jueves, 17 de febrero de 2011

Progrez, lobreguez

Bernd Dietz en Libertad Digital

Damos la sensación de ser el país que con más entusiasmo ha abrazado la autodenominada cultura de la calidad, para acomodarla a coordenadas atávicas. Ya se sabe, esa tendencia a primar las apariencias sobre los realidades; el formalismo burocrático sobre el contenido efectivo; la aplicación interesada de la norma sobre la ecuanimidad de la medida; el soporte material sobre el mensaje; el rodillo indiscriminado sobre el análisis del caso individual; el membrete y el sello oficial sobre la certeza; la filiación sectaria sobre la valía del individuo concreto; la verdad judicial, jejejé, sobre la verdad de verdad. Y así sucesivamente, desde nuestro más rancio vaticanismo corleonés, hasta darle la vuelta a la bondad o cordura de las actuaciones cual si de un calcetín se tratase. Nada nuevo bajo el sol. Casticismo imperecedero. Modernez legañosa. La epifanía de asomarnos al espejo, sin poder culpar a nadie ajeno a nosotros.

La cultura de la calidad es progresista, pues establece protocolos que, si bien podrían ser engorrosos de cumplir para una cabeza creativa, no requieren talento, inteligencia o querer pensar. Es igualitarista, al odiar cualquier jerarquización axiológica o prelación intelectual (algo complementario con que la señora Aído, sus denunciadas dadivosidades aparte, montase un organigrama con nueve mujeres por cada varón, de sobrada que iba). La cultura de la calidad descrita se explaya a dos carrillos sobre la exigencia. Hipócritamente. Pues sabiéndose entre pardillos, conmilitones y otros artistas de la simulación, la concibe como puritita sumisión a sus dogmas, reglamentos, encuestas, autoinformes, auditorías y demás juegos de manos para justificar lo torcido. Y así se llenan los bolsillos los embelecadores, nescientes y obcecados que conforman el mandarinato de la corrección política. Porque políticamente correcto quiere decir aquí: moralmente injusto e intelectualmente falso, una sordidez obligatoria al mandarlo la moda y quien tiene la sartén por el mango.

La cultura de la calidad es a la calidad lo que la didáctica de las matemáticas es a las matemáticas: un sucedáneo infantil, prescrito con receta populista; una suplantación en cartón piedra, un MacGuffin para velar las verdades; y una ocasión de oro para que quienes aborrecen el álgebra campen sobre los matemáticos, autoproclamándose sus intermediarios y superiores jerárquicos en la pirámide institucional. La potestas metiendo en vereda a la auctoritas. Lo de siempre. Algo para dar gustito a acomplejados, desaprensivos y manilargos. ¿Acaso llegar democráticamente al poder, como hizo Hitler y han hecho otros tarados devastadores (con o sin ayuditas de terroristas, cloacas e intoxicación mediática, según aquí nos suena), garantizó alguna vez que fuera a gobernarse con sabiduría y honestidad?

Aunque, puestos a hablar de macguffins, de corrección política y de cultura de la calidad, nada como la hipersensibilidad, melindrosa hasta el ridículo, con la velocidad en las carreteras, el humo del tabaco o el lenguaje ofensivo de un ciudadano de derechas con respecto a otro de izquierdas. A la inversa es metafísicamente imposible que pueda mediar insulto, pues resulta de lo más natural y reivindicativo que ministras del jaez de Pajín justifiquen sus antojos porque la decisión les sale de los cojones [sic] o que toda una subdirectora general de Tráfico se dirija por conducto oficial a sus subordinados con admoniciones del tipo por el culo te la hinco [sic] y chúpame un huevo [sic]. ¡Ay del que perciba una agresión sexista, que lo fulminan obligándole a dimitir los mismos ingenieros de almas que pretenden perseguir penalmente que a un gordo se le pueda decir gordo!

