miércoles, 25 de mayo de 2011

El PSOE necesita algo más que un cambio de líder

Editorial de Libertad Digital

El PSOE necesita algo mucho más prioritario e importante que un cambio de líder, como también lo necesita España. El PSOE debe abandonar el radicalismo ideológico y la deriva nacionalista de la era Zapatero. Debe volver a ser un partido auténticamente nacional, con sentido del Estado y para el que la nación no sea un "concepto discutido y discutible"; un partido que abandone su sectarismo y su guerracivilismo para ser capaz de llegar a acuerdos con el otro gran partido nacional para hacer frente a la crisis económica y al nuevo envite nacionalista que se nos viene encima en el País Vasco.

Moción en las urnas

GEES en Libertad Digital

Los españoles plantearon al Gobierno de Zapatero una auténtica moción de censura en las urnas el pasado domingo. Y muy dura: el PSOE no sólo pierde, sino que pierde buena parte del poder autonómico y local que había atesorado desde la Transición democrática. El resultado es tan catastrófico para los socialistas que ha puesto en riesgo no solo la estabilidad del Gobierno, sino la propia supervivencia del partido que lo sustenta como fuerza política de ámbito nacional. En nuestra opinión, el fracaso de Zapatero puede tener la única y gran virtud de vacunar a España de socialismo por unas cuantas décadas.

Las elecciones han puesto en evidencia además la nula representatividad de las movilizaciones protagonizadas por extremistas de izquierda en la jornada electoral. Y eso que lo han hecho ante la indolencia de un Rubalcaba que se ha negado a cumplir los mandatos de la Junta Electoral de disolver las ilegales concentraciones. La participación, superior a la de comicios pasados, ha desautorizado por completo un movimiento que pretendía en última instancia deslegitimar la alternancia democrática. La voluntad de los ciudadanos se ha expresado con claridad y contundencia en las urnas para castigar a un Gobierno que ha hecho un daño inmenso a nuestra Nación y que ha dañado gravemente a familias y empresas españolas. El mensaje en las urnas es claro y rotundo: un voto de confianza a una alternativa que gobernará a partir de ahora la mayoría de las comunidades autónomas y las principales ciudades de nuestro país.

La página más amarga de estas elecciones es la vuelta de ETA a las instituciones democráticas del País Vasco y Navarra, sin que la banda terrorista haya anunciado su disolución ni sus cómplices políticos hayan mostrado arrepentimiento ni condenado un solo asesinato. Los representantes políticos de los terroristas se han convertido por la voluntad del Gobierno Zapatero en la segunda fuerza política en el País Vasco, pueden gobernar en más de un centenar de ayuntamientos y manejar millones de euros de dinero público al servicio de sus fines totalitarios y criminales. La presencia de ETA en los ayuntamientos vascos y navarros supone un retroceso de décadas en la lucha contra el terrorismo y pone en riesgo la propia victoria de la democracia española sobre el terror. Es una traición a las víctimas del terrorismo que nos resulta inaceptable.

El Partido Popular ha obtenido en estas elecciones una victoria muy importante. No solo en términos de poder territorial, sino también en la consolidación de su alternativa al desastre de Zapatero. Tiene ahora el difícil reto de no defraudar la confianza y la ilusión depositada por millones de españoles en unos momentos particularmente difíciles. En nuestra opinión, en este último tramo de legislatura Rajoy tiene la obligación de intensificar su labor de oposición para lograr la convocatoria de unas elecciones generales que son una necesidad cada vez más urgente, empezando por la imagen exterior del país. Por otro lado, en la campaña de las elecciones generales el candidato del PP a la presidencia del Gobierno deberá ampliar el catálogo de asuntos a tratar, dar mayor contenido a su discurso y generar ilusión de verdad. En la situación de emergencia que atraviesa España, Rajoy no puede sentarse a esperar que los socialistas se destruyan a sí mismos, porque en esa lucha partidista ambos pueden sumir al conjunto de España en un caos absoluto. Frente a esta tentación, nosotros tenemos claro que es la ocasión de hacer retroceder veinte años al Partido Socialista que ha hecho retroceder a España cuarenta.

Repugnante

Regina Otaola en Libertad Digital

Lo primero que debo decir es que siento una gran repugnancia por los resultados que ha obtenido Bildu. Porque estos resultados no han llovido del cielo –mejor dicho, del infierno–, sino que se deben a la acción de personas de carne y hueso que han depositado su voto conscientes de lo que hacían. En otras palabras, sabemos fehacientemente que una parte considerable de esta sociedad considera que es bueno premiar al que ha apoyado el tiro en la nuca, el coche bomba, la extorsión y el chantaje. Y que no digan lo contrario: Permach celebró el triunfo de y con Bildu al grito de "independencia" y "presos a casa". Son los mismos con distinto nombre. Y una gran parte de esta sociedad los apoya.

(...)

