viernes, 3 de junio de 2011

La ciudad fantasma

Alfonso Ussía en La Razón

Quien aspira a ser alcalde de una ciudad, tiene la obligación de conocer la historia y la realidad de esa ciudad. El aspirante de «Bildu» a la alcaldía de San Sebastián ha manifestado que «rechazaría que los Reyes de España visiten esa ciudad porque son seres que no la representan políticamente». Además de la innecesaria grosería, el aspirante, un tal Izaguirre, demuestra una brutal ignorancia de todo. San Sebastián es una ciudad española, y por ello los Reyes pueden visitarla cuando se les antoje sin necesidad de pedir permiso a Izaguirre para hacerlo. La vinculación de la Corona con San Sebastián es mayúscula. Su esplendor se debe precisamente a la instalación de la familia Real en San Sebastián a principios del siglo XX. Haga un esfuerzo el ignorante y recorra su ciudad. El barrio de Ondarreta. Ahí estaba, en la falda de Igueldo, el Real Club de Tenis de San Sebastián. La penúltima rotonda de los jardines de Ondarreta está presidida por un monumento a la Reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, siempre enamorada de San Sebastián. Por ella se construyó el Palacio Real de Miramar en la unión de las dos grandes playas. En Ondarreta cinco calles recuerdan a los hijos de Alfonso XIII. Avenida del Infante Don Juan, de la Infanta Cristina, del Infante Don Jaime, de la Infanta Beatriz y del Príncipe Don Alfonso. El gran hotel emblemático de San Sebastián se llama «María Cristina» en recuerdo de la Regente. El teatro donostiarra por excelencia lleva el nombre de «Victoria Eugenia», en memoria de la Reina Victoria, mujer de Alfonso XIII, madre de Don Juan y abuela del Rey. Por la tenacidad de la Reina Cristina, el Orfeón Donostiarra puede cantar todos los veranos, el 14 y 15 de agosto, la «Salve» de Réfice, encargo personal de la Reina. Junto al muelle de pescadores, mirando a la bahía, se alza el Real Club Náutico de San Sebastián, patrocinado por Alfonso XIII. Cuando el Rey y su malogrado hermano Don Alfonso pudieron volver del exilio, el Palacio de Miramar se convirtió en su internado de estudios. En San Sebastián se fundó con el apoyo de los Reyes la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, el referente cultural más prestigioso de la capital guipuzcoana. Y el club que mueve más entusiasmo, no sólo en San Sebastián sino en toda la provincia, es la Real Sociedad de San Sebastián, a la que el Rey concedió el título de Real a petición unánime de sus socios fundadores. A pocos kilómetros, en Lasarte, el apoyo Real levantó el Hipódromo, administrado por la Real Sociedad de Fomento de la Cría Caballar. Sólo Santander puede competir con San Sebastián en vinculaciones con la Familia Real. Las grandes villas y palacios donostiarras no las alzaron los industriales vascos, sino la nobleza madrileña que se afincó en San Sebastián, capital política y cultural de España durante los meses del verano. A muchos les parecerán anticuados estos argumentos, pero son pruebas indiscutibles. Ahí están. A la vista de todos. Otra cosa es que el tal Izaguirre quiera borrar esas huellas. Mucho trabajo le costará. La tradición y los símbolos no se esfuman así como así. San Sebastián fue la casa de la familia Real durante décadas, y el resultado no es otro que su actual esplendor estético, que no político, que no social, deteriorados hasta tal extremo, que un ignorante clamoroso de su propia ciudad tiene posibilidades de ser su alcalde. Pena me da tanta belleza en manos de tan sectaria y violenta incultura.

