martes, 10 de mayo de 2011

Lecciones de esperanza

Tomás Cuesta en ABC

Hace ya muchos años que la izquierda —tal y como sostiene «monsieur» Finkielkraut con escarmentada contundencia— renunció a renovar el arsenal de las ideas y fabrica enemigos a guisa de argumentos. Enarbola espantajos, conjura sacamantecas, acoquina al votante con monstruos de cartón piedra. No hay propuestas, no hay discurso, no hay conceptos. Sólo odio a discreción y rencor a voleo. El adversario político es exhibido en la picota de los medios afectos tras endosarle el sambenito que mejor convenga. Cavernícola, facha, neocón, falsario, trapacero... Cualquier calificativo es útil si acentúa el tembleque.

Monopolizando el rédito de una legitimidad moral que nadie, en estos lares, se arriesga a poner en duda, o en cuarentena, al menos, sepulta al enemigo bajo un alud de estiércol. Los tópicos más burdos, los convencionalismos más venales, las más deshilachadas etiquetas, cobran vida de nuevo en los laboratorios de la ofensa. Los amnistiados de oficio —aquellos que, con la excusa de pretender cambiar el mundo, se han absuelto a sí mismos de sus experimentos criminales y sus rutinas carniceras— lanzan el anatema de rigor sobre los que interpretan el papel de acusados perpetuos. La derecha es culpable: no es preciso elaborar un alegato para dictar sentencia. O sea, lo de siempre, con la exactitud de siempre, con la desfachatez de siempre. Y la derecha, ahí le duele, acata el veredicto y se hunde —se sepulta— en el autismo insípido o la medrosidad silente. La única excepción al rigor de la regla es Esperanza Aguirre que sigue empecinada en ir por libre y en reivindicar la libertad como herramienta. No es raro, pues, que a los listillos de costumbre el odio se les suba a la cabeza cuando los «tontos de los cojones» que la avalan, en lugar de menguar, parece que proliferan.

Hoy por hoy, la presidenta madrileña es un personaje incómodo a diestra y a siniestra. Que sea por muchos años y ustedes que lo vean. Desgraciados aquellos que presumen de haberle caído en gracia a los de enfrente. Si es cierto que la fe mueve montañas, no es menos verdad que el conformismo (el conformismo y su progenie: el compadreo, el pactismo, la pachorra, la ausencia de redaños, la falta de reflejos) siempre termina moviéndole la silla a los que se columpian entre la fe y la indiferencia. En la política, que es un corral de cuernos, los votos son amores y los romances huelgan. Pretender suscitar pasiones ecuménicas, no sólo resulta estéril, es, además, grotesco.

A contrapelo de esa derecha-guay que Mariano Rajoy quiere poner en suerte, doña Esperanza Aguirre no se resigna a concederle al adversario ni un pequeño respiro, ni un palmo de terreno. Ella, al cabo, es consciente de que vencer a Zapatero —pese a que constituya un ejercicio de legítima defensa— no resuelve el problema. Lo importante es acabar con la impostura que, amén de sostenerlo, le da cuerda. Si existe una batalla decisiva, trascendental y urgente, es la que concierne a las ideas. ¿Qué fue del arsenal de los principios? ¿Y los valores, qué? ¿Demasiada hipoteca? El caso es que los buenos son muy buenos, los malos son malísimos y el menú no se altera: impotencia de entrante; de salida, bostezos. A comerse el marrón o bola negra.

«Nobody is perfect». Tampoco Esperanza Aguirre, por supuesto. Mas si los giliprogres la odian tanto, es que les ha tocado el nervio. Hay amores que matan y hay inquinas que sientan estupendamente.

