– y que defienden incorporar al islamismo "moderado" como estimable compañero de viaje en el inexorable sendero hacia la democratización.

Hemos de insistir de nuevo en que los islamistas radicales no sólo se manifiestan con sangrientos atentados –incluso si así fuera los ejemplos no faltarían en Irak, Pakistán, Somalia o Mauritania, entre otros–, sino que aparte de lanzar a sus asesinos, también se ocupan en paralelo del adoctrinamiento, ejecutando una labor proselitista cada vez más esmerada en diversos frentes.Aquí destacamosinternet o la televisión, como vías de enorme alcance.

Acusar a Occidente de injerencia en los asuntos de los musulmanes es hoy muy fácil, sobre todo ante su desconcertante actuación en Libia o también por el continuado apoyo a regímenes "apóstatas" como el yemení, el saudí o el paquistaní entre otros. Además, gracias a las vulnerabilidades de las sociedades abiertas, esya posible escuchar hoy un mensaje en inglés del siniestro predicador Abu Hamza Al Misri, pronunciado desde su prisión inglesa, o acceder al "best seller" del sirio-español Mustafá Setmarian Al Suri, según los yihadistas encerrado en una prisión siria bajo el atento control de la Sección 215 de la Inteligencia Militar. Por si esto era poco, ahora los yihadistas somalíes de Al Shabab inauguran cadena de televisión, Al Kataib, desde la que presumen de conducir columnas de camiones de ayuda humanitaria hacia las provincias de Hiran y Shabelle para desdecir a quienes acusan a terroristas y a piratas de agravar la situación de la población somalí. El colmo de la buena propaganda es la emisión de 52 cartas de Póker con los datos de altos cargos egipcios que deberían de ser juzgados por un tribunal de la Sharía: rememoranasi la baraja para Irak. No nos negaran que manejan con habilidad la propaganda.

Al Qaida para el Magreb Islámico no les va a la zaga a sus hermanos egipcios y somalíes. Reivindica el intento de asesinato del presidente mauritano, considerado "agente de Francia" cuando nuestro vecino destaca como intervencionista (Libia y Costa de Marfil) o persigue a "burkas" y a "niqabs". Y tras felicitar a tunecinos y a egipcios por deshacerse de Ben Alí y de Mubarak, les exige no desperdiciar tal esfuerzo y crear rápidamente regímenes islámicos. También en la red, los talibán afganos y el Ejército Islámico de Irak recuerdan a los egipcios que deben proyectar rápidamente su "victoria islámica" hacia Gaza entre otros destinos.

La batalla se da también en la red, y no debemos olvidarlo bajo ninguna circunstancia.

Sinde será "un recuerdo" antes que las descargas

Antonio José Chinchetru en Libertad Digital

La ministra de Cultura no se conforma con ser uno de los personajes más antipáticos de la política española. La detesta hasta la mayor parte de los votantes socialistas. Se lo ha ganado a pulso con sus actitudes; aunque también es cierto que el auténtico responsable final (y, posiblemente, promotor) de la Ley Sinde es Rodríguez Zapatero. No está de más recordar que, ante la reacción indignada de gran parte de los internautas, ZP salió en un primer momento a desautorizar de palabra a González-Sinde; pero no lo hizo jamás con los hechos. A pesar de eso último, la guionista de Mentiras y gordas se merece su mala imagen.

Desde que llegara al Gobierno su estilo personal ha tenido altas dosis de prepotencia y de, pese a sus constantes apelaciones a defender "los intereses" o "los derechos" de "todos", desprecio a quienes la critican o no comparten sus criterios. Ahora, además, se ha metido a futuróloga. González-Sinde ha predicho que "en muy poco tiempo la piratería –léase, el intercambio de archivos– va a ser un recuerdo del pasado". Lo peor de todo es que, seguramente, está convencida de lo que dice y cree que la norma bautizada con su nombre logrará el objetivo que ella no deja de proclamar.

La ministra proclama que la Ley Sinde busca "fomentar un mercado legal competitivo y que permita un acceso a la cultura moderno y contemporáneo". No se da cuenta de que el mayor obstáculo para lograr dicho objetivo es la propia industria cultural, que se niega a evolucionar hacia modelos de negocios adaptados a las posibilidades y retos que implica la red. Los sectores discográfico, cinematográfico y editorial no han hecho todavía los deberes, ni en España ni en el resto del mundo. Y pretenden que los gobiernos paren o modifiquen la evolución tecnológica y social para no tener que hacerlo.

Un mercado "legal competitivo" no se consigue mediante normativas destinadas a proteger a quienes ya están en dicho mercado, que además ha perdido su característica de competitivo. Y menos aún si esas normas legislativas rozan la vulneración de derechos como la libertad de expresión.

Si el Gobierno quiere ayudar a crear un mercado legal competitivo tiene una vía: debe dejar claro a las empresas del sector que no va a acudir en su ayuda para que no tengan que adaptarse a la realidad. Así, a estas no les quedará más remedio que adaptarse o desaparecer. Lo que no desaparecerá hasta entonces serán las descargas, por muchas leyes represivas que se impongan. El ingenio humano siempre encontrará maneras de sortear esos obstáculos legislativos. ¿O acaso el cierre del antiguo Napster consiguió frenar el intercambio de archivos?

