lunes, 5 de abril de 2010

La «Shoah» de Ratzinger

Gabriel Albiac en ABC

«Perdieron sus vidas -anota-, pero no perderán sus nombres». Es la última esperanza del teólogo torturado por Auschwitz: «En el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?» Y el Pontífice que comenta a Isaías ante el más duro lugar de recuerdo de la especie humana, sabe que no hay palabras para hablar de eso. Sólo silencio sagrado: Yad Vashem: «yad, memorial; shem, nombre». Silenciosa lucha contra el olvido.

De Viena a Córdoba

Juan Manuel de Prada en ABC

Para que un musulmán pudiera rezar en un templo católico primero tendría que producirse su execración y vaciamiento, la «abominación de la desolación» de la que hablaba el profeta Daniel; y si estos musulmanes austriacos se atrevieron a ensayar una pantomima de rezo en la catedral de Córdoba, venciendo la repugnancia que les provoca el culto que allí se celebra, es porque quisieron poner a prueba las contradicciones de una civilización debilitada a la que ven destruirse desde dentro, a la que esperan dar el golpe de gracia definitivo en unas pocas décadas. Sin espadas, sin pistolas, sin conquista: mediante la pura y simple pujanza demográfica.

Viudas negras y damas de blanco

José María Carrascal en ABC

La violencia de las Viudas Negras se vuelve contra su causa, mientras esos huelguistas exhaustos, con sus mujeres por las calles de La Habana con una flor en la mano, han desgastado más a los Castro que todo lo que ha invertido el Gobierno norteamericano para desprestigiarles, que lo que hizo la CIA para asesinar a Fidel y los cubanos en el exilio, para derribar su régimen, incluido el desembarco en playa Girón. Para que luego digan que sólo triunfa la fuerza.

El Estatuto, el nacionalismo catalán y Rodríguez Zapatero

Tercera de Miquel Porta Perales en ABC

Más allá del cálculo electoral, está un nacionalismo catalán que, inasequible al desaliento, sigue su camino sin prisa pero sin pausa. Quiere -afirma- «saltar la pared». Mientras tanto, Rodríguez Zapatero contempla, sonriente, el espectáculo a mayor gloria de sus particulares e intransferibles intereses. ¿Se acabará la diversión? ¿Llegará el Tribunal Constitucional y mandará parar?