jueves, 2 de junio de 2011

El loro opone resistencia

Manuel Martín Ferrand en ABC

En la vida política española, demasiado pancista y escasamente atenta a la demanda social, son frecuentes los arranques briosos y decididos, como de jaca jerezana, seguidos de parones bruscos y tercos, tal que de mula zamorana. Es el caso, al menos en Madrid, de Rosa Díez y su flamante partido socialdemócrata. Ayer, en esta misma columna, subrayaba la decisión de los concejales de UPyD que, en ejercicio de sensatez y respeto a los ciudadanos, habían anunciado su renuncia al coche oficial que les corresponde como ediles del gastoso Ayuntamiento de Alberto Ruiz-Gallardón, el más endeudado de España y, posiblemente, de toda Europa. Han bastado unas horas para que David Ortega, el portavoz del grupúsculo, matice la renuncia y aclare que su partido necesitará «uno o dos» coches para su actividad diaria que, se supone, no es compatible con el metro, el autobús, los trenes de cercanías o el cochecito de cada uno de ellos.

No es éste un asunto de naturaleza cuantitativa. Un par de automóviles no son, en el orden de los principios éticos y estéticos, menos que cinco. Lo cualitativo, que es lo que debiera orientar el gasto público en general y el de nuestros supuestos representantes en particular, reside en el respeto a cada céntimo de euro de los aportados al común por los muchos y variados impuestos, tasas y gravámenes con que nos sangran, no sin saña, las Administraciones públicas.

Decíamos ayer que es necesario y urgente acabar con ese loro devorador de chocolate que, tacita a tacita, se come una parte importante y prescindible del Presupuesto. Por lo que se ve, el loro opone resistencia. El significativo recular del partido de Rosa Díez en el Ayuntamiento madrileño toma razón de la advertencia del futuro jefe de la oposición en la Asamblea, el socialista Tomás Gómez, que justifica el derroche motorizado por razones de «seguridad», ya que «hace años» ETA amenazó a la Corporación. Pamplinas, si el riesgo de los ediles, muchos ignotos, es real habría que declarar el estado de sitio. No es que no se justifiquen más de media docena de coches representativos, meramente protocolarios, para la totalidad de los servicios municipales, es que tan siquiera cabe, en un estricto planteamiento democrático que priorice el servicio a los ciudadanos, la existencia de plazas reservadas para el aparcamiento de los munícipes y otros servidores y cargos públicos. Aquí, lejos de depurar los excesos del pasado, los vamos acumulando y adaptando a las nuevas situaciones y olvidamos algo fundamental: el privilegio, cualquiera que fuere, de un representante popular niega la dignidad de su representación.

Rubalcaba y el agua corre

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Primero fue el árbitro Stark con la tarjeta roja de Pepe. Luego, la alarma de Frau Merkel con un bicho en el pepino español… Yo creo que todo forma parte del rodaje alemán de «Toy Spain», la historia en que Rubalcaba, probablemente el ministro del Interior más inútil de la democracia, aspira al papel de Lotso, el oso fresón, dejando para Rajoy el de astronauta reseteado, o sea, Buzz Lightyear.

—A Rajoy la cámara no lo quiere —dicen que va diciendo este Lotso a sus amigotes.

Señalado por el dedo del Destino (aquel «dedo moreno» de Franco que tanto impresionara a Pemán) y dueño del ejército (controladores aéreos), de la policía (Marta Domínguez) y de la TV («lo que diga don Alfredo»), el plan de Rubalcaba consistiría en privarle de la mayoría absoluta a Rajoy para colocarse él con los nacionalistas.

Con ustedes, el social-nacionalismo.

¿Cuándo el fracaso refutó al socialismo? Cinco millones de parados sólo indican que acaso se hayan producido errores, corregibles con un par de cabezas de turco a manos de Rubalcaba, ese cirujano de hierro al que la cámara ama con la misma pasión que amó al tuerto Solbes en el debate con Pizarro.

