miércoles, 22 de junio de 2011

Picasso sin memoria

Gabriel Albiac en ABC

Un cuadro en el cual prevalece el propósito de lo contado sobre lo intemporal de la pintura, no es un cuadro. Es una estampa. Respetable. No arte: esa interrogación misteriosa de un mundo, de cuya carencia de sentido se nutren todos nuestros primordiales fantasmas.

Eso está en juego en el estupor herido de los herederos de Picasso ante la exposición de Málaga.

(...)

Una obra de arte no es memoria. ¡Qué más da lo que piense el que pagó el encargo! La obra de arte es, de un modo muy preciso, antimemoria: el lugar en el cual toda anécdota temporal se disuelve. El lugar que nos sugiere ese abismo al cual —a falta de otro nombre— llamamos lo infinito.

Kerétaro

Antonio Burgos en ABC

Si Querétaro estuviera en las Vascongadas, ya no sería Querétaro, qué va, Querétaro habría sido desterrado por españolista y opresor. Sería Kerétaro. A mí lo que de verdad me hubiera gustado es que en ese concurso del Instituto Cervantes, más que elegir la palabra más hermosa, le hubiéramos hecho un funeral de tres capas al más bello topónimo castellano desterrado de los letreros de las carreteras, de los listados de Correos y hasta del mapa del tiempo por la dictadura de las otras lenguas peninsulares. Tan hermosa como Querétaro es la palabra Fuenterrabía, y, ya ven, ha dejado de existir. Decir Fuenterrabía es atentar contra las libertades del pueblo vasco. Aunque estemos hablando en castellano, debemos decir Ondarribia u Ondabirria, una cosa así. ¡Vamos, como si dijéramos London y no Londres, y Firenze y no Florencia!

A comer barato

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

¿Vale la pena ocupar un alto cargo, sin un reservado en el restaurante más caro? Después de la pasada por la izquierda que se ha pegado España en los últimos cuarenta años, yo creo que no. La izquierda ha incorporado a la política aquella práctica etíope que a Camba le hacía mucha gracia y por la cual, cuando el rey de reyes encargaba a alguien el gobierno de una provincia, le decía: «Aquí tienes esta provincia para que te la comas.» Y, acto seguido, le entregaba las insignias del cargo: una peluca, un escudo y un sable enorme, que parecía un trinchante...

El escorpión y la rana

Ángel Vallvey en La Razón

Oigo al lehendakari Patxi López, y a otros, lamentarse de que «los de Bildu» amenazan, intimidan y no parecen muy demócratas. Después de haberlos llevado hasta el poder y la legalidad, los mismos que cruzaron al escorpión a cuestas hasta tierra firme ahora se quejan de la picadura del pobre bicho e incluso empiezan a sospechar que su veneno pueda ser mortal. ¿Y qué esperaban? ¿Acaso pretendían que, cambiándolo de ambiente, el escorpión se convertiría en rana…?

Verano político y catástrofe económica

Agapito Maestre en Libertad Digital

La situación para España es crítica, porque tanto la deuda soberana, es decir, la del Reino de España, como la deuda nacional, en general, no sólo es alta –comparada con la de Francia e Italia salimos ganando–, sino que no sabemos cómo podemos pagarla en el futuro inmediato. He ahí el gran problema: ¿Cómo podemos pagar la deuda? Sí, sí, yo no veo ¿cómo puede España hacer frente a una deuda cercana al 140% del PIB, y con una deuda soberana del 61%, con un 20% de desempleados y sin un plan sensato de crecimiento?

Sólo hay una solución: producir más, reducir los costes, gastar menos y ahorrar. O sea se requiere un Gran Plan de Estabilidad del que huyen como de la peste el PSOE y el PP. Explicar ese plan a los ciudadanos, según ellos, les harían perder votos. Vale.

Los indignados o la crisis de la izquierda

Carlos Jariod en Libertad Digital

Es posible pensar que el movimiento de los indignados tiene que ver no tanto con la indignación general de los españoles ante la situación agónica de España provocada por el Gobierno, cuanto con una grave crisis de identidad de la izquierda española. Resulta sorprendente que nuestros indignados se plantaran en Sol pocos días antes de unas elecciones que iba ganar la derecha abrumadoramente; más chocante fue que, en vez de dirigir sus invectivas contra el gobierno del PSOE, vomitaran proclamas antisistema situando a todos los partidos en un mismo nivel de corrupción y responsabilidad. Inevitablemente nuestros indignados, a poco que les pellizcaran, rezumaban bilis contra "la derecha" (Esperanza Aguirre) y sus medios informativos (Telemadrid o Intereconomía, por ejemplo). Nada sobre Zapatero, que en el peor de los casos era tildado de "traidor".

Caldera, Narbona y Valenciano

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Siempre hay un buen giro a la derecha para la izquierda. Excepto en esa anomalía llamada España. España es el único país del primer mundo en resuelta deriva hacia el segundo y con franca vocación de tercero donde la izquierda aún amenaza con izquierdizarse, como si no estuviese sometida a la influencia del resto del planeta (el viejo aislacionismo orientalizante), o incluso nuestra propia experiencia española. Ya sabemos dónde han terminado en España todos los giros a la izquierda. En rectificar mal, tarde y nunca para girar a la derecha cuando ya no hay remedio para lo anterior y entonces anunciar que lo que hace falta es un giro todavía mucho mayor a la izquierda. La resaca, ya se sabe, se soluciona bebiendo otra vez, hasta el coma.

¿Hay gilipollas en la izquierda?

