Obama ha visto las orejas al lobo, pero no lo bastante. Este es su dilema: o reconoce la guerra –la IV Guerra Mundial– y la lucha como tal, porque las guerras pueden perderse, y deja de atacar cínicamente a su predecesor por implantar las medidas que él aprovecha para preservar la seguridad; o cosechará el peor de los resultados: atentados, y la impopularidad a la que tanto teme.
jueves, 7 de enero de 2010
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