martes, 22 de febrero de 2011

Esperanza Aguirre

Alfonso Ussía en La Razón

Se ha ganado a pulso todo lo que tiene. La política, para ella, es una vocación, no una necesidad o un medio de supervivencia. Espero que nadie se ofenda con esta apreciación. Detrás de su educación y su sonrisa hay un muro de honestidad y firmeza invencible. Iba a escribir que detrás de su parecer suave hay unos nervios de acero, pero recuerdo a Valle Inclán boicoteando un estreno de Echegaray y me da la risa. Que así decía un personaje de Echegaray: «Parece de seda, pero sus nervios son de acero». Y Valle se incorporó de su butaca y gritó: «¡Eso no es una mujer, es un paraguas!».

Esperanza Aguirre pertenece a la familia liberal del Partido Popular. Nadie le ha subvencionado jamás. Salió de un helicóptero estrellado con la serenidad de los grandes. Mantuvo el tipo en un terrible ataque terrorista en la India. Esta mujer no está preparada para ser vencida por un tumorcillo. Va a ser intervenida en un hospital público. Y en Madrid. Y en España. No en Los Ángeles. Que nadie se ofenda. Te queremos mucho y somos muchos los que te queremos. Ganar una vez más no es complicado. Ánimo, Esperanza.

jueves, 17 de febrero de 2011

Progrez, lobreguez

Bernd Dietz en Libertad Digital

Damos la sensación de ser el país que con más entusiasmo ha abrazado la autodenominada cultura de la calidad, para acomodarla a coordenadas atávicas. Ya se sabe, esa tendencia a primar las apariencias sobre los realidades; el formalismo burocrático sobre el contenido efectivo; la aplicación interesada de la norma sobre la ecuanimidad de la medida; el soporte material sobre el mensaje; el rodillo indiscriminado sobre el análisis del caso individual; el membrete y el sello oficial sobre la certeza; la filiación sectaria sobre la valía del individuo concreto; la verdad judicial, jejejé, sobre la verdad de verdad. Y así sucesivamente, desde nuestro más rancio vaticanismo corleonés, hasta darle la vuelta a la bondad o cordura de las actuaciones cual si de un calcetín se tratase. Nada nuevo bajo el sol. Casticismo imperecedero. Modernez legañosa. La epifanía de asomarnos al espejo, sin poder culpar a nadie ajeno a nosotros.

La cultura de la calidad es progresista, pues establece protocolos que, si bien podrían ser engorrosos de cumplir para una cabeza creativa, no requieren talento, inteligencia o querer pensar. Es igualitarista, al odiar cualquier jerarquización axiológica o prelación intelectual (algo complementario con que la señora Aído, sus denunciadas dadivosidades aparte, montase un organigrama con nueve mujeres por cada varón, de sobrada que iba). La cultura de la calidad descrita se explaya a dos carrillos sobre la exigencia. Hipócritamente. Pues sabiéndose entre pardillos, conmilitones y otros artistas de la simulación, la concibe como puritita sumisión a sus dogmas, reglamentos, encuestas, autoinformes, auditorías y demás juegos de manos para justificar lo torcido. Y así se llenan los bolsillos los embelecadores, nescientes y obcecados que conforman el mandarinato de la corrección política. Porque políticamente correcto quiere decir aquí: moralmente injusto e intelectualmente falso, una sordidez obligatoria al mandarlo la moda y quien tiene la sartén por el mango.

La cultura de la calidad es a la calidad lo que la didáctica de las matemáticas es a las matemáticas: un sucedáneo infantil, prescrito con receta populista; una suplantación en cartón piedra, un MacGuffin para velar las verdades; y una ocasión de oro para que quienes aborrecen el álgebra campen sobre los matemáticos, autoproclamándose sus intermediarios y superiores jerárquicos en la pirámide institucional. La potestas metiendo en vereda a la auctoritas. Lo de siempre. Algo para dar gustito a acomplejados, desaprensivos y manilargos. ¿Acaso llegar democráticamente al poder, como hizo Hitler y han hecho otros tarados devastadores (con o sin ayuditas de terroristas, cloacas e intoxicación mediática, según aquí nos suena), garantizó alguna vez que fuera a gobernarse con sabiduría y honestidad?

Aunque, puestos a hablar de macguffins, de corrección política y de cultura de la calidad, nada como la hipersensibilidad, melindrosa hasta el ridículo, con la velocidad en las carreteras, el humo del tabaco o el lenguaje ofensivo de un ciudadano de derechas con respecto a otro de izquierdas. A la inversa es metafísicamente imposible que pueda mediar insulto, pues resulta de lo más natural y reivindicativo que ministras del jaez de Pajín justifiquen sus antojos porque la decisión les sale de los cojones [sic] o que toda una subdirectora general de Tráfico se dirija por conducto oficial a sus subordinados con admoniciones del tipo por el culo te la hinco [sic] y chúpame un huevo [sic]. ¡Ay del que perciba una agresión sexista, que lo fulminan obligándole a dimitir los mismos ingenieros de almas que pretenden perseguir penalmente que a un gordo se le pueda decir gordo!

Situar tales asnadas de cotolengo en el epicentro de la actualidad política, poniendo a su servicio a jueces, policías, comunicadores, rockeros, actores e intelectuales de prosapia progresista, funciona. A estos custodios de la ética no se les ocurriría ni por asomo escandalizarse con el caso de la hija de Chaves, las mesnadas de parientes de altos cargos que se han forrado el riñón (y el resto de las vísceras) con los ERE y las coimas de Al-Ándalus o las malandanzas de ese hombre-orquesta y cazador cazado que es el señor Garzón. Están demasiado ocupados considerando ilegalizar o amaestrar todavía más al PP, puesto que tales fieras (y no los aprovechados de la nomenklatura socialista y sus papás) estarían dizque emparentadas con el régimen anterior. Nuestra casa de orates y pícaros queda humillantemente expuesta. En la última cena de Viridiana (empeorada, aumentada y con sillón vitalicio para los comensales) resplandece el emblema de lo que, con ahínco y desparpajo, hemos logrado darnos.

"Una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta". Así calificaba Manuel Azaña a sus colegas de recio progresismo, a la hora de explicar el batacazo de la II República. El franquismo aún no tenía carácter. ¿Qué no vituperaría hoy, una vez instalados estos nuevos resabios, el político alcalaíno (quien pese a sus notorios defectos era un hombre decente, dotado de corazón e inteligencia) de los miembros y miembras que cortan hoy el bacalao, mientras esparcen su vileza a espuertas, en nuestra triste y bienamada España?

Cuando el dedo señala la luna, la cultura de la calidad mira ominosa a nuestras partes blandas, dispuesta a despojarnos, con monomanía capadora, de cuanto de fecundo sobreviva entre nosotros. Cuando haya arramblado con todo, podrá cortarnos a machetazos, quemar nuestros cuerpos, todavía palpitantes, y decretar el hermanamiento con Uganda, donde jamás habrían desentonado, hasta ahí podríamos llegar los apóstoles de la alianza de civilizaciones, el GAL, el gracejo de mienmano y el 11-M.

Dictaduras de nueva generación

Lara Vidal en Libertad Digital

La fe de algunos políticos y periodistas en determinadas consignas supera con mucho la de no pocos creyentes en cualquier religión. El caso de Egipto es buena prueba de ello. Mucho hablar de que el pueblo egipcio estaba viviendo una primavera de libertad y, al final, todo ha terminado en un cuartelazo más. Los que conocen la Historia de Egipto –pocos, dicho sea de paso– lo habían dicho y, por supuesto, no se equivocaban. ¿Va a surgir de este golpe militar una democracia? Sinceramente, no cabe esperarlo. En realidad, lo más seguro es que nos encontremos, al final de todo, con una dictadura de nueva generación.

Lenin, Hitler, Stalin, Castro estaban convencidos de que sin una buena red de represión penitenciaria era imposible mantener su gobierno tiránico. Se equivocaban y lo pagaron decenas de millones de desdichados. La caída del Muro de Berlín dejó de manifiesto que es más que posible instaurar un régimen dictatorial permitiendo, al mismo tiempo, los partidos, elecciones periódicas e incluso cierta libertad de prensa. Naturalmente, para mantener en pie el edificio hay que controlar una distribución de los medios de comunicación que logre que su labor no pueda alterar un resultado electoral. También hay que cercar a los opositores –incluso sobornarlos– de manera que no vayan más allá de un decorado escasamente efectivo. Finalmente, a los pocos disidentes que sigan quedando hay que convertirlos, silenciarlos o –sólo de manera excepcional– eliminarlos.

En una nación donde casi sólo se cuentan los logros del régimen y los desvelos por nuestro bienestar; donde la tradición histórica es más bien ovejuna y donde incluso se puede echar mano de un cimiento religioso dispuesto a pactar con el poder, el resultado suele ser el de la dictadura esperada. Formalmente, se puede presentar de cara al exterior la imagen de un régimen que si no del todo democrático al menos avanza por el luminoso sendero de las reformas. En la práctica, nos encontramos, sin embargo, con una dictadura que ha seguido el consejo de Lampedusa de cambiar todo para dejar todo igual.

Es lo que va a suceder en Egipto; es lo que sucede en la Rusia de Putin y es lo que desgraciadamente se viene persiguiendo desde hace décadas en naciones como Italia y España por no citar buena parte de Hispanoamérica. Al final –no cabe engañarse– la democracia sólo ha arraigado sin marcha atrás en naciones donde triunfaron los puritanos (Inglaterra, Estados Unidos y las antiguas colonias del Canadá, Australia y Nueva Zelanda) o la Reforma fue indiscutida desde el principio como es el caso de Holanda o las naciones escandinavas. Donde, por el contrario, la democracia ha nacido como consecuencia de la segunda guerra mundial o de las presiones norteamericanas no es que exista posibilidad de retroceder en lo avanzado, es que hay una enorme posibilidad de degenerar en dictaduras de nueva generación y, llegado el caso, da lo mismo que quien gobierne se llame Suleimán o ZP.

Humo y hierbas del 68

Cristina Losada en Libertad Digital

Tiene guasa que los parvenus al sesentayochismo se hayan cargado el espíritu del 68, pero así es y así parece. Qué mayor símbolo de ese parricidio que la amenaza de multa al musical Hair a cuenta de que se fuman unas buenas hierbas en escena. Se meten con Hair, nada menos. Una obra que, junto a Oh! Calcutta!, Jesucristo Superstar o el Rocky Horror Picture Show, representa y revive de inmediato, sólo con nombrarla, aquella época desordenada que luego hemos padecido como mito. Y mitificada, en especial, por quienes ahora blanden las tijeras de la censura, sea para proceder a la castración de unos porros de mentira o retirar anuncios de ropa interior femenina. Nada respetan, ni libertad artística ni, por supuesto, libertad individual. Cómo van a respetarla, si es la madre de todos los vicios.

