Fina de Calderón encarnaba la supervivencia -cada vez más hostigada- de una «tercera España» dispuesta a la reconciliación y refractaria a los sectarismos; enjuiciaba a las personas por sus méritos, no por su adscripción ideológica; sabía que existen convenciones y conformismos que merecen ser pisoteados y tradiciones que merecen conservarse; y, en general, hacía de la generosidad el fiel de su balanza, que inevitablemente tenía los dos platillos colmados de sorpresas jubilosas.
sábado, 16 de enero de 2010
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