jueves, 25 de febrero de 2010

Vómito, miseria y silencios

Hermann Tertsch en ABC

¡Qué asco, Dios mío, estos gobernantes que han dejado morir a Orlando Zapata, como habrían hecho con Sajarov o Soljenitsin, con Mandelstein o Ajmatova! Porque su indigencia ideológica les impide condenar las monstruosidades de sus amigos de pensamiento. Sólo cabe pensar que les parece bien que Zapata muriera en la cárcel, y que si tuvieran posibilidad para hacerlo, nos dejarían morir a otros muchos en mazmorras de la Cheka, y no precisamente de la cubana, sino aquí, en el centro de Madrid. Hay precedentes, como algunos de Ustedes recordarán. Si nos han impuesto monumentos a Largo Caballero, el inventor de la Cheka hispana, si un asesino como Carrillo es la lumbrera de la memoria histórica y se ha vuelto a imponer esa gracieta asesina de que el que no piensa como un Gobierno incapaz es un criminal, podemos sin duda estar encantados con que nuestro héroe cubano que acaba de morir, nuestro querido Orlando Zapata, esté enterrado porque nuestra hipócrita fe en las reformas inexistentes en La Habana es infinita.

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