viernes, 3 de junio de 2011

Don Alfredo

Ignacio Camacho en ABC

Cuando pide que le llamen Alfredo intenta derribar ante los militantes la barrera de solemnidad que rodea, como un círculo de tiza, su condición de copresidentedel Gobierno y jefe de la Policía, su biografía de tres décadas de coche oficial, cristales oscuros y más oscuras maniobras entre las bambalinas del poder. Una distancia adherida a su perfil que solemniza en exceso el flamante papel de liderazgo que acaba de asumir, y que incluye en teoría la necesidad de ser accesible, familiar, propicio a la confidencia y el afecto. Justo lo que resulta imposible cuando todo el aparato de Estado se cuela a cualquier hora por la celdilla del teléfono móvil.

(...)

La proximidad, la llaneza, se tiene o no se tiene; no se puede impostar. Tampoco pasa nada por no tenerla; siempre cabe explotar otras virtudes, otras cualidades. Los artificios no convencen a la gente, que en seguida detecta la simulación y el revestimiento que tanto gusta a los diseñadores de las campañas. El problema de Rubalcaba no es que sonría poco o que la vida y el poder le hayan puesto cara de malas noticias; es ser el principal colaborador de Zapatero y llevar encima cinco millones de parados.

Puesto a abolir lejanías, siempre resultaría más creíble si dejase de ser el ministro de casi todo, el valido omnipotente rodeado de parafernalia de Estado. Mientras los guardias se le cuadren al pie del avión oficial va a ser difícil que deje de parecer Don Alfredo.

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