Encabezado por lustrosas ñoñas, tenemos en faena al negro batallón que en la comedia de Ibánez Serrador actuaba bajo el nombre de Liga Femenina contra la Frivolidad. Cualquier día, vestirán a la Maja desnuda. Ya sucedió al otro lado del charco. Pero que le quiten el humo a Hair no ha ocurrido ni allí donde se aplican leyes anti-tabaco severas. Y es que a Pajín y compañía les pasa como al nuevo rico. Han de demostrar que son lo que no son, sobreactúan, se exceden en la imitación y el resultado es el ridículo. Alega esa ministra que el teatro es un lugar de trabajo y no cabe excepción. Reduce, así, el espacio de la obra dramática a la prosaica condición de oficina, a un lugar corriente y moliente, lejos del fuego sagrado del arte. Aunque bien les está a quienes tanto insistieron en proletarizarse como "trabajadores de la cultura". Lo cual nos lleva al cine: ¿se prohibirá fumar en las películas? Hable, Leire.

El conflicto de intereses entre fumadores y no fumadores se podía resolver con sentido común y, en los bares, con buena ventilación. Pero el Gobierno prefirió sumarse a la histeria rigorista y aun añadirle. El neopuritanismo en boga, con su selectiva intolerancia, le va como anillo al dedo a ese autoritario que el ungido lleva dentro. Cierto, de aquellos "prohibido prohibir" han venido estos "todo prohibido", al fosilizarse la heterodoxia y el antiautoritarismo en sus contrarios. Pero ese grupo generacional que aquí se ha elevado a ministerios y poltronas sabe de aquello lo que haya visto en los tebeos. Su intolerancia, rigidez e intransigencia vienen de fábrica. Pobre gente sin mundo que quiere presumir de referencias. Qué 68. Sólo son paletos.

El imperio de la lengua

Francisco Caja en Libertad Digital

Que la política lingüística escolar llevada a cabo en los últimos 17 años por el Gobierno catalán –la imposición del llamado sistema de inmersión lingüística– no sólo está fuera de la ley, sino que es inconstitucional está fuera de toda duda tras las recientes sentencias del Tribunal Supremo. Dice el Tribunal Supremo:

Como afirma el motivo y en contra de la doctrina del Tribunal Constitucional esa exclusión de hecho del castellano como lengua vehicular pervierte el modelo lingüístico establecido en la Constitución de conjunción lingüística o de bilingüismo integral de modo que se implanta un modelo de inmersión lingüística contrario al espíritu y a la letra de la Constitución.

Y en consecuencia, el Tribunal Supremo ordena a la Generalidad que adopte

cuantas medidas sean necesarias para adaptar su sistema de enseñanza a la nueva situación creada por la declaración de la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional que considera también al castellano como lengua vehicular de la enseñanza en Cataluña junto con el catalán, incluyendo el derecho de los niños en educación infantil a recibir la enseñanza en la lengua peticionada por los padres y de igual modo declaramos que el modelo oficial de preinscripción en educación infantil ha de preguntar por la lengua habitual a los padres o tutores de los niños preinscritos en los cursos escolares en centros sostenidos con fondos públicos.

¿Cuál ha sido la respuesta de la Generalidad a la inapelable (en un Estado de Derecho) decisión del Tribunal? No acatar la sentencia. De manera ostentosa: tanto la consejera de Enseñanza como el presidente de la Generalidad han declarado de forma reiterada que no modificarán ni una coma de su política y seguirán implantando el sistema de inmersión lingüística. Y en la primera ocasión (al aprobar las normas de preinscripción y matriculación para el próximo curso) han dictado una resolución que hace caso omiso de las resoluciones judiciales: sigue imponiendo el sistema de inmersión lingüística, no contempla el derecho de los niños en educación infantil a recibir la enseñanza en la lengua peticionada por los padres y no incluye la pregunta por la lengua habitual del escolar.

Está claro, para el Gobierno catalán el imperio de la lengua está por encima del imperio de la ley. ¡Todo por la lengua sagrada! Porque la lengua sagrada exige todo: si es necesario delinquir, se delinque. Porque no acatar las decisiones de los tribunales y dictar, como es el caso, una resolución injusta a sabiendas de su injusticia es un delito.

Pero una cosa es cierta: ellos son lo que son no por designación de la diosa lengua sino por la ley: la ley y no la lengua los ha hecho presidente y consejera de la Generalidad, unos cargos a los que han accedido tras jurar o prometer fidelidad a la Constitución. Al negarse a someterse al imperio de la ley que legitima su poder, se deslegitiman y se hacen indignos para ejercerlo. Por esa razón han de ser separados del cargo que ejercen; esa es la pena que reserva el Código Penal para los culpables de un delito de prevaricación: inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de siete a diez años.

Están en juego los fundamentos mismos del Estado de Derecho: el sometimiento de los poderes públicos a las decisiones de los tribunales de justicia, la separación de poderes, fundamento desde que Montesquieu lo escribiera en su De l’esprit des lois. Convivencia Cívica Catalana ha presentado la correspondiente querella criminal para restaurar en Cataluña el Estado de Derecho. Porque el imperio de la ley deber estar por encima del de la lengua para que un orden político pueda ser llamado democrático.

¿Cuál será la actitud del Ministerio Fiscal, que, recordémoslo, "tiene por misión promover la acción de la Justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la Ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante ellos la satisfacción del interés social"?

¿Quién indemnizará a los padres cuyos hijos no ha recibido la educación bilingüe que prescribe la Constitución española durante los últimos diecisiete años? Los Gobiernos catalanes han contraído una grave responsabilidad por la que los ciudadanos catalanes le deberán pasar cuentas. Que sus hijos reciban una enseñanza bilingüe depende de ellos; tras las sentencias del Supremo bastará con exigirla mediante una sencilla instancia al Gobierno catalán: los pueden hacer poniéndose en contacto con Convivencia Cívica Catalana a través de su página web. Para restaurar en Cataluña el imperio de la ley.

Francisco Caja es presidente de Convivencia Cívica Catalana.

Violencia doméstica e incompetencia gubernamental

Editorial de Libertad Digital

"Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces": eso dice el refranero español, y eso mismo se le podría aplicar a los propagandísticos desvelos del Gobierno de Zapatero por atajar la violencia doméstica frente a su rotundo y clamoroso fracaso en este terreno.

Por puro afán propagandístico, Zapatero impulsó nada más llegar al poder la demagógica Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, que establece penas distintas en función de si la violencia la perpetra un varón o una mujer. Además de cercenar con ello un principio constitucional como la igualdad ante la ley, esta normativa discriminatoria carecía de suficientes medidas protectoras y de la financiación necesaria, al tiempo que ignoraba normas que ofrecían un claro riesgo de solapamiento e interferencias entre administraciones. Así se lo advirtieron claramente al Gobierno órganos consultivos como el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Estado y el Consejo Económico y Social. Pero el Gobierno hizo caso omiso de todo ello, con el condesciende respaldo de la oposición.

Otro tanto se podría decir del recientemente suprimido Ministerio de Igualdad, que no ha servido más que para dilapidar ingentes cantidades del dinero del contribuyente. Esta ya de por sí costosa burocracia no ha hecho otra cosa que subvencionar delirantes "estudios" sobre la mujer y el feminismo, del que se han aprovechado organizaciones afines al PSOE, al tiempo que solapaba o incluso sustituía la acción de la Justicia con "cursillos de igualdad" en sustitución del cumplimiento de la pena de reclusión a los maltratadores.

Paralelamente, el Gobierno ha escatimado medios a quienes deberían ser los principales encargados de velar por la integridad de los ciudadanos, como son los tribunales de Justicia y la policía.

El resultado de todo ello ha sido el espectacular incremento que, desde 2004 y año tras año, ha experimentado el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas en nuestro país. En este sentido, la última víctima mortal de la mal llamada "violencia de género", asesinada este martes en Málaga a manos de su ex pareja, no por paradigmática deja de ser un episodio más en esta sangrienta crónica de un fracaso anunciado: una comisión del antiguo Ministerio de Igualdad y de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) denegó en agosto a la víctima el servicio de teleasistencia móvil para víctimas de violencia de género. Pero lo más grave de todo es que su ex pareja y presunto asesino tenía ya una sentencia condenatoria por dos delitos de amenazas en el ámbito familiar y por un delito de maltrato simple. Su pena a dos años de prisión fue suspendida, condicionada al cumplimiento de cursillos "en materia de igualdad".

Al rifirrafe entre las distintas administraciones a la hora de echarse la culpa por la denegación de la ayuda que requirió la víctima, se suma la denuncia efectuada por policías destinados a unidades de prevención, asistencia y protección a las víctimas de malos tratos, que aseguran carecer de medios básicos para llevar a cabo su tarea, como vehículos u ordenadores.

"Algo ha fallado", ha tenido que reconocer Rubalcaba. Y tanto que sí: han fallado las demagógicas presunciones con las que este Gobierno no ha hecho otra cosa que encubrir sus carencias a la hora de combatir esta lacra social.

Cursillo de igualdad

César Vidal en La Razón

Era una de tantas mujeres maltratadas. Pidió ayuda a la judicatura y a una federación de municipios controlada por el PSOE. Se la denegaron. La razón era de peso. Su maltratador había seguido un cursillo de igualdad, una de las genialidades de la ministra Aído mantenida por su sucesora Pajín. El resultado de esa suma de decisiones fue rápido y fulminante porque el maltratador mató a la maltratada y el nombre de la víctima, en apenas unas horas, se disolvió en el largo listado de muertes no evitadas por la legislación y la gestión de los gobiernos de ZP. En un acto de cinismo tan propio de él como lo es el veneno en la serpiente de cascabel, Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro del Interior que no ha logrado contener el ascenso de la criminalidad, nos ha informado de que la muerte se ha producido porque algo ha fallado. Se trata de una afirmación digna de figurar en una antología de grandes figuras al lado de Confucio, Platón o el mismo Jesús de Nazaret. Claro que bien mirado sí es cierto que algo ha fallado. Ha fallado la ideología de género de arriba a abajo y el último crimen es tan sólo una de sus pavorosas consecuencias. Cualquiera que ha tratado a delincuentes por un tiempo sabe de sobra que toda esa palabrería progre sobre las causas sociales e ideológicas del delito es una estupidez además de mayúscula sumamente peligrosa. Hay gente de humildísima cuna que, a pesar de agobiantes circunstancias, tiene una honradez acrisolada y personajes de alto rango que, criados entre algodones, no han dejado de delinquir desde que alcanzaron el uso de la razón. Si a semejante necedad se suma la ideología de género, las consecuencias son, en el sentido más literal, letales. Pero claro, la ideología de género insiste en que es la horrible sociedad machista la que provoca los crímenes y puesto que la causa se encuentra en la ideología presupone que un cambio radical de ésta puede tener efectos beatíficos. La primera consecuencia de semejante dislate es que fuera de la violencia doméstica han quedado las agresiones de las hijas hacia las madres –cifra escalofriante– la de los padres hacia los niños –peor si cabe– o la de las mujeres hacia sus parejas. Como todos esos casos, por sangrantes que sean, no encajan en la ideología de género se niegan y adelante con las miembras. La segunda es la manipulación que de la ideología se lleva a cabo en las más diversas ramas de la Administración lo mismo contratando más de un noventa por ciento de mujeres en el Ministerio de Igualdad que presentando, como ha indicado algún juez, falsas denuncias contra el ex marido que, por el hecho de ser varón, ya es culpable. La tercera –y peor– es que como el delito no es abordado como tal sino como un proceso ideológico sujeto a dudosos métodos de ingeniería social los homicidios y las agresiones no han dejado de aumentar. La vida de esta desdichada mujer –como la de tantas– ha sido sesgada por un delincuente repugnante, pero la culpa de que no haya recibido la protección adecuada recae sobre las Bibianas, las Leires y las miembras que difunden una ideología de resultados criminales, ésa que cree que se puede reformar a un asesino potencial mediante un curso de igualdad.