A ver esos ricos

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

Ya sé que luego vendrán las de los sociatas, pero de momento los peperos me han llenado el buzón de papeletas electorales que yo, a imitación de una vecina que le entrega todo el buzoneo publicitario, he regalado al pobre de mi esquina: «Tenga, buen hombre, que le hará más falta que a mí». Al pobre se le han humedecido los ojos al verse con los sobres en la mano, y luego he sabido por qué: resulta que Gómez, el Gómez de Madrid, ha dicho en TV que Aguirre, a quien los sociatas llaman «marquesa», como si fuera la señora de Del Bosque, gobierna únicamente para los ricos. «Yo no soy digno de que estos peperos me gobiernen -se habrá dicho el pobre para sí-, pero una papeleta suya bastará para sanarme». ¿Sanar de qué? De la pobreza, naturalmente. Gómez llegó al puesto ése que tiene con la promesa de hacer en Madrid lo mismo que Zapatero ha hecho en España, es decir, llenarla de pobres, y los pobres no quieren más competencia. Por otro lado, ¿qué idea de los pobres tienen estos «gómeces»? ¿A cuántos de esos pobres que él dice defender ha visto Gómez a la mesa con un lomo de atún (rojo, por supuesto) como los que él se mete al cinto? ¿Cuándo un pobre se ha subido a un coche municipal para hacer sus pedidos? ¿Qué pobre se dejaría retratar oteando el inexistente horizonte de la España zapateril en un cartel electoral? ¿No le da vergüenza proponer que el gobierno de derechas de la Puerta del Sol coloque de celadores hospitalarios a los albañiles que el gobierno de izquierdas de La Moncloa ha puesto en la calle? ¿De veras quiere Gómez ser un opositor serio? Critique el despilfarro que en plena crisis supone cambiar el tablón de anuncios de la plaza de Las Ventas, que antes era de corcho con chinchetas, y ahora, una placa con botones de imán. O el escándalo tremendo de llevar el Metro a la Fortuna, barrio millonario, como su propio nombre indica, mientras Parla se curraba la nueva estética Banús.

La agonía del castrismo

Florentino Portero en ABC

La gerontocracia comunista cubana es plenamente consciente de su fracaso. Medio siglo después del triunfo de la Revolución la bella isla es una cárcel, donde sus habitantes sufren privación de libertades y pobreza garantizada. Sólo han logrado una cosa, perpetuarse en el poder. Había que pagar un precio y lo hicieron. No tuvieron reparo en condenar a su gente, en quitarles derechos y haciendas. Saben que la Historia no les absolverá, que están condenados a compartir el destino de tantos otros dictadores que se convirtieron en un obstáculo, en una rémora para su propio pueblo, personajes patéticos y ridículos que los novelistas, incluso los amigos, se deleitan en perfilar.

¿A quién puede sorprender que las promesas de reforma realizadas por un grupo de octogenarios que han demostrado su incompetencia a lo largo de medio siglo no despierten ilusión entre la población? El estado cubano se encuentra en bancarrota y sus mandatarios no saben qué hacer sin, además, entrar en flagrante contradicción con sus delirantes discursos, pronunciados a lo largo de todo este tiempo.

Se sienten vulnerables porque se saben débiles y eso es razón más que suficiente para que incrementen la represión. Quieren dejar bien claro a la oposición del interior que no van a ceder ni un ápice, que si hay que hacer cambios los harán ellos, desde su legalidad. Todo el aparato del Partido siente miedo por lo que puede ocurrir. Son muchos años de privilegios y de violencia como para que se corra un tupido velo sobre su conducta. La rabia del cobarde se intuye en la paliza que la policía propinó a Juan Wilfredo Soto, un hombre que reclamaba su libertad a cara descubierta.

Descanse en paz quien vivió con dignidad y murió como un valiente. Él sí merece un puesto de honor en la Historia de Cuba porque con su vida y con su muerte honró a su país.