No sabemos cuando las descargas pasarán a ser un recuerdo del pasado, si es que ocurre alguna vez. Pero seguro que será mucho después de que González-Sinde entre en esa categoría para la mayor parte de los españoles.

El rábano por las hojas

José T. Raga en Libertad Digital

No se trata en este caso de rendir tributo al viejo principio de coger el rábano por las hojas, como legítimamente podría pensarse, sino de algo mucho más prosaico, aunque más irresponsable, que es sustituir el rábano por las hojas o, lo que es lo mismo, fijarse en las hojas para olvidar o desconsiderar el rábano.

Exactamente a este principio, en mi opinión, responde la política financiera que el gobernador del Banco de España pretende aplicar, como supervisor de las entidades financieras (fundamentalmente bancos y cajas de ahorros), en su labor de control a las mismas, a fin de cumplir las medidas de política monetaria emanadas del Banco Central Europeo.

De la historia iniciada a comienzos del presente siglo, y vivida públicamente desde finales de 2007, parece posible afirmar que si un sector tan regulado como el sector financiero, con una función de inspección por parte del Banco de España para garantizar que la regulación se cumple en la vida real de las instituciones, desemboca en la crisis del sector, es como denunciar que la inspección no se ejercía con el rigor esperado o que, deliberadamente, se prefería eludir el problema por intereses inconfesables, asumiendo así la complicidad con las prácticas irregulares o delictivas.

Sea lo uno o lo otro, el Banco de España debería estar explicando qué ocurrió en algunos bancos y cajas y por qué ocurrió, situando la responsabilidad donde y a quién corresponda, para asegurar que fazañas semejantes no vuelvan a producirse.

Pues bien, éste, que es el rábano, ha quedado postergado en las preferencias del inefable gobernador del Banco de España. Ha preferido cogerse a las hojas, con el ánimo de encontrar en ellas un elixir narcotizante para sí mismo y para la sociedad española.

La última propuesta anunciada consiste en penalizar a las entidades que ofrezcan tipos de interés a los depósitos por encima del 3,1 % anual; esto, adornado para contentar a la izquierda pobre y envidiosa –la rica ya dejó atrás estas veleidades–, de la promesa de supervisión de los salarios en las entidades de crédito en las que éstos superen el millón de euros. Ambas medidas deberían ser dignas de un cese inmediato, pues no estamos ante la independencia de la autoridad monetaria, sino ante la carencia de criterio en ella.

El gobernador del Banco de España no es quién para decirle a una entidad privada cuánto, cómo y por qué tiene que pagar a un empleado, cuando, sin embargo, todos tendríamos derecho a decir cuál debe ser el sueldo del gobernador. Por otro lado, superado el tiempo de los tipos fijos, la retribución de los depósitos es una simple cuestión de política empresarial.

Además, señor gobernador, las tropelías recientes del sector financiero, que usted ha supervisado mal, no se han producido en los depósitos sino en los créditos. ¿Por qué no investiga estas situaciones? Es decir ¿por qué no coge el rábano en vez de distraernos agitando las hojas?

Limpieza de sangre

Maite Nolla en Libertad Digital

Existe una especie de limpieza de sangre entre nacionalistas que ya se ha cobrado dos víctimas por el camino: Carmen Chacón y Duran i Lleida. Aunque la realidad les sitúa en lo que piensa la inmensa mayoría de los que pueden votar en Cataluña, ambos han sido objeto de las iras de los independentistas, para satisfacción de los sectores minoritarios no nacionalistas. Por una parte, a Carmen Chacón, la mujer que arrasó en las generales de 2008, la delfina de Zapatero, el hombre que trajo el Estatuto que ninguno de estos –ni de nosotros– pudo soñar jamás, y la que calificó al PP de anticatalán por recurrirlo, su escaqueo del proceso de consultas le ha costado que el finísimo Puigcercós la califique como "una española de origen catalán". Y a Duran i Lleida, el funambulismo socialcristiano le ha supuesto que en su propio partido pidan su dimisión por su "antiindependentismo". Como pueden comprender, no voy a salir a defender aquí a la pareja. Al fin y al cabo tienen, no sé si lo que se merecen, pero desde luego lo que han deseado a los demás. A disfrutarlo.

Mariano Esteban y Belén Rajoy

Pablo Molina en Libertad Digital

Las continuas escaramuzas de Mariano Rajoy para escabullirse de la prensa convencional y dedicarse en exclusiva a dialogar con los espectadores de Jorge Javier Vázquez, les parecerá a muchos un estrambote poco apropiado para dar lustre al nivel intelectual del debate de ideas en el seno del Partido Popular. Sin embargo, es evidente que el PP ha decidido que su objetivo electoral es el espectador medio de los programas galantes y eso es algo que todos debemos respetar.

