sábado, 7 de mayo de 2011

Viñeta de Esteban en La Razón

El clásico de Rubalcaba

Tomás Cuesta en ABC

La precampaña en España es un clásico en el que la pegada de carteles se ha convertido en un rito judicial mediante el cual las candidaturas de ETA son blanqueadas al filo de las campanadas. Doblan a muerto, tañidos negros y que corra el «kalimotxo». Para solaz de la grada proetarra, aquí sí ha habido patadas, entradas alevosas, agarrones y desgarrones, trampas, juego subterráneo y tensión en los banquillos. Y al final, el equipo arbitral, los jueces de línea y los del Constitucional que miran para otro lado; penalti a favor de Bildu. Hace cuatro años, otros jueces y los mismos jueces dejaron al equipo de ETA con la mitad de las listas sobre el campo. Este año, la noticia del clásico ha sido que todo vale. Ni una triste alineación ha quedado excluida de la gran «fiesta de la democracia». Y los últimos en enterarse, como siempre, han sido los probos ciudadanos. O sea, que cornudos como siempre y, también como siempre, chasqueados.

Toda la documentación elaborada por las Fuerzas de Seguridad del Estado, las actas de las reuniones entre los terroristas y sus mandados políticos, las evidencias, certezas y pruebas que conectan a los de la capucha con los de la urna, no han servido para nada, salvo que el objetivo fuera engordar la sensación de impunidad de la jauría etarra y ofrecerle, además, una satisfacción suplementaria a costa de reírse de las instituciones y repartir collejas a la «txakurrada». Rubalcaba tendría que dimitir-ja-ja (ojo al chiste, que es de plata) por prurito profesional y porque ni como traidorzuelo alcanza a dar la talla. Sin poner el acento en quisicosas menores (la moral, la decencia, la dignidad, la ética; el compromiso contraído con los vivos y el contrato de sangre con los asesinados), es reo de lesa incapacidad —formal y técnica— a la hora de poner coto a una siniestra martingala. En esas condiciones, cada minuto que continúe en el Gobierno es un ítem que corrobora las sospechas de que el fallo del Constitucional ha sido un petardazo. Si a la Guardia Civil, a la Policía Nacional, al CNI y al ministro del ramo no les cabía, ni les cabe, la más mínima duda de que Bildu es la ganzúa con que los taliboinas van a descerrajar los plenos y las cajas, el fracaso del vicepresidente resulta tan palmario que sólo le queda una salida: la de emergencia y cuanto antes. ¿Cuánto antes? Ja, ja. La carca-ja-ja-da inacabable.

En cuanto a esa notilla insulsa que ha expedido el PP atribuyendo el desafuero a una «exigua mayoría» de leguleyos descarriados parece una intentona de convertir el clásico en un penoso derbi a orillas del Manzanares. «Jugamos como nunca, perdimos como siempre». Vamos, que si el PNV hubiese cumplido su bravata de embestir contra la tramitación presupuestaria, ahí estaban Rajoy y sus mariachis para echar un capote al fugitivo en vez de los pies por alto. Una «exigua mayoría», qué alivio, qué descanso. «El día que la mataron, Lupita estaba de suerte. De seis tiros que la hirieron, no más tres eran de muerte». Corridos de vergüenza, se impone el corrido clásico. ¡Vengan clásicos!

El ámbito político del TC

Manuel Martín Ferrand en ABC

Si nos atenemos a la definición de respeto que da en su diccionario Julio Casares —«Justa apreciación de las excelencias morales de una persona y acatamiento que por tal causa se le hace»— es más difícil respetar al TC que preside Pascual Sala, un notable magistrado presente en todas las salsas judiciales del socialismo español desde los ya lejanos días en que Felipe González acabó con la separación de los poderes del Estado y Alfonso Guerra pudo anunciar, con precisión científica, la muerte de Montesquieu, barón de Secondat; la enfermedad de partida de nuestra democracia.

Los hinchas de Bin Laden

Hermann Tertsch en ABC

La organización terrorista Al Qaida confirmó ayer la muerte de Osama bin Laden. Se lo agradecemos porque nos ahorra la lata de quienes por principio no se creen nada que suene a versión oficial norteamericana. Y evita también el intento de venta de exclusivas de quienes pretenden haberlo visto en Copacabana, en el Tíbet, en Damasco o en el Bernabéu. Dada la palabra de Al Qaida, todos habrán de darse por enterados de que el «jeque general de la “yihad” en el mundo» y el «león del islam» ya no está con nosotros. Al Qaida lanza por lo demás sus consabidas amenazas que a estas alturas tienen poco interés. Y llamaba a grandes protestas en todo Pakistán para expresar el furor que los embarga. Pues este viernes, pese a los llamamientos de otros grupos radicales islámicos, los hinchas de Bin Laden en Pakistán, en todo Pakistán, no hubieran llenado un estadio de segunda división. La concentración más grande, según Al Yazira, en la ciudad de Quetta, capital de Baluchistán, no llegó a los 1.500 feligreses. En otras ciudades fueron un par de cientos. Dado que la población de Pakistán es de nada menos que 187 millones de almas, en su inmensa mayoría musulmanas muy piadosas, hay que deducir una vez más que la enorme preocupación de ciertos círculos occidentales por no herir la sensibilidad musulmana era como poco exagerada. ¡Qué angustia la de ciertos sectores occidentales por el hecho de que EE.UU. matara a su enemigo n.º 1 y no le diera un sepelio con honores! Nos hizo temer una terrible venganza «post mortem» que confirmara esa tesis tan popular —en España al parecer razón de Estado— de que a los terroristas no hay que provocarlos. Pues ni caso. Al final resulta que Bin Laden tenía más hinchas aquí que en aquella sociedad abigarrada de mezquitas, madrasas y fanatismo del Pakistán popular.

