miércoles, 6 de abril de 2011

Salvemos nuestra alma

Pablo Molina en Libertad Digital

Las declaraciones de Mariano Rajoy suelen pertenecer al reino de la ambigüedad salvo cuando acude a los micrófonos de la cadena SER, emisora que no escucha absolutamente ninguno de sus votantes y lugar en el que se sincera todo lo que un político puede hacerlo sin que en la profesión le acusen de deslealtad corporativa. Así ha ocurrido en la reciente visita del líder del PP a la radio todavía propiedad del grupo Prisa, al menos en lo referido a un tema que para muchos tiene una importancia toral: el aborto.

Dice Rajoy que si gana las elecciones de 2012 dejará la legislación del aborto tal y como la aprobó el primer Gobierno de Felipe González Márquez a mediados de los ochenta, afirmación que habrá provocado el mismo entusiasmo entre sus principales colaboradores, abortistas todos, que decepción en los votantes que todavía creían que el PP defiende el derecho a la vida.

Como es bien sabido, la primitiva ley fue un coladero que convirtió a España en el abortorio de Europa, discutible galardón que por lo visto Rajoy quiere recuperar para nuestro país. En última instancia, lo único que hace la reforma aprobada por Zapatero es otorgar carta de naturaleza legal a una situación de hecho, el aborto libre y a cuenta del Estado, que ya preexistía desde los inicios de la ley que Rajoy ha situado como el epítome de su proyecto centro-reformista para la sociedad. Por tanto, por más que insistan Mariano y sus voceros, el volver a la ley del felipismo o mantener la del aidismo es lo mismo en términos criminales. La disyuntiva ante la que deben pronunciarse los políticos por tanto no es entre una ley permisiva y otra más laxa aún, sino entre el derecho a vivir y el asesinato legal de seres humanos.

Naturalmente ningún católico puede votar al partido del señor Rajoy salvo que quiera poner su alma en riesgo de perdición, porque las enseñanzas a este respecto de los Concilios, los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia, sus instituciones y el vigente código de derecho canónico son muy claras, condenando a la pena de ex comunión sin necesidad de instrucción de proceso eclesiástico (latae sententiae) a todos los cómplices sin cuya ayuda no habría podido ser cometido el crimen del aborto.

¿Se convierten en cómplices los que votan a un partido cuyo principal dirigente muestra públicamente su acuerdo con el aborto? Hombre, hay opiniones para todos los gustos (miren sin ir más lejos al abortista del hisopo a las faldas de Martínez Sistach), pero cuando se trata de la condenación eterna cualquier precaución es poca. Y como la alternativa es votar a minipartidos de la órbita de la derecha radical, tan socialistas o más que el PSOE, con lo que salvamos el alma pero perdemos el intelecto, lo más probable es que en las próximas citas electorales haya mucha más gente pescando en la costa o triscando por el monte de lo que viene siendo habitual.

Total, la ilusión es que íbamos a echar a ZP y el tío ya ha dicho que se va solito...

Esnobismo en el Financial Times

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Uno echa mucho de menos aquel tiempo en que los corresponsales de prensa, para hablar de un país, no salían de la habitación de la pensión porque no hablaban el idioma local o, mejor, ni siquiera aparecían por el país, porque lo que importaba eran los hechos pero sólo cuando estaban aplicados a la buena literatura, y no al revés. Es fama que algún corresponsal español hizo las mejores crónicas sobre el ascenso al poder de Hitler en Alemania mirando un rato por la ventana de su alojamiento berlinés y teniendo los periódicos alemanes de la tarde delante, sin saber leer ni papa del idioma de Goethe. La inspiración sobre lo que estaba ocurriendo venía por el contacto de los codos con aquellos diarios alemanes, por absorción.

Y es que para hablar de algo tan anómalo como el triunfo de la encantadora visión de la vida nazi (el propio Hitler llegó a decirle, en desopilante entrevista, al diplomático y escritor Eugeni Xammar que los españoles eran muy bienvenidos en la nueva Alemania, aunque le pronosticaba a Xammar alguna paliza accidental por la calle, porque tenía nariz judaica), nada mejor que inventarse las crónicas del modo más anómalo posible. Total, nunca serían lo bastante disparatadas como para igualar lo que de verdad ocurría en la calle. Digo que echo mucho de menos aquellos tiempos más serios de los corresponsales y enviados especiales de prensa porque tengo noticia de cierto editorial del Financial Times riñéndonos ahora a los españoles por tener mala opinión de Zapater o y por no haber impedido que se vaya. Cuando para ser corresponsal o para opinar algo sobre el extranjero no hacía falta enterarse de nada sobre lo que pasaba, las cosas se ajustaban mucho más a la realidad de un país. Pero que mucho más.