Violación en la plaza

Alfonso Rojo en ABC

El comunicado de la CBS, corto y frío como un escalpelo, estremece. Cuenta que el 11 de febrero, el día que Mubarak fue destronado, la corresponsal Lara Logan estaba cubriendo el jolgorio de la Plaza Tahrir cuando fue rodeada por una turba de hombres enfebrecidos, separada a empellones de su equipo, violada brutalmente muchas veces y golpeada hasta el desmayo. Fue rescatada, al final, por una veintena de soldados alertados por varias mujeres y ahora se recupera en un hospital de Estados Unidos.

Lo primero que se le ocurre a uno es que para ser la Revolución de la Luz, como algunos la han bautizado poéticamente, la de Egipto ha tenido un prólogo bastante sombrío. No entro a juzgar, porque me produce vómito, el comportamiento de los facinerosos, que no eran unos pocos sino doscientos, pero creo que la actitud de la gente merece una reflexión.

¿Cómo es posible que algo así pueda suceder a la vista de todo el mundo, en medio de la multitud y con semejante saña? ¿Ser rubia, mujer, guapa y occidental va a ser también pecado?

No sería justo convertir la anécdota, por espantosa que sea, en categoría, pero resulta evidente que los protagonistas de la revuelta no eran solo blogueros, tuiteros y ejecutivos de Google, abrasados por el deseo de libertad y empeñados en tomar el destino en sus manos.

No hay epitafio sobre el régimen de Mubarak, donde no se afirme que Internet ha sido el arma más potente de la oposición, pero cada día tengo más dudas. Se pasa por alto que los secuaces del rais fueron capaces, en minutos, en la medianoche del 28 de enero, de cortar Facebook, Twitter, correo electrónico y «sms». Y que tuvieron seco al país cinco días. ¿Y si fue el Ejército, como en la Rumanía de Ceaucescu, quien manejo todos los hilos? Incluido el de internet.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Intervencionismo asfixiante, también en patios y teatros

Editorial de Libertad Digital

La Generalidad catalana amenaza con multar a los responsables del musical Hair que se representa en un teatro de Barcelona por incumplir la Ley Antitabaco. Un colegio en Sitges ha puesto una señal en rojo en el expediente de un niño por no hablar en catalán en el patio durante el recreo. Estas son sólo dos recientes muestras de a qué delirantes extremos puede llegar el poder público en su obsesiva y liberticida obsesión por inmiscuirse en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos.

Si en el primer caso esos extremos alcanzan la crueldad con un niño (que ha tenido que preguntar a su madre qué es lo que había hecho mal), en el segundo, los políticos tratan a los adultos como a niños que estuvieran expuestos a peligros que, por sí solos, no pudiesen evitar. El director del musical ha tenido que explicar que lo que fuman los actores en el momento de interpretar a los hippies de los años 60 no es tabaco, sino una mezcla de maria luisa, albahaca y hojas de nogal. A pesar de esta explicación, que ya debería resultar innecesaria en una sociedad libre y adulta, el estúpido y liberticida fundamentalismo de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, no ha cedido un ápice: "Igual que en teatro los crímenes no son reales, que simulen que fuman".

Con todo, criticar estos delirantes extremos a los que llega el intervencionismo público sólo conlleva un riesgo: el pensar que, sin ellos, normativas como la que impone el catalán como una única lengua vehicular en Cataluña, o como la que prohíbe fumar en cualquier establecimiento privado abierto al público, sí podrían llegar a ser consideradas equilibradas o razonables. La libertad que ambas cercenan no se recuperaría porque dichas normativas concedieran, a modo de excepción, permisos en el reducido ámbito de un patio escolar o en el de un escenario teatral.

Se preguntaba hace dos siglos G.H. von Berg "¿cómo fijar limites concretos al poder supremo si se le asigna como objetivo una felicidad universal vagamente definida, cuya interpretación se confía al juicio de ese mismo poder? ¿Han de ser los gobernantes padres del pueblo, aun asumiendo el grave riesgo de que se conviertan también en sus déspotas?".

Este paternalista o represor intervencionismo estatal ha terminado siendo, efectivamente, despótico, desde el mismo momento en que el poder público no ya sólo se arroga competencias en la felicidad de los ciudadanos, sino que también pretende "normalizar" sus usos lingüisticos, preservar su salud, dictaminar su sensibilidad ante determinados espectáculos o legislar su memoria histórica. No hay que extrañarse de que la gente termine así viendo en la "ley", no la salvaguarda de su libertad, sino su principal foco de agresión.

NAZIonalistas

Juan Morote en Libertad Digital

No entiendo que me sigan causando estupor las aberraciones educativas de estos xenófobos que pueblan la periferia de España. Los denominados nacionalistas no entienden la defensa de las señas de identidad culturales propias como un patrimonio que debemos preservar, sino que, desde su perspectiva, esas señas son un garrote con el que agredir a todo aquel que no las abraza. La literatura está llena de ordalías, torturas para abjurar de un credo, y también de defensas heroicas de la fe heredada de los mayores.

En Cataluña pretenden que la gente se inmole en la defensa de las señas de identidad de la cultura que identifica la nación española. Como además de sectarios son poco imaginativos, han copiado el procedimiento nazi de señalar a los judíos. Aquellos los marcaban con pintura de color que destacaba en las vestimentas negras de los judíos para escarnio público. Pretendían con la marca la humillación pública del judío, y consiguientemente su exclusión social, era una fase más de la agresión previa al exterminio. Todos hemos podido contemplar estas imágenes tomadas en los documentales del gueto de Cracovia. Siempre pensé que su mera contemplación serviría de lección para que nunca más volviera a suceder nada parecido.

Setenta años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, y noventa años transcurridos desde el ascenso de Hitler al liderato del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, aún quedan nacionalistas que siguen su ejemplo. Han trocado algunos elementos para adaptarse a los tiempos, pero la esencia se mantiene. Si Hitler predicó la degradación humana de las razas judía y gitana, los nacionalistas ligeramente más sutiles han empezado por denigrar la cultura y las tradiciones españolas. En cambio, han coincidido en la metodología empleada: nazis de antes y de ahora marcan con distintivos a quienes quieren aislar, asustar, quebrar en definitiva. De esta guisa han obrado los representantes de un colegio en Sitges que han colocado un llamativo distintivo rojo en las notas de un niño por no utilizar en sus conversaciones la lengua vehicular del centro. Los nazis colocaron un brazalete a todos los niños judíos de Cracovia tras la invasión.

La utilización del distintivo no pretende otra cosa que identificar al niño como diferente, en el sentido más negativo posible. Se trata de un atropello a la dignidad del menor, a su intimidad, al derecho de los padres a elegir la lengua en la que su hijo debe ser educado; es un atropello al derecho del menor a ejercer el derecho constitucional a utilizar el español como lengua para lo que le de la real gana, sin embargo no tengo ninguna esperanza en que la Fiscalía de Menores abra siquiera unas diligencias para esclarecer lo sucedido. ¿Y con el resto de padres? Pasará lo de siempre, los malos contarán con la complicidad de la cobardía de los buenos.

El "pa negre" de cada día

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

El cine Español me recuerda a aquel Pecé (Partido Comunista de España) cuyos mandatarios provinciales llegaban a los pueblitos donde no tenía ni aparato, ni bases ni más votantes de los que se podían subir a una "montesa" y el único representante comunista en la localidad, algo desanimado, les preguntaba a sus jefes si dada la situación no era mejor adaptarse a los tiempos o incluso disolverse. Y los jefes respondían dándole, a su hombre en el pueblo, con el dogma en la cresta: "El Partido Comunista no cambia ni se disuelve, el Partido Comunista se reafirma". El cine español, como ha quedado claro en la última gala de los "goyas", ni cambia ni se disuelve, que sería lo lógico: el cine español se reafirma en lo suyo. El viejo dogma comunista. Con la expresa idea de hacer lo contrario de lo que desea el hipotético público que no quieren que se agolpe para ver sus películas, le han dado todos los premios a otra de esos filmes más o menos catalanes sobre la postguerra civil después de cuya visión hay que desparasitarse. La Academia se ha propuesto ver quién puede más y se marcha de las salas antes, si las películas que se hacen en el país o el último acomodador que todavía quede en pie.

El cine español se mostraba en esta última edición de los Goyas autocomplaciente, desafiante y eufórico, porque este ha sido el peor año de recaudación desde que se recuerda y casi se ha logrado largar ya de los cines a toda esa gente que, fenomenal impertinencia, incluso trataba de opinar sobre lo que quería ver. Sólo faltaría. Como si el cine fuese un entretenimiento. Como si fuese una industria. Como si fuese un arte. Como si fuese nada excepto lo que la Academia española dice que tiene que ser (de la denuncia del fascismo a la investigación en torno a qué huelen las nubes, o la lluvia) y además cuando le salga de los güitos. Cuando las masas de público mayoritariamente joven piden películas que les hagan olvidar, para no abismarse en las simas de la desesperación, que son la generación perdida del país, cuando quiere, en fin, cosas con cierto acabado lustroso, con actores que sepan recitar, con temática posterior a la invención del tergal y que si puede ser contengan unas risas, el cine de su Academia viene y como siempre les ofrece "pa negre", cartillas de racionamiento, chocolate de algarroba, feísmo de "disseny", maquis de los cuarenta que huelen a "patchouli" del verano del amor de los sesenta, demócratas estalinistas de toda la vida y los malos malísimos de siempre. Y todo a cargo del director que debutó en el largometraje con una agradable película sobre sadomasoquistas tetrapléjicos que además son pederastas nazis y gays. Eso es lo que el fiscal general Cándido llamaba "acompasarse al sentir social".