—Los socialistas tienen una idea tan alta de su propia moralidad que casi se creería, al oírlos, que vuelven honrada a la corrupción cuando se entregan a ella —se lee en «El conocimiento inútil».

El socialismo hispánico, que en su versión más risueña evoca la filmografía de Roger Corman, ha designado titular de la «idea» de Estado a Rubalcaba, sin la oposición siquiera del Movimiento de Sol, cuya revolución aporta el cambio completo de nuestro «Dasein» (el «estar ahí» de Heidegger) español.

El «Dasein» heideggeriano designa la «realidad humana», y la «democracia real» es el ideal del Movimiento de Sol, donde no ha lugar a las alusiones a Zapatero.

—No busquéis las reglas de vuestro ser en dogmas y en ideas —dice Heidegger en su «Llamada a los estudiantes»—; es el mismo Fürher, y sólo él, quien es la realidad (¡la democracia real!) de hoy y de mañana.

Ni que decir tiene que detrás del Movimiento de Sol no está Heidegger, sino Punset y su «No pares, no pares no/ No pares nunca de soñar/ No pares, no pares no/ No pares nunca de soñar/ No tengas miedo a volar/ Vive tu vida…»

—La ruta de la seda era como vosotros —arenga Punset a los revolucionarios—. No paréis.

Pero Castells, otro del pensamiento tiqui-taca (versión filosófica del fútbol para Desdémonas de Verdi que propaga Guardiola), corrige: «No, no sois como la ruta de la seda. Sois… sois… sois como el agua que corre…»

Agua que corre y la cámara que no quiere a Rajoy.

O sea, que Lotso se va a poner las botas.

No quiero ni pensar sobre quién van a caer los pepinos que Frau Merkel nos ha averiado.

El muerto vivo

César Vidal en La Razón

Ya sé que existe una convicción absoluta en que ZP es un cadáver y que después de su designación sabatina en pro de Rubalcaba es difícil acercarse a él y no tener la sensación de que desprende el fétido hedor de la muerte. Sin embargo, a pesar de tanto signo acumulado, no da la sensación de que ZP se haya percatado lo más mínimo de su estado físico-político. En su discurso dedocrático, se jactó, por ejemplo, de que iba a diseñar en el próximo congreso del PSOE las líneas maestras no sólo de la socialdemocracia española sino incluso mundial. Me consta que semejante pretensión es difícil siquiera porque los lobbies gay y feminista no tienen en ningún partido socialista o socialdemócrata ni lejanamente el peso que en el PSOE. Por añadidura, en ninguno de esos partidos hay, por suerte para ellos, nacionalistas catalanes. Pero no se trata de que lo que afirma ZP sea posible sino de que se lo cree y lo anuncia a los cuatro vientos. De hecho, con el espectro de la quiebra económica cerniéndose sobre nuestras cabezas como los buitres ansiosos de despojos, en los últimos tiempos, su Gobierno sólo se ha ocupado de sacar adelante una ley que abre el camino hacia la eutanasia; de impulsar una delirante ley de igualdad de trato que constituye un torpedo contra la línea de flotación de no pocos colegios católicos y de poner en funcionamiento una comisión encargada de estudiar el futuro del Valle de los Caídos que recuerda esas películas en la que un negro de un pueblo de Mississippi es juzgado por un jurado de miembros del Ku-Klux-Klan bajo la acusación de violar a una chica pálida como la leche. Si se suma a esa conducta el reparto derrochón del presupuesto entre amiguetes y la cólera de ciertos medios porque la Real Academia de la Historia sostiene análisis históricos que no son los del zapaterismo y su recua de presuntos hispanistas sin vergüenza, de nulidades sectarias que ocupan cátedras de provincias y de chupópteros de la mal llamada Memoria histórica, cualquiera puede ver que ZP no se siente muerto. Por el contrario, sigue contemplándose como un punto de inflexión progresista en la Historia de España que ahora pasa un mal rato porque muchos no llegan a entender su grandeza, pero que acabará diseñando el futuro guste a quien guste. Sospecho que en el seno de tal visión –de esquizoide la calificaba recientemente un psiquiatra en un programa de televisión con referencia específica y repetida a ZP– Rubalcaba, hijo de un voluntario falangista, aparece como un sucesor capaz de ganar las últimas batallas de una guerra civil que ZP lleva librando hace más de siete años. Teniendo en cuenta el historial del ministro del Interior y que en su haber figura lo mismo el SITEL que el Faisán quizá no le falta razón a ZP para ese optimismo, pero no cabe engañarse. O vamos a unas elecciones anticipadas y el Gobierno que surja de ellas acomete todas las reformas necesarias o la situación económica empeorará de tal forma que el que gane –Rubalcaba o Rajoy– se va a encontrar un erial en el que difícilmente podrán crecer más que paro, miseria y violencia. Todo por empeñarse en no seguir el mandato de Jesús de dejar que los muertos entierren a los muertos.