Tan psicotrópico editorial del Financial Times coincide con el delegado del Gobierno en mi pueblo, quien dice lloroso ante la huida de Zapatero que "la Historia hará justicia con Zapatero" (o sea, la Historia lo absolverá, que dijo de sí mismo cierto estadista llamado Fidel Castro Ruz). Pero al Delegado del Gobierno de mi pueblo le pagan por decir esas cosas, no así al "Financial Times". ¿O al Financial Times también? Lo emitido por la publicación de referencia recuerda irresistiblemente al clásico esnobismo anglosajón de elogiar para países que consideran inferiores en dignidad y derechos lo que jamás querrían para su propia nación. No está tan lejos el editorial del Financial Times respecto a lo que dice de Zapatero que los saltimbanquis Oliver Stone o Sean Penn en relación a la banana sudamericana. Claro que tampoco está tan lejos, ay, lo que supura en su editorial el Financial Times de lo que la semana pasada opinaba Emilio Botín, quien, siguiendo con el esnobismo exquisito, jamás querría para su banco lo que pide para España. ¿Pondrá toda su fortuna en las manos de Zapatero, nombrándolo administrador único, ahora que éste va a quedar desoficiado?

"Los españoles no parecen inclinados a reelegir al Partido Socialista. Pero con el tiempo pueden llegar a valorar los servicios que Zapatero rindió a su país en su hora de necesidad", según el mencionado editorial del periódico financiero. Se le escapa al Financial Times que la hora de necesidad española la causó en mucha parte el propio Zapatero, quizás para rendirnos ahora el inestimable servicio de irse. Causa pavor el editorial también por lo que no dice, pero desde luego sugiere: que sólo el más sectario Gobierno socialista imaginable y el peor Gobierno de la historia de la democracia parlamentaria europea puede llevar a cabo en España alguna reforma económica que rebaje nuestro anquilosamiento, porque al partido de Rajoy. Si gobierna tras las generales, lo dan como carne picada desde el primer momento en manos de los sindicatos y de la Academia de Cine. Así, los españoles según el Financial Times acabaremos por estar agradecidos a Zapatero... por aquella desinencia de la Ley de Murphy, "cuando parece que nada puede ir peor, inevitablemente empeora". Gran futuro el que nos augura tan prestigiosa publicación financiera.

Ante la magnitud del dictamen del Financial Times sobre lo que añoraremos a Zapatero cuando comprobemos lo que viene detrás, el primero que debería salir corriendo de España es su corresponsal, si lo tiene. Y mientras pueda.

Excusatio non petita, accusatio manifesta

Guillermo Dupuy en Libertad Digital

Lo más paradójico del bochornoso voto particular de José Ricardo de Prada contra el auto de la Audiencia Nacional que, afortunadamente, desestima la no menos vergonzosa pretensión de la Fiscalía de que el chivatazo a ETA no constituya un delito de colaboración con organización terrorista, es la forma que este magistrado tiene de excusar los hechos enjuiciados con el objetivo de que no sean "criminalizados". Al tratar de justificar la delación policial a ETA por la "negociación política" o "proceso de paz" en el que estaban inmersos el Gobierno y ETA (tal y como también hizo el policía que la perpetró por teléfono), el magistrado discrepante transluce el hecho decisivo de que ese delito se tuvo que producir por orden del Ejecutivo. Si no, no se entiende su referencia a las negociaciones del Gobierno con ETA, ni que diga que los policías involucrados en este capítulo "no actuaban autónomamente sino en cumplimiento de sus obligaciones profesionales, dentro de las márgenes de actuación y en situación y contextos como el expresado".

