lunes, 28 de diciembre de 2009

Vicios privados, públicas virtudes

Gabriel Albiac en ABC

La democracia se erige sobre la más imponente máquina de acumulación de poder y violencia que ha conocido la historia: el Estado moderno. Sin un duro automatismo legal que lo proteja, el ciudadano está condenado a ser hecho fosfatina por dicha máquina. Sólo el veto a cualquier interferencia en lo privado salva a los individuos de su completa deglución por el Leviatán público.

La persecución de los justos

Juan Manuel de Prada en ABC

Ante el caso del juez Ferrín podemos quedarnos cruzados de brazos, como el personaje de aquel poema de Martin Niemöller, tantas veces atribuido erróneamente a Bertold Brecht: «Primero vinieron a llevarse a los comunistas,/ pero yo guardé silencio,/ porque no era comunista». Pero otros justos no tardarán en ser perseguidos como delincuentes: les ocurrirá -ya les está ocurriendo- a los jueces que se atrevan a cuestionar una ley que ampara denuncias falsas; les ocurrirá, más temprano que tarde, a los médicos que se nieguen a perpetrar abortos; les ocurrirá a las universidades que se nieguen a enseñar cómo se perpetran; nos ocurrirá a quienes desde una tribuna periodística nos atrevamos a señalar estos deslizamientos fatales de la ley. Y lo que es peor: todos estos justos perseguidos aparecerán ante los ojos de la multitud como delincuentes.