La política en los sistemas democráticos consiste en engañar al mayor número de votantes posible en el momento oportuno, con el fin de que las urnas garanticen cuatro años en el poder al más avispado de los contendientes. Bajo esa premisa los espectadores de Sálvame presentan una dificultad añadida para ser timados, porque acostumbrados como están a ver desfilar continuamente por la pantalla a mentirosos compulsivos y quinquis de todo pelaje, no es fácil que un político, por muy ducho que sea en su oficio, les engañe de buenas a primeras. Desde esa perspectiva, la decisión del equipo de Rajoy de que su líder le dispute minutos de pantalla a la hetaira o el cornúpeta del momento es absolutamente coherente con la necesidad de ganar las próximas elecciones.

El debate público en torno a un partido político sobre los principios compartidos, las ideas testadas sobre la realidad o una cierta visión de la moral carecen de sentido para los gabinetes demoscópicos que asesoran a los líderes, preocupados únicamente de que su marca electoral se diferencie del resto de sus competidoras en el mercado democrático ganando en la comparación.

Sucede que muchos españoles todavía creen que el partido que representa a la parte más pujante de la sociedad española, la que paga impuestos, o sea, la derecha, debería tener una actitud mucho más aguerrida frente al Gobierno más dañino que jamás ha debido padecer una nación civilizada, pero es que esa gente no entiende de encuestas electorales. Tan sólo vota. Al menos antes lo hacía.

El "indignante" populismo del nuevo PP

Editorial de Libertad Digital

Hubo un tiempo en el que el PP enarboló dos banderas en torno a las que se identificaron millones de españoles: la unidad de España y el liberalismo económico. Con mayor o menor coherencia, estaba claro que esos eran los dos principios sobre los que en última instancia descansaba su programa electoral.

Eran, desde luego, otros tiempos. Desde que hace tres años en Elche Rajoy invitara a liberales y conservadores a marcharse del partido, la inmensa mayoría de los cuadros intermedios de la formación política, carentes de convicciones y deseosos de mullidos sillones, pasaron rápidamente a abrazar lo que José María Lassalle denominó "liberalismo simpático", que no era más que el batiburrillo ideológico intervencionista resultante de retorcer el pensamiento de algunos clásicos liberales (como Adam Smith) unido a las ideas de otros pensadores antiliberales (como John Rawls).

A partir de ahí, el PP ha ido degenerando hacia un centrismo populista y oportunista, muy acorde al espíritu zapateriano de los tiempos. Ha habido, sin duda alguna, honrosas excepciones, muy en particular en la Comunidad de Madrid y en torno al espíritu del "No me resigno" que el otro día Esperanza Aguirre se encargó afortunadamente de resucitar. Pero en general el partido ha renunciado a tener convicciones o, peor, ha hecho suyas las convicciones de la izquierda.

Ahí estaba, por ejemplo, el caso de Nacho Uriarte, quien durante cuatro años y medio ha presidido las Nuevas Generaciones del PP. Dejando de lado que la sección de "juventudes" de todo partido político debería desaparecer (¿qué sentido tiene politizar, en el peor sentido de la palabra, a los individuos desde su más temprana adolescencia?), lo cierto es que las NNGG se adaptaron perfectamente a la mentalidad rajoyana de diluir la ideología, de no tomar partido por nada salvo para ayudar al PSOE. El propio Nacho Uriarte lo resumió perfectamente al decir que "me gustaría en vez de oír tanto ‘soy liberal’, escuchar ‘soy del PP’".

Ayer Uriarte abandonó en Zaragoza la presidencia de Nuevas Generaciones, pero no parece que esta organización vaya a cambiar demasiado de coordenadas. Sin ir más lejos, el secretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, ha hecho toda una declaración de principios en ese Congreso de Zaragoza: la lectura que ha utilizado para arengar a los militantes más jóvenes de la formación política es el panfleto de extrema izquierda Indignaos de Stéphane Hessel, conocido antisemita que en más de una ocasión ha disculpado las atrocidades del comunismo. No sólo eso, Pons ha hecho gala de una retórica típicamente peronista al denunciar el contubernio entre el Gobierno y la "gran banca", al criticar el reparto de bonus por parte de las "grandes empresas" o al definir al PP como el "partido de los currantes".

Es lo que sucede cuando se abandonan los principios, los valores y las convicciones y se los sustituye por el populismo descarnado: que terminas siendo arrastrado por la ideología que, para nuestra desgracia, mayor éxito propagandístico ha tenido en toda la historia, el socialismo. ¿Es esto, la reencarnación de Zapatero, lo que nos depara el nuevo PP?

Asqueado

Alfonso Ussía en La Razón

A Lola Flores, por burlar con torpeza al fisco, le pidió el Fiscal diez años de cárcel. A Troitiño, cada asesinado le ha salido por un año. Entiendo que en nuestra sociedad buenista y devastada, pedir el cumplimiento íntegro de las penas o la cadena perpetua –revisable o no–, puede considerarse una provocación inadmisible. Bueno, pues yo la pido. Tengo el derecho a hacerlo. Soy una voz, un impulso individual, pero no me sale el silencio ante tanto asco, tanta podredumbre política, tanta componenda eventual y tanta porquería gubernativa. Tampoco ante tanta cobardía judicial.