miércoles, 16 de marzo de 2011

Jaque en el Golfo

Gabriel Albiac en ABC

BAHRÉIN es un pequeño archipiélago de treinta y tres islas, algo menos de setecientos kilómetros cuadrados, unos setecientos mil habitantes (casi la mitad de ellos, trabajadores inmigrados), flotando sobre una enorme bolsa de gas natural y de petróleo. Nada demasiado original en un Golfo hecho de anacronía y dinero. Importa más, para entender lo que allí pasa, su ubicación estratégica: entre la cercana costa de la Arabia Saudí sunnita, a la cual lo une una imponente autopista colgante, y la no lejana costa oeste del Irán chiíta. Lo cual es saberse instalado entre dos trincheras. Aunque sea con opulencia. Nadie en ese pequeño reino feudal, que desde hace tres siglos pastorea monolíticamente el clan de los Al-Khalifah, ignora la cínica respuesta con que los saudíes acogieron en su día la hipótesis iraní de fabricar armas nucleares: «ellos pueden tardar un decenio en construir la bomba; nosotros, una semana en comprarla». Y todos saben que, en ese inevitable choque entre iraníes y saudíes, no quedará espacio alguno para la neutralidad en el Golfo Pérsico.

Quienes han querido jugar al confortable angelismo de los buenos sentimientos ante la matemática coordinación de los golpes de Estado, victoriosos (Egipto, para quedarse como estaba, pero con otro hombre más duro al frente) o bien de destino incierto (Libia, para quedarse como estaba, con el mismo caudillo delirante al mando), en el petrificado mundo político árabe, deberían reflexionar ahora sobre las dos únicas novedades que, de momento, han resultado tras esa confusa sacudida del tablero. Irán empezó moviendo ficha. Por primera vez desde la revolución islámica, su flota de guerra tiene paso expedito al Mediterráneo por Suez. Arabia Saudí respondió anteayer, instalando a su ejército y policía en el reino de Bahréin. En medio de la conmoción mundial que el cataclismo de Japón ha desencadenado, puede que ese despliegue militar haya pasado desapercibido al gran público. Es crítico, sin embargo. Porque, no sólo en Bahréin la popularidad del chiísmo amenaza seriamente a la casta política sunnita, reflejando así en su propio tablero la partida entre iraníes y saudíes; en Bahréin, sobre todo, está ubicado el comando central de la Quinta Flota de los Estados Unidos, esto es, el epicentro militar de una de las zonas más inestables del planeta.

La gran falla a punto de quebrarse en el Golfo Pérsico se llama Arabia Saudí. Mitológica tierra del Profeta, vetada a cualquier penetración no musulmana, que es allí, en rigor, un sacrilegio. Regida por una de las castas más corruptas e incompetentes que haya conocido la política moderna. Inerte en esa obscena amalgama de opulencia petrolera y sacralidad feudal que veta obstinadamente su acceso normal a la historia. Habrá quienes se sigan empeñando en no querer abrir los ojos; habrá quienes quieran atribuir a súbita inspiración democrática, o aun libertaria, el rítmico derrumbe del castillo de naipes norteafricano; quienes prefieran la lírica humanitaria al frío análisis de las determinaciones geográficas, políticas, religiosas. Pero la voluntad de ceguera ni un átomo cambia en los hechos. Irán y Arabia Saudí han movido sus primeros peones. La partida ha comenzado.

Los judíos muertos no son noticia

Mark Steyn en Libertad Digital

Tamar Fogel, de 12 años de edad, volvió a casa la noche del pasado viernes para encontrarse a sus padres, Ruth y Udi Fogel, a sus dos hermanos Yoav (11 años) y Elad (4 años), y su hermana de tres meses asesinados por en sus camas. Habían sido degollados y apuñalados en el corazón.

Eso no tiene nada de impactante: No faltan jóvenes varones musulmanes que disfrutan degollando bebés de tres meses y luego se vuelven a casa soñando con que la plaza del municipio o el partido de fútbol sean bautizados en su honor.

Allá en Gaza, la ciudadanía celebraba la noticia con vítores y repartiendo caramelos.

Tampoco tiene nada de impactante. En el culto a la muerte palestino generalizado, hay incontables legiones que, aunque no tan dispuestas a matar judíos por sí mismas, se limitan a deleitarse en la gloriosa victoria del resto.

Y en el mundo en general se producía una acusada reticencia a dar cobertura informativa a los hechos.

Y, aunque no es impactante precisamente, sí es un útil recordatorio de lo mucho que han cambiado las cosas en cuestión de unos años. El 11 de Septiembre, las grabaciones de los palestinos bailando en las calles y repartiendo caramelos dieron la vuelta a las pantallas de televisión del mundo, y aquella reinona rancia de Arafat pasó inmediatamente al modo control de daños y se apresuró a hacerse grabar donando sangre.