Ha cumplido su objetivo de la temporada, el cine español. El Partido Comunista y la Academia de Cine, como no podría ser de otra manera, se reafirman. La triple papada de Leire Pajín gorgotea satisfecha, apenas conteniendo la hinchazón que un día de estos explotará como la tripa del señor Creosota en El sentido de la Vida de Monty Phyton. La ministra Sinde hace palmas con las orejas. Casi no queda nadie ya entre los cinéfagos españoles que quieran ver lo que hacen las subvenciones del Ministerio con la condición humana. Con un empujoncito más, y premiando masivamente el año que viene alguna película de tesis que incluya algo de ajo, la Academia conseguirá lo que se propone. Que el público español adopte como propio el cine independiente montenegrino.

Las subvenciones matan el ingenio

Juan Ramón Rallo en Libertad Digital

Uno podría pensar que el director de Pa Negre, Agustí Villaronga, es un caradura redomado por trincar del erario público y, encima, restregárnoslo por la cara. Dice así: [Las subvenciones son necesarias] porque si no existieran, no podrían hacerse las cosas. Ni en el cine, ni tampoco en otras muchas actividades económicas".

En realidad, ya de entrada, la frase es una contradicción en los términos. Las actividades que no pueden desarrollarse sin subvenciones no son económicas, sino antieconómicas. Son la negación misma de la economía, esa ciencia que tiene como propósito destinar nuestros escasos medios a la satisfacción de nuestras más urgentes necesidades. Subvencionar es subvertir el orden de prelación de nuestros fines: despilfarrar medios escasos en la consecución de necesidades superfluas, de necesidades mucho menos urgentes que otras que, a causa de la subvención, quedarán insatisfechas.

No sé si los españoles, que son quienes han pagado coactivamente Pa Negre, valoran lo suficiente la película como para renunciar a otras de sus necesidades. Ni lo sé yo, ni lo sabe nadie: para eso está el mercado, para que la gente vote y se pronuncie. ¿Que Pa Negre es rentable? Entonces es que la gente valora más ese producto que los bienes alternativos que podrían haberse fabricado con los recursos que ha empleado y, en tal caso, más que subvenciones necesita una buena comercialización. ¿Que no lo es? Entonces es que los bienes y servicios que no se han llegado a crear por alumbrar Pa Negre resultaban más valiosos que la película y, por tanto, no debería subvencionarse.

Que Villaronga no conciba su trabajo sin subvenciones dice poco del atractivo que espera que le vayan a asignar los españoles a su filme. Pero dice mucho del efecto anestesiante que tienen las subvenciones. En un mercado libre, el empresario se esfuerza continuamente por conseguir que sus productos resulten de interés. Su escasa imaginación no es excusa para que se pasen por el forro los deseos de los consumidores, sino que representa una creíble amenaza de que serán expulsados del mercado a menos que se busquen las habichuelas para producir los bienes que los consumidores demandan con mayor urgencia.

La sinceridad de Villaronga es pues de agradecer: ni sabe cómo crear cine que agrade a los españoles... ¡ni falta que le hace! Las subvenciones matan el ingenio y permiten que los empresarios ineficientes se adormezcan subyugando a los consumidores. Tan destructoras son que el cine español ni se imagina cómo sería el mundo fuera de la subvención: es imposible; punto final. Bueno, entonces será que deberán ir dedicándose a otras cosas que probablemente les resulten a ustedes menos agradables y peor remuneradas pero que los consumidores sin duda apreciarán más. O eso, o aprendan a hacer cine de calidad que sobreviva sin desplumar al contribuyente.

Los Goya de Álex de la Iglesia

Daniel Rodríguez Herrera en Libertad Digital

A lo largo de todos estos años que llevo de columnista en esta santa casa, he cambiado de opinión sobre muchos asuntos. He leído, he aprendido de otros que saben mucho más que yo y me he sorprendido de la cantidad de cosas que creía con lo que yo pensaba una profunda convicción y que en realidad no eran más que prejuicios sin base alguna. Y, encima, prejuicios equivocados de medio a medio.

Pero lo he tenido fácil. Mi sustento, la consideración de mis colegas, mi porvenir no dependían de que no cambiara de opinión, de que siguiera en mis trece. No es el caso de Álex de la Iglesia, un director cuyas películas he disfrutado en ocasiones y me han hecho dormitar en otras, pero que al menos siempre ha tenido claro que su trabajo consistía en entretener al público. Que no valía con hacer películas porque el Estado le pagara por ello. Que no había que ser un funcionario de las cámaras, tranquilo y con el culo bien cubierto de subvenciones.

"Hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo y les debemos respeto y agradecimiento", recordó en su discurso de la gala de los Goya. En lenguaje edulcorado, significa eso: que si hacen cine es porque se lo estamos pagando, queramos o no, con nuestro dinero. Y que dedicarse a insultar a los contribuyentes y llamarlos de todo menos bonitos porque se descargan cosas en internet, como que no. Que no se extrañaran de la aglomeración que TVE ocultó en su retransmisión porque "si queremos que nos respeten, hay que respetar primero".

Muchos no nos fiábamos mucho de la famosa reunión que organizó Álex de la Iglesia tanto con representantes de los internautas como con personajes que gozan en la red de "reconocido prestigio", que diría el legislador para ocultar que los políticos pueden nombrar a los licenciados en Derecho que les salga de la nariz para los más jugosos puestos. Pensamos que aquello podía ser un intento por parte del presidente de la Academia de Cine de hacer ver como que dialogaba. Pero es que el jodío escuchó a sus interlocutores. Y lo convencieron. Y cuando se aprobó la Ley Sinde, se dio cuenta de que ahora estaba en contra, y que como la profesión no compartía su opinión, tenía que dejar de representarla.

¿Alguien recuerda un caso similar? ¿En España?

Quizá padece Álex de la Iglesia del fanatismo del converso. Sí, hay que cambiar el modelo de negocio, pero internet no es la salvación del cine español. Da lo mismo lo bien que se adapte el gremio a las nuevas tecnologías. Mientras no dependan del público sino de los burócratas de todos los partidos y administraciones, mientras sigan plasmando sus prejuicios ideológicos en el celuloide que todos les pagamos a punta de pistola les seguiremos ignorando y aborreciendo. De nuevo, con las excepciones de rigor. Como la de alguien que, parece, sí ha estado "a la altura del privilegio que la sociedad nos ofrece". Al menos por esta vez.

Guiones a 2.000 euros el folio

Pablo Molina en Libertad Digital

El cine español constituye un microcosmos ajeno por completo a las circunstancias que concurren en el mundo real, de tal forma que ni la devastación financiera más profunda como la que actualmente padece el país, con cinco millones de dramas familiares incluidos, afecta en lo más mínimo a un sector que sigue viviendo del trinque presupuestario, encantado de parasitar el esfuerzo ajeno a cambio de hacer sus tontadas.

Pero si las subvenciones al cine español, una industria cuya producción no vale en el mercado ni las ayudas que recibe, es algo escandaloso en términos generales, les sugiero que nos detengamos hoy un momento en una línea de subvenciones al cine de lo más sugestivo, tras lo cual vamos a tener una imagen fidedigna del punto exacto de cocción en el que se encuentra la desvergüenza político-cinematográfica de nuestro país. Nos referimos a las subvenciones que el Gobierno de España concede a la elaboración de guiones de largometraje, gracias a las cuales comprobaremos a quiénes y con qué requisitos entrega Zapatero el dinero extraído previamente de nuestros ya paupérrimos bolsillos.

Lo primero que llama la atención de las ayudas a la elaboración de guiones para películas de largometraje es que no resulta necesario acreditar que los textos premiados van a llegar a la pantalla grande, que es algo así como conceder una subvención a una fábrica de coches que no fabrica coches, con lo que la ayuda consiste en un empujoncito estatal para que el personal tenga una alegría presupuestaria y pueda seguir viviendo de la fabricación fantasmagórica de vehículos sin necesidad de tener que dedicarse a otra actividad productiva. En realidad ni siquiera es necesario escribir un guión para trincar la pasta, ya que, a efectos de la concesión de estas ayudas, basta con presentar una sinopsis y un tratamiento secuenciado para que el ministerio te conceda, si tienes suerte o un apellido famoso, cuarenta mil euros con cargo al bolsillo de los demás, que no otro es el importe de las quince ayudas previstas en cada convocatoria. Dividan el pastón recibido per cápita entre los 20 folios exigidos y verán que esto de hacer guiones es más rentable que realizar estudios para la Generalidad catalana sobre la almeja brillante, que hasta el momento estaba considerada como la actividad analítica más productiva de todas las que se llevan a cabo en este país.

La segunda sorpresa es el nombre de algunos de los agraciados con estos "premios" que el Ministerio de Cultura concede anualmente. En la última convocatoria resuelta, correspondiente al ejercicio 2010, podemos encontrar por ejemplo nombres tan conocidos como el de Gracia Querejeta, Emilio Martín Lázaro, Antonio Mercero (hijo) o los jóvenes y muy prometedores Jaime Chávarri y Gonzalo Suárez, especialmente este último, que a sus setenta y seis años todavía se presenta a estas convocatorias para llevarse cuarenta mil perifollos y la satisfacción de ver su nombre entre los elegidos.

Los cuarenta mil euros que los quince cineastas señalados por el dedo ministerial se embolsan anualmente con la simple presentación de veinte folios escritos por una sola cara es el doble de lo que gana al año una familia media que tiene la suerte de tener al menos uno de sus miembros en activo. Y es que esto del cine español ya ha dejado de ser un despelote presupuestario para trincones insolentes. Con la que está cayendo, con más de un millón de compatriotas acudiendo a los comedores sociales, repartir cien millones de pesetas cada año entre quince cooptados a cambio de nada es ya un asunto de pura crueldad. Por cierto, un tema excelente para un guión. Lástima que en España no haya "subvenciones" para ponerlo por escrito y presentarlo a concurso.

martes, 15 de febrero de 2011

Socialismo difícil

Carlos Rodríguez Braun en La Razón

La malquerencia afecta al progresismo. Estalla una crisis económica, atribuida a la libertad y sus instituciones, como la propiedad privada y el mercado. Los gobiernos intervienen para garantizar nuestra prosperidad. Y acto seguido los ciudadanos hacen caso omiso de las prédicas antiliberales, y votan en contra de los gobiernos que aumentan el gasto público y los impuestos. La corrección política, incapaz de apreciar a mujeres y hombres libres, y temerosa de confesar que los abomina y sólo los quiere obedientes, busca enemigos convenientemente malvados: «Somos súbditos de los mercados», «el poder económico manda sobre la democracia», y demás falsedades evidentes, porque nadie es más rico y poderoso que los estados. Nadie en España controla directamente el 50 % del PIB como hacen las autoridades. Otra estrategia es reclamar imprescindibilidad sobre la base de la virtud de la coacción: «Defendamos nuestro sistema de pensiones», como si fuera nuestro y como si fueran pensiones. Finalmente, otro ardid es la alarma ante los sucesores: si se van estos políticos vendrán los extremos, antisociales, crispadores, que no creen en la democracia, etc., como si los ciudadanos no dieran muestras de desdén hacia otros estados y otros políticos. ¿Qué salida tienen los socialistas? Como siempre, fabular y reinventarse, pero sin salirse del guión, a saber, que lo correcto es quitarnos nuestra libertad y nuestro dinero, por nuestro bien.