Pablo Molina en Libertad Digital

Los progres creen tener el monopolio de la moral pública, por lo que se consideran a sí mismos los únicos legitimados para juzgar las opiniones y las conductas del resto de los seres vivos. A su vez, los centro-reformistas aceptan la primacía ética de sus rivales y se someten a su juicio con la esperanza de que algún día perdonen su discrepancia ideológica. Ambas actitudes son aprendidas de forma intuitiva desde la primera camiseta astrosa del Che o el primer jersey de marca anudado al cuello respectivamente, de forma que si la izquierda decide que alguien con ideas distintas es gilipollas, el centro-reformismo acepta el veredicto sin rechistar.

En realidad, para los progres todo el que no comparta su basura doctrinal es gilipollas, porque son incapaces de entender que sus ideas son falsas construcciones sociológicas, contrarias al espíritu esencialmente libre del ser humano y causantes por tanto de una repugnancia espontánea en cualquiera que tenga una mínima sensibilidad intelectual para descubrir cómo funcionan las interacciones sociales en los grupos humanos. Convencidos de que sus chorradas conceptuales son el nuevo Decálogo para la humanidad y ajenos a los efectos reales sobre esa misma humanidad cuando tales mandatos se han puesto en práctica, los progres creen sinceramente que sólo una vasta epidemia de gilipollez congénita hace que existan todavía grupúsculos refractarios a aceptar la verdad revelada de la izquierda.

Parecería por tanto que entre las filas de la izquierda no existen gilipollas, pero sin embargo basta una mirada desprejuiciada a los personajes que fungen como líderes de opinión de ese submundo, sus declaraciones y sus conductas públicas, para darse cuenta de que no sólo hay gilipollas en el progresismo, sino que se trata de la categoría más extendida al menos en sus estratos hiperbóreos.

Por fortuna, esta aparente paradoja queda resuelta recurriendo a la autoridad máxima en la materia, El Gran Libro de los Insultos, obra del profesor D. Pancracio Celdrán y Gomariz (La Esfera de los Libros 2008), que en la entrada correspondiente al término que nos ocupa nos explica que el gilipollas, "sujeto con una personalidad mercurial, cambiante e insegura, no es un simple tonto, sino que participa además de la condición espiritual del bocazas que todo lo airea y saca a plaza sin guardar recato en la divulgación de la noticia". El gilipollas, de hecho, "no es malo porque no tiene coeficiente intelectual suficiente, pero es muy inoportuno y por ello peligroso, ya que puede echar cualquier cosa a perder llevado a su falta de juicio y ausencia de criterio para calibrar el alcance de sus acciones y discurso".

Lean de nuevo la definición y decidan ustedes mismos cuál es el político, cineasta, cantante o escritor al que mejor le cuadra. No es de derechas, seguro.

Extremadura

José García Domínguez en Libertad Digital

Para unos, las virtudes balsámicas de la geometría variable; para los demás, la noria del piñón fijo. Como cuando El Guerra toreó en Bilbao y antes de la corrida un plumilla le preguntó: "Maestro, ¿cómo se siente usted aquí, ahora que Sevilla está tan lejos?". A lo que El Guerra le espetó: "Sevilla está donde tiene que estar, pollo. Lo que cae lejos es esto". Igualito que el PSOE, que siempre está donde tiene que estar, y son los otros quienes se acercan o se alejan. Por lo demás, ¿qué clamaron esos indignados tras entregar aquel curita, Madrazo creo que le decían, el Gobierno vasco a la carcundia aranista de Ibarretxe? ¿Acaso alguien recuerda el eco de su lamento airado? ¿O es que entonces no hubo traición a los sagrados principios y al profano electorado? Esperen sentados la respuesta.

El riesgo de que el 15-M invada el Congreso

Editorial de Libertad Digital

Si la izquierda, en general, y el PSOE en particular, quieren escuchar "aldabonazos críticos" ya podrían hacerlo con el que los ciudadanos les han propinado en las urnas el pasado 22 de mayo. Que convoquen elecciones generales y que los ciudadanos decidan en las urnas cuál es la política que quieren respaldar. Ya que el Gobierno se resiste a escuchar ese veredicto de las urnas, podría hacer al menos caso de las recomendaciones del FMI o del Banco de España, organismos que, con todos sus defectos, son mucho más dignos de crédito que estos indignados "okupa plazas" que aspiran a ser okupa congresos.

Sería indignante que, mientras el FMI insta a nuestro Gobierno a que apruebe una reforma laboral "valiente", o mientras el Banco de España le reclama que sea estricto con la deuda de las autonomías, nuestro Congreso se dedicara, aunque sólo fuera en apariencia, a estudiar si toma en consideración las propuestas de quienes, en realidad, sólo están indignados con la democracia.

Muera el capitalismo

Pilar Rahola en La Vanguardia

¿Todos los miles que salieron a manifestarse el domingo están de acuerdo con cargarse el sistema económico? Es decir, las propuestas que surgen de las asambleas y que decoran las pancartas más vistosas del movimiento y cuyas ideas salen de los panfletos más viejos del viejo comunismo ¿serían aplaudidas por la mayoría? ¿Estarían todos de acuerdo en decir “abajo el capital” o “abajo los bancos” o “fuera la clase política”? ¿Estarían de acuerdo en no denunciar a los violentos porque “no creemos en la policía”, tal como dijo un portavoz del movimiento a Jordi Basté, en la entrevista sobre los hechos del Parlament? Quizás ese es el éxito de los convocantes, que no enseñan demasiado lo que piensan, porque si lo hicieran se quedarían muy solos. Y cuando lo hacen, a veces dan pavor.

(...)

Es un drama el desprecio hacia el Estado de derecho que muestran la mayoría de las ideas que sacan la patita más allá de los tuits. Claro que si el libro de cabecera de los líderes del movimiento es un panfleto abominable que no tiene ninguna propuesta, que suma simplezas y que sólo se mueve por la senda resbaladiza de las consignas, todo está más claro.