Esta vez no hubo necesidad de control de daños, porque no hubo ninguno. Los medios occidentales desviaron simplemente la vista de las desafortunadas manifestaciones efusivas de sus ojitos derechos palestinos. El gobierno israelí difundió imágenes crudas de los crímenes, pero Youtube retiraba la grabación en cuestión de dos horas. Las modernas "redes sociales" desarrollan de pronto un sentido del decoro tan exquisitamente refinado como el viejo directorio de notables de una ciudad.

Escribe Caroline Glick que, hace una década, la revelación de que el embajador francés en Gran Bretaña Daniel Bernard se refería a Israel como "ese país de mierda" fue escandalosa. Ahora es moneda corriente.

La deslegitimación de Israel hoy es completamente universal: De hecho, en los tiempos que corren los líderes palestinos hablan más de "la solución de dos Estados" que los europeos. El día nacional de Israel, destacadas figuras británicas de origen judío escriben al The Guardian para condenar la existencia del Estado judío. Y la "Semana del Apartheid Israelí" es el regalo multicultural de Toronto al mundo.

Poniendo de relieve su extraña habilidad para pasar por alto lo que pasa, el responsable del Congreso Judío Canadiense tuiteaba hoy:

"El anonimato alimenta lo desagradable en la red".

Hubiera dicho que hasta este triste bobo irrelevante habría notado que el rasgo llamativo de "lo desagradable" hoy es lo poco anónimo que es. Año tras año, el mundo es más alegremente franco con su antisemitismo. Puede que haya que preguntar a John Galliano, o a Julian Assange.

Pero a veces, como cuando se degüella a un bebé, lo que no se está diciendo es exactamente igual de elocuente. Hace poco estuve hablando con un judío húngaro que vivió en Budapest en la clandestinidad durante la Segunda Guerra Mundial, hacia 1944, cuando al gobierno pro-alemán se le estaba acabando la munición y se vio obligado a ponerse creativo.

Esposaban a los judíos en largas cadenas, los subían a un puente, disparaban a un par de cada extremo y luego los empujaban al Danubio para dejar que el peso muerto arrastrara a los que estaban en medio. Tienes que tener un estómago fuerte para desempeñar esa labor, casi igual de fuerte que para matar a niños de tres meses. Pero, mientras mi amigo contaba su relato, yo no pensaba en los monstruos del puente, ni siquiera en los que estaban en las orillas jaleando, sino en las cifras mucho mayores de personas que seguían con sus asuntos y buscaban excusas a lo que estaba pasando. Eso es lo que marcó la diferencia, ayer y hoy.

O nuclear o miseria

José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital

Yo siempre traté de aprender de los mayores. Es decir, antes de Schopenhauer, que fue adulto toda su vida, que de la adolescencia perenne de Zapatero. Aquel viejo de nacimiento mantenía, me creo que pensando expresamente en lo que iba a pasar dos siglos más tarde con el terremoto jurásico, posterior maremoto cretácico y noticiada fuga radioactiva de Japón (como diría Groucho Marx, en Japón sólo ha faltado que encima llueva), que los humanos, para llevar una existencia razonable, no debíamos tener presentes en el día a día las desgracias que seguro van a ocurrir, como nuestro próximo fallecimiento. Y que no debíamos angustiarnos por desgracias teóricamente posibles pero que probablemente no ocurrirán. Como que a nosotros nos pase igual que ahora a Japón.

No podemos estar pensando que nos vamos a levantar la mañana en que un "agujero negro" engullirá a la Tierra y que por causa de esto habrá algún fallo de seguridad en alguna central nuclear. Desgracias imprevisibles que lo más seguro es que no pasen. La seguridad completa no existe, y debemos aprender a poner orden en nuestros asuntos de la forma más inteligente posible. La energía nuclear es una de las formas de poner en orden los asuntos más inteligentes que se han inventado. Por eso mismo tal vez no tenga gran porvenir, en el estado de histeria pública y privada en que vive Occidente. Una gran lección de vida, aquella de Schopenhauer, que nadie en la decadente Europa actual ha comprendido (en cambio, las célebres clases magistrales de Zapatero se entienden mucho mejor). Corren ahora los dirigentes europeos, al frente de la opinión pública, a cerrar la única fuente energética que asegura la supervivencia de sus países, no vaya a ser que la constelación de Andrómeda se precipite un día contra Bruselas y la central nuclear más próxima cause un disgusto. Y mientras estamos entretenidos con estos temores, otras cosas nos matan.

Los monstruos, nucleares o no, no es que no existan. Es que existen poco. Y no pueden mediatizarnos la vida. El mediático miedo occidental a la palabra "isótopo", que no nos deja vivir estos días, hace que no tengamos presente el terror seguro que deberíamos sentir hacia la palabra "miseria". Porque, cuando no haya petróleo, o nuclear o miseria. Así estarán las cosas mientras alguien no idee la forma de mover el mundo a pedales. Cambiamos con alivio una muerte improbable por una muerte de asco cierta. Justo lo que nos aconsejaba Schopenhauer.