Ya es escalofriante constatar que un magistrado en ejercicio y –se supone– en plenas facultades mentales pueda considerar que un policía pueda estar "cumpliendo sus obligaciones profesionales" cuando lo que trata, en realidad, es de evitar la detención policial de unos terroristas, alertándoles de su inminente detención. Pero más terrible aun es que, por el hecho cierto de que "la finalidad última de los delitos terroristas es política", este indigno magistrado afirme que "es en este plano, en el de posibles negociaciones políticas, donde se encuentran legitimados los Gobiernos de los Estados a disponer de un determinado margen de actuación, en que, sin infringir normas jurídicas que impliquen una quiebra del Estado de Derecho, les permita llevar adelante acciones tendentes a obtener resultados que quedan indiscutiblemente bajo lo que son las obligaciones de todos los Gobiernos".

Pero, ¿qué mayor quiebra del Estado de Derecho que admitir una "negociación política" entre un Estado y una banda terrorista? Pero, ¿cómo no va a ser una flagrante violación del imperio de la ley revelar a los terroristas que van a ser detenidos por orden judicial para que puedan huir? Naturalmente que es obligación de todo Gobierno lograr que los terroristas dejen de matar; pero tratar de lograrlo cediendo o simplemente mostrándose condescediente con lo que exigen a cambio es aceptar la contraproducente lógica del chantaje o la del síndrome de Estocolmo, pero no desde luego la del Estado de Derecho. Ni el Gal puede buscar justificación en "la obligación de todo Gobierno" de acabar con el terrorismo, ni menos aun los delitos que, durante la paz sucia de ZP, objetivamente han beneficiado a la banda terrorista.

Por otra parte, ni el Derecho ni los Tribunales de Justicia juzgan finalidades últimas, como las que pudiera perseguir la "guerra sucia" de González o la no menos infame "paz sucia" protagonizada por Zapatero. Ni siquiera juzga las finalidades últimas de los terroristas. Lo que se juzga son los medios. Y si, por "seguir adelante" en esas negociaciones, que ya socavaban en sí mismas el Estado de Derecho, el Gobierno ordenó secretamente evitar la detención dictada por el juez Marlaska, el Ejecutivo de Zapatero perpetró un delito de colaboración con banda armada.

Desde la Fiscalía General del Estado, y a raíz de ese infame "proceso de paz", se animó a jueces y fiscales a ensuciar sus togas con el polvo del camino. Una de las más sucias, desde luego, es la que, para vergüenza y escarnio de nuestro Estado de Derecho, todavía viste José Ignacio de Prada.

Goldstone en Pallywood

Gabriel Albiac en ABC

La historia me la contó un periodista ya curtido en años de cubrir guerras. «Llamé a mi periódico y pedí hablar con el director. Oye, aquí no hay ningún genocidio, le dije, ni siquiera una matanza; esto es una escaramuza entre guerrilleros y fuerzas regulares. Él me respondió que el periódico había apostado por el genocidio y que a mí me pagaban por contarlo. Así que lo conté». Sólo cuando Human Rights Watch publicó, meses después, su informe sobre Yenín, estuve seguro de que aquel viejo escéptico no me tomaba el pelo. El medio millar de víctimas civiles exhibidas por las fuentes palestinas, quedaban en 75: 52 combatientes fedayines y 23 soldados israelíes. Apenas ocupó ese informe algún que otro cuadradito en páginas interiores. El genocidio vende. Sobre todo, si se atribuye a Israel. La seca verdad atrae a pocos compradores.

La historia se repite. No es tan nuevo. La certeza de ver en lo judío al diablo acompaña al inconsciente occidental desde hace demasiado tiempo. El 16 de octubre de 2010, la Comisión de Derechos humanos de la ONU ratificaba el informe de la comisión, presidida por el juez sudafricano Richard Goldstone, en el cual se atribuía veracidad a las denuncias por crímenes de guerra, lanzadas —vivimos en un mundo muy paradójico— por Fatah y Hamas contra Israel tras la operación abierta por el Tsahal en Gaza a fines de 2008. Era la prueba del nueve de la perversidad judía, y como tal fue exhibida por los titulares de casi toda la prensa europea. La gran ventaja de vivir en tiempos de Internet es que no hace siquiera falta acercarse a la hemeroteca para comprobarlo. Basta con irse a Google y hacer búsquedas en tres o cuatro idiomas. Crímenes de guerra. En primera página. Y punto.

