miércoles, 21 de abril de 2010

La princesa enjaulada

Ignacio Camacho en ABC

Una vez, en alguno de esos gélidos salones en cuya penosa intimidad laten los problemas de España, el presidente Zapatero -lo ha contado él- levantó la vista de un mazo de informes y le hizo a su mujer una confidencia estremecedora: «Ni te imaginas, Sonsoles, la de cientos de miles de españoles que podrían ser presidentes del Gobierno». He ahí el autorretrato de una política, la de Míster Chance. Cualquiera podría hacerlo igual: es tan fácil, no tiene mérito ni importancia, no se requiere preparación ni competencia, sólo estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Y sin embargo, no cientos de miles, sino varios millones de ciudadanos, ingratos y desabridos ellos, estarían encantados de que el presidente fuese alguien con un poco más de cualificación y responsabilidad, aunque gobernar le costase más trabajo. Y otros tantos vivirían con sumo agrado y holgura en el inconfortable palacete que consume con su aislamiento forzoso los bríos de independencia de su sacrificada inquilina.

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