Con el crudo acaparado por países golfos o países barbudos, con el gas suministrado a España por países barbudos o países golfos, con la fotovoltaica aromando a gasoil de noche, con los molinillos dedicándose a despedazar pájaros como misión principal, la única alternativa al colapso occidental venidero era la energía nuclear, a la que los dirigentes y los medios, siempre tan entusiastas cuando se trata de debilitarnos, ya han cavado la tumba. Ahora habrá, me temo, poco que hacer ya. Se le está dando el mismo tratamiento global a lo de la central de Fukushima que a aquella epidemia de "gripe A" por la que íbamos a morir todos. Va a ser complicado que en Europa, no digamos en España, vuelva el estricto realismo. Lo de Japón hará que triunfen mentes como la de Zapatero y no como la de Schopenhauer. Una apuesta segura. Directos hacia la miseria.

Blanqueando los sepulcros del Grapo

José García Domínguez en Libertad Digital

En este viejo país ineficiente, la encargada de fabricar la memoria colectiva es la única empresa pública que funciona. Así los guionistas de Cuéntame, esforzados remedos domésticos del protagonista de 1984. Aquel Winston Smith siempre ocupado en retocar viejas noticias en la hemeroteca del Times para que los hechos históricos jamás osaran desviarse de la doctrina coyuntural del partido en cada instante del tiempo. Por algo, la máxima del Ministerio de la Verdad donde ocupaba sus horas: "Quien domina el pasado, domina el futuro, y quien domina el presente domina el pasado". Una intuición, por cierto, que asaltaría al propio Orwell tras su paso por la Barcelona revolucionaria.

Recuerda al respecto en Mi Guerra Civil Española: "En España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos. (...) Vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido". Lo vio entonces e igual podría seguir viéndolo hoy. Sin ir más lejos, en el último episodio de ese serial, Cuéntame. Veintiséis de mayo de 1979, una secta de idiotas de extrema izquierda que se hacen llamar Grapo asesina a diez personas en la cafetería madrileña California 47. Apresados y juzgados, los autores de la matanza son objeto de condenas firmes que en todos los casos superan los doscientos años de reclusión.

Hasta ahí, sintéticos, los hechos. A partir de ahí, ímprobo, el trabajo del Winston Smith de guardia en Televisión Española. Y es que, entre la palabra de la Justicia y la del Camarada Arenas, el ente no duda: se queda con la del jefe de la banda. Atónito, lo acaba de referir en carta al director de El Mundo don Joaquín García Marquina, cuatro años de su vida migrando de hospital en hospital con la metralla de aquella bomba instalada en sus entrañas: "Para mi estupefacción, durante todo el episodio, los guionistas de la serie achacan la autoría del atentado genéricamente a los fascistas". Al punto de convertir a un facha de tebeo, amigo de uno de los protagonistas, "en el principal sospechoso de haber puesto la bomba". ¿Aclaración final? Nunca la hubo. Felicidades, pues, Oliart: otra línea reescrita.

El patriota

Alfonso Ussía en La Razón

Jamás he llegado a ubicar correctamente en el mapa la Patria de estos socialistas vascos. Sí la de Nicolás Redondo, o Buesa, e incluso creía haber encontrado la Patria de Pachi López, pero sus últimas declaraciones me indican que puedo estar equivocado. Pero nunca he encontrado en mapa alguno la Patria de Jesús Eguiguren, que por desgracia, no es la misma que la mía y la de una apabullante mayoría de españoles. Si oponerse a la legalización de un partido político estrechamente ligado con la ETA representa una postura antipatriótica, que venga Eguiguren y nos ofrezca su versión del patriotismo. No queremos en nuestras instituciones democráticas a cómplices de asesinos. No queremos en nuestras instituciones democráticas a terroristas. No queremos en nuestras instituciones democráticas a quienes aún no han pedido perdón por ensangrentar España durante cuarenta años. No queremos creernos el súbito cambio de actitud de esa pandilla de indeseables, incapaces de condenar los crímenes de mil inocentes y las ruinas morales y anímicas de sus familias. Tiene que pasar mucho tiempo para que las cloacas del entorno del terrorismo puedan ver la luz. Mucho tiempo sin la ETA, sin Batasuna y sin «Sortu». Algunas generaciones. Los antipatriotas, según Eguiguren, somos muchos millones de españoles que tenemos una Patria, un Estado de Derecho y una Constitución que nos garantiza la libertad. Se llama España. Si Eguiguren es de otra Patria, que se la busque por donde le apetezca, y si la encuentra, que la disfrute. Sin insultar.