Situar tales asnadas de cotolengo en el epicentro de la actualidad política, poniendo a su servicio a jueces, policías, comunicadores, rockeros, actores e intelectuales de prosapia progresista, funciona. A estos custodios de la ética no se les ocurriría ni por asomo escandalizarse con el caso de la hija de Chaves, las mesnadas de parientes de altos cargos que se han forrado el riñón (y el resto de las vísceras) con los ERE y las coimas de Al-Ándalus o las malandanzas de ese hombre-orquesta y cazador cazado que es el señor Garzón. Están demasiado ocupados considerando ilegalizar o amaestrar todavía más al PP, puesto que tales fieras (y no los aprovechados de la nomenklatura socialista y sus papás) estarían dizque emparentadas con el régimen anterior. Nuestra casa de orates y pícaros queda humillantemente expuesta. En la última cena de Viridiana (empeorada, aumentada y con sillón vitalicio para los comensales) resplandece el emblema de lo que, con ahínco y desparpajo, hemos logrado darnos.

"Una política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta". Así calificaba Manuel Azaña a sus colegas de recio progresismo, a la hora de explicar el batacazo de la II República. El franquismo aún no tenía carácter. ¿Qué no vituperaría hoy, una vez instalados estos nuevos resabios, el político alcalaíno (quien pese a sus notorios defectos era un hombre decente, dotado de corazón e inteligencia) de los miembros y miembras que cortan hoy el bacalao, mientras esparcen su vileza a espuertas, en nuestra triste y bienamada España?

Cuando el dedo señala la luna, la cultura de la calidad mira ominosa a nuestras partes blandas, dispuesta a despojarnos, con monomanía capadora, de cuanto de fecundo sobreviva entre nosotros. Cuando haya arramblado con todo, podrá cortarnos a machetazos, quemar nuestros cuerpos, todavía palpitantes, y decretar el hermanamiento con Uganda, donde jamás habrían desentonado, hasta ahí podríamos llegar los apóstoles de la alianza de civilizaciones, el GAL, el gracejo de mienmano y el 11-M.

Dictaduras de nueva generación

Lara Vidal en Libertad Digital

La fe de algunos políticos y periodistas en determinadas consignas supera con mucho la de no pocos creyentes en cualquier religión. El caso de Egipto es buena prueba de ello. Mucho hablar de que el pueblo egipcio estaba viviendo una primavera de libertad y, al final, todo ha terminado en un cuartelazo más. Los que conocen la Historia de Egipto –pocos, dicho sea de paso– lo habían dicho y, por supuesto, no se equivocaban. ¿Va a surgir de este golpe militar una democracia? Sinceramente, no cabe esperarlo. En realidad, lo más seguro es que nos encontremos, al final de todo, con una dictadura de nueva generación.

Lenin, Hitler, Stalin, Castro estaban convencidos de que sin una buena red de represión penitenciaria era imposible mantener su gobierno tiránico. Se equivocaban y lo pagaron decenas de millones de desdichados. La caída del Muro de Berlín dejó de manifiesto que es más que posible instaurar un régimen dictatorial permitiendo, al mismo tiempo, los partidos, elecciones periódicas e incluso cierta libertad de prensa. Naturalmente, para mantener en pie el edificio hay que controlar una distribución de los medios de comunicación que logre que su labor no pueda alterar un resultado electoral. También hay que cercar a los opositores –incluso sobornarlos– de manera que no vayan más allá de un decorado escasamente efectivo. Finalmente, a los pocos disidentes que sigan quedando hay que convertirlos, silenciarlos o –sólo de manera excepcional– eliminarlos.

En una nación donde casi sólo se cuentan los logros del régimen y los desvelos por nuestro bienestar; donde la tradición histórica es más bien ovejuna y donde incluso se puede echar mano de un cimiento religioso dispuesto a pactar con el poder, el resultado suele ser el de la dictadura esperada. Formalmente, se puede presentar de cara al exterior la imagen de un régimen que si no del todo democrático al menos avanza por el luminoso sendero de las reformas. En la práctica, nos encontramos, sin embargo, con una dictadura que ha seguido el consejo de Lampedusa de cambiar todo para dejar todo igual.

