martes, 10 de mayo de 2011

La agonía del castrismo

Florentino Portero en ABC

La gerontocracia comunista cubana es plenamente consciente de su fracaso. Medio siglo después del triunfo de la Revolución la bella isla es una cárcel, donde sus habitantes sufren privación de libertades y pobreza garantizada. Sólo han logrado una cosa, perpetuarse en el poder. Había que pagar un precio y lo hicieron. No tuvieron reparo en condenar a su gente, en quitarles derechos y haciendas. Saben que la Historia no les absolverá, que están condenados a compartir el destino de tantos otros dictadores que se convirtieron en un obstáculo, en una rémora para su propio pueblo, personajes patéticos y ridículos que los novelistas, incluso los amigos, se deleitan en perfilar.

¿A quién puede sorprender que las promesas de reforma realizadas por un grupo de octogenarios que han demostrado su incompetencia a lo largo de medio siglo no despierten ilusión entre la población? El estado cubano se encuentra en bancarrota y sus mandatarios no saben qué hacer sin, además, entrar en flagrante contradicción con sus delirantes discursos, pronunciados a lo largo de todo este tiempo.

Se sienten vulnerables porque se saben débiles y eso es razón más que suficiente para que incrementen la represión. Quieren dejar bien claro a la oposición del interior que no van a ceder ni un ápice, que si hay que hacer cambios los harán ellos, desde su legalidad. Todo el aparato del Partido siente miedo por lo que puede ocurrir. Son muchos años de privilegios y de violencia como para que se corra un tupido velo sobre su conducta. La rabia del cobarde se intuye en la paliza que la policía propinó a Juan Wilfredo Soto, un hombre que reclamaba su libertad a cara descubierta.

Descanse en paz quien vivió con dignidad y murió como un valiente. Él sí merece un puesto de honor en la Historia de Cuba porque con su vida y con su muerte honró a su país.

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