El futuro es incierto y nada esperanzador para quien no sea nacionalista. ETA ni se ha rendido, ni ha entregado las armas. Por perdonarnos la vida un ratito está recibiendo una gran cantidad de regalos envueltos en papel negociador. Los presos a la calle, Bildu a las instituciones y los ciudadanos ofrecidos como víctimas propiciatorias en pos de una claudicación disfrazada de paz; pero, eso sí, todos de la mano al son de la txalaparta.

Los que no estemos de acuerdo con ese futuro deberemos trabajar para que dure lo menos posible. Para ello es necesario un Gobierno central con una idea clara: al terrorismo no se le convence, se le vence. El PP tiene que ser ese Gobierno. Economía, sí; derrotar a ETA, también.

Son los de la porra

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Los "indignados" se han quitado por fin su careta, que tiene inequívoca vocación de pasamontañas. César Vidal no se equivocaba: en efecto, desde el principio eran la "banda de la porra" de la izquierda. Pero hasta las elecciones del domingo, queriendo sacar su rédito electoral, los "indignados" habían estado jugando, bien que con dificultades, a la convención burguesa del monólogo, ya que no diálogo, en vez de jugar a lo que les tira el cuerpo: el ejercicio de la violencia explícita. Naturalmente, todo en la primavera de los pardillos del #spanishrevolution ha sido, en todo momento, violento. Violencia ya era ocupar el espacio público, como violencia eran sus apropiaciones indebidas de la "soberanía nacional" (que decían representar ellos y sólo ellos) y de la "opinión pública", como si los que han votado a algún partido no tuviesen opinión o ésta debiese circunscribirse a lo privado, como la fe en tiempos de persecución. Pero ahora han pasado a mayores.

En mi pueblo, tras saberse los resultados electorales que condenan al PSOE a un cuasiextraparlamentarismo, los supuestos "transversales y pacíficos" del 15-M ya no han tenido por qué simular moderación. Como Superman, se han metido corriendo en sus sacos de dormir, arrancándose la gafapasta y el traje de faena del regeneracionismo (a más de abandonar la flauta y meter el perro en la perrera municipal) y saliendo de él con la inmarcesible camiseta negra del "Nunca Mais", dispuestos –y ya no en nombre de los berberechos con chapapote, como entonces– a que cualquier cosa que huela a democracia liberal no prevalezca en el planeta. La misma noche triunfal del PP volaron desde sus "vivacs" al hotel donde este partido celebraba los resultados para obligar a la Policía Nacional a mantener la ficción del "pacifismo". Dos días después, han tomado la sede de la televisión autonómica, 7RM, donde se emiten opiniones tan poco favorecedoras como las mías. No hace falta añadir que por supuesto lo perpetraron violentamente, porque, entre empellones, obligar a escuchar un manifiesto no solicitado a favor pero en realidad en contra de la libertad periodística ya es pura ultraviolencia. Ya que las urnas los ignoran, los bienaventurados pacíficos del 15-M (15 minutos de democracia y ni un minuto más) van a por el clásico de "Bildu": cuanto peor, mejor.

Dos de los tres promotores del 15-M reniegan de los decálogos totalitarios excretados en las acampadas, pero eso sólo indica que en realidad estas células nunca les han pertenecido. La propiedad de estos movimientos "espontáneos" corresponde a los de siempre. O sea, a los que meses antes de las elecciones autonómicas en mi pueblo persiguieron de forma oficiosa o "casual" (es decir, también oficiosa) a los cargos públicos del PP, agrediéndolos en varias ocasiones, y a la media hora de resolverse las elecciones vuelven a lo que saben hacer. Preparar el camino en Europa para una romántica dictadura bananera o, en su defecto, hacer que los votantes de Rajoy se lo piensen antes de salir de casa.


Oh, Sole mio!

Ángela Vallvey en La Razón

Ayer iba caminando por los aledaños de la Plaza del Sol, en Madrid, en dirección a «mi» casa, por «mi» barrio, el lugar donde vivo y pago impuestos. Iba distraída entre el móvil y mis demonios personales, que, es fama, son muchos y bastante pelmazos. Pronto me di cuenta de que alguien me increpaba. En principio, mi impulso inicial es pensar bien. Estuve a punto de dirigirle una amable sonrisa al tipo que me gritaba cuando observé que, sin lugar a dudas, trataba de intimidarme: «¡Tú, ‘‘fxtkw!’’, por aquí ni pases, ¡esto es territorio comanche!», me vociferaba el individuo, muy indignado. «Ah, es un indignado», cavilé (puede que sea lenta, pero al final pesco las indirectas de acoso y/o agresión, sobre todo si van directas a mi cuello). Le contesté «¡capullo!», y seguí andando. Ser libre –y salir por la tele– me ha «obsequiado» en los últimos siete años grandes momentos de violencia por parte de desconocidos que no soportan que diga lo que pienso y se consideran con derecho a ofenderme o maltratarme verbalmente. He pagado un alto precio por querer ser libre, y a estas alturas, ya no reparo en gastos. También he aprendido –con enorme dificultad– que debo defenderme, que no defenderme es un error gravísimo que engendra más violencia en mis agresores y en mí misma.