domingo, 13 de febrero de 2011

Invierno Zhivago

Fernando García de Cortázar en ABC

A esa cuestión —¿cómo permanecer libre cuando los valores nobles de la vida, cuando nuestra paz, nuestra independencia, nuestro derecho a ser como somos y todo cuanto hace nuestra existencia más pura, el amor, la búsqueda de la verdad, la creación artística, la espiritualidad, la fe, son aplastados en nombre de una ideología?— y solo a ella dedicó Pasternak diez años de su genio literario. También —pienso ahora— es esa búsqueda de la salvación espiritual, de la salvación de la dignidad personal en una época que la había abolido, en un tiempo de generalizado servilismo a partidos e ideologías, la que convierte al poeta y novelista ruso en un héroe de nuestro tiempo.

Hoy, más de cincuenta años después, resulta difícil entender el escándalo que provocó la publicación de El doctor Zhivago. Hoy cuesta entender el oleaje de ira popular organizado en Moscú cuando se concedió el Premio Nobel a su autor, y más aún los gritos en Francia y en Italia acusando a Pasternak de no entender su época, de quedarse rezagado respecto del tren de la Historia. Hoy sabemos que aquel fabuloso tren que corría hacia el futuro paraba en los campos helados del Gulag, de los que muchos no regresaron, como la Larisa de la novela, que, según nos cuenta el narrador, desapareció quién sabe dónde, «olvidada bajo un número sin nombre de una lista que se perdió más tarde, en uno de aquellos innumerables campos de concentración comunes o femeninos del norte».

Hoy quedan las palabras, que se mezclan con las poderosas imágenes de la película y su conmovedora banda sonora, queda la historia de un amor truncado por las furias de la Revolución, permanece la sombra del poeta despreciado y censurado por el poder, de quien se dijo que parecía un príncipe árabe con su caballo. El hombre que, según Anna Ajmátova, hablaba a los bosques, el que, vencido por la enfermedad y el desengaño, «se convirtió en un grano de trigo portador de vida, o en la primera lluvia, que a él tanto le gustaba cantar».

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