miércoles, 21 de abril de 2010

¿Qué sería de nosotros sin ella?

Maruja Torres vuelve a España "excitada" para luchar contra la "extrema derecha"

¿Qué sería de los españoles sin Maruja Torres? ¿Qué sería de la izquierda, siempre tan moderados ellos, sin la "extrema derecha"?

Desmemoria histórica

Carrillo defendía la Amnistía en 1977: "Queremos hacer cruz y raya sobre la guerra civil de una vez para siempre" (Fernando Díaz Villanueva en Libertad Digital)

Adiós al «juez Hércules»

Benigno Pendás en ABC

Montesquieu no podría reconocer su teoría de la división de poderes en nuestra democracia mediática. Antes neutro y casi invisible, el poder judicial se transforma a día de hoy en elemento activo y partidario. Basta con ser ambicioso y osado para encontrar el hueco en una sociedad de masas que necesita identificar al responsable de la noticia y muestra una antipatía natural hacia el lenguaje abstracto y el servicio objetivo a las instituciones. Por esta vía espuria, un vendaval encarnado en jueces falsamente justicieros irrumpe con fuerza en el imaginario colectivo, ya sea para impulsar con argumentos creativos una justicia cósmica, ya sea para disputar a los políticos el lugar principal en las portadas y las tertulias. 

O velo o ciudadanía

Gabriel Albiac en ABC

No, el hiyab -como las otras variantes del velo islámico- no es ornamento ni atuendo. Es signo litúrgico. Que dice lo que dice. Lo que el Libro al cual debe fe el musulmán dicta: la propiedad sobre la hembra del varón. En suma, lo anticiudadano. Eso prohíbe la nueva ley francesa. Nadie puede, en la República, desposeer a nadie de la condición ciudadana. Ni de sus símbolos. O velo o ciudadanía. No ambos.

Desenjaulemos a Sonsoles

Antonio Burgos en ABC

Según anuncia «Vanity Fair», que es como el BOE para el pijerío de izquierdas (sector Visa Oro), Sonsoles está hasta el mismísimo Logroño de vivir en la Moncloa. Se siente enjaulada. Como en una sartén hirviendo. La señora añora la tranquilidad de la vida en provincias. ¡Qué lástima de hija! Se impone, pues, organizar una campaña (electoral mismo) para que esta pobre mujer deje de sufrir. No hay derecho a que esta señora lo esté pasando tan mal viviendo de gañote en la Moncloa. ¿No salvan al lince de Doñana? ¿Por qué no hemos nosotros de salvar a Sonsoles de la Moncloa? Si se siente enjaulada, hay que desenjaularla inmediatamente, ¡Puerta, Camino y Mondeño! Y si añora la vida en provincias, debe volverse inmediatamente a León. De donde nunca debía haber salido. Ni ella ni el marido.

La princesa enjaulada

Ignacio Camacho en ABC

Una vez, en alguno de esos gélidos salones en cuya penosa intimidad laten los problemas de España, el presidente Zapatero -lo ha contado él- levantó la vista de un mazo de informes y le hizo a su mujer una confidencia estremecedora: «Ni te imaginas, Sonsoles, la de cientos de miles de españoles que podrían ser presidentes del Gobierno». He ahí el autorretrato de una política, la de Míster Chance. Cualquiera podría hacerlo igual: es tan fácil, no tiene mérito ni importancia, no se requiere preparación ni competencia, sólo estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Y sin embargo, no cientos de miles, sino varios millones de ciudadanos, ingratos y desabridos ellos, estarían encantados de que el presidente fuese alguien con un poco más de cualificación y responsabilidad, aunque gobernar le costase más trabajo. Y otros tantos vivirían con sumo agrado y holgura en el inconfortable palacete que consume con su aislamiento forzoso los bríos de independencia de su sacrificada inquilina.

La sartén hirviendo

Ángela Vallvey en La Razón

Como dice el cura que casó a Sonsoles y a José Luis: ahora Sonsoles es más rebelde que cuando era joven. Y yo también. Supongo que debido a la influencia de su fenomenal marido (al menos en mi caso, no sé en el suyo).

Romance del beso

Alfonso Ussía en La Razón

Ni Romeo, ni Julieta,/ ni Julieta, ni Romeo,/ ni antaño Sergio y Estíbaliz,/ o Grace Kelly con Rainiero,/ o el Marqués de Santillana que era un salido tremendo/ con la Mozuela de Bores/ que le puso en grande aprieto,/ porque sintió entre sus calzas/ sospechosos movimientos,/ ni Rubén velando nubes/ y sollozando en el pecho/ de aquella niña con rizos/ toda temblando de miedo,/ han conseguido un amor/ tan puro y tan verdadero/ como el de Alberto y Pilar,/ como el de Pilar y Alberto.

