martes, 15 de febrero de 2011

De la Iglesia, en capilla

Tomás Cuesta en ABC

Como en este país hay muchos malpensados (y como se da el caso de que, por lo común, aciertan), no ha de faltar quien piense que Álex de la Iglesia se ha ido de vacío de los Goya porque cargó la suerte al irse de la lengua. Y es que, sin pretender menoscabar a Villaronga o pellizcar en la corteza de «Pa negre», a nadie se le oculta que a la ministra de Cultura, tan estricta en cuestiones de índole genérica, no le hacía tilín el que, además de la moral, pretendieran tocarle impunemente la trompeta. ¿Influyó doña Ángeles —ya en alas de la astucia, ya en aras del despecho— en la bizarra decisión de la Academia? ¿Es suya la trama de esa tragicomedia que ha dejado en capilla al señor De la Iglesia? ¿Por qué de madrugada ni pestañeó siquiera y luego, al cabo de un rato apenas, con el rictus cansino y la legaña aún puesta, se acordaba de Álex («¡Pobre Álex!») remojando penurias en el café con leche? O sea, lo de siempre: «Excusatio non petita, accusatio manifesta». En latín te lo digo, para que me entiendas.

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