Es lo que va a suceder en Egipto; es lo que sucede en la Rusia de Putin y es lo que desgraciadamente se viene persiguiendo desde hace décadas en naciones como Italia y España por no citar buena parte de Hispanoamérica. Al final –no cabe engañarse– la democracia sólo ha arraigado sin marcha atrás en naciones donde triunfaron los puritanos (Inglaterra, Estados Unidos y las antiguas colonias del Canadá, Australia y Nueva Zelanda) o la Reforma fue indiscutida desde el principio como es el caso de Holanda o las naciones escandinavas. Donde, por el contrario, la democracia ha nacido como consecuencia de la segunda guerra mundial o de las presiones norteamericanas no es que exista posibilidad de retroceder en lo avanzado, es que hay una enorme posibilidad de degenerar en dictaduras de nueva generación y, llegado el caso, da lo mismo que quien gobierne se llame Suleimán o ZP.

Humo y hierbas del 68

Cristina Losada en Libertad Digital

Tiene guasa que los parvenus al sesentayochismo se hayan cargado el espíritu del 68, pero así es y así parece. Qué mayor símbolo de ese parricidio que la amenaza de multa al musical Hair a cuenta de que se fuman unas buenas hierbas en escena. Se meten con Hair, nada menos. Una obra que, junto a Oh! Calcutta!, Jesucristo Superstar o el Rocky Horror Picture Show, representa y revive de inmediato, sólo con nombrarla, aquella época desordenada que luego hemos padecido como mito. Y mitificada, en especial, por quienes ahora blanden las tijeras de la censura, sea para proceder a la castración de unos porros de mentira o retirar anuncios de ropa interior femenina. Nada respetan, ni libertad artística ni, por supuesto, libertad individual. Cómo van a respetarla, si es la madre de todos los vicios.

Encabezado por lustrosas ñoñas, tenemos en faena al negro batallón que en la comedia de Ibánez Serrador actuaba bajo el nombre de Liga Femenina contra la Frivolidad. Cualquier día, vestirán a la Maja desnuda. Ya sucedió al otro lado del charco. Pero que le quiten el humo a Hair no ha ocurrido ni allí donde se aplican leyes anti-tabaco severas. Y es que a Pajín y compañía les pasa como al nuevo rico. Han de demostrar que son lo que no son, sobreactúan, se exceden en la imitación y el resultado es el ridículo. Alega esa ministra que el teatro es un lugar de trabajo y no cabe excepción. Reduce, así, el espacio de la obra dramática a la prosaica condición de oficina, a un lugar corriente y moliente, lejos del fuego sagrado del arte. Aunque bien les está a quienes tanto insistieron en proletarizarse como "trabajadores de la cultura". Lo cual nos lleva al cine: ¿se prohibirá fumar en las películas? Hable, Leire.

El conflicto de intereses entre fumadores y no fumadores se podía resolver con sentido común y, en los bares, con buena ventilación. Pero el Gobierno prefirió sumarse a la histeria rigorista y aun añadirle. El neopuritanismo en boga, con su selectiva intolerancia, le va como anillo al dedo a ese autoritario que el ungido lleva dentro. Cierto, de aquellos "prohibido prohibir" han venido estos "todo prohibido", al fosilizarse la heterodoxia y el antiautoritarismo en sus contrarios. Pero ese grupo generacional que aquí se ha elevado a ministerios y poltronas sabe de aquello lo que haya visto en los tebeos. Su intolerancia, rigidez e intransigencia vienen de fábrica. Pobre gente sin mundo que quiere presumir de referencias. Qué 68. Sólo son paletos.

El imperio de la lengua

Francisco Caja en Libertad Digital

Que la política lingüística escolar llevada a cabo en los últimos 17 años por el Gobierno catalán –la imposición del llamado sistema de inmersión lingüística– no sólo está fuera de la ley, sino que es inconstitucional está fuera de toda duda tras las recientes sentencias del Tribunal Supremo. Dice el Tribunal Supremo:

Como afirma el motivo y en contra de la doctrina del Tribunal Constitucional esa exclusión de hecho del castellano como lengua vehicular pervierte el modelo lingüístico establecido en la Constitución de conjunción lingüística o de bilingüismo integral de modo que se implanta un modelo de inmersión lingüística contrario al espíritu y a la letra de la Constitución.