¿Son arte los videojuegos?

Daniel Rodríguez Herrera en Libertad Digital

Hará cosa de cinco años, Roger Ebert, crítico de cine del Chicago Sun-Times, provocó una airada reacción del mundillo de los videojuegos cuando escribió que no sólo no eran arte, sino que nunca lo serían. Ahora ha vuelto a insistir sobre el particular. Su argumento principal parece consistir en que un juego no sólo es algo interactivo, sino que es algo que se puede ganar o perder, algo que escaparía a su definición de arte. Por otro lado, los videojuegos no son la expresión de nadie particular, sino un producto industrial en el que participan muchas personas, sin que la, digamos, visión de ninguno de ellos tenga una importancia tal sobre el producto final que pueda calificarle de artista.

El debate seguramente seguirá con nosotros durante bastantes años, al menos hasta que alguna universidad con más o menos renombre decida hacer cursos sobre el arte de los videojuegos y éstos pasen oficialmente a convertirse en el noveno arte, o el que sea, que no llevo mucho la cuenta. Es decir, cuando el establishment académico decida que uno pueda ganarse la vida en la universidad con el sesudo estudio de las virtudes artísticas de los trabajos de Sid Meier o Will Wright. No acaba de estar claro qué es arte y qué no lo es, si existen requisitos estéticos, si debe expresar necesariamente ideas o emociones... llevamos ya más de un siglo con esta discusión, y no creo que llegue a terminarse nunca.

Aunque pueda suponer no definirme mucho, creo que al final terminamos llamando arte a lo que en general la gente considera arte. De ahí que las bazofias que inundan los museos de arte contemporáneo, y que me disculpen los fans de cuadros monocromos por semejante atrevimiento, reciban el epíteto de "arte" y, sin embargo, tuvieron que llegar los sesudos cinéfilos franceses para que John Ford fuera considerado un artista. Es un problema padecer semejante indefinición, especialmente siendo uno un informático acostumbrado a los unos y los ceros, el sí y el no.

En cualquier caso, los argumentos de Ebert parecen más producto de tener clara la conclusión a priori, y estar buscando razones para mantenerla. El videojuego no se diferencia mucho de una película en cuanto a su carácter industrial, y al igual que hacemos rutinariamente con el cine, no es difícil distinguir las obras de autor. Y en cuanto a que en ellos se gana o se pierde... ¿consideraría Ebert que un videojuego no es un arte, pero sí cuando es jugado por alguien y otro lo observa, convirtiéndolo entonces en algo más similar a una película?

No cabe duda de que los videojuegos contienen arte: sus bandas sonoras no tienen mucho que envidiar a las del cine y, de hecho, en ocasiones sus compositores alternan las películas y los juegos; los modelos en 3D de los personajes se diferencian de la escultura en que no hay que tallar nada y muchos gráficos poco tienen que envidiar a las pinturas, aunque no se usen pinceles. ¿Es arte el conjunto? ¿Es sólo artesanía? Pues si la "mierda de artista" es arte, aunque sea lo que su título indica, no tengo duda de que muchos videojuegos también lo son.

¿Importa este debate? Hasta cierto punto. Que los videojuegos sean arte podría permitir a sus creadores buscar que sus gobiernos los subvencionen, algo que ya van camino de conseguir en España, donde todo pedigüeño encuentra excusa para vivir del Estado. Pero también facilitaría que se frenaran al menos algunos de los intentos por prohibir su venta o cambiar sus contenidos para edulcorarlos. No los de Venezuela, claro, pero quizá sí los de Alemania o Suiza. Una cosa es restringir su venta para asegurarse que sólo lo compren adultos y otra es, directamente, prohibirlos. Pero fuera de ahí, que los juegos sean arte o no sólo afecta al íntimo orgullo de jugones, que quieren que lo suyo tenga algo más de prestigio, y profesionales de las demás artes, que no quieren repartir lo suyo con más gente.

Tan infame como inconstitucional

Pablo Molina en Libertad Digital

En la España de Zapatero es suficientemente conocido que la evidencia de que una norma es inconstitucional no representa el menor desprestigio para sus autores. De hecho, cualquier disposición emanada de una comunidad autónoma que no vulnere dos o tres capítulos enteros de la Carta Magna hace quedar a su clase política como un puñado de meapilas, incapaces de avanzar en la construcción de la España plurinacional, cuando no como traidores contumaces hacia las aspiraciones del noble pueblo que representan. La observancia de la jerarquía normativa, con la Constitución Española en el vértice del ordenamiento jurídico, sólo es ya el entretenimiento de juristas ociosos que ya han renunciado por consunción de turnos a la cátedra universitaria.

