sábado, 12 de junio de 2010

Las huellas de la dictadura castrista en Ariel Sigler


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Los Catedráticos: la crítica - 11/06/10 (LDTV)

Obama o el amo de internet

Antonio José Chinchetru en Libertad Digital

¿Se imagina usted, querido lector, que el presidente de un país democrático pretendiera dotarse de una ley que le otorgara el poder de prohibir la distribución de uno o varios periódicos? ¿Y que esa misma norma le diera capacidad para ordenar cortar las líneas telefónicas de todo el territorio nacional o parte de él, además de impedir el funcionamiento de los servicios postales y de mensajería? ¿Y que además le permitiera cerrar las emisoras de radio y televisión? Sin duda alguna, usted consideraría que ese gobernante busca violar las reglas básicas de la misma democracia que le ha permitido ocupar su cargo.

Pues deje de imaginar y entre en el terreno de la realidad. Algo muy similar a lo que planteábamos en el anterior párrafo es lo que pretende conseguir Barack Obama. El senador demócrata (aunque elegido como independiente, sigue adscrito a su partido) y presidente del Comité de Seguridad Nacional, Joe Lieberman, ha presentado un proyecto que otorgaría al inquilino de la Casa Blanca un poder cuasi absoluto sobre la red por motivos de seguridad en casos de emergencia. El mandatario norteamericano podría ordenar el corte de las conexiones a internet en todo el país o en partes de él y colocar bajo su mando (como si de las Fuerzas Armadas se tratara) el funcionamiento de los buscadores y empresas de software. Las compañías que se negaran a obedecer ante estos abusos serían multadas.

La única limitación a la norma sería que para vigilar el uso de la red que hace un ciudadano debería obtenerse autorización de un juez. En el resto de los aspectos, la norma de la que se quiere dotar Obama le exime de tener que dar explicaciones a nadie.

Aunque el proyecto se limitara a dar al presidente el poder de ordenar el corte de las conexiones a internet, las consecuencias para la libertad de expresión y de comunicación serían tremendas. Equivaldrían a la situación que planteábamos al principio de este texto. Millones de ciudadanos de Estados Unidos leen el periódico, escuchan la radio y ven la televisión por internet. Es más, según las zonas afectadas por el corte, muchos de estos medios on line no podrían funcionar desde esas áreas o estar en ellas los servidores donde se alojan. Lo mismo puede aplicarse a todos los servicios de mensajería instantánea y el correo electrónico.

Añádale el resto de puntos de la norma (pensemos qué implicaría poder ordenar a Google que borre miles de resultados de búsquedas o que deje de funcionar durante unos días) y lo que vemos es una situación más propia de Cuba o Vietnam que de Estados Unidos. Se criticó, y con razón, la Patriot Act de George W. Bush. Comparado con lo que pretende lograr su sucesor, aquello era una broma. Obama busca ser el amo de internet y dar por terminada la libertad en la red. Una terrible aspiración.

¿Se nos ha vuelto de derechas ZP?

Pablo Molina en Libertad Digital

El socialismo no se inventó para crear riqueza sino para repartir la que otros generan según el criterio sectario de los gobernantes. Es lo que en la jerga marxista posmoderna se denomina "corregir las desigualdades", "redistribuir la riqueza" o "justicia social". En definitiva, que usted y yo trabajamos para que los socialistas repartan nuestro dinero en función de sus necesidades electorales.

El problema surge cuando no queda apenas riqueza que "redistribuir", que es exactamente lo que le está ocurriendo a Zapatero, agravado por el hecho de que cada vez le resulta más difícil timar a los "especuladores" internacionales para que le sigan facilitando dinero sin garantías de que podrá devolverlo, que es lo que en el sur llamamos prestar dinero "al ya te veré".

La situación económica de España es tan grave que incluso dos personajes como Zapatero y Corbacho han aceptado el requerimiento insistente de las autoridades financieras internacionales para llevar a cabo una reforma laboral. Ahora ya no importan los así denominados "derechos sociales", que según Zapatero sólo se recortan cuando gobierna "la derecha"; y algo de cierto hay en ello, porque cuando manda la izquierda no se rebajan sino que se destruyen, comenzando por el principal de esos derechos, que es el de tener un puesto de trabajo.

Aliviar las trabas coactivas del Estado sobre el mercado laboral es una cuestión básica que todo gobierno debería observar incluso en las mejores circunstancias económicas, porque es lo que permite que los empresarios emprendan nuevos negocios y creen puestos de trabajo. Sin embargo, para la izquierda es sólo un último recurso al que acudir cuando se ha dilapidado la riqueza acumulada por los gobiernos anteriores.

Pero no nos engañemos. Zapatero no va a hacer esta reforma laboral porque se nos haya convertido en un liberal descafeinado o entienda que es necesaria para salvar al país. Lo hace únicamente porque necesita dinero para seguir "redistribuyendo" entre los de siempre y para eso es imprescindible aumentar el número de contribuyentes. Por eso y porque del éxito de esta última intentona depende que en dos años pueda revalidar su más que dudosa victoria en las urnas. Con razón el empresario hípico le compara con los grandes hombres de Estado.

El problema no es sólo la deuda

GEES en Libertad Digital

El problema de España va mucho más allá de un presidente inútil y de un gobierno incapaz, o de una coyuntura financiera o laboral. El problema es estructural y para solucionarlo se necesitan unas reformas muy sustanciales y profundas que exigirán un coraje que por desgracia no se percibe en el actual panorama político español.

La realidad moral

José María Marco en Libertad Digital

La crisis inacabable en la que nos encontramos es también una ocasión para volver a articular –en la medida de lo posible– el mundo de la acción política con el mundo de la moral. Hemos vivido en una ficción que se está desplomando ante nuestros ojos. Los gobiernos no pueden permitirse ya lo que hasta ahora se han permitido: ni los lujos para los políticos, ni los derroches culturales, ni actividades que se decían esenciales y eran pura y simple compra del electorado. Se ha terminado la fábula de los gobiernos todopoderosos, que tenían en su mano la solución de los problemas, la creación de derechos, la felicidad de sus súbditos.