Volverán

Cristina L. Schlichtingen La Razón

Rubalcaba no quiere cargar contra los chicos de Sol para que no le comparen con Franco y los grises. No sacaría nada de una acción policial. Pero tiene una segunda razón que le anima a seguir de brazos cruzados. Vendrá el calor tremendo de Madrid y los acampados se irán, hostigados por el sudor…y volverán. El 15 de octubre es la primera cita para regresar a las calles. Poco después habrá elecciones anticipadas y lo probable es que gane la derecha. Quien piense que el 15 M o como se quiera llamar al fenómeno, se ha acabado, se equivoca. Hay mucho malestar en España, y no sólo por los cinco millones de parados. Hay fracaso escolar, falta de horizontes ideales y toda una generación crecida al margen de la Iglesia, los partidos o las familias estructuradas que busca algo grande en la vida y no sabe dónde encontrarlo. Alfredo, como quiere el vice que le llamen, tiene olfato para estas cosas. Y sabe que, si Rajoy gana las elecciones, va a necesitar un ariete en las calles. Una oleada similar a las manifestaciones contra la Guerra de Irak que acabaron con Aznar. En cuanto el PP saque la tijera de podar gastos y toque los subsidios, las becas, el empleo público o lo que haga falta, la izquierda llamará a los jóvenes. ¿Se imaginan el calibre de las movilizaciones conjuntas del 15 M, el PSOE y los sindicatos? No hay gobierno que lo aguante. Cuando ocurra, le recordaré este artículo a una derecha incapaz de capitalizar a tiempo y a su favor la indignación de la calle.

Alfredo


Viñeta de Montoro en La Razón

Plagas de Madrid

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Si todo lo que en el extranjero ven de España es el campamento de Sol, es normal que nos culpen hasta del sabor de los pepinos. Una lendrera es una lendrera, y basta con darse un garbeo por allí para que empiece a picarte el cuerpo entero. Es el socialismo utópico. El otro socialismo, el real, son las colas del Inem. Del Inem a Sol y de Sol al Inem. Miren por dónde, ahí tenemos la alternativa laica al Camino de Santiago. El negocio lo gestiona Rubalcaba, que no va a enviar a sus guardias a luchar contra las chinches y los gases de invernadero (no sé si se dice así) de los generadores eléctricos. Si de Fukushima ya están saliendo conejos sin orejas, de Sol podrían salir guardias sin porras. Hablando de prodigios, ¿tendrá que ver lo de Sol con el hecho de que por Las Ventas todavía no haya pasado un toro con casta, quitando los de Escolar, a quien por eso los revistosos del puchero llaman “moruchero”? Sólo Rubalcaba, que es químico, lo sabe. Desde luego, el final de Sol pasa por la porra y la redoma, pero mientras ese final llega hay que admirar la justicia poética que ese campamento hace con Gallardón (¡plagas de faraón!), cuya política cultural (y esto lo ha visto incluso el amigo Pepe Campos desde Taiwán), basada en el carril, la chancla, el botellón y la meada y la bicicleta de acera nos han llevado a Sol, donde, menos meterse con Zapatero, uno puede hacer todo lo que la democracia le tiene prohibido: fumar en la jaima, beber en la calle, cantar a deshora… ¿Qué hace don Ignacio Buqueras y Bach, que no se pasa por Sol a predicar el huso horario europeo? De acuerdo, Sol no es California, pero tampoco Punset es Marcuse, y ahí está, el hombre, con Castells, promocionando en plena Revolución el neoplatonismo catalán del “Bocaccio” sesentayochista con el Wifi de balde que sirven las “foneras” que regala Varsavsky. Cuando veo a Pedro Castro y a Tomás Gómez llorar por las esquinas, me pregunto: “¿Tanto han perdido que no tienen para una ‘fonera’?”

Germanófobos, lo que nos faltaba

Hermann Tertsch en ABC

Lo diferente que habría sido esto si en vez de tres chicas de cuota que no saben ni a qué teléfono llamar, la responsable hubiera sido una Loyola de Palacio que en horas habría cogido un avión para abrir puertas a patadas en Bruselas, Hamburgo y Berlín. Que habría hablado allí a todos los responsables de tú y en su idioma para exigir pruebas a sus acusaciones. Y buscar una limitación de daños para España. El primer día.

Don Alfredo

Ignacio Camacho en ABC

Cuando pide que le llamen Alfredo intenta derribar ante los militantes la barrera de solemnidad que rodea, como un círculo de tiza, su condición de copresidentedel Gobierno y jefe de la Policía, su biografía de tres décadas de coche oficial, cristales oscuros y más oscuras maniobras entre las bambalinas del poder. Una distancia adherida a su perfil que solemniza en exceso el flamante papel de liderazgo que acaba de asumir, y que incluye en teoría la necesidad de ser accesible, familiar, propicio a la confidencia y el afecto. Justo lo que resulta imposible cuando todo el aparato de Estado se cuela a cualquier hora por la celdilla del teléfono móvil.

(...)