Viñeta de Montoro en La Razón

Ese tufillo...

Pilar Rahola en La Vanguardia

¿Cómo podrían ser los alemanes los culpables de una mala manipulación de los alimentos o de cualquier error en la cadena alimentaria, ellos que son el colmo de la precisión? En cambio, los de aquí, todo el día con paella y fiesta, vayan a saber cómo hacen las cosas. Recuerdo que en un vuelo con British me encontré un simpático animalito en la lechuga y cuando llamé a la azafata, me espetó con cara de reina de Inglaterra: "Spanish food!, you know...". (...) A pesar de a que todos los casos en el pasado son alemanes, a pesar de que el nivel de seguridad alimentaria española es, hoy por hoy, indiscutible, a pesar de que nada señalaba a la Península, Alemania se echó al monte, disparó contra el primero que pasaba y en un minuto destruyó el trabajo de miles de agricultores. Ahora resulta que el bichito tenía marca Deutschland y donde dije España digo diego. ¿Habrían sido tan rápidos en culpar a un país de su área de influencia, pongamos Holanda o Dinamarca? Lo dudo. Pero Spain continua siendo different y por eso puede ser fácilmente la culpable de un desastre alimentario. Y ahora, ¿qué? Pues nada, a ser buenos alemanes, asumir la culpa y soltar el dinerito.

Todo se hereda

Alfredo Abián en La Vanguardia

El Parlament aprobó ayer la supresión de facto del impuesto de sucesiones. La demagogia está servida al grito de que el igualitarismo fiscal sólo beneficia a los ricos, mientras que las recetas del capitalismo salvaje únicamente gravan a los pobres. Intentemos huir de viejas serenatas falsamente clasistas, siguiendo el ejemplo de un gran loco de mediados del siglo XIX y principios del XX que atendía por Georges Sorel, que fue marxista revolucionario entre sus variados oficios ideológicos. "La envidia feroz del intelectual empobrecido que querría ver guillotinado al comerciante rico es un sentimiento depravado que nada tiene que ver con el socialismo", escribió el maestro.

Zapaterismo para rato

Alberto Gómez en Libertad Digital

Con medidas como la ley de eutanasia o la ley de igualdad de trato, el PSOE profundiza en el nuevo socialismo radical con vocación totalitaria. No nos engañemos. Esto no es cosa de ZP, sino del PSOE y, en general, de toda la izquierda occidental. Si antes el control de la economía era el medio indirecto para conseguir el nuevo hombre, ahora intentan conseguirlo tomando el control de todo lo demás. Marx, al fin y al cabo, era un gradualista moderado al lado de estos artistas del decreto ley.