Una agradable vergüenza

Maite Nolla en Libertad Digital

Como dijo un diputado del PSOE, ya tenemos una decisión agradable. Así es como saluda la sentencia del Constitucional el partido del Gobierno que pretendió la ilegalización de los que ahora salen del "Guantánamo electoral". Lo que ha pasado con Bildu es absurdo, si no fuera porque estamos ante el guión de una comedia planeada desde hace tiempo. Digo que es absurdo –luego añadiremos alguna cosa más– porque la sentencia del Constitucional sobre Bildu supone que el Gobierno del partido que quería una decisión agradable ha acabado perdiendo el pleito que ellos iniciaron. Al fin y al cabo, la sentencia del Constitucional es el final de un proceso que inicia el mismo Gobierno obligando a la Abogacía del Estado y a la Fiscalía a presentar sendas demandas. Con lo cual se nos plantean algunas cuestiones: ¿Felicitamos al Gobierno por haber perdido el pleito o felicitamos al PSE por haber ganado?

Lo cierto es que esta es una historia de cobardes. Si la opinión del Gobierno era la de Madina o la de Patxi López o la de Caamaño cuando dijo que "Sortu no era ETA", creo yo que el Gobierno debería haber asumido las consecuencias y a otra cosa. Que yo sepa los abogados del Estado no presentan demandas de motu proprio, sino porque tienen órdenes de hacerlo. Pero no, el Gobierno ha querido que fueran otros los que tomaran la decisión que ellos podían haber tomado. ¿Qué necesidad tenía Zapatero de pringar a los pobres magistrados del Constitucional? Entre Zapatero y Rubalcaba tienen cara suficiente para justificar que no se presentaban las demandas; tienen cara para eso y para mucho más.

Y el PP, como en casi todo, no es sólo un PP, pero manda Rajoy. Y el que manda no puede hacer como si esto no fuera parte de un guión, porque corre el riesgo de que acabemos pensando que la posición del PP es también parte del mismo guión. Se les pide que hagan algo, aunque sólo sea porque les han llamado de todo sin hacer nada. Les han acusado de no querer ver el final del terrorismo, de dar balones de oxígeno a ETA o de poner en riesgo la "unidad"; y ahora les van a acusar de no respetar las decisiones judiciales, y si no al tiempo. No se les pide que encarguen un editorial conjunto a sus periodistas a sueldo –que en el PP también los hay– ni que convoquen una manifestación. Sólo con denunciar esta comedia y con un compromisillo de nada para intentar revertir esto cuando gobiernen, sería suficiente.

La democracia en España ha perdido, de repente, nueve años. Estamos como antes de 2002. ¿Agradable? Una vergüenza.


La insidia de Rubalcaba

Editorial de Libertad Digital

A la escandalosa decisión del Tribunal Constitucional de permitir a Bildu presentarse a las elecciones, tenemos que sumar las insidias del principal responsable de ese crimen, que no es otro que el vicepresidente y ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Quien fuera portavoz del Gobierno de los GAL se ha dado el gusto de darnos lecciones de justicia y democracia a los que hemos criticado la sentencia que quería el Gobierno, dudando precisamente de nuestro carácter democrático.

Efectivamente, como ha afirmado Rubalcaba, en nuestra democracia cada institución tiene su papel. El del Constitucional, después de la reforma de Felipe González, es el de convertirse en una cámara al servicio de los partidos que vista de ropaje jurídico las decisiones políticas que toma. Es cierto que no existe el Estado de Derecho perfecto, aquel en el que la justicia es completamente independiente de los demás poderes; ni siquiera los Estados Unidos, que se acercan notablemente a ese ideal, pueden presumir de un poder judicial completamente independiente. Pero resulta especialmente cínico que se ponga como ejemplo del buen funcionamiento de nuestro Estado de Derecho la institución más contaminada políticamente de nuestro ordenamiento jurídico.

Acatar una sentencia significa obedecerla, sin más. No parece que ningún partido, medio de comunicación ni organización social haya declarado su intención de emplear la fuerza para impedir que Bildu se presente a las elecciones municipales. Pero ser demócrata no significa callarse ante los abusos ni dejar de denunciar la corrupción, sea económica o moral, de nuestras instituciones y quienes las ocupan. Al contrario, es la obligación de todo ciudadano. Pero Rubalcaba, como buen socialista, lo que quiere es que seamos súbditos.

ETA se ha debilitado más cuanto menor presencia ha tenido en las instituciones vascas. Permitir su presencia supone, por tanto, insuflarle el aire que necesita para respirar. Las víctimas y quienes las apoyan ya han salido a las calles en estos últimos meses para denunciar el sabotaje activo que el Gobierno está llevando a cabo contra la definitiva derrota de ETA. Es hora de hacerlo una vez más. Esta infamia no puede salir gratis.