jueves, 25 de febrero de 2010
Cuadrados
Vómito, miseria y silencios
¡Qué asco, Dios mío, estos gobernantes que han dejado morir a Orlando Zapata, como habrían hecho con Sajarov o Soljenitsin, con Mandelstein o Ajmatova! Porque su indigencia ideológica les impide condenar las monstruosidades de sus amigos de pensamiento. Sólo cabe pensar que les parece bien que Zapata muriera en la cárcel, y que si tuvieran posibilidad para hacerlo, nos dejarían morir a otros muchos en mazmorras de la Cheka, y no precisamente de la cubana, sino aquí, en el centro de Madrid. Hay precedentes, como algunos de Ustedes recordarán. Si nos han impuesto monumentos a Largo Caballero, el inventor de la Cheka hispana, si un asesino como Carrillo es la lumbrera de la memoria histórica y se ha vuelto a imponer esa gracieta asesina de que el que no piensa como un Gobierno incapaz es un criminal, podemos sin duda estar encantados con que nuestro héroe cubano que acaba de morir, nuestro querido Orlando Zapata, esté enterrado porque nuestra hipócrita fe en las reformas inexistentes en La Habana es infinita.
De los asesinos de un hombre libre
Víctor Llano en Libertad Digital
¿Qué nos dirán ahora –que podamos creer– los que trabajan para los Castro en Europa? ¿Sentirán su muerte sin avergonzarse antes quienes simulan creer que se puede dialogar con asesinos en serie? ¿Los que culpan a Estados Unidos del sufrimiento de los cubanos? ¿Les pesará a los que vuelan a Cuba sólo para acostarse con adolescentes que por hambre y desesperación se ofrecen por menos de nada al mejor postor? ¿La sentirán los que fingen confiar en que los Castro podrían cambiar si se les ofrece diálogo durante otro medio siglo? ¿Los que viajan a Varadero y vuelven contando que los cubanos no sufren? ¿Los cobardes que jamás denuncian los crímenes de la tiranía por miedo a que sus servicios secretos conserven algún vídeo que pueda comprometerles? ¿Les pesará su muerte a los jueces españoles que dicen que pueden juzgar a tiranos siempre que no sean los Castro?
Algo más que palabras
De Zapatero y su Gobierno cabe esperar algo más que palabras ante la muerte del disidente cubano Orlando Zapata. Ahora se sorprenden algunos de que en Cuba pueda morir un hombre tras 85 días en huelga de hambre, abandonado a su suerte y sin asistencia sanitaria. Son ya muchos años de atrocidades. En Cuba no hay libertad, se persigue al que opina de forma distinta, se celebran juicios sin garantías, las condenas son arbitrarias, las deportaciones injustas y se suceden todo tipo de tropelías.