El escándalo de Exteriores

Hermann Tertsch en ABC

No se preocupe nadie, que no vamos a hablar de cosas feas como ventas de visados o trapacerías similares. No vamos a hablar tampoco del balance necesariamente trágico de lo que es ahora un ministerio devaluado y disminuido en el interior y en el exterior. En el exterior lo es porque España ha perdido una gran reputación de seriedad y credibilidad que se forjó en la transición y cultivaron con eficacia todos los ministros y presidentes del Gobierno antes de este septenio negro. Definitivamente hemos pasado a engrosar el grupo de países tramposos y frívolos con los que sólo hay que tratar lo imprescindible. Países cuya palabra dada hay que amarrar mucho para evitar sorpresas desagradables. Hemos sido casi desde los albores de la democracia un aliado de primer rango para los grandes europeos. Hoy sólo somos fuente de problemas e inquietud. Eso en Europa, porque en América nuestra desaparición como fuerza relevante es más sangrante si cabe. Todos nuestros lazos, fruto de mucho esfuerzo de todos —en especial de la Corona— durante décadas, han sido reducidos a poco más que simbolismo y nuestra influencia raya en nula. Pero ese no es el escándalo. Tampoco lo es que tengamos una ministra que nada sabe ni aprenderá. A la que se colocó allí porque sobraba en otra parte. Que hace pasar terrible vergüenza a sus equipos en los viajes. «Bochorno» sufre López Garrido, con el que no se habla. Ministra que desembarcó con una tropa de miembros del partido —«las maris», las llaman— que ejercen de comisarias políticas, que no distinguen entre francés e inglés y que han convertido los palacios de Santa Cruz y Viana en dicharachera Casa del Pueblo. Ni siquiera es escándalo ya, por habitual, que el sectarismo dicte todas y cada una de las decisiones de personal y de gasto. Ni que los diplomáticos de carrera que no huyen a una excedencia ni consiguen un puesto en el exterior, se hundan en la desmotivación más absoluta. Los diplomáticos españoles, que gozaron de merecida fama internacional como funcionarios eficaces y patriotas, asisten a la voladura descontrolada de una carrera otrora de prestigio. Intimidados por una vigilancia política implacable con cualquier crítica siempre sospechosa de derechista o clasista.

Todo eso se sobreentiende. Eso es mera inercia de la secta en su penetración y control de lo que fue una muy digna administración del Estado del Reino de España. El escándalo de Exteriores es el ex ministro Moratinos, el máximo responsable del hundimiento de este Ministerio en la ineficacia, la villanía y el sectarismo. Moratinos es, en sí, un escándalo. Lo es en medida extrema su forma de utilizar todos los recursos del ministerio para la campaña particular de venta de su candidatura a la secretaria general de la Organización mundial de la alimentación y agricultura FAO. Mientras los diplomáticos destinados en el exterior no tienen recursos para una representación digna de España, al nivel de sus colegas europeos, Moratinos viaja con avión oficial y séquito ministerial a «gestionar» el voto de países del Tercer Mundo a favor de su candidatura. No sabemos lo que nos cuestan decenas de viajes, especialmente a África. Ni sabemos qué nos cuestan los votos que pueda conseguir. Moratinos tuvo suerte de no ser ya ministro cuando cayeron todos sus amigos corruptos en Oriente Medio. Pero se comporta como ellos, un sátrapa oriental, en su trato a los diplomáticos y su uso del erario público. Ha conseguido que medio mundo desee que el cargo en la FAO se lo den a su rival brasileño. Se lo den o no a él, su jubilación internacional ya nos ha costado un Congo.

García Albiol

José García Domínguez en Libertad Digital

Procede agradecer a Xavier García Albiol que nos haya librado del tedio insufrible que suelen acarrear las campañas municipales. Recurrente vía crucis de la inteligencia en el que fulanito promete, solemne, que gobernará para las personas, no para los roedores o las moscas, como sería de prever. Y ello al tiempo que el contrincante menganito propala, compungido, su amor por el terruño do mora. Porque lo normal debe ser odiar al paisaje y al paisanaje propios con furia cainita. Así las cosas, Albiol está a punto de dar al traste con ese estado de excepción oficioso que prescribe excluir al PP de cualquier parcela de poder institucional en Cataluña; el Tinell tácito que estableciera el Partido Único Catalanista allá por los albores mismos de la Transición.

Razón, esa posibilidad al fin cierta, la de que un hereje españolista mancille la Alcaldía de Badalona, de la honda consternación que abate al establishment local y a sus domésticos. Que de ahí la muy urgente llamada a rebato del somatén mediático, con la Hannah Arendt de La Noria capitaneando la banda de la porra. Tal resulta el grado de pavor en el gallinero identitario que no sería de extrañar otro De profundis contra la democracia liberal en forma de editorial conjunto. Todo un éxito, el de Albiol, consecuencia de haber osado franquear los márgenes que delimitan el angosto espacio de la corrección política en el Oasis. Pues resulta que, tras lustros y lustros pidiendo perdón por existir, alguien en el PPC, ese Albiol por más señas, ha descubierto cuál es la diferencia ontológica entre verlas venir e ir dándolas.