Sin embargo, aunque no de facto, la CE sigue vigente en el papel, y en ella podemos leer, llegados a su artículo 149, una serie de competencias atribuidas con carácter exclusivo al Gobierno de la nación entre las que figura en el lugar vigésimo segundo (o veintidosavo si nos lee algún Solana Madariaga) tal que la siguiente: "La legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una Comunidad Autónoma".

En otras circunstancias sorprendería que ni un sólo partido de ámbito nacional reparara en que ninguna comunidad autónoma puede atribuirse la capacidad de decisión sobre el agua de los ríos que transcurren parcialmente por su territorio, pero hemos llegado a una situación en que la sumisión a los preceptos constitucionales es considerada una traición al terruño con efectos devastadores en términos electorales.

El intenso paripé, ausente del menor atisbo de vergüenza ajena, que están protagonizando PP y PSOE para intentar salvar la votación de mañana sólo certifica que, tras el aldabonazo del estatuto de Cataluña, España es ya un territorio de bandolerismo político en el que todo vale salvo respetar las leyes. La situación es de un bochorno tan siniestro que si el PP votara mañana en contra del estatuto castellano-manchego en un arrebato de sensatez, su secretaria general y candidata a la presidencia de esa comunidad autónoma sería declarada enemiga del pueblo y con toda seguridad perdería las elecciones del próximo año.

El estatuto de Castilla-La Mancha vulnera la constitución, como todos los de cuño reciente, y condena al desastre económico a las regiones del Levante, a las que impide el aprovechamiento de los recursos hídricos sobrantes que, exactamente igual que los que resultan necesarios, no son de una comunidad autónoma sino de todos los españoles. La vergüenza nacional, si alguien no lo remedia, se consumará mañana en la comisión constitucional del Congreso. En la presidencia, Alfonso Guerra, hermano de "mienmano" y asesino confeso de Montesquieu. La España de Zapatero no podría encontrar otro político más apropiado.

Aguas mayores

José García Domínguez en Libertad Digital

Aquí, en materia de garrulería pedánea y ombliguismo caciquil, no hay siglas que valgan. Lo mismo da que la marca de la franquicia nacional responda por PSOE o por PP, el interés siempre mezquino de la aldea ha de imperar sobre aquello que en tiempos no tan lejanos se llamaba el bien común. ¿Aunque quién recuerda ya que el trasvase Tajo-Segura, ése que tanto irrita a Barreda, lo materializó Franco siguiendo a pies juntillas el proyecto de Indalecio Prieto, que era socialista a fuer de español y no por haber morado en tal o cual terruño? ¿O que fue Josep Borrell, otro socialista con sentido del Estado, el hacedor del Plan Hidrológico que luego apadrinaría aquel difunto PP regeneracionista y nacional de Aznar? Cospedal seguro que no.  

La honradez de Rajoy

Pío Moa en Libertad Digital

Rajoy tiene dos convicciones firmes: el poder y la economía, o una combinación de ambas, el poder de la economía o la economía del poder. Su programa consiste en eso: "es preciso echar al Gobierno actual y colocarnos nosotros en su lugar". Y mucha gente sólo sueña con que se vaya Rodríguez, sin pensar en quién será el sustituto, es decir, un señor que ha dado sobradas pruebas de su disposición a traicionar cualquier valor o promesa en nombre de la economía y el poder.

Bono y sus amigos

Agapito Maestre en Libertad Digital

¿Podrían alguien decirme cuál es la principal obra política de Bono? ¿Alguno de sus amigos, de los cientos que exhibe, podría relatarme su gran obra en la Junta de Castilla-La Mancha o al frente del Ministerio de Defensa? Sospecho de este hombre, en efecto, porque no tiene una sola idea de Estado dentro de la nación española. Decir Bono es decir impostura política. Todo en este parlamentario es impostado. Su última impostura va, sin embargo, más lejos: porque se ha negado a ser investigado, como cualquier otro parlamentario, por una Comisión, puede afirmarse que eso no es engaño ni impostura. Eso se llama secuestro de la institución parlamentaria por parte de su presidente. He ahí la prueba más relevante de mi sospecha política. 

El insostenible despilfarro autonómico

Editorial de Libertad Digital

Mientras que las comunidades son "autónomas" para decidir en qué se gastan o malgastan el dinero del contribuyente, no lo son sin embargo para responsabilizarse ante ellos del costo político que supone su recaudación. Así, mientras la administración central debe soportar el coste en términos electorales que implica una política fiscal expansiva, las comunidades autónomas se dedican tan sólo a gastar el dinero que le transfiere la administración central. Así se anulan en la práctica los controles al gasto que sí podría generar una auténtica descentralización liberalizadora y competitiva como la que se daría si cada autonomía fuera la responsable de recaudar aquello que pretende gastar.