Y en consecuencia, el Tribunal Supremo ordena a la Generalidad que adopte

cuantas medidas sean necesarias para adaptar su sistema de enseñanza a la nueva situación creada por la declaración de la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional que considera también al castellano como lengua vehicular de la enseñanza en Cataluña junto con el catalán, incluyendo el derecho de los niños en educación infantil a recibir la enseñanza en la lengua peticionada por los padres y de igual modo declaramos que el modelo oficial de preinscripción en educación infantil ha de preguntar por la lengua habitual a los padres o tutores de los niños preinscritos en los cursos escolares en centros sostenidos con fondos públicos.

¿Cuál ha sido la respuesta de la Generalidad a la inapelable (en un Estado de Derecho) decisión del Tribunal? No acatar la sentencia. De manera ostentosa: tanto la consejera de Enseñanza como el presidente de la Generalidad han declarado de forma reiterada que no modificarán ni una coma de su política y seguirán implantando el sistema de inmersión lingüística. Y en la primera ocasión (al aprobar las normas de preinscripción y matriculación para el próximo curso) han dictado una resolución que hace caso omiso de las resoluciones judiciales: sigue imponiendo el sistema de inmersión lingüística, no contempla el derecho de los niños en educación infantil a recibir la enseñanza en la lengua peticionada por los padres y no incluye la pregunta por la lengua habitual del escolar.

Está claro, para el Gobierno catalán el imperio de la lengua está por encima del imperio de la ley. ¡Todo por la lengua sagrada! Porque la lengua sagrada exige todo: si es necesario delinquir, se delinque. Porque no acatar las decisiones de los tribunales y dictar, como es el caso, una resolución injusta a sabiendas de su injusticia es un delito.

Pero una cosa es cierta: ellos son lo que son no por designación de la diosa lengua sino por la ley: la ley y no la lengua los ha hecho presidente y consejera de la Generalidad, unos cargos a los que han accedido tras jurar o prometer fidelidad a la Constitución. Al negarse a someterse al imperio de la ley que legitima su poder, se deslegitiman y se hacen indignos para ejercerlo. Por esa razón han de ser separados del cargo que ejercen; esa es la pena que reserva el Código Penal para los culpables de un delito de prevaricación: inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de siete a diez años.

Están en juego los fundamentos mismos del Estado de Derecho: el sometimiento de los poderes públicos a las decisiones de los tribunales de justicia, la separación de poderes, fundamento desde que Montesquieu lo escribiera en su De l’esprit des lois. Convivencia Cívica Catalana ha presentado la correspondiente querella criminal para restaurar en Cataluña el Estado de Derecho. Porque el imperio de la ley deber estar por encima del de la lengua para que un orden político pueda ser llamado democrático.

¿Cuál será la actitud del Ministerio Fiscal, que, recordémoslo, "tiene por misión promover la acción de la Justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la Ley, de oficio o a petición de los interesados, así como velar por la independencia de los Tribunales y procurar ante ellos la satisfacción del interés social"?

¿Quién indemnizará a los padres cuyos hijos no ha recibido la educación bilingüe que prescribe la Constitución española durante los últimos diecisiete años? Los Gobiernos catalanes han contraído una grave responsabilidad por la que los ciudadanos catalanes le deberán pasar cuentas. Que sus hijos reciban una enseñanza bilingüe depende de ellos; tras las sentencias del Supremo bastará con exigirla mediante una sencilla instancia al Gobierno catalán: los pueden hacer poniéndose en contacto con Convivencia Cívica Catalana a través de su página web. Para restaurar en Cataluña el imperio de la ley.

Francisco Caja es presidente de Convivencia Cívica Catalana.