Viñeta de Caín en La Razón

De risa, de llanto

Alfonso Ussía en La Razón

La alfombra roja, las falsas sonrisas, la distancia insuperable entre su pequeño y aislado mundo y los sentimientos y preocupaciones de la sociedad. Sostres recuerda a Pla cuando preguntaba ante una mesa atiborrada de delicias: «¿Quién paga todo esto?». Pues usted, el de más allá, el que cruza la calle, el que espera el autobús,el que se divierte en las mañanas de los domingos remando sobre una piragua, la piragua y servidor de ustedes. Pero ellos, que lo saben, no quieren hacerse los enterados. Y montan estos espectáculos ridículos para entregar unos premios que llevan el nombre de un genio universal que de poder hacerlo, los mandaría a todos a paseo.

Butacas vacías

José Antonio Álvarez Gundín en La Razón

No hay mejor metáfora del extravío en que anda el cine español que el palmarés de anteanoche. Si lo mejor de la cosecha anual es otra película sobre la Guerra Civil, «Pa negre», que apenas han visto 50.000 espectadores, se explica prácticamente todo, desde el profundo desdén de los cineastas hacia un público que ha desertado del patio de butacas hasta la confortable torre de marfil que se han construido con el dinero de las subvenciones. (...) En 2009, el cine recaudó en taquilla 69,7 millones de euros, pero se embolsó 89,39 millones en subvenciones. Para qué mimar y cultivar al público si quien pone la tela es el Gobierno.

-----------------------------------------------------------------

Nunca está de más aclarar que la tela que pone el Gobierno es NUESTRA tela.

De la Iglesia, en capilla

Tomás Cuesta en ABC

Como en este país hay muchos malpensados (y como se da el caso de que, por lo común, aciertan), no ha de faltar quien piense que Álex de la Iglesia se ha ido de vacío de los Goya porque cargó la suerte al irse de la lengua. Y es que, sin pretender menoscabar a Villaronga o pellizcar en la corteza de «Pa negre», a nadie se le oculta que a la ministra de Cultura, tan estricta en cuestiones de índole genérica, no le hacía tilín el que, además de la moral, pretendieran tocarle impunemente la trompeta. ¿Influyó doña Ángeles —ya en alas de la astucia, ya en aras del despecho— en la bizarra decisión de la Academia? ¿Es suya la trama de esa tragicomedia que ha dejado en capilla al señor De la Iglesia? ¿Por qué de madrugada ni pestañeó siquiera y luego, al cabo de un rato apenas, con el rictus cansino y la legaña aún puesta, se acordaba de Álex («¡Pobre Álex!») remojando penurias en el café con leche? O sea, lo de siempre: «Excusatio non petita, accusatio manifesta». En latín te lo digo, para que me entiendas.

Malversaciones

Hermann Tertsch en ABC

El Ministerio Público, que tantos asuntos gravísimos se ha visto obligado a relegar a esta máxima prioridad del Estado que era el caso de esos trajes de medio pelo de Camps, reconoce no tener indicios de tráfico de influencias, contratación irregular ni financiación ilegal. ¡Por Dios, señores, qué fiasco el suyo! Después de dos años de utilizar todos los medios del Gobierno y del Estado, policía y fiscalía, amiguetes de la judicatura, de filtraciones reales o falsas, intoxicaciones múltiples y multiplicadores de opinión y agentes, éstos sí sospechosísimos de cohecho continuado y prevaricación constante en favor del rodillo socialista; ¿esto es realmente todo lo que han sabido encontrarle? Me gustaría ver a mí cuántos políticos con unos cuantos años ejerciendo tareas no ya de gobierno, sino de cierto relieve, superarían un escrutinio como el aplicado a la vida y el entorno de Camps con una acusación como esa. Por no hablar desde luego de nuestra tropa de ministros y caciques. Que nos lo digan, el Pepiño de la casita costera y el «maná» a las empresas amigas, el Chaves de la niña subvencionada, el Griñán de los EREs egipcios, el Rubalcaba de los faisanes y las medallas pensionadas, el Bono «seseñero» y sus caballerizas, la Pajín con sus subvenciones y ONGs amigas y hermanas o la niña Aido con sus cuentas del Gran Capitán del Ministerio de la Igual Dá.

Rubalcaba, el catalizador

Editorial de Libertad Digital

Sería de una ingenuidad pasmosa aspirar a una clarificación sin paliativos del chivatazo en un país en el que hasta el Rey asume la imposibilidad, parece ser que metafísica, de llegar al fondo de asuntos como el 23-F y el 11-M, tal como se ha puesto de manifiesto en este diario. No obstante, sorprende que la oposición asuma con tanta docilidad los criterios de Rubalcaba sobre lo acontecido en el bar Faisán, entre otros tantos asuntos. Sobre todo cuando esos criterios son que aquí no ha pasado nada, como siempre que se trata de Rubalcaba. Sin embargo, de las declaraciones de los policías, de los informes periciales, de los números de móvil, de las contradicciones, de los testimonios recabados y de los mismos hechos se desprenden responsabilidades sobre las que él tendría que responder como poco en sede parlamentaria.

lunes, 14 de febrero de 2011

Un crimen de estado

Luis del Pino en Libertad Digital

¿Qué fue el 11-M? Desde luego, no un atentado terrorista.

Echen ustedes la mirada atrás y comparen cómo está España hoy - institucional, económica y socialmente - y cómo estaba hace sólo siete años. Y pregúntense si hubiera sido posible esta total descomposición, este visible agusanamiento, si la masacre del 11-M no se hubiera producido.

La respuesta es, por supuesto, que no. El 11-M, con su secuela de muerte y destrucción, representa un claro punto de inflexión, un brusco golpe de timón, que abrió la caja de Pandora en nuestro país, liberando todos los males y poniendo de relieve todas las contradicciones latentes desde la Transición.

En cuanto a la ejecución material, y como si de un negativo fotográfico se tratara, en la imagen del 11-M sólo acertamos a ver lo que el 11-M no fue: sabemos que lo que nos han contado es mentira - mentira de principio a fin -, y que todos los trazos de la imagen real fueron cuidadosa y concienzudamente difuminados para que la verdadera imagen no fuera reconocible. Empezando con el propio desguace y escamoteo de los trenes.

Pero lo que sí somos capaces de percibir es un hilo conductor entre esa masiva falsificación inicial de las pruebas y el ominoso silencio posterior de todas las instituciones y estamentos oficiales, empezando por la práctica totalidad de nuestra clase política: sin necesidad de conocer los detalles de las investigaciones, una parte nada desdeñable de la opinión pública es perfectamente consciente de que el 11-M oculta una auténtica montaña de porquería, que nadie se atreve a remover, por temor a las consecuencias.

El pasado 11 de marzo, como informamos hoy en Libertad Digital, el Rey recibió a los representantes de las asociaciones de víctimas del 11-M. La conversación, muy cordial, no tuvo desperdicio, y el punto culminante se produjo cuando algunas de las víctimas presentes le plantearon la posibilidad de que la masacre de Madrid hubiera sido un crimen de estado y le manifestaron su deseo de llegar a saber toda la verdad.

La respuesta de Su Majestad les dejó helados: "Lo lleváis crudo. A mí todavía me ocultan cosas del 23-F".

¿Fue el 11-M un crimen de estado, como esas víctimas le plantearon al Rey? Sí, quizá sea ése el término que mejor describe aquella masacre que cambió la Historia de España. Y la respuesta del Rey es bastante ilustrativa del modo en que funcionan en España los servicios de información: hay cosas de las que es mejor no hablar, y que es preciso ocultar incluso a la más alta institución del Estado.

Lo que pasa es que - a diferencia del 23-F, que fue un golpe de estado incruento - el 11 de marzo de 2004 fueron asesinadas 192 personas, casi 2000 resultaron heridas y muchas decenas de miles de españoles quedaron marcados para siempre.

Y ninguna democracia puede aguantar, sin desmoronarse, que un crimen de esa magnitud quede impune.

La pregunta es: ¿quién organizó ese crimen de estado y dónde están aquéllos que hubieran debido evitarlo o, cuando menos, castigarlo?

Del cine español

José García Domínguez en Libertad Digital

Empresarialmente, inane; socialmente, irrelevante; estéticamente, romo; políticamente, unívoco, el cine llamado español subsiste de parasitar al Estado merced al equívoco cultural. Es sabido, cuando un político oye la palabra cultura, inmediatamente, como si de un estímulo pavloviano se tratara, echa mano de la chequera. Sin ir más lejos, así es como una Isona Pasola, célebre autora de documentales contra España en la televisión nacionalista y entusiasta promotora de los referendos ful, resultó agraciada con tres millones y medio de euros. Euros españoles, por más señas. Que no otros han costeado ese Pa negre tan festejado por sus iguales en los Goya. De ahí, perentoria, la coartada cultural.

Concepto discutido y discutible –éste sí–, la cultura es el poso que queda cuando ya se ha olvidado todo. Cultura, por ejemplo, es recordar que eso del cine acaso tuvo algo que ver con las creaciones del espíritu en épocas remotas, cuando en tal oficio se emplearon individuos que respondían por Fellini, Buñuel o Kurosawa. Por lo demás, excepciones siempre marginales en un entretenimiento popular elaborado con la muy prosaica –y respetable– premisa mayor de hacer caja. Y es que el cine, igual el español que el de verdad, tiene tanto que ver con la cultura como las añoradas revistas de Tania Doris en el Paralelo de Barcelona, o el no menos entrañable Teatro Chino de Manolita Chen. O sea, nada.

Porque nada significa que El séptimo sello y Torrente en Marbella admitan ser proyectadas sobre idéntica pantalla. A fin de cuentas, también los relatos de Stieg Larsson o Ken Follett se presentan en encuadernaciones de papel parejas a las que contienen las obras de Flaubert o Stendahl, y no por ello alcanzarán jamás la condición de literatura. Al respecto, empecinarse en la obsesiva repulsa del sesgo ideológico de la cinematografía doméstica, en el fondo, es aceptar sus reglas del juego, las de la excepción cultural. Olvidar que la industria de la infantilización de masas que responde por cine, es eso, una industria. Eso y solo eso. Por algo, proscribir al Ministerio de Cultura toda promiscuidad con ella debiera constituir objetivo primero de cualquier programa que se quiera liberal. Ahora que la derecha parece que va aprendiendo a hacer agitprop, bueno sería que lo comprendiese.