El viernes pasado, el Washington Post publicaba un sobrio artículo de título calculadamente frío: Reconsidering the Goldstone Report on Israel and war crimes. Lo firmaba Richard Goldstone (http://www.washingtonpost.com/opinions/reconsidering-the-goldstone-report-on-israel-and-war-crimes/2011/04/01/AFg111JC_story.html?hpid=z3). Se requiere un gran coraje moral para escribir allí que las claves mayores sobre las cuales él había alzado su propio informe eran falsas. Y pedir perdón por el mal causado: «Si hubiera sabido entonces todo lo que ahora sé, el informe Goldstone hubiera sido diferente». Ni hubo «crímenes de guerra», ni «civiles tomados como blanco» por las fuerzas israelíes; tomados como escudo por Hamás, en todo caso. Los lectores de prensa escrita podrán hallar la noticia, rebuscando atentamente en el interior de sus periódicos. Para quienes se alimentan de lo que las pantallas televisivas dictan, esta retractación no habrá ni sucedido.

El antisemitismo no es una locura. No sólo. Es una estrategia eficacísima. Por eso ha funcionado igual de bien en tiempos y mundos tan diversos. Si alguien acapara sobre sí todo el infinito mal para el cual está tan capacitada la especie humana, si ese alguien puede ser aislado, puesto aparte como la nefanda semilla de Satán, marcada por el deicidio, entonces todos podemos quedar tranquilos con nuestra conciencia. Apostamos por contar el «genocidio de Israel contra los palestinos». Y a lo benéfico unimos lo beneficioso.

Libia no existe

Antonio Burgos en ABC

Si algo se muere en el alma cuando un amigo se va, ¿qué pasa cuando el que anuncia que se va es Zapatero? Pues que los enanos del circo del PSOE se convierten automáticamente en estrellas de la NBA, y que empieza el baile en su granero andaluz de votos, donde los EREderos de Chaves cantan el MisEREre en una Semana Santa anticipada, porque los quitan de enmedio. A los que no pueden quitar, claro, es a los hijos de Chaves, aunque muchos los borrarían del mapa. Yo lo miro por otro lado. En esta España de tantos miles de jóvenes licenciados sin encontrar su primer trabajo, qué envidia, qué listos le han salido los niños a este hombre. Qué colocaciones más buenas han conseguido: la una, especialista en subvenciones de papá para su empresita; el otro, virtuoso comisionista inmobiliario. Sí, el otro, el que se casó con todo fasto y boato religioso en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde no creo yo que se celebren precisamente bodas civiles propias del Estado laico que defiende el partido del que papá es presidente, ese PSOE que quita de las escuelas los crucifijos y la enseñanza de la Religión. El partido que ha mandado a su presidente, a papá, a por tabaco, quitándolo de Andalucía antes que saltaran los previstos escándalos y la jueza Alaya pidiera papeles, y colocándolo de Vicenada Tercero del autotitulado Gobierno de España.

Tapan a Chaves y borran todas las huellas de su paso por la Junta de Andalucía y yo sé por qué. Pero no sé por qué han borrado también de un plumazo nuestra presencia en Libia, la guerra en la que nos metió ZP sin que nos fuera nada en ello, como si tuviéramos una situación económica como para andar tirando el dinero en barcos y aviones. ¿Seguimos en guerra con Gadafi o hemos retirado ya los barcos y los aviones? ¿A qué viene este apagón informativo? ¿Es que no quieren hablar de la guerra de Libia para que Carmen Chacón (o Carme Chacó, o como demonios escriba su nombre castellanísimo esta charnega de Esplugas) no salga más de la cuenta en la carrera sucesoria de las primarias?

Como siempre, no hay nada más revolucionario que tener memoria. La memoria y la vergüenza son dos bienes escasos, más que el petróleo y que el agua. Recordarán que cuando con su ardor guerrero ZP nos metió en la guerra de Libia apoyando a unos rebeldes que ni siquiera sabemos quiénes son ni qué es lo que quieren establecer allí, cada dos por tres nos informaban de las misiones de nuestros aviones F-18. Iban a tomar café los pilotos de los F-18, y el Ministerio de Defensa daba un comunicado. Zarpaba la fragata «Méndez Núñez» de Rota, y allá que estaba Carmen Chacón (o Carme Chacó, o como demonios escriba su nombre castellanísimo esta charnega) retratándose con los marineros. ¿Dónde está la fragata? ¿Llegó a su destino o está de vacaciones en el mar? ¿En qué lugar se enamoró de ti y a qué dedica el tiempo libre la «Méndez Núñez», que dicen que nos cuesta allí al día 300.000 euros (que son 50 millones de pesetas)? En esta España de la velocidad máxima a 110, ¿cuántos miles de litros de combustible ha despachado ya el Boeing 707 de abastecimiento en vuelo? Y de ese submarino con nombre de chalé de Sotogrande, el «Tramontana», ¿qué se hizo?

