domingo, 30 de enero de 2011

Luz de enero

José Jiménez Lozano en La Razón

Aparece muy clara la civilizada imagen de quien cuida sus animales y los hace bendecir, que resulta bastante distinta, por cierto, de la otra imagen de quienes deciden la explotación animal industrial sin muchos escrúpulos y ahí parecen experimentar lo que luego puede hacerse con los seres humanos también organizados como una granja productiva. No había granjas tecno-científicas ni de animales ni de hombres en los tiempos pasados, aunque en ellos tampoco era idílico el mundo, que nunca lo ha sido; pero, al menos, no se mostraba ningún interés especial, como sucedió después, en arrebatar a hombres y animales la alegría de vivir.

Perfil bajo

Ángela Vallvey en La Razón

Hace casi 2500 años, la democracia brilló en Atenas y propició una gloria que aún recordamos. Desde Maratón, en 490, hasta la muerte de Pericles, en el año 429 a. D. C., cuentan los historiadores que la mayor fortuna de Atenas no radicaba en sus minas de plata del Láurium, sino en la abundancia de grandes hombres. Las reformas de Clístenes habían estipulado que la democracia ateniense se regiría por un Consejo de quinientos ciudadanos elegidos al azar, por sorteo. Incluso los nueve jueces del Areópago eran designados así: saliendo milagrosamente escogidos de entre los nombres que contenía una urna. Sin embargo, otros cargos, los de generales o «estrategos», no se confiaban a la casualidad: estaban reservados para los más dotados, ciudadanos de talento que, sin embargo, carecían de privilegios o preeminencias que los distinguieran del resto de sus compatriotas. Formaban una élite, pero sin prerrogativas, supremacías ni subvenciones inherentes a sus cargos. Ponían su genio al servicio de Atenas, de los ideales de la democracia de su época, y dirigían el Estado de manera notable. Dicen que Pericles, al salir de casa cada mañana para ir a su oficina en el Ágora, se repetía a sí mismo: «Acuérdate de que eres un jefe de los griegos, de estos griegos que son hombres libres dentro de una Grecia libre».

Hoy día, desde nuestra perspectiva, podemos poner todos los reparos que nos de la gana a aquella época. Demasiadas obras públicas, expediciones militares, populismo, teatro, riqueza, filosofía… Aristófanes ya se burló de la «suntuosa Atenas» y del gobierno democrático con «sus artes tiránicas y sus malas artes». Pero aquel fue sin duda un momento de la historia extraordinario. (Lo que aconteció después, no tanto). De logros y conquistas humanas, y de más de un hombre valeroso que «sin ser político de profesión se preocupó por saber cuál era la mejor forma de gobierno».

Han pasado los milenios: del siglo de Pericles al de los periclitados (el XXI, el nuestro). Las estatuas de Fidias que decoraban el Partenón ahora son polvo; apenas quedan restos de su viejo esplendor, de la antigua belleza que, hoy como ayer, aún estremece al que la contempla. La humanidad ya no es la misma. Pocas personas con grandes virtudes y formación elevada sienten atracción e interés por los asuntos del gobierno. La política es un oficio bien remunerado, aunque poco prestigiado socialmente. Aquella Atenas era pequeña y rica. Hoy, somos muchos y cada día más pobres. Nuestros próceres, en estos tiempos difíciles, no quieren dar grandes pasos al frente. Huyen despavoridos ante la dificultad. Adoptan un perfil bajo en la tormenta política, social y económica que nos zarandea sin piedad. No quieren destacar, sólo pasar inadvertidos, resistir. Gobierno, oposición, sindicatos, banqueros… Ya ni Rubalcaba da la cara. Todos callados, en lo posible, esperando a que pase el temporal (pero en vez de temporal puede ser definitivo, y a ver qué hacemos…).

Estamos sobrados de pusilanimidad y faltos de «estrategos». Montaigne, tan práctico como lúcido, diría: será mejor, entonces, que nos vayamos acostumbrando cuanto antes...

Viñeta de Montoro en La Razón

El rey tartaja

Antonio Burgos en ABC

La frase del día: "Cuantas más películas españolas veo, más me gusta el cine inglés."

"Si llamas a alguien «mongolo» o «retrasado mental», tienes inmediatamente que presentar excusas. Pero si te burlas de los tartajas contando el chiste del naufragio y el marinero tartamudo («mi capitán, mejor que zo,zo,zobre que no que fa,fa,falte»), todo el mundo ríe la gracia."

El cine subvencionado no admite disidencias

Editorial de Libertad Digital

Para demérito de sus protagonistas, responsables de su mediocridad, y desgracia de los contribuyentes españoles, que hemos de financiarlo, el cine español rechaza prácticamente sin excepciones someterse al criterio de los consumidores para que, en uso de su libertad, decreten el éxito de cada producto. El principal problema del cine español es que, en lugar de ganar el favor del público con su talento, los cineastas prefieren cultivar las relaciones políticas para hacer que las subvenciones públicas permitan la subsistencia de una industria que difícilmente podría sostenerse por sí misma.

Siendo ésta la situación de nuestro cine, el ejemplo del director Alex de la Iglesia adquiere una mayor relevancia por lo que tiene de inusual en un sector distinguido por el monolitismo con que ha defendido siempre sus privilegios injustificados.

De la Iglesia ha sido el único presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas que se ha atrevido a exigir a sus afiliados un mayor respeto a las preferencias del público español, única fórmula válida para crear una industria sólida sin necesidad de recurrir a la limosna estatal. Ocurrió en la Gala de los Premios Goya del año anterior, ocasión que tradicionalmente ha sido utilizada por los cineastas y actores para mostrar su inquina política hacia la derecha o reclamar mayores subvenciones y, a tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos en torno a la Academia de Cine, parece que hay un sector de la profesión dispuesto a cobrarse también aquella afrenta.

Por si fuera poco, el dimisionario presidente de la Academia ha tenido la sensatez de escuchar a los internautas acerca de la peliaguda modificación legal impulsada por la ministra de cultura, y la honestidad de apoyar en conciencia la posición que ha considerado más leal para con los ciudadanos, que dista notablemente de la tesis impuesta por el gobierno socialista y aplaudida por un sector empeñado en no prescindir de las gabelas de que goza gracias a la coacción estatal.

En efecto, Alex de la Iglesia, como les ocurre a los espíritus libres, no era muy popular en el mundo de la cinematografía, rebaño pastoreado con cayado de hierro por una ministra de cultura, que considera a una institución privada como la Academia de cine una simple terminal cuya misión es apoyar sin fisuras el proyecto liberticida del Gobierno Zapatero.

De la Iglesia abandona obligado por las circunstancias, pero no antes de celebrar la entrega de los Premios Goya de este año en fecha inminente, y ya saben sus compañeros de profesión cómo se las gasta el bilbaíno cuando se trata de defender lo que cree mejor para la industria española del entretenimiento. A poco que la torpeza conocida de la ministra y las maniobras de su fieles en la institución sigan enturbiando el ambiente, la gala de este año va a ser un espectáculo digno de verse.

Los piratas y la señora Sinde en Debates en Libertad -29/01/11 (esRadio-LDTV)



Hubiera sido más interesante sin la prescindible presencia de la señora Rodríguez Salmones, que ni se entera de lo que dice, ni de lo que le dicen, ni de lo que ha votado su partido. O sí lo sabe y está intentando darnos gato por liebre, que es peor. En definitiva, una buena muestra del PP marianista y de la clase política actual en general. Así nos va...

César Vidal entrevista a Juanjo Puigcorbé - 28/01/11 (esRadio-LDTV)