Más cerca de Luis Candelas que de Goya

Editorial de Libertad Digital

Desde siempre ha habido sectores económicos que se han resistido al cambio y que se han acercado al poder político para conseguir favores. El gran Adam Smith ya constataba en La Riqueza de las Naciones que los empresarios se reunían era para conspirar y, si se les dejaba, subir los precios. En la actualidad, las cosas no han cambiado demasiado: los productores ineficientes se aproximan al Gobierno para reírle las gracias y obtener prebendas a costa de las libertades de todos los ciudadanos.

En este sentido, el caso del cine español es paradigmático. Tanto se ha aislado de la realidad y de los gustos de los españoles que en los últimos años las subvenciones públicas que recibe han superado la recaudación en taquilla. Escandaloso dato que pone de manifiesto tres cosas: una, que los gobiernos de derecha han sido lo bastante pusilánimes como para no acabar de raíz con este latrocinio organizado a costa de todos los contribuyentes; dos, que los gobiernos de izquierda han comprendido bastante bien el uso electoralista que, No a la Guerra o ¡Hay Motivo! mediante, pueden darle a este ejército de propagandistas a sueldo; y tres, que todos los españoles, por la fuerza, pagamos las entradas de unas películas que no queremos ir a ver.

No satisfechos con el expolio, sin embargo, nuestros cineastas se alzaron con una nueva reivindicación para distraer la atención de su propio fracaso: al parecer, los españoles no acudíamos a sus proyecciones, no por la escasísima calidad de las mismas, sino porque las descargábamos de internet. Motivo que, al parecer, justificaba el cierre inmediato de las páginas que enlazaran con semejante contenido. Sólo había un problema: dado que esas páginas no albergaban contenido alguno, los tribunales se negaban sistemáticamente a clausurarlas, por cuanto ello supondría un atentado contra los derechos fundamentales.

Fue para superar semejante escollo –escollo llamado Estado de Derecho– para lo que se colocó a González Sinde al frente de Cultura y para lo que se aprobó –gracias al auxilio reformista del PP– la nefasta ley que lleva su nombre y que permite el cierre administrativo de webs. Por fortuna, tras semejante atropello a los derechos de los españoles y al sentido común más elemental, se han levantado numerosos colectivos de ciudadanos y algún que otro cineasta honrado, rara avis en ese circo de arribistas que es el mal llamado "mundo de la cultura" español.

Ayer, durante la gala de los Goya tanto unos como otro se lo hicieron saber a los políticos. Mientras que González Sinde fue recibida con abucheos y pitadas, Álex de la Iglesia fue bienvenido entre vítores. Tal vez por tratarse de unos de los pocos directos españoles que intentar hacer películas que agraden al público, el ex presidente de la Academia parece haber aprendido la lección: internet no es la tumba sino la salvación del cine. Claro que es mucho suponer que la mayoría de sus colegas reputen sus películas como algo distinto a un medio para acceder a la subvención pública. Lo que les preocupa no es la difusión de su obra artística, sino conservar su parcela en el cortijo del presupuesto público. Por eso carecen de todo incentivo para adaptarse a los nuevos tiempos y por eso confunden una oportunidad con una amenaza que debe ser aplastada por sus amigos los políticos.


Los guionistas de ETA

José García Domínguez en Libertad Digital

Demasiado cobarde para luchar y demasiado gordo para salir corriendo, ese Odón Elorza, de San Sebastián, a mí siempre me ha recordado al protagonista de La historia de un idiota contada por él mismo, aquella novela de Félix de Azúa. Un tipo que, al modo de Odón, había comprado todas las coartadas ideológicas de la épica insurreccional con tal de huir de la vida adulta y sus áridas responsabilidades. Proceder típico, por lo demás, de una generación de señoritos que, en palabras del propio Azúa, se creyó llamada a dirigir la revolución y acabó dirigiendo un departamento municipal. Ésa que aún no ha dejado de rendir culto al santoral mitológico en el que ETA tiene su altar de honor junto al viejo póster del Che Guevara y la quimera ya algo prostática del mayo francés.

Así, el niño Elorza, como el prosista Cercas o el orgánico Ramoneda, anda estos días muy ocupado en buscarle analogías morales al partido de Miguel Ángel Blanco con el de los matarifes de Miguel Ángel Blanco. Que "entre el franquismo y la derecha también hubo continuidad", viene de deponer en auxilio retórico del enésimo disfraz de Batasuna. Pues, igual que en los demás casos, se trata de vindicar la legitimidad, si no política sí sentimental, del discurso de las pistolas. ETA, nos pretenden hacer creer, representaría la última rémora fatal de la dictadura, de ahí la pertinencia tanto del olvido como del perdón.

Obviando la clamorosa evidencia estadística de que ETA ha matado, sobre todo y por encima de todo, en la democracia y contra la democracia. Al punto de que el noventa y cinco por ciento de sus crímenes –811 sobre un total de 857– los ha cometido con Franco amortajado bajo una losa de mil quinientos kilos en el Valle de los Caídos. Y es que, frente a lo que pretenden sus ilustres abogados de oficio, la ETA que se esconde bajo las faldas de Sortu no es hija putativa del franquismo, sino de la Transición y la temeraria negligencia histórica que con ella brotó. La que por aquel entonces llevó a amnistiar su reguero de sangre sobre la Tierra a cambio de nada, ni tan siquiera de un falsario "lo siento". Tal como otra vez ansía Odón.

Kiko Veneno: volando fue, volando vino

Pedro de Tena en Libertad Digital

El razonamiento de Veneno es el simplismo geográfico. Como Ceuta y Melilla están en África, en su norte, pues deben ser devueltas a quien domina el norte de África, o sea, Mohamed VI. Ni siquiera les concede la gracia de un referéndum. Libertad, ¿para qué? Fíjense en las consecuencias de un razonamiento como este. Canarias, por ejemplo, deben ser devueltas... ¿a Mauritania? ¿Al propio Marruecos? Pero en fin, y para no externos por otros países europeos, como Dinamarca que se vería obligada a devolver Groenlandia ¿a quién? ¿A Canadá que está más cerca?

Las leyes fascistas contra los fumadores

Luis del Pino en Libertad Digital

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 12/FEB/2011

Las políticas de represión del hábito de fumar no son nuevas. De hecho, el primer gobierno en impulsar un programa activo de cara a la erradicación del consumo de tabaco fue el del régimen nazi, hace ahora ya 80 años.

La pionera campaña contra el tabaco emprendida por los nazis perseguía dos objetivos: mejorar la salud pública - luchando contra las enfermedades derivadas del consumo de tabaco - y contribuir a la tarea de mejora de la raza. El movimiento de higiene racial en Alemania consideraba el tabaco como un auténtico veneno genético que amenazaba el futuro de la raza aria.

La guerra contra el tabaco en la Alemania nazi se desarrolló en tres frentes. El primero fue el de la propaganda. Por toda Alemania se emprendieron campañas publicitarias para concienciar a la población de lo malo que era fumar. Editoriales en periódicos y programas de radio, anuncios en revistas y vallas, conferencias y coloquios multitudinarios, películas documentales... cualquier soporte era bueno para convencer a los alemanes de la necesidad de dejar el horrible vicio del tabaco. Un cartel de una de aquellas campañas, por ejemplo, mostraba una imagen del dictador alemán con el siguiente pie: "Nuestro Fuhrer Adolf Hitler no fuma, ni bebe. Por eso posee esa increíble capacidad de trabajo".

También se utilizó profusamente en la campaña de propaganda a los chicos y chicas de las Juventudes Hitlerianas, a quienes se adoctrinaba en los males del tabaco para que a su vez influyeran en su entorno familiar y escolar.

Algunos de los argumentos de las campañas anti-tabaco eran ciertamente peregrinos, aunque nada inocentes en su carga ideológica. Se resaltaba, por ejemplo, el detalle de que Churchill, Roosevelt y Stalin - los tres mayores enemigos de Alemania - eran fumadores empedernidos, mientras que Hitler, Mussolini y Franco - los tres principales líderes de la Europa fascista - no fumaban. El propio Hitler llegó a decir que el tabaco era "la venganza del hombre indio contra el hombre blanco, por haberlo iniciado en el vicio del alcohol".

El segundo frente de ataque fue el de las prohibiciones.

En 1938, se prohibió fumar en los aviones y en las oficinas de correos, así como en muchos lugares de trabajo, en oficinas públicas, en hospitales y en asilos.

En 1939, el tabaco fue prohibido - tanto para alumnos como para profesores - en la mayoría de los colegios. Se prohibió también fumar a los militares en la calle, en los desfiles y durante los descansos de las guardias; se prohibió fumar a los policías y miembros de las SS mientras estuvieran de servicio y todas las oficinas del partido nazi fueron declaradas espacios libres de humo.

En 1941, sesenta ciudades alemanas prohibieron fumar en trenes y autobuses, prohibición que tres años después se extendería a toda Alemania a petición del propio Adolf Hitler, que estaba muy preocupado por los riesgos para la salud que la exposición al tabaco podía implicar para las mujeres conductoras de transportes públicos.

A partir de ese mismo año 1941, se establecieron asimismo normas que restringían las campañas publicitarias de marcas de tabaco. Se prohibió, por ejemplo, que se asociara la publicidad del tabaco con el deporte o con los hábitos de vida saludable; que se hicieran anuncios donde un fumador apareciera conduciendo o que transmitieran una idea de virilidad. Se prohibieron igualmente los anuncios específicamente dirigidos a mujeres y cualquier tipo de anuncio en vías férreas y en zonas rurales.

En 1942, se prohibió a todos los bares y cafés vender tabaco a las mujeres. Un año después, en 1943, se promulgó una norma que prohibía a todos los menores de 18 años fumar en público.

El tercer frente de ataque fue el fiscal. Los impuestos del tabaco subieron espectacularmente durante el régimen nazi. En 1941, las tasas llegaron a representar entre el 80 y el 95% del precio de venta de cada cajetilla o paquete de tabaco.

Por supuesto, existía en esto una cierta esquizofrenia, puesto que más que para convencer a los fumadores de dejar su hábito, el aumento de impuestos sirvió para doblar la recaudación del estado por este concepto. En 1941, los impuestos especiales del tabaco representaban nada menos que el 12,5% de los ingresos del estado alemán. Uno de cada ocho marcos recaudados por el estado procedía de los fumadores.

Como puede verse, Hitler - que había sido un fumador empedernido en su juventud - y su partido nazi declararon una guerra total contra el tabaco. Pero lo más gracioso es que toda esa campaña no sólo no sirvió para nada, sino que fue completamente contraproducente.

Entre 1933 - fecha del ascenso de los nazis al poder - y 1939 - año que marca el inicio de la Segunda Guerra Mundial -, el consumo de tabaco en Francia, donde no existían esas brutales campañas anti-tabaco, aumentó en un 10%. Sin embargo, en Alemania el consumo aumentó casi un 60%, seis veces más. El hábito de fumar entre los alemanes sólo comenzó a descender cuando el racionamiento de la guerra empezó a reducir el suministro.