Y ante este ataque a la libertad individual, ¿cómo es que no se desencadena una revuelta social? Es fácil de entender. Esta izquierda es la consecuencia lógica de lo que la mayoría de la gente cree ahora mismo, incluida la que se considera de derechas. Si pensamos que no somos distintos al nacer y que todo es producto de la educación; si nos empeñamos en creer (¡desde hace tres siglos!) que en la próxima década ya no habrá recursos para todos; si pensamos que es legítimo que las mayorías sacrifiquen individuos por el bien común; si pensamos que los "valores" son arbitrarios y personales y los "hechos", incontestables; si asumimos que todo esto no son prejuicios, sino verdades científicas... entonces no nos podemos oponer al aborto, a la liquidación de ancianos y a una exquisita representación paritaria en todos los ámbitos; no nos podemos oponer al feminismo y a la promoción de la homosexualidad o de cualquier medida anti-natalista.

La derecha, sobre todo la política, solo mantiene diferencias de grado con la izquierda, porque en el fondo está de acuerdo, aunque ello le cause repugnancia. Por eso, la ausencia de argumentos contra la izquierda no es táctica, es una realidad. Todo lo que hace la derecha es meter la cabeza bajo el ala e ilusionarse con que son cosas de ZP. Pero todo esto es un desastre; no porque los principios sean falsos, que lo son, sino porque sus consecuencias van contra las más elementales reglas de supervivencia: impedir directamente –o indirectamente, con medidas de igualdad– que existan nuevas generaciones por una supuesta falta de recursos futura es hacer como las culturas precolombinas cuando sacrificaban a sus jóvenes para suplicar a los dioses una buena cosecha al año siguiente.

No es extraño que los fanáticos se dediquen a atacar por todos los medios a disciplinas como la psicología evolucionista y a los diversos mecanismos de innovación –como la libre competencia– que desenmascaran o hacen irrelevantes esas creencias –en muchos casos atávicas– que buscan el retorno al mundo estático y totalitario de la tribu.

La ministra biógrafa

Serafín Fanjul en Libertad Digital

El mundo cultural español de nuestro tiempo suele ofrecernos pocas alegrías. Por añadidura, y gracias a los gobiernos socialistas, se ha convertido en mera prolongación del patio de Monipodio que constituye la vida política: reparto de subvenciones, premios y protagonismo publicitario para los amigos. El colmo ha sido la actual ministra González Sinde, que con la divisa Sic coronat opus (lo cual en lenguaje popular podría traducirse "Así se remata la faena") ha llegado a subvencionar sus películas y las de su familia: ¿hay quién dé más? Mientras, no es frecuente que instituciones españolas lleven a cabo grandes aportaciones al acervo de la cultura humana. Y cuando alguien lo hace, proliferan los espontáneos dispuestos a desacreditar el trabajo y –si pueden– a hundirlo. Se habla de cainismo español que, sin duda, no falta, pero más bien pienso en estupidez e ignorancia, de los cuales por acá tenemos superproducción.

La Real Academia de la Historia ha realizado en los últimos doce años una obra magna que se venía proyectando desde 1738: el Diccionario Biográfico de nuestro país y de los territorios (vastísimos) que integraron la monarquía hispánica. Ha sido una labor ciclópea que ha requerido tenacidad de dirección y trabajo ingente, minucioso y bien hecho de los coordinadores y organizadores, un esfuerzo gigantesco y sostenido en el tiempo. No puedo ni debo entrar en detalles, pero créanme que 42.000 biografías (con sus correspondientes bibliografías) y más de 5.000 colaboradores no son materia que se ventila "en dos tardes", como es fama resuelven los socialistas sus estudios y tareas. En el mundo sólo hay otra obra equiparable, el Diccionario de Oxford, que los ingleses han dedicado a su país, como es lógico. Pues bien, no han pasado ni dos días de la presentación y ya han aparecido los críticos que se regodean en sumir y mantener a nuestro país en la mediocridad y el consumo para catetos: las películas de Almodóvar, las novelas de Millás, Grandes o Lindo y el no menos prodigioso cine de Sinde.