La proximidad, la llaneza, se tiene o no se tiene; no se puede impostar. Tampoco pasa nada por no tenerla; siempre cabe explotar otras virtudes, otras cualidades. Los artificios no convencen a la gente, que en seguida detecta la simulación y el revestimiento que tanto gusta a los diseñadores de las campañas. El problema de Rubalcaba no es que sonría poco o que la vida y el poder le hayan puesto cara de malas noticias; es ser el principal colaborador de Zapatero y llevar encima cinco millones de parados.

Puesto a abolir lejanías, siempre resultaría más creíble si dejase de ser el ministro de casi todo, el valido omnipotente rodeado de parafernalia de Estado. Mientras los guardias se le cuadren al pie del avión oficial va a ser difícil que deje de parecer Don Alfredo.

Entrañable Alfredo

Emilio Campmany en Libertad Digital

No ha hecho más que empezar esta extraña campaña de primarias de aspirante único y ya se está viendo lo mal candidato que es el elegido. No sólo es que es viejo, feo y calvo, que dice Pepe García Domínguez. Es que además es un tío malage, con mala follá, cualidades que son virtudes para un privado que trabaje en la sombra, pero que se vuelven en graves defectos si se aspira a ceñir personalmente la corona. Ensaya una sonrisa cautivadora y lo que le sale es una mueca siniestra. Balbucea una palabra amable y los demás creen haber oído una amenaza velada. Ulises no puede ser Aquiles. Cada cual debe desempeñar el papel que ha escogido y Rubalcaba hace tiempo que eligió ser eso, Rubalcaba, si te vuelves, te la clava.

Nuestro deterioro en pocas palabras

Jorge Valín en Libertad Digital

¿Se ha preguntado nunca cuál es la función del Estado? Podríamos afirmar que proteger a la gente. Cuando nació el actual concepto de Estado –el Estado-Nación– rápidamente se identificó con la idea de la gloria, bien común y seguridad. A medida que el capitalismo avanzaba, y por tanto también aumentaba el bienestar del individuo, los dirigentes se dieron cuenta de que podían ampliar ese concepto de seguridad. Trasladaron la seguridad a la economía. Crearon derechos sociales, leyes de empleo digno y de protección. La capacidad productiva del mercado pudo aguantar tal apropiación de recursos que se tomó el Estado. Eso dio lugar a más reclamaciones sociales. La gente no vio, ni sigue viendo, que los derechos sociales tienen un origen criminal: el robo, el saqueo, el latrocinio y la extorsión al ciudadano. El Estado se empezó a meter en la vida de las personas diciéndoles cómo pensar, tomando la educación, cómo teníamos que vivir, cuánto teníamos que ahorrar y gastar con la creación de bancos centrales. También decidió qué "vicios" eran malos prohibiendo algunas drogas y dejando otras al margen. Y tal absurda pérdida de libertad individual nos ha convertido en simple ganado de los políticos y lobbies, que nos dicen hasta cómo hemos de hablar, prohibiéndonos incluso los piropos y hacer según qué chistes. El Estado ya no es el monopolio de la fuerza propiamente dicho, sino del pensamiento y la actuación humana.

Todo esto tenía que pasar factura. El Estado es muy mal ingeniero social. Después de doscientos años de monopolio estatal sobre nuestras vidas, nos tendríamos que reformular la pregunta. ¿Cuál es la función del Estado? La respuesta es la misma: proteger a la gente. Sin embargo, sus representantes se han convertido en el tercer problema de los españoles según el CIS.

Desde el periodo comprendido entre el año 2002 y 2009 los gastos en el hogar han aumentado el doble que los salarios. No solo ha sido una cuestión de la expansión crediticia provocada por los bancos centrales. España es el segundo país de la OCDE donde más han subido los impuestos. Está entre los países de Europa con mayor esfuerzo fiscal. Más que Suecia y Alemania por ejemplo.

La situación parece agravarse ahora. No solo por el desempleo, el pobre tejido productivo del país, o la cultura del hedonismo y las subvenciones. Por primera vez en un año, el saldo de los depósitos está cayendo. Las explicaciones pueden ser muchas, pero la más plausible es el deterioro del nivel de vida. Aunque ahora se ha moderado la inflación, ha tenido un rápido recorrido alcista y seguirá subiendo junto al coste de financiación como el de las hipotecas.

Esto nos lleva otro triste dato, y es que si en 2009 los españoles desempleados se vieron forzados a retirar casi 220 millones de euros de sus planes de pensiones, en 2010 aumentó a 320 millones de euros más. Las rentas desaparecen y el ciudadano se ve obligado a quemar su capital ahorrado para sobrevivir.