Y la razón de que el consumo de tabaco aumentara de forma tan brutal, a pesar de las campañas prohibicionistas y la propaganda contra el tabaco fue, precisamente, que esas campañas terminaron convirtiendo el fumar en un símbolo de resistencia silenciosa frente al totalitarismo nazi.

En una situación en la que cualquier otro tipo de resistencia conllevaba el peligro de terminar en la cárcel o en un campo de concentración, el consumo de tabaco - tan mal visto por los nazis - representaba una forma inocua de resistencia cultural.

Les dejo a ustedes el ejercicio de trazar los paralelismos que quieran con cualquier situación actual, pero no quiero terminar sin pedirles que se fijen en algo que resultaría terriblemente cómico, si no fuera tan espantosamente trágico.

¿Se les ocurre a ustedes algo más absurdo que un gobierno, el de la Alemania nazi, empeñado en prohibir fumar a la población por motivos de salud, mientras mandaba a millones de alemanes a morir en el frente de batalla o en los campos de concentración?

Lo que era verdaderamente letal para la salud de los alemanes no era el tabaco, sino el propio partido nazi.

Trueba en Egipto

Federico Jiménez Losantos en Libertad Digital

¿Estamos "dejando solo a Egipto en su lucha por la libertad"? ¿Qué lucha? ¿Qué libertad? ¿La de los hermanos Musulmanes? Si Irán está feliz e Israel preocupado, está claro el peligro de lo sucedido en Egipto. Siempre es buena la caída de un tirano, salvo que pueda heredarlo otro muchísimo peor. Que al Shah le suceda Jomeini; que a Mubarak acabe sucediéndolo un Jomeini nilótico. Como ha planteado César Vidal en LDTV, lo importante es cómo se defiende Occidente del Islam. El resto es voluntarismo, sea progre a lo Trueba o liberal. Evitemos el segundo, ya que el primero es imposible.

Ahora empieza

GEES en Libertad Digital

Lo que sabemos es que los Hermanos Musulmanes son la única fuerza organizada y los militares los han tomado como principales interlocutores. Los generales pueden seguir explotando el miedo que inspiran y pueden jugar a dividir a unos presuntos colaboradores en el poder tan lastrados por el anonimato. De momento se está desmontando el tinglado de la ya histórica Plaza de la Liberación. ¿Volverán a incendiarse las pasiones si las expectativas son defraudadas? ¿Qué expectativas y de quién? El futuro sigue plagado de incógnitas. Lo único seguro es que en Egipto y todo el mundo árabo-islámico de hoy más democracia equivale a más islam.

--------------------------------------------------------------

Si los musulmanes quieren más islam en sus países, pues que lo tengan. Allá ellos. Donde no tenemos que consentirlo, y mucho menos propiciarlo, es en los nuestros. ¿Xenofobia? No. Supervivencia. ¿Acaso los terroristas más sanguinarios son cristianos? ¿Judíos? ¿Budistas? ¿Ateos? No, son musulmanes. Y eso no es una opinión, es la realidad. Nos guste o no. Si no combatimos ese terrorismo y a los estados que lo amparan o lo promueven, pereceremos. O acabaremos todos mirando a La Meca.

domingo, 13 de febrero de 2011

Con su pan se lo coman

Si yo llamara imbécil a la señora Rahola, además de faltar más o menos a la verdad, estaría siendo un grosero y un maleducado. Si Pilar Rahola llama imbéciles a los que no piensan como ella, no pasa nada, pues la señora Rahola es una impecable señora progresista y los "imbéciles" unos reaccionarios que bien merecido se lo tienen, eso y todo lo que se les diga o haga.

Si los señores de Intereconomía, con mayor o menor acierto, critican la inclusión de un transexual en la listas de Tomás Gómez, es porque son unos fascistas, franquistas, cavernícolas... Si el señor Jordi González llama puta a la madre de alguien que dice que él hace telebasura, es que el pobre se ha calentado y con pedir disculpas aquí no ha pasado nada, que el señor González es también un impoluto progresista.

Y es que si antes se decía que la tierra era para el que la trabaja, ahora podríamos decir sin temor a errar que el progreso es para el que se lo trabaja, es decir, para los progresistas. El progreso y la libertad y la democracia y la igualdad y bla bla bla... Pues todo concepto más o menos noble queda en pura palabrería, usada a su conveniencia, en boca de estos señores.

Con su pan se lo coman su progreso... Que ellos sí que pueden, no como esos reaccionarios de los pobres.

Todo un asombro

José Jiménez Lozano en La Razón

En alguna parte he leído que, si un historiador o un sociólogo del futuro tuvieran, por lo menos durante algún tiempo, como únicos datos sobre nuestra vida actual, el hecho de que se prodiguen varias veces al día, previsiones acerca del tiempo climatológico que hará, a veces hasta una semana entera, y el que está haciendo, deducirían inevitablemente que vivíamos a la intemperie. Y sería una deducción de la más pura lógica porque, estableciendo una relación de analogía con la vida de los humanos durante siglos en los que no se manifestaba esa obsesión por la climatología, se llega a la conclusión de que esto sucedía, porque en el pasado, cuando hacía frío o calor, las gentes se ponían bajo teja, y, si no se tenía teja bajo la que cobijarse, se aguantaba el frío o el calor; pero que, en nuestro tiempo, la situación de vivir a la intemperie debía de ser general, y esos avisos tenderían a que cada cual buscase el modo de guarecerse en los ámbitos que podía ofrecer la naturaleza, y de mantenerse por lo tanto cerca de ellos.

Pero claro está que, si más tarde se descubrieran la inmensa multitud y la inmensa mole de los edificios, especialmente numerosos por cierto en lugares muy cálidos junto al mar, y para ser habitados precisamente en los días de canícula, las respuestas que tendrían que darse los historiadores y sociólogos futuros no serían tan fáciles, y, desde luego, tendrían que preguntarse incluso por si este mundo nuestro estaría gobernado por algún malvado sátrapa que infligiría un castigo dantesco a buena parte de la especie, obligando a ésta a trasladarse a aquellos lugares, para ser rociada con aceites y puesta a freír al sol. O quién sabe qué otras hipótesis más terribles cabría hacer.

No menos notables, sin embargo, serían las conclusiones a que llegarían esos futuros estudiosos de nuestro mundo, pongamos por caso en torno al llamativo nivel filosófico al que habríamos llegado en las manifestaciones de la vida política y administrativa, que haría sospechar una especie de instinto e inspiración nunca vista, ya que la legislación relativa a los estudios aprobar a jovencitos ignorantes por lo menos en cuatro asignaturas dentro del marco de esos estudios.

Se hallarían, en efecto, actas de sesiones municipales de ciudades y aldeas, en las que, en vez de tratarse de asuntos como el arreglo de calles y carreteras, limpieza de unas y otras, alumbrado público, u ordenación del tráfico, se manejaban teorías filosóficas sobre la paz y la guerra, el asunto de la coexistencia de civilizaciones, el mito de Tiresias y los problemas de la trans-sexualidad, cuestiones de la globalización económica y cultural; y, especialmente y de manera reiterativa, asuntos como los de la honestidad e incorruptibilidad ciudadanas, y todas las sutilezas de la transparencia de los cuerpos opacos, o más vulgarmente llamada, «cuentas claras», pura metafísica, ciertamente, cuando se trata de las entidades públicas.

Nuestra sociedad les parecerá, a esos futuros estudiosos de ella, llena de Catones y Robespierres, extremadamente virtuosos, reclamando virtud por todas partes, sin los inconvenientes de estos caballeros; es decir, sin que se vieran obligados a suicidarse, como Catón o de que otros se alcen contra su incorruptibilidad y les corten la cabeza, como sucedió con Robespierre. Y la conclusión que se impodrá, entonces, será la de que todos y cada uno de los habitantes de esta antigua España somos la virtud misma, y, desde luego, paradigmas de filosofía.

Y toparán, en fin, esos estudiosos futuros con el escolio del abundantísimo empleo del «estilo navajeo» especialmente en los ámbitos políticos, pero en contraposición se comprobarán también los sólidos pesos de los suplementos dominicales de los periódicos, y la ingente cantidad de libros gordos entre otras raras mercancías. Y esto es algo que no sucedió jamás de manera que entonces se entenderá perfectamente que, abismados en el estudio, ni nos percatamos del calor ni del frío, absorbidos como estamos en tareas superiores del espíritu. Y de ahí los insistentes avisos sobre climatología.

Ecoñogistas

Alfonso Ussía en La Razón

A pesar de mi avanzada edad, se me antojan lejanísimos los tiempos en los que Madrid fue regida por alcaldes socialistas. Tierno era un verso libre y Barranco un verso malo. La contaminación subía y bajaba de acuerdo con la meteorología. Se lo recuerdo a los ecologistas «sandía». En aquellos años también había coches. Diez días sin llover, y Madrid, como ahora, se cubría por una boina de aire sucio. Llovía, y se solucionaba el problema. Los ecoñogistas –es decir, la unión de los ecologistas «sandía» y los ecologistas «coñazo»– no se manifestaban contra los alcaldes socialistas cuando no llovía, y menos aún les interponían una querella criminal, que es lo que han hecho ahora contra Ruiz-Gallardón y Ana Botella, a los que consideran enemigos de la pureza ambiental. Una chorrada más del ecoñogismo.

Lo que sí recuerdo, y bien, fue el silencio sepulcral y ovejuno de los ecoñogistas cuando se hizo añicos la central nuclear soviética de Chernobyl. No dijeron ni «mu», que es lenguaje de vacas. Cuando la ideología sobrevuela a la naturaleza, los ecoñogistas se ponen esparadrapos en la boca, y quedan muy monos, pero poco creíbles. Ahora están muy contentos con eso que llaman «energía limpia», cuando la menos contaminante y la más barata es la nuclear. La «energía limpia» ha destrozado los paisajes de España, pero al ecoñogista políticamente correcto y obediente tras la caída del Muro, la estética no le afecta. No hay altiplano, ni páramo, ni cuerda montañosa que no haya sido invadida por esos terribles molinos de viento. En una dehesa de Extremadura, se prohibió a su propietario acondicionar su caserío para vivir porque en su interior habían anidado tres parejas de mochuelos moteados. Vendió la dehesa, el caserío y ahí se quedaron los mochuelos moteados. Los ecoñogistas utilizan en invierno las delicias de la calefacción y en verano del aire acondicionado. La única finalidad de los ecoñogistas es dar la tabarra, una tabarra siempre sesgada hacia la cursilería naturalista carente de rigor científico. A un ganadero andaluz se le prohibió, años atrás, levantar una cerca para guardar su ganado. El argumento no fue otro que dicha cerca interrumpía el camino natural de una pareja de sapos parteros que pasaba por momentos de pasión fecunda. A nadie le gusta vivir bajo un chambergo de polución, pero en todas las grandes ciudades del mundo se da ese fenómeno negativo. Si los anticiclones permanecen, los ecoñogistas harían bien en querellarse contra los anticiclones. Y cuando llueve y el llamado «smog» desaparece, se quedan con un palmo de narices y sin saber qué hacer, porque no hacen nada. Para los ecoñogistas la caza es una actividad brutal, aun sabiendo que no hay caza si no existen los cazadores y los propietarios de los cotos que invierten centenares de millones de euros cada año para su preservación. En la Segunda República se prohibió la caza. Y las dehesas, sierras y campos de España se quedaron mudas y quietas. Todo desapareció. Ahora están con la querella contra el Alcalde de Madrid y la señora Botella. Se les considera culpables de que en Madrid circulen muchos coches. Prohíban la venta de coches. Prohíban la importación de crudo y propongan un plan para destruir las refinadoras. Todo blanco, todo hermoso, todo bello, los cisnes unánimes, los patitos en los lagos, los linces con sus horribles localizadores ahorcando sus cuellos, los amantes ecoñogistas besándose en la orilla de un río limpio, el sol en lo alto, los jabalíes por las calles, los conejos reclamando una ley de igualdad con las conejas, y todo el mundo feliz.