Al cabo, no otro es el secreto del hombre que ha desatado esa ola de pánico transversal que va de las cotorras de TV3 a las más engoladas plumas mercenarias de la demarcación. Airados tartufos que gritan "xenófobo" a Albiol por pretender, ¡anatema!, que la igualdad de todos ante la Ley no excluye a los carteristas rumanos. Las mismas veletas morales que aplaudieron a rabiar cuando el mando –esto es, CiU y PSC– votó el empadronamiento para todos en Madrid. Y que volverían a batir palmas –su genuino oficio– al poco, tras reclamar los mismos papeles para nadie en Cataluña. Tristes tigres de papel.

Los jueces del TC desmontan la sentencia

Editorial de Libertad Digital

Pocas veces un puñado de votos particulares ha constituido un argumento tan poderoso como el que nos ofrecen los jueces discrepantes con la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre la legalización in extremis de Bildu. Los cinco votos, encabezados por el de Manuel Aragón, único juez "progresista" que votó en contra de legalizar la formación que, según el Tribunal Supremo, es la continuación de Batasuna, suponen un varapalo tal a la sentencia que no es aventurado afirmar que el TC ha quedado, después de esta absurda e innecesaria operación política, completamente fracturado.

Manuel Aragón considera "impropia y lamentable" la actitud de su propio tribunal al asumir que la decisión del Supremo se cimentó sobre una simple sospecha. En ese mismo aspecto incide Francisco Pérez de los Cobos que, en su voto, ha criticado con dureza la sentencia del TC por haber éste incurrido en la nueva valoración de pruebas, lo que, en opinión del magistrado, "no le corresponde al Tribunal Constitucional". Javier Delgado Barrio vuelve sobre la parte probatoria admitiendo que es poco probable encontrar "pruebas directas" de que Bildu es parte de la banda terrorista ETA.

Y, efectivamente, así es. Desde que fue ilegalizada hace ocho años, Batasuna ha aprendido en las sucesivas convocatorias electorales a camuflarse para pasar desapercibida y conseguir la legalización por la puerta de atrás o mediante acuerdo político, tal y como ha terminado sucediendo. Para los discrepantes esta "estrategia defraudatoria" no consiguió engañar a la sala 61 del Supremo ya que hay "elementos probatorios" que deben ser apreciados en su conjunto.

Ramón Rodríguez Arribas ha sido, si cabe, más duro en su voto particular. El magistrado detalla el procedimiento del que Bildu se ha valido en esta ocasión. Rodríguez Arribas ha señalado como los proetarras en esta ocasión se han servido de "dos partidos políticos ya existentes –Eusko Alkartasuna y Alternatiba– pero de presencia institucional y afiliación decrecientes para constituir una coalición electoral con independientes que, curiosamente, (...) salen de una izquierda abertzale que sociológicamente coincide con ETA-Batasuna". Una explicación convincente y, a pesar de su irrefutabilidad, ha sido obviada por el Constitucional.

Los votos particulares nos reafirman en lo que ya sospechábamos. La sentencia del Constitucional ha sido consecuencia de un arreglo político no confesado entre la propia ETA y el Gobierno, que, aunque no lo reconozca, se encuentra envuelto ya en una nueva tanda de negociaciones con la banda. Franquear el paso a sus representantes políticos no ha sido más que el pago por la declaración de la tregua-trampa por parte de los terroristas. Queda de este modo pulverizada por enésima vez la independencia judicial en España y de los propios tribunales, especialmente los que, como el TC, sirven de extraordinarias palancas de acción política para el Gobierno de turno.

Indignados están

Carlos Rodríguez Braun en La Razón

Domingo Soriano criticó en «Libertad Digital» que «Informe Semanal» de TVE saludara con entusiasmo «los más viejos y nobles ideales del ser humano» a propósito de Stéphane Hessel, que aseguró que el comunismo era «un pensamiento social ambicioso». Comprendo su crítica ante este elogioso trato al sistema más criminal que nunca haya sido perpetrado contra los trabajadores en toda la historia. Me ha interesado especialmente el motivo de la indignación de Hessel en «Indignaos», que ha vendido dos millones de ejemplares. En España lo prologa el siempre admirado José Luis Sampedro. Y están ambos indignados. Dirá usted: hombre, tienen razón: aunque ellos sean felices y longevas celebridades es plausible que nos convoquen a resistir la opresión, las mil intrusiones del poder contra nuestros derechos y libertades; cada día pagamos más impuestos, y ahora gracias a los progresistas no podemos ni fumar en los bares: ¡indignémonos! Pues no, estas dos figuras están indignadas contra…el mercado. Dice Hessel que los mercados financieros nos gobiernan. Oiga, que no. Que ningún mercado financiero bajó el sueldo de los funcionarios ni acabó con los toros en Cataluña. Que ningún mercado ha congelado las pensiones y nos ha rodeado de multas, regulaciones y prohibiciones. Si este dislate de que estamos dominados por los mercados es el referente intelectual de la izquierda, es que están aún más desconcertados de lo que parecen.