Y sobre todo, los servidores de la Patria. Si no es mucho preguntar, ¿se puede saber en qué, dónde, cómo y para qué se están jugando la vida los cerca de 500 militares españoles que la absurda decisión de ZP metió en los peligros de esta guerra de la que por lo visto ya no es rentable hablar?

Muertos autorizados

Alfonso Ussía en La Razón

La ONU, escrito sea con la mayor de las cordialidades, es una inútil reunión de golfos y vividores. Ahí sólo mandan las naciones con derecho al veto. El resto de los representantes conforman una mancha de funcionarios, diplomáticos, economistas y asesores que se lo pasan muy bien –y me alegro–, en Nueva York y Ginebra. Últimamente, la ONU se dedica a autorizar muertos. Con Libia ha reaccionado con cuarenta años de retraso y ha permitido a algunas naciones occidentales bombardear a sus ciudadanos en apoyo de unos rebeldes que todavía no han dejado su tarjeta de visita. El rebelde libio no está definido. Le sucede lo mismo, salvando las distancias, que a la rana esmeralda de las islas Malucas, que unos dicen que son ranas y otros aseguran que son sapos. Llevan cincuenta años discutiendo los científicos al respecto. Se decidirá si son ranas o sapos cuando la ONU se pronuncie. Para mí, que nos hemos equivocado Obama, Sarkozy, Zapatero y yo. Razón le sobraba a Ángela Merkel cuando no se sumó a la batallita de la ONU. En España, los de la Ceja no han dicho ni mú, y ya han muerto centenares de civiles por nuestros bombardeos. Pero son muertos autorizados por la ONU, a cuyo Secretario General le darán un «Goya» especial el año que viene. Ahora están vendiendo los rebeldes armas a Ben Laden, y Obama se ha preocupado mucho. La ONU autoriza a matar libios. Para tan caritativa organización, los niños libios, israelitas o serbios tienen menos derechos que los iraquíes, los palestinos y los albaneses. Al menos, así lo considera la izquierda en España, siempre pendiente de la ONU.

De haber sido Aznar el que enviara las tropas españolas a combatir en Libia, estarían las calles copadas de pancartas y pegatinas. Aznar, conveniente es recordarlo, estableció unos destacamentos de nuestras Fuerzas Armadas en Iraq en misión de paz, que no de guerra. Y le llamaron asesino, criminal y genocida. Para colmo, la ONU aprobó las acciones de guerra contra Sadam Husein posteriormente, pero nadie en España quiso darse por enterado. Me solazo figurándome las charlas de los llamados miembros de la «Cultura». Así que amanece el Wyoming y llama a Guillermo Toledo. –¿Ha dicho algo nuevo la ONU?–; – pues, sinceramente, no lo sé–. Las que tienen que estar enteradísimas por su contacto directo con la ONU son Almudena Grandes y Concha Velasco. Y si te fallan, siempre tendrás a Miguel Bosé. Porque con los Bardem no cuentes. Ya sabes, el niño, el parto, el hospital, California…

Todos sabemos que Gadafi es un asesino. Un asesino muy bien recibido por sus actuales atacantes, dicho sea de paso. Pero nadie está capacitado para explicarnos quiénes son los rebeldes, qué amigos tienen y cuáles son sus proyectos. Lo narra el coronel Hardington en su libro «Entre Masais y Bantúes». Elijo el párrafo fundamental. «Los masai o ngumi contaron con nuestro apoyo. No dejamos a un bantú vivo en toda la región de Mugamba. Los masai nos ofrecieron una fiesta para agradecernos la victoria. Mataron una decena de gacelas impala para festejarnos. Cuando terminó la fiesta, que fue muy cordial y simpática, los masai pasaron a cuchillo a los oficiales y soldados de mi regimiento. Escapé de milagro. Hoy, diez años después, debo reconocer que sigo confuso y un tanto aturdido. Y eso nos pasó porque no hablamos previamente con los masai. Gente muy rara».

Es lo que recomiendo a Obama, Sarkozy o Zapatero, porque yo me he dado de baja. Que hablen con un rebelde. Y a ver qué tal.

Viñeta de Caín en La Razón