Majaderamente feliz, claro.

Idealistas

José María Marco en La Razón

En una época antigua e ingenua se pensaba que el cine debía crear películas emocionantes, hermosas, capaces de alumbrar aspectos relevantes de la realidad humana. Por algo el cine fue considerado un arte, el séptimo, se decía. También se esperaba del mundo del cine que ganara dinero: habiendo seducido la imaginación del público, el cine recibía una generosa contrapartida. Incluso se daba por seguro que la gente del cine encarnaría ciertos ideales de elegancia, de belleza, de dramatismo: una vida más intensa, como corresponde a la naturaleza misma del arte y de las películas. En el cine español actual nada de esto se cumple. Quienes lo hacen han sustituido la belleza y el arte por una agenda ideológica. Se han empeñado en dar lecciones políticas o históricas –como la soez película de Iciar Bollaín sobre los españoles en América–, y al final, como es natural, se las dan unos a otros en reuniones tan cerradas como las del Premio Goya de esta noche. Por el camino, han dejado atrás la ambición de ganar la taquilla. Ni qué decir tiene que tampoco son gente particularmente atractiva, ni por su belleza, ni por sus vidas. Todo esto no merecería el menor comentario si no fuera porque estos idealistas, que han abrazado un ideal de pedagogía política y de ascetismo, incluso de fealdad, no han renunciado por eso al dinero, en cantidades muy serias, además. Lo reciben, como se sabe, del contribuyente, a través de la administración. En vez de esforzarse por crear grandes obras, vuelcan todo su afán en conseguir subvenciones y ayudas. Quienes hacen el cine español se convirtieron hacen mucho tiempo en un lobby, aunque de forma particular. No aceptan dictados y consiguen imponer su agenda a cualquier Gobierno, de cualquier signo que sea. La apoteosis llegó con la colocación de Ángeles González-Sinde, liberada del sindicato en el Gobierno. La verdad es que esto lo hacen muy bien. Han renunciado al arte, a la belleza y a las emociones, pero lo de mandar en la cultura oficial y sacar tajada del presupuesto público… ¡Chapeau!

Viñeta de Montoro en La Razón

Invierno Zhivago

Fernando García de Cortázar en ABC

A esa cuestión —¿cómo permanecer libre cuando los valores nobles de la vida, cuando nuestra paz, nuestra independencia, nuestro derecho a ser como somos y todo cuanto hace nuestra existencia más pura, el amor, la búsqueda de la verdad, la creación artística, la espiritualidad, la fe, son aplastados en nombre de una ideología?— y solo a ella dedicó Pasternak diez años de su genio literario. También —pienso ahora— es esa búsqueda de la salvación espiritual, de la salvación de la dignidad personal en una época que la había abolido, en un tiempo de generalizado servilismo a partidos e ideologías, la que convierte al poeta y novelista ruso en un héroe de nuestro tiempo.

Hoy, más de cincuenta años después, resulta difícil entender el escándalo que provocó la publicación de El doctor Zhivago. Hoy cuesta entender el oleaje de ira popular organizado en Moscú cuando se concedió el Premio Nobel a su autor, y más aún los gritos en Francia y en Italia acusando a Pasternak de no entender su época, de quedarse rezagado respecto del tren de la Historia. Hoy sabemos que aquel fabuloso tren que corría hacia el futuro paraba en los campos helados del Gulag, de los que muchos no regresaron, como la Larisa de la novela, que, según nos cuenta el narrador, desapareció quién sabe dónde, «olvidada bajo un número sin nombre de una lista que se perdió más tarde, en uno de aquellos innumerables campos de concentración comunes o femeninos del norte».

Hoy quedan las palabras, que se mezclan con las poderosas imágenes de la película y su conmovedora banda sonora, queda la historia de un amor truncado por las furias de la Revolución, permanece la sombra del poeta despreciado y censurado por el poder, de quien se dijo que parecía un príncipe árabe con su caballo. El hombre que, según Anna Ajmátova, hablaba a los bosques, el que, vencido por la enfermedad y el desengaño, «se convirtió en un grano de trigo portador de vida, o en la primera lluvia, que a él tanto le gustaba cantar».

Más que chorizos

Antonio Burgos en ABC

EN el asunto de los ERES de Andalucía, actualización del «ERES mi vida y mi muerte, te lo juro, compañero» (del partido), han puesto a funcionar la máquina de hacer chorizos que sacan en cuanto hay un escándalo de corrupción. Máquina que data de los tiempos de Mienmano. Para exculpar a los de arriba y poner diques de contención a la mierda inventaron entonces dos máquinas: la máquina de los cafelitos y la máquina de hacer chorizos. La máquina de café era la que el hermano de Guerra tenía en la Delegación del Gobierno en Andalucía, donde daba un cortado tan bueno y cremoso que la gente untaba cantidades importantes de manteca colorá por sus famosos cafelitos. La otra máquina que pusieron en movimiento fue la de hacer chorizos exculpatorios y cabezas de turco. Presentaron a Mienmano como un vulgar chorizo y cargaron sobre su calva todas las culpas de la mangoleta institucionalizada, a fin de preservar a Guerra y a la cúpula del partido.

Aquella estrategia les fue divinamente y la vienen utilizando desde entonces, con su maestría demostrada en materia de propaganda y manipulación, así como de repetición de mentiras hasta convertirlas en verdad. Un poner: de la crisis (yo la llamaría ya Gran Depresión, como la de 1929) no tiene la culpa ZP, sino la Banca, que son unos mamones.

Siempre ocurre igual. En cuanto los cogen en un caso de corrupción, ponen en marcha la máquina de hacer chorizos. Cuando trincan con la manteca a uno del PP, siempre es el propio Rajoy, o por lo menos Camps, el que metía la mano en el cajón: abramos una comisión parlamentaria de investigación, al juzgado con él y que dimita este tío inmediatamente. Pero cuando trincan a un trincón del PSOE, o a media docena bien despachada de ellos, nadie de la cúpula del partido es responsable de nada, ni política ni penalmente: esto es cosa de una panda de chorizos que se aprovechaba de los trenes baratos del poder; nuestras siglas como tales no tienen nada que ver y nosotros hemos sido los primeros en quitarles el carné y mandarlos a la Fiscalía.

No, mire usted: no son unos chorizos. No son lo que entendemos por un chorizo. Yo no sé cómo no ha protestado la Asociación Democrática de Chorizos (que son los chorizos progres) y la Federación Profesional de Chorizos (que son los chorizos fachendas). No hay derecho a que se utilice la voz «chorizo» para designar a unos tíos que desde el poder se quedan con millonadas. Un chorizo es un pobre hombre que afana carteras en el Metro o siete metros de hilo de cobre para llevarlos al perista. Un chorizo es un descuidero de poca monta que nos rompe el cristal del coche para llevarse el GPS. Pero todos estos mangones de la trama del ERE de Andalucía no son simples chorizos: esto es como la Operación Malaya, pero sin Isabel Pantoja.

Quede hecho, pues, en tiempo y forma el elogio y defensa del chorizo de toda la vida. Chorizo que, además, no tiene nada que ver con Cantimpalos ni con Prolongo: no es una tripa de la matanza rellena de carne picada y adobada. Estos socorridos chorizos en que convierten a las tramas trinconas del PSOE no vienen del latín «salsicium», sino del caló «chori»: el que chora, el que roba. Pero éstos son más que unos pobres desgraciados que pasaban por allí y choraron el jamón de Morena Clara. El robador es el propio poder del partido, no sus chorizos expiatorios.

Sin mujeres

Curri Valenzuela en ABC

MIRO y remiro las imágenes de los cientos de miles de manifestantes de la plaza Tahrir y apenas si diviso el rostro de alguna mujer. Y, cuando al fin compruebo que sí, que ahí aparece una en la esquina de esa foto, casi siempre lleva cubierta la cabeza. Las únicas que agitan su melena al viento son las corresponsales de las televisiones extranjeras. Me pregunto, pues, si después de tanto gritar «¡libertad!», echar al tirano Mubarak, confiar en que el Ejército siente las bases de otra manera de gobernar y sortear los planes de los islamistas radicales para hacerse con el control de la revuelta popular, los egipcios conseguirán vivir en democracia.

Solo podremos decir que lo han logrado, vamos a poner de margen en una década, si para entonces se convoca con algún pretexto otra gran manifestación en la plaza Tahrir y en esa ocasión vemos a las egipcias hombro con hombro con los egipcios. Sin cuotas pero en situación de igualdad. Porque la democracia no consiste únicamente en votar cada cuatro años o tener acceso a medios de comunicación sin censura. También es preciso que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley, independientemente de su sexo, raza o religión. Sin discriminaciones.

Hablando de religión, un recuerdo para los coptos. Los cristianos egipcios, numerosos pero en minoría, que llevan a gala ser los descendientes de aquel pueblo de faraones que sucumbió a la invasión árabe de ese país casi simultánea a la de España en el siglo VIII, están siendo perseguidos de forma creciente, sus iglesias atacadas por radicales islamistas. Así que la prueba del algodón de la democracia tendrá que medirse también por el respeto a sus creencias y la integridad de sus pequeños templos de cruces ortodoxas.

Pasar de la revolución a la democracia es tarea difícil, que pocos pueblos han conseguido; hacerlo con el lastre de una cultura que discrimina a la mitad de la población complica el posible proceso. Mientras todos a mi alrededor se congratulan por esa imagen, sin duda hermosa, de los egipcios celebrando ruidosamente haber derrocado a su tirano, mi mente vuela hacia las madres, esposas, hijas, que les esperan con la cena puesta para compartir con ellos la buena nueva a puerta cerrada. Ojalá que los radicales no las encierren tras el burka, ojalá que la libertad que Egipto empieza a disfrutar llegue también hasta todas ellas.