El pretexto, como se estila en la era Rodríguez, es político: igual que los niños en fase anal, al descubrir el diccionario, se lanzan a buscar "caca, culo, pis", los progres se han abalanzado sobre los veinticinco primeros volúmenes (el año próximo saldrán otros tantos) a dictaminar –desde el inobjetable Olimpo de aquellos a quienes nada se puede criticar porque nada hacen– si el trabajillo merece el nihil obstat que sólo puede expedir su incuestionable autoridad. Obviamente, hay que empezar por Franco y cuanto con él se relacione, el resto no importa. Si el general no sale suficientemente descalabrado y zaherido –a juicio de periodistas que malamente enlazan sujeto, verbo y predicado: vean el panfleto donde escriben– significa que la obra "perderá el interés de los lectores", como ha sentenciado la ministra de Cultura, con la amenaza poco velada de cortar las ayuditas para la edición que han ido proporcionando varios ministerios desde la época de Aznar, pues en la financiación han participado entidades públicas y privadas. Y bienvenidas todas.

En verdad, no sé qué perdonan menos los socialistas, si mantener posturas diferentes a las suyas o, simplemente, que se trabaje: se nota demasiado la diferencia. Y esperemos que Mariano Rajoy y los votantes pongamos fin a esta calamidad.

Un nido de fachas en la Academia

Cristina Losada en Libertad Digital

El tiempo pasa y la ignorancia permanece. Crece, en realidad, exponencialmente. En su día, cualquier persona de cierta cultura, máxime en la izquierda, conocía la caracterización que el politólogo Juan Linz había hecho del régimen de Franco. Por abreviar, el profesor sostuvo que el franquismo se encuadraba en los sistemas políticos autoritarios y no en los totalitarios, y el rigor de su análisis, expuesto en varias obras, había garantizado su supervivencia. Hasta ahora. Hasta que salieron de las guarderías los ninis y llegaron arriba, alegremente liberados de cualquier lastre intelectual y libresco. Hoy, por la misma definición que formulara Linz, quieren fusilar a la Real Academia de la Historia. La conjura de los necios, incansable látigo de los enemigos del pueblo, ha encontrado allí un nido de fachas peligrosos.

Vengan los carcamales con sutilezas, que no cuelan. Al pan, pan, al vino, vino, a la dictadura, dictadura y al asesino, asesino. Un buen panfleto es lo que se pide a los académicos y no rebuscadas fórmulas de la ciencia política. Ante todo, porque no las entienden los nenes. De otro modo, ¿cómo explicar que estos sagaces denunciantes crean que un régimen autoritario no es una dictadura? Habrá que volver a la pizarra para explicar conceptos elementales, y con ejemplos. Digamos, pues, que esta desviación respecto de la línea del Partido, no ocurriría en un sistema totalitario consolidado, aunque tampoco puede estar nadie seguro de que no es un agente del fascio. Bien lo avisó Beria: "Entréguenme a quien les plazca y en veinticuatro horas le obligaré a confesar que es un espía británico". Quiere decirse, en nuestro caso, que Carlos Seco no compensa su calumnia a Negrín ni con el hecho de que su padre fuera fusilado por oponerse a Franco.

Descartado, por el qué dirán, el destino que el totalitarismo reservaría a los académicos criptofranquistas, amén de machistas, centralistas y viejos, me queda una duda. No sé si la coacción que se ha ejercido sobre ellos se diferencia de la que aplicaría un régimen autoritario. Dos ministros, los de Educación y Cultura, qué ironía, exigen rectificación, ergo censura. Y Sinde no excluye la retirada de la obra, cuestión que ha aplazado hasta analizar su contenido. Pero esta nueva sublevación contra el diccionario –ya hubo una similar contra el de la Lengua– muestra un rasgo propio de la mentalidad totalitaria, que no reconoce la existencia de ningún ámbito ajeno a la política. No se salvan ni los diccionarios.