Pedreña

Alfonso Ussía en La Razón

Los hay que miran a Pedreña desde Santander y los que sólo reparan en Santander desde Pedreña. Las traineras y el golf le conceden a Pedreña un «estatus» de territorio independiente de su propia bahía. Los pedreñeros fueron los primeros en mojarles la oreja a remazos a los remeros vascos. Después vinieron los de Astillero y Castro Urdiales, pero la referencia de las traineras montañesas es Pedreña. Y en Pedreña se encuentra uno de los campos de golf más prodigiosos de España. Allí las familias Sota y Ballesteros, unidas y mezcladas en sangres y raíces. Ahí empezó de «caddy» el niño Severiano, hermano de Baldomero y sobrino de Ramón. Severiano era de los que miraban siempre a Santander desde Pedreña, esa visión fantástica que divide en dos partes la lengua amarilla del Puntal. La bahía de Santander cambiaría de paisaje sin las pedreñeras, que van y vienen durante todo el día cada hora de Puerto Chico o el Marítimo hasta la costa verde remera y golfista del principado de Ballesteros, que así habrá que llamarlo de ahora en adelante.

Fue «caddy», como su tío, el gran Ramón Sota, como su padre, también remero de trainera vencedora. Y con veintidós años se convirtió en el milagro, en el mejor jugador de golf del mundo, ya principiada la decadencia, eso sí, lentísima, de Jack Nicklaus, Gary Player y Tom Watson. Gracias al formidable pedreñero, Europa se reunió, con anterioridad a los diferentes tratados políticos, para competir con los Estados Unidos por la Ryder Cup. Todos los jugadores europeos y americanos han reconocido que sin Severiano, esa rivalidad que hoy se vive habría sido imposible. Lo dijo Colin Montgomerie cuando se enteró de la muerte de Seve. «Siempre fue nuestro capitán, incluso desde la cama mientras luchaba contra el cáncer». Seve animó a jugar. Se construyeron campos en toda España y de su maestría surgieron los Piñeiro, Cañizares, y sobre todo, Olazábal, que ganó como él, dos «Masters» de Augusta. Seve, también campeón de dos «British Open» fue tenido por los ingleses como suyo, y en las islas era más querido y admirado que en su amada y envidiosa España.

Tenía un carácter montañés puro. Era leal, sincero, acogedor y bronco. La Montaña de Cantabria cambia de soles y luces luminosas a nubes cimarronas y vientos fuertes, nortazos inesperados. Después, la calma y la sonrisa. «Seve» o «Sevvy» –como le decían en Inglaterra–, se hacía querer por su lealtad consigo mismo, su empuje, su franqueza y su arrolladora simpatía cuando no le amenazaban los vientos traidores. Era amigo de todos los grandes, medianos y regulares jugadores de golf. Se metió en el bolsillo a los americanos por su audacia, su intuición y su genialidad. El golf en España es obra suya, cosa suya, intransferible.

En los verdes enfrentados de su jardín de Pedreña van a ser esparcidas sus cenizas. Cenizas de oro. Por allí restarán para siempre, hincadas entre las hojas de sus robles, formando parte de la raíz de sus prados. Otra parte de sus restos, el viento, esta vez bondadoso, llevará hasta el Puntal y la mar azul o gris de la bahía, que también la tradición remera y triunfadora de la trainera de Pedreña merece guardar el polvo del mejor de sus hijos. Hoy, Santander es conocida en todo el mundo por el Banco, y Pedreña por Severiano. Bahía universal. Sólo cincuenta y cuatro años le regaló Dios para vivir. ¡ Y lo que consiguió! Hoy, las pedreñeras van y vienen, como siempre ha sido, pero ya no las puede mirar Seve. Navegan sobre sus cenizas. Sobre su espíritu. El espíritu, la sombra, el alma del más grande.