lunes, 21 de junio de 2010

¡Dichosos futboleros!

Gabriel Albiac en ABC

Hace como un mes, me sorprendió la incipiente presencia en los balcones de banderas españolas. A diferencia de sitios como Estados Unidos, donde lo raro es no encontrarlas a la entrada de cada casa o comercio, la bandera es aquí —por curiosas patologías específicamente hispanas— objeto a mitad de camino entre el desasosiego y la vergüenza. Así somos. Una semana después, las mismas banderas empezaron a ser mercancía privilegiada en los quioscos de mi barrio. Sospeché una mutación histórica. Al cabo, un amigo me fulminó el enigma: «¿Banderas, dices? Pues claro, hombre, el fútbol, el mundial de fútbol. Pero, ¿en qué mundo vives?». No en éste, eso seguro. Pero tenía él razón: nadie que ignore ese noble juego está capacitado para entender una sola palabra de lo que pasa en el país en que vivimos. Probablemente, tampoco en el planeta, porque el fútbol parece haber acabado por ser lo único que queda de la universalidad del bicho humano.

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