A todo esto, el Gobierno hace recortes que afectan a nuestro bienestar, pero sin bajar impuestos. Más bien al revés. Los impuestos van a seguir subiendo, no hay otra. Vivimos y trabajamos para los visionarios políticos.

¿Y cuál es la función del Estado? La contraria a lo que hace. El Estado es un instrumento, no un fin. Somos dependientes de las promesas electorales. No sabemos qué significa vivir en libertad (y la tememos) porque queremos que todo nos lo haga el Estado. Incluso le pedimos que haga magia como arreglar el planeta, construir un mundo mejor o que cree recursos que no es capaz de generar; no porque no sea posible, sino porque eso es función de la sociedad civil. No puede crearlo un político ni órgano central por medio de la ley y prohibiciones.

Esta crisis nos tendría que hacer ver que el Estado no solo es incapaz de crear la seguridad económica que pregona, sino que es su mayor negación. Solo tendremos un futuro mejor, no con tijeretazos, más subvenciones, burdas privatizaciones o parches en el mercado de trabajo (que ni eso), sino con menos Estado. No hay soluciones mágicas. Hay que arremangarse y ponerse a trabajar. Trabajar de espaldas al Estado. Que pague él el monstruo que ha creado.

La Historia y los demonios

Jorge Vilches en Libertad Digital

La prueba de que se ha politizado el asunto no es sólo que se ha convocado una concentración de protesta a las puertas de la Academia de la Historia –a la que irán los de siempre con las mismas banderas–, sino que el resto de la Historia de España parece no existir. Tiene razón en esto Ricardo García Cárcel: la Historia no comienza en 1931. Hubo vida antes de la Segunda República; pero hay quien quiere aprovechar la polémica, desorbitada y artificial, para sacar sus demonios fuera.

Franco y el gallinero progre

Pío Moa en Libertad Digital

Las creencias son libres y esos señores tienen derecho a tragarse y propalar las mayores necedades, nadie va a negárselo. Dada su presencia pública, sí cabría exigirles que se atrevieran a debatir sus creencias, pero hasta ahí no llega su audacia.

Su audacia la demuestran en otros campos: la desenvoltura con que no solo gritan, sino que demandan la censura y la imponen en cuanto está a su alcance, o exigen la "corrección" de textos no acordes con sus creencias, o acusan a otros de mentir, sin dar la menor prueba al respecto. Con lo cual demuestran ser tan "demócratas" como aquellos republicanos y frentepopulistas que tan agudamente describe Azaña: "¿Tendremos que resignarnos a que España caiga en una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta?". ¿Tendremos que resignarnos a que este gallinero imponga sus memeces como historia y cultura españolas?

Cautiva y desarmada

Cristina Losada en Libertad Digital

Este es el parte final del asalto a la libertad académica. El último bastión del fascismo ha caído. Cautiva y desarmada la Real Academia de la Historia, las fuerzas del antifranquismo sobrevenido han conseguido todos sus propósitos. La anacrónica institución se ha rendido y rectificará las biografías del monumental Diccionario que tanto sulfuran a indoctos hijos del panfleto y a profesores que no fueron llamados a participar en su elaboración. Bien está lo que bien acaba. A fin de coronar este triunfo de la Inquisición cultural, se espera que la entrada sobre Franco, motivo y pretexto del asedio, sea dictada en persona por la comisaria del ramo y afamada guionista del film Mentiras y gordas. ¡Ojalá fuera broma!

La cuestión que aquí se dirimía quedaba reflejada en la declaración del catedrático García Cárcel al diario El País: "Es una polémica desorbitada, hinchada y artificial. No tomaría ningún tipo de medida, porque significaría no respetar la opinión académica de un historiador como Luis Suárez Fernández. Se puede estar de acuerdo o no con él, pero me parece increíble que la ministra de Cultura pida una rectificación. No existe la Historia en singular, existen los historiadores. Lo contrario sería participar de la defensa del pensamiento único". A su vera, sin embargo, notorios eruditos mostraban su espanto ante el delito de calificar al régimen franquista simplemente de autoritario (necesitan otro diccionario) y algún librepensador pedía la destrucción de toda la edición. Lo dicho, auténticos discípulos de Erasmo, dignos herederos de la Ilustración.