Violencia doméstica e incompetencia gubernamental

Editorial de Libertad Digital

"Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces": eso dice el refranero español, y eso mismo se le podría aplicar a los propagandísticos desvelos del Gobierno de Zapatero por atajar la violencia doméstica frente a su rotundo y clamoroso fracaso en este terreno.

Por puro afán propagandístico, Zapatero impulsó nada más llegar al poder la demagógica Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, que establece penas distintas en función de si la violencia la perpetra un varón o una mujer. Además de cercenar con ello un principio constitucional como la igualdad ante la ley, esta normativa discriminatoria carecía de suficientes medidas protectoras y de la financiación necesaria, al tiempo que ignoraba normas que ofrecían un claro riesgo de solapamiento e interferencias entre administraciones. Así se lo advirtieron claramente al Gobierno órganos consultivos como el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Estado y el Consejo Económico y Social. Pero el Gobierno hizo caso omiso de todo ello, con el condesciende respaldo de la oposición.

Otro tanto se podría decir del recientemente suprimido Ministerio de Igualdad, que no ha servido más que para dilapidar ingentes cantidades del dinero del contribuyente. Esta ya de por sí costosa burocracia no ha hecho otra cosa que subvencionar delirantes "estudios" sobre la mujer y el feminismo, del que se han aprovechado organizaciones afines al PSOE, al tiempo que solapaba o incluso sustituía la acción de la Justicia con "cursillos de igualdad" en sustitución del cumplimiento de la pena de reclusión a los maltratadores.

Paralelamente, el Gobierno ha escatimado medios a quienes deberían ser los principales encargados de velar por la integridad de los ciudadanos, como son los tribunales de Justicia y la policía.

El resultado de todo ello ha sido el espectacular incremento que, desde 2004 y año tras año, ha experimentado el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas en nuestro país. En este sentido, la última víctima mortal de la mal llamada "violencia de género", asesinada este martes en Málaga a manos de su ex pareja, no por paradigmática deja de ser un episodio más en esta sangrienta crónica de un fracaso anunciado: una comisión del antiguo Ministerio de Igualdad y de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) denegó en agosto a la víctima el servicio de teleasistencia móvil para víctimas de violencia de género. Pero lo más grave de todo es que su ex pareja y presunto asesino tenía ya una sentencia condenatoria por dos delitos de amenazas en el ámbito familiar y por un delito de maltrato simple. Su pena a dos años de prisión fue suspendida, condicionada al cumplimiento de cursillos "en materia de igualdad".

Al rifirrafe entre las distintas administraciones a la hora de echarse la culpa por la denegación de la ayuda que requirió la víctima, se suma la denuncia efectuada por policías destinados a unidades de prevención, asistencia y protección a las víctimas de malos tratos, que aseguran carecer de medios básicos para llevar a cabo su tarea, como vehículos u ordenadores.

"Algo ha fallado", ha tenido que reconocer Rubalcaba. Y tanto que sí: han fallado las demagógicas presunciones con las que este Gobierno no ha hecho otra cosa que encubrir sus carencias a la hora de combatir esta lacra social.

Cursillo de igualdad

César Vidal en La Razón

Era una de tantas mujeres maltratadas. Pidió ayuda a la judicatura y a una federación de municipios controlada por el PSOE. Se la denegaron. La razón era de peso. Su maltratador había seguido un cursillo de igualdad, una de las genialidades de la ministra Aído mantenida por su sucesora Pajín. El resultado de esa suma de decisiones fue rápido y fulminante porque el maltratador mató a la maltratada y el nombre de la víctima, en apenas unas horas, se disolvió en el largo listado de muertes no evitadas por la legislación y la gestión de los gobiernos de ZP. En un acto de cinismo tan propio de él como lo es el veneno en la serpiente de cascabel, Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro del Interior que no ha logrado contener el ascenso de la criminalidad, nos ha informado de que la muerte se ha producido porque algo ha fallado. Se trata de una afirmación digna de figurar en una antología de grandes figuras al lado de Confucio, Platón o el mismo Jesús de Nazaret. Claro que bien mirado sí es cierto que algo ha fallado. Ha fallado la ideología de género de arriba a abajo y el último crimen es tan sólo una de sus pavorosas consecuencias. Cualquiera que ha tratado a delincuentes por un tiempo sabe de sobra que toda esa palabrería progre sobre las causas sociales e ideológicas del delito es una estupidez además de mayúscula sumamente peligrosa. Hay gente de humildísima cuna que, a pesar de agobiantes circunstancias, tiene una honradez acrisolada y personajes de alto rango que, criados entre algodones, no han dejado de delinquir desde que alcanzaron el uso de la razón. Si a semejante necedad se suma la ideología de género, las consecuencias son, en el sentido más literal, letales. Pero claro, la ideología de género insiste en que es la horrible sociedad machista la que provoca los crímenes y puesto que la causa se encuentra en la ideología presupone que un cambio radical de ésta puede tener efectos beatíficos. La primera consecuencia de semejante dislate es que fuera de la violencia doméstica han quedado las agresiones de las hijas hacia las madres –cifra escalofriante– la de los padres hacia los niños –peor si cabe– o la de las mujeres hacia sus parejas. Como todos esos casos, por sangrantes que sean, no encajan en la ideología de género se niegan y adelante con las miembras. La segunda es la manipulación que de la ideología se lleva a cabo en las más diversas ramas de la Administración lo mismo contratando más de un noventa por ciento de mujeres en el Ministerio de Igualdad que presentando, como ha indicado algún juez, falsas denuncias contra el ex marido que, por el hecho de ser varón, ya es culpable. La tercera –y peor– es que como el delito no es abordado como tal sino como un proceso ideológico sujeto a dudosos métodos de ingeniería social los homicidios y las agresiones no han dejado de aumentar. La vida de esta desdichada mujer –como la de tantas– ha sido sesgada por un delincuente repugnante, pero la culpa de que no haya recibido la protección adecuada recae sobre las Bibianas, las Leires y las miembras que difunden una ideología de resultados criminales, ésa que cree que se puede reformar a un asesino potencial mediante un curso de igualdad.

Violación en la plaza

Alfonso Rojo en ABC

El comunicado de la CBS, corto y frío como un escalpelo, estremece. Cuenta que el 11 de febrero, el día que Mubarak fue destronado, la corresponsal Lara Logan estaba cubriendo el jolgorio de la Plaza Tahrir cuando fue rodeada por una turba de hombres enfebrecidos, separada a empellones de su equipo, violada brutalmente muchas veces y golpeada hasta el desmayo. Fue rescatada, al final, por una veintena de soldados alertados por varias mujeres y ahora se recupera en un hospital de Estados Unidos.

Lo primero que se le ocurre a uno es que para ser la Revolución de la Luz, como algunos la han bautizado poéticamente, la de Egipto ha tenido un prólogo bastante sombrío. No entro a juzgar, porque me produce vómito, el comportamiento de los facinerosos, que no eran unos pocos sino doscientos, pero creo que la actitud de la gente merece una reflexión.

¿Cómo es posible que algo así pueda suceder a la vista de todo el mundo, en medio de la multitud y con semejante saña? ¿Ser rubia, mujer, guapa y occidental va a ser también pecado?

No sería justo convertir la anécdota, por espantosa que sea, en categoría, pero resulta evidente que los protagonistas de la revuelta no eran solo blogueros, tuiteros y ejecutivos de Google, abrasados por el deseo de libertad y empeñados en tomar el destino en sus manos.

No hay epitafio sobre el régimen de Mubarak, donde no se afirme que Internet ha sido el arma más potente de la oposición, pero cada día tengo más dudas. Se pasa por alto que los secuaces del rais fueron capaces, en minutos, en la medianoche del 28 de enero, de cortar Facebook, Twitter, correo electrónico y «sms». Y que tuvieron seco al país cinco días. ¿Y si fue el Ejército, como en la Rumanía de Ceaucescu, quien manejo todos los hilos? Incluido el de internet.